Oskar Alegria: «En el Festival Punto de Vista huimos del cine que mastica todo demasiado»

El cineasta Oskar Alegría. Foto: Festival de Cine de San Sebastián.

El cineasta Oskar Alegría. Foto: Festival de Cine de San Sebastián.

El cineasta Oskar Alegria. Foto: Festival de Cine de San Sebastián.

El pamplonés Oskar Alegria fue a la búsqueda de la casa en la que en 1926 Man Ray rodó ‘Emak Bakia’, y así en 2012 se dio a conocer para muchos con ‘La casa Emak Bakia’. Ahora, este periodista y cineasta está al frente de la dirección artística del Festival de Cine Documental ‘Punto de Vista’ de Navarra, que se celebra en Pamplona entre el 10 y el 15 de febrero.

La cita en Navarra con el cine documental más creativo y estimulante recupera su frecuencia anual, después de sortear la furia voraz de los recortes con seminarios en los años sin festival. Además de La Región Central (sección oficial a concurso), que ofrecerá 17 obras, Punto de Vista ha preparado un monográfico dedicado a las islas (con 18 películas), una retrospectiva de la poeta y cineasta escocesa Margaret Tait y un ciclo bajo el denominador de Chez les Basques, por el centenario de Orson Welles y con la exhibición de sus documentales rodados en el País Vasco francés. Oskar Alegria nos adelanta algunos de los trabajos presentados y reflexiona con El Asombrario & Co. sobre ese “cine lleno de preguntas sin respuesta”.

“Érase una vez una isla (…), una isla oasis donde celebrar el encuentro de un cine lleno de preguntas sin respuesta”. Vaya, a ver si va a ser por eso que este cine es minoritario; la gente quizá espera más respuestas que preguntas.

Qué buena pregunta sin respuesta me acabas de hacer. (Risas). Huimos del cine resolutivo, el que mastica todo demasiado y al final te resuelve el jeroglífico; también del cine muy complicado. Esa frase viene muy al hilo de lo que decía Roberto Bolaño para la literatura. En el prólogo de Amberes hay algo en lo que yo siempre me he fijado mucho para tomar los bártulos de este festival: hay que huir de la literatura oficial tanto como de la marginal. Parece a veces que nos queremos acercar a la marginal, pero la marginal tiene tanto de extremo y de peligroso como la oficial. Creo que en esas aguas intermedias habita un cine sin nombre, que es al que aspiramos, ese cine que está cargado de preguntas sin respuesta. Creo que la sinopsis de las 17 películas de la sección oficial tienen una gran pregunta que no se resuelve.

¿Estamos muy condicionados por la tradicional estructura cerrada que hemos ido mamando, sobre todo, aunque no sólo, con el cine estadounidense? ¿Nos condiciona mucho como espectadores?

Sí, pero Estados Unidos también es David Henry Thoreau, los Dead Kennedys… ¿Te refieres más a Hollywood que a los Estados Unidos? Hollywood es una parte de Estados Unidos. En Hollywood los personajes se casan al final; en las películas que nosotros vamos a dar… Por ejemplo, hay una película de Otar Iosseliani en la que los personajes se casan, pero al principio. Creo que eso le da la vuelta a todo. ¿Por qué se tienen que casar al final? Hay un happy beginning, que es totalmente diferente a un happy end. En las películas que nosotros mostramos, lo que les pasa a los personajes es lo que les pasa en la vida, se mueren. No es algo que tengamos por qué ocultar. Hay un par de películas que tratan el tema de la muerte: una que se llama Huellas, del mexicano Diego Gutiérrez, y otra Before we go, de Jorge León, que tienen un trato muy dulce y digno con la muerte, me parecen películas con una gran pregunta sin respuesta.

“Perseguimos un cine que se escape de lo oficial y que lo haga tanto como de lo marginal”. Vamos por partes. ¿Qué es “lo oficial” en cine?

