Pablo Messiez reestrena ‘Las Canciones’: “Yo en lo que creo es en el deseo”

El dramaturgo Pablo Messiez. Foto: Vanessa Rabade.

El dramaturgo y director Pablo Messiez (Buenos Aires, 1974) reestrena en el teatro El Pavón / Kamikaze su exitosa obra ‘Las Canciones’ (hasta el 10 de enero), toda una catarsis de música y silencio con trama ‘chejoviana’. Entrevistamos a Pablo una mañana de la pasada semana, y esa misma tarde un comunicado de prensa anunciaba “con enorme, gigantesca tristeza”: “Tras cinco años de trayectoria, El Pavón Teatro Kamikaze cerrará sus puertas definitivamente el 30 de enero de 2021”. Porque las cuentas no salen y porque la pandemia se lo ha puesto aun más difícil. Pero ahora celebremos el éxito de ‘Las Canciones’.

Enhorabuena por ‘Las Canciones’ Pablo, por la obra en sí y por su vuelta al teatro en estos tiempos tan difíciles, con toda su descarga de energía. ¿Está yendo bien este retorno al Pavón / Kamikaze?

Sí, por suerte va bien, lo que pasa ahora es que la gente compra las entradas con poca anticipación, se van vendiendo de a poco, pero por suerte va bien.

Es una obra que pide bastante implicación al espectador, ¿notas una reacción distinta del público ahora con la pandemia respecto a cuando se estrenó a finales de agosto de 2019?

Hay cosas que han tenido que cambiar, por la cuestión de mantener la distancia de seguridad; antes en el intermedio los actores bajaban al público y la gente se ponía a bailar todos juntos. Dependía de la función, pero sí que se armaba algo como de catarsis colectiva, todos bailando por todo el teatro, era muy bonito. Ahora eso no puede pasar, está más contenido, pero sucede algo que a mí me encanta: antes, cuando terminaba ese momento, se producía un aplauso muy sonoro, porque la gente se sentía parte de la función, había una especie de celebración colectiva, y ahora eso se ha intensificado más, esa celebración y ese aplauso. Yo creo que se produce también una especie de aplauso a la posibilidad de hacer eso, a que en algún momento volveremos a bailar todos juntos. Los intérpretes terminan siendo una especie de encarnación del deseo de todos; ese aplauso se hace hermoso y largo antes de que empiece el segundo acto.

Ahora la obra proyecta incluso más significados de los que contiene por sí misma…

Sí, es tremendo como esto de la pandemia re-significa todo; de hecho, en el intermedio, en la versión de Nina Simone de My sweet lord, que la mezcla con un tema que se llama Today is a killer, ‘el hoy nos mata’, en una improvisación que ella hace, dice: “Ahora ni siquiera podemos acercarnos los unos a los otros, porque el hoy nos mata”. Eso antes pasaba como una metáfora, pero ahora es la descripción concreta de lo que nos está pasando, lo peligroso de estar cerca. Cuando volvimos con la función, nos dio escalofríos ver cómo la obra ya nos estaba contando algo del futuro antes de que el futuro se hiciera presente.

Lo que vi en la representación del día del reestreno, en el intermedio, fueron muchas ganas en el público por levantarse, bailar, desatarse, liberarse… de tanta atadura… Con unas ganas inmensas de bailar y entrar en una sintonía colectiva.

Sí, porque estamos en unos tiempos anómalos en los que algo que es inherente al ser humano, la necesidad de estar cerca, de tocarse, incluso de contagiarse, contagiar la alegría, el entusiasmo, está restringido. Lo que sucede en el teatro, cuando sucede, tiene que ver con el contagio, uno termina respirando el mismo aire y, de alguna manera, si la cosa va bien, uno termina hasta con el ritmo cardiaco modificado por lo que está pasando en la escena. Y vivir el teatro y la vida con esta interferencia es convivir con una herida, rascándote la herida continuamente, recordando a cada instante que hay algo inherente al ser humano que está ahora inhibido.

