Once teleseries sobre la Tierra que no puedes perderte: futuro o apocalipsis

Fotograma de la impresionante serie ‘La Tierra de noche’, de Netflix.

Entre el apocalipsis y la exaltación de la belleza de la naturaleza, series de televisión de ficción y documentales han venido alertando en los últimos años sobre la degradación progresiva del planeta a causa de la acción humana. Un aviso que lleva implícito una llamada a la defensa del medio ambiente. Aún hay esperanza, como dice el popular divulgador Richard Attenborough en la serie ‘Nuestro planeta’. Aunque no para las series distópicas. En ellas se cumple el sentido de algunas profecías catastróficas de hoy y sumen a la tierra en el caos, donde la única norma es la violencia. Repasamos 11 de estas producciones, que nos invitan a repensar nuestra posición ante la amenaza que gravita sobre nosotros, desde la famosa ‘Chernobyl’ y ‘La Tierra de noche’ a ‘Porvenir’ y ‘Un futuro desafiante’.

‘Jordskott’

 El conflicto insoluble entre los intereses económicos y los de la naturaleza (estos meses, en Cáceres, por ejemplo, entre los explotadores de una mina de litio y quienes quieren preservar la montaña donde se excavará) enfrentan en esta serie sueca a habitantes de un pueblo y a seres sobrenaturales que pueblan el bosque circundante. Con un pie en Twin Peaks y otro en Expediente X, Jordskott desvela, según su creador, Henrik Björn, el comportamiento autodestructivo humano como especie: deforestación, contaminación, cambio climático… Sus 10 capítulos están protagonizados por una policía de Estocolmo que regresa a su pueblo natal para enterrar a su padre, presidente de una celulosa, la empresa más importante del pueblo y que vive de la explotación forestal de la zona. La desaparición de una niña en circunstancias similares a la de la hija de la policía, que se produjo años atrás, desencadenan la trama terrorífica de Jordskott.

‘Porvenir’

El cambio climático se lee en el glaciar Monte Perdido del majestuoso y sobrecogedor parque nacional situado en el norte de Huesca. En su paisaje salvaje, rocoso, menguantemente nevado, están escritas las palabras de su agonía y desaparición a causa del calentamiento global. Este hermoso entorno es uno de los destinos de Porvenir, una serie de tres capítulos producida por Movistar, a medias documental, a medias ficción, en la que el periodista Iñaki Gabilondo nos guía por las claves y el conocimiento de los efectos climáticos en España. De Huesca a La Manga del Mar Menor, de Doñana a El Hierro, de la huerta de Almería a la Sierra de Gata, Porvenir se extiende como un mapa de daños provocados por la sequía, los cambios en las precipitaciones, la explotación de recursos… Gabilondo conversa con científicos, biólogos, expertos y habitantes de los lugares más afectados y constata que las alertas lanzadas hace más de tres décadas no han sido en vano, aunque sea recientemente cuando se haya acelerado la respuesta. Alternando esta encuesta discurre la historia de los tres personajes de la ficción de Porvenir (tres hermanos y la hija de uno de ellos), que durante la reciente pandemia se reencuentran en la antigua casa familiar tras la muerte de su madre para ponerse de acuerdo sobre la herencia. Confinados a causa del estado de alarma, estrechan sus vínculos mientras contemplan en su entorno las señales de la transformación del planeta.

‘Chernobyl’