¡Qué difícil me lo pones! Lo oficial en cine es un cine hecho con el bolsillo, el cine que está muy viciado por la industria, que es un producto más, con una estructura fría y hermética que lo que busca es un llenazo de palomitas, más o menos. Y el cine marginal es un cine que se basa en el feísmo por el feísmo, a mí me parece una cosa muy gratuita.

Es decir, lo marginal no es una cuestión tanto de medios como de estética.

Últimamente sí, es un cine vacío, que no tiene contenido, que va directo al ojo, que intenta engañarte con una pirotecnia vacua, que no tiene nada detrás. Es un cine bastante aplaudido últimamente y hay bastantes festivales dedicados a él. De todo tiene que haber.

Te lo preguntaría, pero seguro que no me vas a decir a qué festivales te refieres.

Yo creo que, de alguna manera, todos los festivales tienen que existir. Los festivales de cine más marginal o vanguardista, más radicalmente punkies o extravagantes, tienen que existir, igual que deben existir los festivales de cine oficial. Sin ellos nosotros no existiríamos, somos una pequeña isla en medio. Existimos gracias a que existe esa parte continental que ellos cubren.

Escapar de lo oficial… por medio de lo institucional. Punto de Vista es un festival sustentado por el Gobierno de Navarra. Sin lo institucional, ¿abocados a la marginalidad, al olvido?

Paradójicamente, es un festival institucional muy libre. En el programa nadie mete mano, hay una libertad absoluta, lo diré siempre, y eso me parece loable. ¿Cuántos eventos culturales oficiales no están un poco viciados o dirigidos de alguna manera? Este lo llevo organizando dos años y en ningún momento he tenido ni siquiera una autocensura, que es más importante.

Más peligrosa.

Sí, es más peligrosa. Ni siquiera me he autocensurado a mí mismo. Por eso, paradójicamente, es un festival institucional muy libre.

A muchas islas las rodea la inmensidad del océano, en cierto modo una gran nada. Hay gente a la que las islas le sugieren aislamiento, soledad… En ese sentido, el tipo de cine que puede verse en festivales como Punto de Vista, ¿vive aislado? ¿Se siente aislado?

También hay ahí una gran paradoja, porque te aíslas pero tampoco te gusta ver la sala vacía, no te gusta que te vengan a ver tres náufragos. Nos dirigimos a esa inmensa minoría, como decía Mario Benedetti. Me gusta mucho ese verso, una inmensa minoría que existe. Cuando programas algo te parece algo aislado, pero al final acaba viniendo una pequeña multitud.

Hay oasis que son alucinaciones. Los festivales concentran en el tiempo, pero imagino que la aspiración es expandirlo y trascenderlo. ¿Cómo hacer de la isla un continente? ¿Cómo lograr que la cascada del festival derive en un goteo cotidiano?

Hay un equipo que trabaja en eso, con gente de comunicación que trabaja por expandirlo mediáticamente, un equipo de producción…

Pero me refiero sobre todo en la sociedad, porque al fin y al cabo un festival se concentra en unos días muy concretos y después…

Por ejemplo, este año hemos hecho una cosa de futuro, un jurado de la juventud. Se han apuntado 33 jóvenes de aquí, no deja de ser una cantera. Hemos hecho también que el festival esté presente una vez al mes. No sólo programamos películas durante esta semana, sino que una vez al mes tenemos un Foco Punto de Vista, al que acuden 60 personas de Pamplona, y eso es un poco crear una comunidad. Con tácticas o estrategias como esas, estás creando un caldo de cultivo, un público activo que va a pensar y acudir a la sala no de una manera pasiva, sino a intentar reflexionar sobre esos interrogantes.

Vivimos en tiempo de hashtags, de etiquetas, pero cada vez parece más difícil delimitar el arte y la creación con ellas. Si a un ciudadano le hablas de cine documental es muy probable que pueda pensar en los de animales de La2. ¿Qué entra y qué no en un festival que se define de “cine documental”?