En cierto modo, para un director supone un riesgo ese intermedio tan enérgico, algo que suele ir montado al final de una obra, como colofón, y no en el ecuador de la función, porque llevas al público muy arriba y luego le obligas a volver a estar sentado, callando, escuchando… ¿Cómo se consigue eso? ¿Cómo se consigue volver al drama ‘chejoviano’ tras la catarsis de bailar todos juntos? Eras consciente del riesgo, me imagino…

Sí, era consciente, aunque no tenía ni idea de lo que iba a pasar, cómo iba a ser la recepción de ese momento, y que nos sorprendió mucho a todos y a todas en la compañía, positivamente, el modo en que la gente terminaba siendo parte principal de ese momento. A mí lo que me interesaba es que los intérpretes estuvieran muy cansados en la segunda parte. La primera parte es muy coral, en la que todo el mundo está con su máscara; después del intermedio, me interesaba que se viera a la música realmente trastocándote, convirtiéndote en otro, y ahí empiezan a abrirse y empezamos a enterarnos un poco más de lo que le pasa a la gente.

Muy Chéjov todo, claro, desde los nombres de ellos…

Sí, toda la dramaturgia está basada en la estructura de Tres Hermanas, más situaciones y personajes de varias obras de Chéjov, La Gaviota, Tío Vania, pero sobre todo Tres Hermanas.

Me interesaba que estuvieran muy cansados en la segunda parte, porque lo que hace el cansancio es quitarte el juicio, la opinión; si estás cansado, ya no te importa nada; es hermoso ver a la gente agotada, cómo entrega objetivamente algo, su energía…, que lo da todo… Y eso solo puede pasar en la escena, en el teatro, en la danza, en la música, compartir la transformación de un cuerpo, ser testigos de cómo un cuerpo se ha ido transformando desde que empezó hasta que termina la función.

Entiendo esa disciplina por el lado de actores y actrices, pero ¿y el riesgo del público, al que, después de la fiesta, le dices: ahora siéntate de nuevo, estate quieto y escucha?

Cuando vi por primera vez cómo reaccionaba la gente a esto, sí que sentí un poco de vértigo por ver: ahora cómo seguimos, quién nos va a dar bola… Pero fíjate que pasa algo, que la gente entra, la gente acaba de compartir algo bonito con ellos, y entonces se genera una especie de afectivización del vínculo con los intérpretes, pasas a quererlos más e interesarte más por lo que les pasa. Yo siempre le tuve mucha envidia a los conciertos de música, ver lo que pasa ahí con la gente, y me decía: por qué el teatro, que también es escena, deja muchas veces en un lugar tan retirado al espectador, cuando en realidad es el que le da sentido a la obra. Y gracias a la música pudimos conseguir esa implicación total en la mirada y escucha del público con Las Canciones. Después del entreacto, ya es evidente que la función la estamos haciendo juntos.

¿A ti cómo te ha afectado, cómo te está afectando la pandemia?

(Suspiro). A mí me dio mucha pena, primero. Bueno, primero me enfermé, al principio de todo, era mi cumpleaños, el 13 de marzo, y el 14 estaba enfermo…

Justo el día del confinamiento.

Sí, eso es. Enfermé de coronavirus y lo pasé fatal. Yo en general soy muy mal enfermo, lo paso mal, me asusto, soy un desastre… Y acá me deprimí, porque veía también la suspensión de mi actividad, no solo la actividad que me da de comer, sino que me da mucho placer, es algo que necesito, que me hace bien. Después de la tristeza y de la enfermedad, vino la depresión. Y ya después, poco a poco, empecé a conectar otra vez con la necesidad de tener algún vínculo con lo creativo. Empecé a escribir, retomé muchas lecturas, empecé a hacer cosas. Y ya todo cambió.