En un país ineficiente como la Unión Soviética de 1986, el desastre nuclear de Chernobyl agrietó aún más el agujero de su agonía hasta el desmembramiento de su sistema político y económico a principios de los años 90. Parálisis burocrática, huida de la responsabilidad y ocultamiento contribuyeron a propagar la catástrofe más allá de las fronteras soviéticas, como refleja una de las series más impactantes de los últimos años. Su repercusión social contrasta con recientes decisiones de algunos gobiernos, como el francés, de renovar el parque nuclear a la busca de independencia energética tras la guerra de Ucrania. Pero no cabe duda de que esta crónica minuciosa en cinco capítulos de HBO, brillantemente ambientada e interpretada, penetra en la conciencia del espectador con la perspicacia de los propios hechos. Estos se desencadenaron con el estallido el 26 de abril de 1986 de la unidad 4 de la central nuclear de Chernobyl y la exposición del núcleo del reactor, que contaminó el entorno de la zona en territorio de Ucrania. La nube de radiactividad que se formó se desplazó desde allí al este (Centroeuropa) y al oeste (Japón). Dos expertos, físicos nucleares, interpretados con brío y emoción por Emily Watson y Jared Harris, se enfrentan a un muro de opacidad cuando intentan (inútilmente) reducir el impacto de la explosión.

‘La Tierra de noche’

 

La naturaleza sigue latiendo, aunque a otro ritmo, durante la noche. Los leones cazan en la sabana africana, los murciélagos vampiros evolucionan ciegos desde las rocas de la costa peruana, los elefantes cruzan por una ciudad que duerme al sur de África. Nunca hasta La Tierra de noche había podido filmarse con tanta nitidez, con tanto detalle, la vida animal bajo las estrellas, en la profundidad de los océanos, en el rigor invernal del Ártico o en el árido desierto chileno de Atacama. El desarrollo de la tecnología de grabación en vídeo ha permitido tomar imágenes en ausencia de luz natural, un logro que hubiera deseado para sí Kubrick, que pudo rodar imágenes de Barry Lyndon hace medio siglo a la luz de las velas gracias a que la NASA le facilitó unos objetivos especiales. Los seis capítulos de La Tierra de noche, una serie de Netflix de producción británica, descubren comportamientos de los que aún no había constancia filmada, como que el guepardo también caza de noche o que, ante la ausencia de pájaros como alimento, los murciélagos sorben el polen de las flores.

‘Un futuro desafiante’

 En los 33 años que abarca Un futuro desafiante (de 2037 a 2070), el hombre ha llegado a Marte, la energía solar fluye imparable y algunas lacras de la humanidad, como el cáncer, han desaparecido; otras, como el cambio climático, se han cumplido y los ciudadanos las han integrado en sus vidas. Esperan, aunque disconformes, que cuando la marea ascienda en la costa de Miami, la ciudad se inunde; que la sequía catastrófica que anuncian en Argelia a causa del aumento de temperatura hunda a sus habitantes, y no les sorprende que en el Ártico su progresivo deshielo no impida que se autorice la construcción de un casino sin atender a los efectos ambientales. Cada uno de los ocho episodios de esta serie de Apple TV+ exhibe como un imán una panoplia de estrellas hollywoodienses como Meryl Streep, Edward Norton, Forest Whitaker, Tobey Maguire o la francesa Marion Cotillard. La vivencia íntima de sus personajes está entrelazada con la situación climática que vive el planeta, a la que responden o desprecian (como hace un magnate tecnológico en su provecho o un acusado en juicio por crímenes contra la Tierra). La serie coloca un espejo ante el espectador mostrándole las posibilidades que sus propias acciones causan en la naturaleza.

‘Wild Yellowstone’

 El primer parque nacional del mundo, el de Yellowstone, recibió amparo legal en Estados Unidos en 1872. Situado en el noroeste del país, casi enteramente en el Estado de Wyoming, ocupa una extensión de casi 9.000 kilómetros cuadrados (un poco menos que Asturias) de vegetación, fauna salvaje y una colección de geiseres y fuentes termales sin igual. Bajo tierra, un gigantesco y silencioso volcán de roca fundida se extiende a lo largo de 90 kilómetros. Producido por National Geographic, los dos episodios de Wild Yellowstone siguen el curso de un año de vida en esta naturaleza bravía y sus ciclos reproductivos. Si durante los veranos abrasadores la vida liberada de cientos de especies (alces, bisontes, pájaros, peces) se expande y alimenta a lobos, en competencia con osos pardos y pumas, entre los depredadores, los inviernos helados acrecientan la lucha por la supervivencia. Utilizando un sistema de grabación innovador, la serie ofrece ángulos inéditos de unas imágenes realistas sobre este icono de la naturaleza.