Hombre, podría entrar un documental sobre animales pero no sería el de La2, un documental clásico narrativo, con todos mis respetos; la narración que tenía Félix Rodríguez de la Fuente era una cosa maravillosa, sus textos eran puro drama. ¿Qué entra y qué no? Buscamos documentales que se salgan un poco del carril, que tengan una apuesta, sobre todo que tengan una cabeza detrás que piense; un relato novedoso, no sólo en la forma, también en el contenido. Nos gusta muchas veces ver que ese híbrido no existe, que no hay una diferencia entre la forma y el contenido sino que todo va por un mismo canal. ¡Claro! No es fácil encontrar la novedad, al final todo se reduce a siete argumentos, como decía aquel filósofo. No hay más historias que contar, pero sí hay nuevas maneras de envasarlas y transmitirlas. Buscamos novedad, apuesta y riesgo, sobre todo riesgo.

Sé que entro en un debate casi filosófico en el que el cine lleva muchos años pero, ¿documental implica necesariamente ausencia de ficción?

No necesariamente, ese es un gran debate que ya se está medio superando en los festivales. Hay festivales que se han quitado la “D” de documental y que ahora hablan de la “NF”, de la no ficción como etiqueta. Nosotros aceptamos ficciones, siempre y cuando estén muy pegadas a la realidad o sirvan para transmitir esa realidad. En el anterior seminario tuvimos a un cineasta tibetano, Pema Tseden, que dice que hace ficciones, pero yo creo que son documentales camuflados de ficción. Claro, si no la censura china no le dejaría sacarlos de allá; entonces le da un traje de ficción a todo pero en el fondo te está transmitiendo la realidad de su pequeño rincón del mundo gracias a una pequeña ficción. Sí, aceptamos ficciones siempre y cuando tengan su gran apego a la realidad.

Se han presentando 1.237 películas a la Sección Oficial, un 55% más respecto de la última edición. En alguna entrevista explicabas que tiene que ver con la facilidad que hay hoy para hacer películas. Imagino que esa “democratización” de los medios facilita la labor de los profesionales pero, ¿ha abierto también la puerta al intrusismo?

Sí, pero una cosa es la posibilidad y otra la capacidad. Hay más posibilidad de hacer una película, pero no hay tanta capacidad, sigue siendo la misma. Está claro que la herramienta no da el talento. Ahora con poco dinero se puede hacer una gran película que vaya a una pantalla de 9 metros, pero eso no tiene por qué decir necesariamente que sea buena. Sí que hay mayor cantidad y nos da más trabajo, hay que tener un cedazo más perfeccionado para saber qué pasa y qué no. Pero es una buena noticia, sobre todo para nosotros que habíamos desaparecido y aparecido en un bache por la crisis; hemos reforzado un poco los delegados internacionales que tenemos y quiere decir que sus redes de pesca están funcionando bastante bien. Por ejemplo, nos ha llegado una película desde Yemen, nunca nos había pasado. A mí esas cosas me gustan.

De autor a selector, a director artístico. ¿Labor ingrata? ¿Se refuerzan las amistades o se ganan más enemistades?

Ahí hay de todo, sí. Cuando empecé con esto alguien me dijo que me iban a salir muchos amigos, pero también algún enemigo, gente que no se toma bien que no le selecciones. A mí me ha pasado. Yo no es que esté devolviendo la moneda. Me siento un poco un entrenador de fútbol que antes ha jugado en el terreno, y eso me tranquiliza. Hay varios casos de entrenadores de fútbol que lo primero que han sido es futbolistas, conocen la práctica en la hierba, y desde el banquillo la ves de otra manera. He sido cineasta y ahora soy director de un festival. Sí que es verdad que se ganan amigos, pero no creo que enemigos. A mí me han rechazado mi película en mil sitios y nunca me he enemistado con nadie, pero sí que hay gente que es vengativa con un no, y piensa que tu criterio no va a ningún lado y te deja de mandar sus películas. Espero que sean casos mínimos.

No te pido una opinión crítica pero sí una primera mirada a los documentales seleccionados para la sección oficial. ¿Hay algo que los una? ¿Algún elemento temático, estético, técnico…, que defina los trabajos seleccionados?