¿Cómo ves Madrid ahora? Esa excepción en Europa, con el ocio y cultura de día abiertos… Por un lado, está bien, pero por otro lado, muchos tememos que suponga asomarse al abismo.

No lo sé. Soy muy cauto ahora, y me encantaría ser cauto siempre, pero uno tiende a opinar con facilidad. Si hay algo evidente, es que este virus va a su aire, que nadie sabe muy bien qué hacer con esto, y que no hay país que lo haya hecho bien. Al principio, podías decir mira a aquel, mira a aquel otro, pero al final todo es un desastre. Entonces, en vez de darnos caña y criticar, y estar todo el rato diciendo qué mal tal, qué mal cual, yo creo que lo mejor es prudencia y cautela, y ver qué pasa. Yo a Madrid lo veo… Yo estoy contento de estar viviendo en Madrid ahora mismo, porque en Barcelona, por ejemplo, o en otros lugares donde las restricciones son mayores…

No sé…, hay algo, es muy delicado el tema, pero hay algo que creo que no se ha tenido en cuenta para nada, en ningún momento, que es la salud mental, la salud de nuestras almas, eso no ha entrado nunca en la ecuación. Bueno, porque Occidente tiende a dejarlo un poco de lado, somos más de separar cuerpo y alma, y eso genera una herida que no está visible pero que a la larga se padece… A ver cómo estamos al año que viene, a ver cómo están nuestras almas… Todo es muy misterioso, no sabemos en qué parte de la historia estamos. Madrid es una ciudad en la que se sabe vivir; es muy impresionante cuando uno llega de fuera ver la calma con que se vive, siendo una capital, una gran ciudad, nada que ver por ejemplo con el estrés de Buenos Aires; Madrid es una ciudad en la que hay mucho espacio para el hedonismo…

¿Cuánto tiempo llevas en Madrid?

Acabo de cumplir 12 años.

En ‘Las Canciones’ se dice: Todo el mundo habla, habla, opina… y nadie escucha, la gente no escucha ni música ni a los otros. Y ahora, en esta urgencia, se hace aun más evidente cómo todo el mundo habla, todo el mundo opina como si fuera experto en pandemias, se opina de lo que se sabe y de lo que no…

Es muy fácil caer en la tentación de opinar, y creo que hay que hacer el trabajo de escuchar y de… 

De sentir…

Y de sentir, claro. Y no necesariamente ponerle palabras a todo. No hace falta que estemos todo el tiempo dando opiniones sobre todo. Porque eso genera mucho ruido. Y ahora más, el mundo de las redes sociales incentiva ese ruido, y se va creando una especie de realidad paralela que es como otro texto que convive con el de la realidad, que genera una especie de vida paralela, que no es nada vital, que no tiene cuerpo, y eso es tremendo. Hay alguna red social, en particular Twitter, que son como…, uf, peligrosas. Yo estoy ahí, eh, pero me parece realmente peligroso ver cómo dedicamos tiempo de nuestra vida para debatir cuestiones que sólo existen en esa red social, que fuera de ahí no están. Es la nueva tele, ¿no?, la nueva caja tonta.

En la obra, eso queda muy remarcado, lo de escuchar… Incluso escuchar el silencio. Todo un reto para un director, ¿no?, conseguir que intérpretes y público se queden un rato largo en completo silencio… ¿Cómo se logra eso? Porque están un minuto o más…

Depende de la función… Lo vamos midiendo …

Eso es difícil de conseguir…

Sí…. Y yo estoy feliz con eso. Aparte, te diría que ahora, con la pandemia, los silencios son más intensos; digamos que ahora la gente está activamente haciendo silencio, dejando de opinar, de sonar… Y está siendo cada vez más largo. Hay una indicación del actor que interrumpe el silencio para que, en cuanto note que empieza a haber contaminación de ese silencio, tiene que tirar una silla. Es la señal. Pero mientras haya un silencio de calidad, decidimos mantenerlo. Y está habiendo silencios preciosos, y muy largos. Uno siente la presencia del silencio, como dice la canción Morgen, la alegría de sentir el silencio sobre nosotros, una especie de calma, pero material, como si fuera un manto que cae sobre nosotros. Es increíble.