‘Colapso’

No hay mensajes, reflexiones ni discursos en Colapso (salvo en su último episodio). No queda tiempo para ello. No sabemos qué ha ocurrido, pero el mundo se ha venido abajo. Como si la Humanidad hubiera vuelto al estado de la selva, esta sorprendente serie francesa de ocho episodios, cada uno con una historia propia, empuja a sus personajes a callejones sin salida (sin comida, sin gasolina, donde los lugares seguros están al alcance de quienes pueden pagarlos…) y deben responder de inmediato ante lo que se les viene encima: ¿se mostrarán compasivos, depredadores, egoístas, comunitarios? Como en la guerra, las máscaras de la gente caen y el pensamiento se reduce a un binarismo: para el beneficio propio o para el beneficio común. La intensidad de Colapso, su suspense, su tensión vienen dados por su forma: cada episodio, de unos 20 minutos, está rodado en un único plano secuencia: todo lo que sucede ocurre en un mismo escenario y a la vista del espectador.

‘Nuestro planeta’

Próximo a los 100 años, el científico británico David Attenborough es hoy el mayor divulgador de la naturaleza, y en ninguna de las recensiones, como esta, que defiendan el medio ambiente podría omitirse su magnética y persuasiva voz. Si se piensa en el impacto en España de otro gran defensor de la ecología como Félix Rodríguez de la Fuente, puede imaginarse la repercusión global de los programas televisivos de Attenborough desde hace más de 40 años. Escogemos uno de los últimos de este incansable ambientalista que exalta la belleza del planeta Tierra como un argumento incontestable para abogar por su preservación (lo que a veces le ha costado críticas ecologistas por eludir el tono de denuncia o de condena).

En la primera de las dos temporadas de Nuestro planeta (Netflix), ocho episodios grabados en 50 países durante cuatro años, Attenborough nos descubre el hábitat helado y precario de los osos polares, morsas, focas y pingüinos, los suministros de agua dulce necesarios para especies de todo tipo que han perdido caudal, las desprotegidas aguas costeras en las que vive el 90% de la fauna marina… mientras que en la segunda temporada, de cuatro episodios, emitidos el pasado año, aborda fundamentalmente las grandes migraciones animales y la consecuencia que está provocando en ellas la acción humana a causa de la variación del clima o la alteración de las estaciones. Lejos del tono apocalíptico que uno encuentra en otros documentales y series, Attenborough reconoce la constante agresión que está fracturando el planeta. “Lo hemos cambiado”, reconoce. “Pero hay esperanza”.

Surtido distópico

Los apocalípticos pierden siempre (gente de poca fe); aunque la ficción televisiva se empeñe en agradarlos produciendo distopías (“Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”, según el diccionario de la Academia). Nada será como lo que se represente, como ha ido cumpliéndose con los vaticinios bienintencionados de la ciencia ficción. Así que en este furgón de cola que cierra el artículo recogemos tres distopías más (más fantasiosas) que hacen penar a los humanos por sus malas acciones contra su planeta. Los apocalipsis llegaron por virus, por fallos tecnológicos. La Europa de hoy (democrática, bien acomodada) ha desaparecido. La regresión es hobbesiana (el hombre como lobo para el hombre).

En Sweet Tooth: El niño ciervo (Netflix, dos temporadas) conviven en estado de naturaleza humanos e híbridos (mitad humanos, mitad animales), cuyo aspecto infunde tal temor que aquellos deciden cazarlos.

En The rain (Netflix, tres temporadas), un grupo de supervivientes emprende un viaje (peligroso, desde luego) para descubrir vida más allá de su entorno.

Y en Tribus de Europa (Netflix, 6 episodios), cientos de tribus enfrentadas entre sí (una de ellas pacifista y en comunión con la naturaleza) disputan el viejo territorio de la civilización. Como es fácil concluir de las tres, el derecho de la fuerza ha aniquilado el derecho de las palabras.

 

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