Es una selección rotunda, redonda. Creo que si alguien llega a ver los 17 juntos, como hemos hecho nosotros, tendrá una sensación como la de esos vinos que son redondos en boca, que tienen los cuatro sabores en perfecto equilibrio en el mismo caldo, sin cambiar de botella. Tienes lo ácido, lo amargo, lo salado y lo dulce. Hay un hilo, sí. Cada uno te puede tocar un instrumento diferente, pero hay una orquesta que da un conjunto de películas que tienen ese perfume de Punto de Vista. ¿Cuál es ese perfume? Eso es lo difícil de definir, yo mismo tampoco soy muy capaz de decirlo, quizá alguien externo. Sí que suelen decir: “es una película para Punto de Vista”. Eso ya es una etiqueta.

¿En qué medida son reflejo de su tiempo?

Tenemos películas muy atadas al día a día. Tenemos una, Our terrible country, sobre lo que está pasando en Siria ahora mismo; está South to North, sobre el plan megalómano de trasvasar en China agua de sur a norte; hay otra película que habla sobre Abjasia, un país que ni siquiera sabemos si existe. Eso en cuanto a cotidianidad casi política, a la actualidad política, pero luego hay también una cotidianidad, y nunca mejor dicho, cotidiana. Ahí está la muerte, como decía antes.

Siria, Abjasia… Puede parecer que a veces no está muy clara la línea que delimita el documental cinematográfico del trabajo periodístico.

Para responder a tu pregunta, fíjate qué bonito es este de Abjasia. No es un documental al uso sobre lo que está pasando allí. El director, Eric Baudelaire, monta un dispositivo de creación para desvelarnos este país fantasma, que es enviar cartas a Abjasia sin poner en el sobre “vía Georgia”, que es el antiguo país al que pertenecía. Él hace una apuesta ante la funcionaria de correos y le dice que el sobre va a Abjasia, y eso es como una botella lanzada al mar. Pero el sobre llega, y empieza a ser respondida por el antiguo Ministro de Exteriores de Abjasia. Empieza ahí un filme epistolar que es maravilloso para darnos cuenta, al final, de que es una película sobre lo imposible, sobre un país que no sabemos ni siquiera situar en el mapa, ni si existe -no está casi reconocido internacionalmente-, pero las cartas llegan. Ves cómo un dispositivo de creación te enseña un país de otra manera.

Un festival concentra mucho en poco tiempo, es imposible llegar a todo o intentarlo y no morir en el intento. Hablábamos de islas, hablemos de islas. Hay un ciclo sobre ellas. ¿Cómo se ha configurado?

Todo nace porque siempre intentamos encontrar un título, un nombre. No es que hagamos un festival monográfico, pero nos gusta tener un nombre y una imagen. Este año algo que nos define es el concepto de una isla. Las islas han estado presentes desde el principio del cine documental, desde Robert Flaherty, una persona que siempre graba a gente aislada, con El hombre de Aran, Nanuk o Moana; Jean Epstein, que sigue el mismo camino en la misma época, graba las islas en Bretaña. Ese interés por lo remoto, por el hombre confinado, por la vida al límite, ha estado siempre en los primeros balbuceos del cine documental. Nos parecía una buena excusa para hacer un repaso a las distintas caras y aproximaciones que ha habido a las islas; la isla es la gran metáfora del teatro de la vida, es el paraíso, el refugio del artista, pero también la prisión, la cárcel. Estas metáforas que tienen doble cara siempre funcionan muy bien.

Remito a los lectores al programa, pero explícanos las líneas generales de programación de este festival, más allá de lo ya hablado.