Otro momento que me llama la atención de ‘Las Canciones’, por lo que tiene de reto, de experimento: Ese en el que los mensajes proyectados en el fondo del escenario por una especie de narrador nos piden que cerremos los ojos y nos concentremos en la música, a la vez que en escena hay una pareja desnudándose y magreándose. El espectador se ve ante la disyuntiva de cerrar los ojos y relajarse o caer en la tentación de ver a dos personas desnudas. No creo que hagáis estadísticas, pero ¿cuántos optan por cerrar los ojos?

Del teatro me interesa siempre que es la mirada lo que manda, pero quería ver qué pasaba si poníamos en crisis esta jerarquía de la mirada sobre la escucha, y ver si podíamos conseguir poner en cuestión ese dilema. Más que el que cierre los ojos, me interesa que el espectador se plantee si podría cerrarlos… Yo pensé que nadie los iba a cerrar, pero sí, hay gente que los cierra… [No puedo poner aquí que Pablo sonríe, porque la mascarilla me impide verlo; pero Pablo sonríe, y sonríe a menudo].

Todo un reto… Yo los cerré a intervalos.

Me interesa todo el tiempo esa idea de un espectador activo, que es el que le da sentido a la obra, quien construye la función, y decide si mirar o no.

Las otras dos obras tuyas que hemos podido ver últimamente, ‘Todo el tiempo del mundo’ y ‘Los días felices’, ¿en qué estado se encuentran?

Los días felices está disponible para gira en cuanto se recupere cierta normalidad. Y Todo el tiempo del mundo está disponible para verse en su versión fílmica, en Escenario 0, la serie de HBO producida por Bárbara Lennie e Irene Escolar, que es lo que me salvó del confinamiento, esa invitación a conectar con algo creativo. Se hizo en muy poco tiempo, trabajamos muy concentradamente en la adaptación, en tres días se rodó todo el capítulo y estoy feliz de cómo quedó.

El optimismo, los recuerdos, la familia, temas muy presentes en tus últimos trabajos…, ¿cuál es para ti la principal materia de trabajo?

Lo que siempre termina organizando mis obras es la elección de alguna cuestión que solo pueda suceder en el teatro. Por ejemplo, terminar con el público bailando juntos. Hacerme cargo de qué cosas son las específicas del teatro. Por ejemplo, puede no haber palabra, pero no puede no haber un espacio común. La cuestión del espacio siempre es fundamental para mí para empezar a trabajar, para iniciar la búsqueda, que no la planifico de antemano, sino que las cosas van surgiendo, van apareciendo. Por ejemplo, ahora en la obra nueva, con el mismo grupo, que la estrenaremos en 2022, me interesa trabajar la cuestión de la fe, de la creencia, qué es lo que nos hace creer, y que parte de una frase del juicio a Juana de Arco, en el que le preguntan que cómo sabía que esa voz que escuchaba era de un ángel, y ella contesta: porque tuve la voluntad de creerlo. Entonces, La voluntad de creer termina siendo el título de nuestro nuevo trabajo, y el modo en que empezaremos a hacerlo es improvisar situaciones en las que jugaremos con situaciones en las que se plantea esta idea de hacer creer, qué es lo que nos hace creer…

Así que tu proceso creativo no parte de algo cerrado, de un guión fijo… Planteas situaciones y sobre eso vais trabajando…

Yo llevo algunos textos sueltos, planteo situaciones y vamos trabajando sobre eso. De la situación de creer nos interesa cómo hacer verosímiles cosas a priori inverosímiles. Por eso siempre tomo algún material de ficción con el que dialogar. En Las Canciones fue Chéjov, y en la nueva obra, la película Ordet (la palabra), de Dreyer (1955), en la que en la última escena la protagonista muere y revive, y eso es verosímil, uno lo ve y se lo cree. Me interesa ese procedimiento con el que se puede hacer creíble algo que a priori uno pensaría que no, que es algo en lo que no se puede creer.

