Pascual Serrano: «Lo que muere no es la prensa, sino chiringuitos empresariales»

El periodista Pascual Serrano. Foto: Roberto Villalón.

El periodista Pascual Serrano autor del libro 'La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!. Foto: Roberto Villalón.

El periodista Pascual Serrano, autor del libro ‘La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!’. Foto: Roberto Villalón.

El periodismo ha muerto. El periodismo se ha suicidado… Frases que escuchamos tan a menudo… Vivimos en una encrucijada en esta profesión, tan vital para que las sociedades libres y democráticas lo sean de verdad. Y frente a tanto mensaje catastrofista, ha surgido con fuerza el nuevo discurso de los medios emergentes. Les presta atención el periodista Pascual Serrano, autor de concienzudos trabajos sobre medios de comunicación, que acaba de publicar ‘La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!’, libro en el que subraya que, frente a «los medios de la casta«, con estructuras empresariales «insostenibles«, la crisis ha traído «medios más libres«. Hablamos con él de sus valientes análisis y conclusiones.

Pascual Serrano (Valencia, 1964) se ha convertido en un experto analista de los medios de comunicación, con diversos libros de mirada muy crítica publicados en los últimos cinco años. Hacemos con él un rápido repaso para situar a este hombre y contextualizar su último libro:

Desinformación (2009): «Trataba de explicar en 700 páginas que lo que estaba pasando en el mundo poco tenía que ver con lo que nos contaban; repasaba la actualidad de cinco continentes y contrastaba el punto de vista de expertos, medios especializados, ONGs con lo que se publicaba en los grandes medios, y el resultado es que no eran coincidentes; unas veces por falta de contextualización, otras, porque mentían descaradamente, como en los casos de Cuba y Venezuela, o de la Unión Europea, con todas las campanas lanzadas al vuelo diciendo que ya teníamos una Constitución… ¿Una Constitución?».

Traficantes de información (2010): «Muy relacionado con el anterior, porque en éste venía a explicar por qué desinformaban esos medios, las razones; analizaba los principales grupos de comunicación españoles, quiénes estaban detrás, todo el atajo de sinvergüenzas y delincuentes, con todos los mecanismos e intereses económicos detrás de esa prensa; y la conclusión era evidente: que resultaba imposible que esa gentuza pudiera informar con un mínimo de imparcialidad».

¿El mejor de los mundos? (2011): «Este no era sobre comunicación, sino sobre pequeñas grandes paradojas que suceden en democracia y que te demuestran que la democracia no es tal».

Contra la neutralidad (2011): «Era un conjunto de entrevistas con grandes reporteros, ya todos muertos, que vienen a demostrar que otro periodismo, otro periodismo mejor, sí es posible».

La comunicación jibarizada (2013): «Ahí intenta explicar cómo las nuevas tendencias de comunicación y las redes están simplificando la información; cada vez menos gente quiere profundizar, y la consecuencia es que nos quedamos con mensajes muy planos, superficiales. Son efectos secundarios y colaterales de las nuevas tecnologías, de Internet, y de que todo sucede cada vez más acelerado».

Y así hasta llegar a La prensa ha muerto, ¡viva la prensa!, editado por Península, como muchos de los anteriores, que arranca directo al grano. En las dos primeras páginas, ya pones sobre la mesa tu tesis principal: que muchos están confundiendo el fin del periodismo con el fin de determinada estructura de empresa periodística. Leo en tu libro: «La difusión y reproducción de la información nunca había sido tan sencilla y rápida como ahora, pero vivimos en la paradoja de que es ahora cuando más difícil se está haciendo la supervivencia del periodismo, tal y como lo habíamos entendido mayoritariamente hasta  este momento. Sólo en España, más de 6.000 periodistas han perdido su puesto de trabajo en los últimos años. Es evidente que el modelo de negocio se está desplomando. (…) Lo que ha sucedido es que los medios han perdido sus dos privilegios, el acceso a la información y la capacidad posterior de difusión, a favor de la ciudadanía. Y en su discurso catastrofista, confunden el fin de sus empresas con el fin del periodismo».

Sí, es el fin de cómo estaba organizado el periodismo. El modelo empresarial en el que estaban subiditos ya no les funciona, y dicen que es la muerte del periodismo; pues miren, no, lo que se cae es tu chiringuito. Véase Juan Luis Cebrián.

Llaman la atención dos datos contrapuestos de los últimos años. Frente a esos 6.000 periodistas que han perdido su puesto de trabajo, explicas que se han creado 300 nuevos medios, aunque pequeños y muchos en precario. ¿Qué quiere decir esto?, ¿qué significa?