Paralelamente a las islas tenemos una retrospectiva de una gran cineasta isleña, que fue Margaret Tait, de las Orcadas, al norte de Escocia, que firmó a las mil maravillas su isla natal y mortal, porque murió en ella. Vamos a dedicarle la primera retrospectiva que se le hace fuera de Escocia. Nos gusta rescatar estos nombres que están injustamente en el olvido. Vamos a publicar también un poemario suyo traducido por primera vez del inglés, porque ella era cineasta y poeta a partes iguales. Y hay otra isla que está en tierra, una isla entre los Pirineos y el Atlántico, que es lo que aquí llamamos Iparralde, la zona del País Vasco francés, donde ha habido un legado de documentalistas históricamente muy potente. No sé qué esquina del mundo puede tener el mismo paso de esta constelación de cineastas, como son los hermanos Lumière, que se vienen a Biarritz a grabar el oleaje, buscando el movimiento; Louis Delluc, que es un dios en el cine de Francia y que se vino también a las montañas del Pirineo en busca de una luz, la luz perfecta, para buscar una pequeña ficción, como hablábamos antes; tenemos la primera vez que se hace el sonoro en exteriores en Francia y es entre los vascos -porque era un pueblo que cantaba mucho-, y hay un director como Maurice Champreux que para estrenar ese artilugio eligió esta misma zona geográfica; tenemos a Orson Welles, del que se cumplen 100 años; y a Otar Iosseliani, que nos acompañará y cerrará el festival. Fíjate qué cantidad de gente ha pasado por esta pequeña isla para retratar, cada uno de una manera diferente –porque unos vienen por el movimiento, otros atraídos por la luz, otros por el sonido-, con una misma atracción final de fondo por un pueblo que milagrosamente todavía sobrevive, por una cultura siempre amenazada en una eterna agonía. Yo lo llamo el pueblo del largo adiós. Creo que todo el mundo viene atraído por ese largo adiós.

Hasta donde hayas conocido el panorama internacional de festivales de cine documental, ¿dónde sitúas Punto de Vista dentro del mapa de festivales? ¿A qué debería aspirar y en qué es único?

Punto de Vista es un festival sin alfombra roja. Nuestra alfombra roja es un manto blanco, porque siempre nos nieva. Es algo que también nos define, que no somos un festival de cineastas estrella, somos un festival de cineastas desconocidos. No nos negamos a las figuras, pero no tenemos esa presión de tener una industria o de tener un festival montado para la producción. Tenemos el privilegio de poder celebrarlo con frío, que creo que es la meteorología más adecuada para ir al cine; cuando fuera está nevando, dentro del cine la pantalla te da cierto calor, como en los relatos más antiguos del ser humano, el relato frente al fuego.

La casa Emak Bakia te situó para muchos en el mapa del cine. ¿Qué otros caminos, además del que hoy nos ocupa, estás recorriendo en este momento?

Vamos a estrenar una colección de oscuridades que he hecho. Es un proyecto personal en el que me embarqué hace dos años, por seguir un poco con la dosis que necesito de creación. Un buen día grabé una oscuridad de cinco minutos, mi oscuridad personal, y a partir de entonces me he dedicado a invitar a cineastas de todas las esquinas del mundo a que me envíen un vídeo de cinco minutos sobre su oscuridad. Es un ejercicio bonito, porque es un ejercicio de cine hecho sin luz, que nos habla de las partes más sombrías, y para mí ha sido maravilloso recibir en mi buzón cada mes tres oscuridades: una de San Francisco, otra de Singapur, otra de Burkina Faso, y ver incluso que en el sobre el cartero había puesto “Frágil”. Es un material frágil con el que compuesto una película de tres horas, porque he pegado una oscuridad tras otra, y se va a exhibir en formato de loop, como una película ininterrumpida a la que se puede entrar y salir cuando uno quiera. Me parece que es bonito ese largo recorrido por una larga noche en el mundo.

¿Cuál es el espacio natural para un proyecto así?

En esta sede que estrenamos, que se llama Baluarte -maravillosa, porque tiene mil salas-, hemos elegido la sala más oscura, que es la que está abajo, en las tripas de la ciudad; la Sala de la Muralla, donde se conservan los vestigios de la antigua muralla de la Ciudadela. Para llegar a la película de la oscuridad tienes que atravesar un túnel de 200 metros de oscuridad. Es como entrar en una mina, y dentro te reciben 38 minas más, porque son 38 películas hechas por 38 cineastas de todo el mundo.

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