¿Tú en qué tienes fe, en qué quieres creer?

Yo tengo fe en el deseo, en los deseos; creo que es lo que al final más me ha ayudado en la vida, a vivir: cuidar mi deseo, seguir dejándome mover por lo que de verdad deseo.

¿Y tienes que esforzarte mucho para ello o no?

Mmmm, no… Como dice Olga en Las Canciones, hay que quitarse la tontería. (Risas). A menudo, en vez de hacer lo que uno desea, termina haciendo lo que desean los otros que haga, o incluso uno mismo se autoengaña y cree erróneamente que quiere algo cuando no es lo que de verdad desea. Viene bien cansarse y saber lo que el cuerpo te pide.

Para esa labor de introspección viene entonces bien lo que nos está pasando, ¿no?

Bueno, sí, para eso quizá sí, total.

¿Cómo hiciste la selección de las canciones?

A mí me encanta la música, y tenía montón de canciones y de artistas, mujeres sobre todo, a las que quería homenajear. La mayoría quedaron fuera porque al final la obra decidía lo que hacía falta contar. Mina, Björk, Lola Flores, Mercedes Sosa, qué sé yo…, un montón de cantantes, cantoras, como me gusta decir, María Betania, Piaf, que al final quedaron fuera, porque sus canciones no hacían falta. Pero ahí están Liza Minnelli, que la amo… Carmen Linares, que la adoro, y vino a ver la función y casi me muero… Ella es increíble, son de estas cantoras que no solo cantan, sino que cantan y encarnan, que está todo el cuerpo cantando, que es la técnica puesta al servicio de una experiencia… casi animal.

También le pedía a la compañía que trajeran canciones, que si querían cantar alguna… Fue un proceso muy largo… Al final, me fui decantando por dejar solo lo que hacía falta. Lo de Nina Simone apareció al final de todo, ya estábamos por estrenar, la última semana. Nosotros siempre como entrenamiento escuchamos música, más o menos 20 minutos de escucha, y un día llevé lo de Nina Simone y lo que pasó fue tan extraordinario que dije: ¡este es el intermedio!

Un proceso creativo largo, ¿cuánto puede durar?

Año y medio. Desde la primera reunión, dos años.

La canción que recuerdes que más ha impactado en tu vida…

[Se queda muy pensativo]… Son un montón…

No me digas que no te lo ha preguntado nadie en entrevistas por ‘Las Canciones’…

Sí, sí. (Risas). Pero no así… Mira, una de las que más me impactó…, pero no es la que más me gusta, eh…

No, esa es la siguiente pregunta, y última.

Un día que estaba yo así muy triste, caminando por Buenos Aires, y entré a una disquería, entonces había esos cascos con los que podías escuchar los discos, no sé si los sigue habiendo… Había salido un disco nuevo de Ute Lemper cantando Chicago, el musical; me puse a escuchar el primer tema, All that jazz, y me acuerdo que aquello… que salí de allí con una alegría…, que me había cambiado totalmente el estado de ánimo… Tenía yo menos de 30.

¿Y la que más te gusta, a la que quieres volver una y otra vez?

Bueno, escucho mucho Morgen (Mañana), que suena en Las Canciones, el lied de Strauss, por Barbara Hendricks, me gusta mucho. Y hay una canción que me encanta, de la que ahora Silvia Pérez Cruz ha hecho una versión alucinante, que es la Oración del Remanso, del argentino Fandermole; es preciosa, y la versión que hace Silvia, increíble.

‘Las Canciones’, de Pablo Messiez, se representa en El Pavón / Teatro Kamikaze hasta el 10 de enero.

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