Que mientras se está derrumbando un modelo -la prensa ha muerto-, está naciendo otro -¡viva la prensa!-. Y este nuevo, ¿es mejor o peor? Pues yo pretendo explicar que es mejor; en líneas generales, para el periodismo es mejor. Otra cosa es que no sea ningún paraíso; lo primero, porque ahora se sostiene sobre sueldos muy precarios. Pero, a cambio, yo creo que lo positivo de este periodismo es que es mucho más transparente con sus finanzas ante la ciudadanía. Y eso da confianza. Es impresionante cómo medios como eldiario.es o infoLibre o Jot Down te cuentan lo que gana el becario, el redactor, el director, lo que ingresan por publicidad, por socios…; es muy saludable, te cuentan cada euro. Cuando he llamado a estos medios para escribir el libro, me quedaba impresionado, te lo cuentan todo, y dices: joer, qué gente tan decente. Esto hace 20 años era impensable…

Otra cosa nueva es que yo creo que los periodistas tienen mucha más capacidad de maniobra en este nuevo modelo, porque antes lo que pasaba en una Redacción es que a las diez de la mañana unos tipos con corbata, los jefes, se reunían, salían una hora después y empezaban a dar órdenes a los empleados: tú haz esto y lo otro y lo de más allá, así y así. Ahora no, ahora hasta el último mono tiene más iniciativa en las Redacciones; todo es mucho más participativo, colectivo. Ahora quien vence es el periodista que logra descubrir lo original, que es lo que habíamos perdido, porque llevábamos muchos años en los que el periodismo consistía en comprar la moto que te vendía alguien; pero ahora el periodista que triunfa es el que ofrece algo novedoso, original… Eso no existía antes; en el medio tradicional, el periodista estaba esperando a que saliera de la reunión el tipo con corbata y le dijera a qué rueda de prensa tenía que ir o a quién tenía que entrevistar.

Además, hay otro punto muy importante en este nuevo modelo de periodismo: que las audiencias, los lectores, tienen mucha más complicidad y capacidad de interactuar y de intervenir. En Le Monde Diplomatique tienen incluso un asiento en el Consejo de Administración; tienen un 25% de las acciones y pueden incluso vetar el cambio de director. En La Marea han participado en un código deontológico. Todo eso me lleva a decir que este nuevo periodismo es mucho más saludable que el que había antes. Porque son tipos que no deben miles de millones a La Caixa o al Banco de Santander, ni tienen que pagar un pastón a sus consejeros delegados y altos ejecutivos.

En la página 237 reproduces una parte de un artículo del escritor y colaborador de prensa Isaac Rosa: «En 2013, Juan Luis Cebrián, presidente ejecutivo de Prisa, cobró 2,1 millones de euros. Y no fue el único en su empresa: Prisa destinó 6,21 millones para pagar a los miembros de su consejo de administración, según informó prnoticias.com. Frente al gigante de Prisa, unos cuantos nuevos medios surgían en los dos últimos años, eldiario.es, infoLibre y La Marea. En los tres casos sus cuentas son públicas, pues entre sus principios está la transparencia. (…) Vistos los números, el coste de pagar a un ejecutivo como Juan Luis Cebrián equivale al coste de poner en circulación tres medios independientes. Por supuesto, los tres tienen plantillas reducidas y gastos ajustados, nada que ver con la estructura de Prisa y sus medios. Pero por eso no he comparado los gastos de Prisa con los de estos medios, sino sólo el sueldo de su principal ejecutivo: un solo Cebrián equivale a todos los gastos de eldiario.es, infoLibre y La Marea».

Pues ahí está dicho todo sobre lo que se acaba y sobre lo que está surgiendo.

¿Te atreverías a vaticinar qué va a pasar con la prensa de aquí a tres, cuatro, cinco años?

Hombre, yo creo que algunos tienen futuro; si eldiario.es ha logrado ya acercarse a los 10.000 socios….

No, no te pido, Pascual, que traces el futuro de medios concretos, sino en general, ¿qué va a pasar?, ¿cómo va a seguir evolucionando la prensa?

Mira, cada uno está jugando sus bazas. Algunos a que casi todo sea de pago, como infoLibre; otros, como Mongolia, siguen apostando por el papel; eldiario.es va por un modelo mucho más abierto. Están mirando a ver quién encuentra el secreto, la fórmula magistral. El papel yo creo que ya no tiene viabilidad diaria, es absurdo que lo que pasa hoy lo lea yo mañana, con todos los medios digitales que hay; pero el papel sí va a continuar para hacer algo profundo, extenso, sereno, contrastado, elaborado, que interprete el mundo. Para eso sigue siendo perfecto. Contra eso, Internet, la televisión y la radio no pueden competir. Para que un tipo se siente a leer un reportaje de seis páginas que le explique lo que está sucediendo en Ucrania, para eso, yo creo que el mejor soporte sigue siendo el papel. Pero, claro, tienes que dar calidad.

Tienes que contar de verdad lo que está pasando en Ucrania, sin filtros interesados.

Hombre, claro, pero es que entonces el problema no es el formato…

El periodista Pascual Serrano. Foto: Roberto Villalón.

El periodista Pascual Serrano. Foto: Roberto Villalón.

Algunos periodistas insisten como una letanía: el periodismo ha muerto, la gente no está dispuesta a pagar por lo que hacemos. ¿Pero no crees que en muchos casos, más que hablar de muerte, deberíamos hablar de suicidio?

Totalmente. Con la llegada de Internet, los medios perdieron el norte y se lanzaron a una carrera por hacerlo todo breve e inmediato. Pues ese modelo, en papel, es una gilipollez. Si me vas a sacar el teletipo, me lo imprimes tal cual y me lo quieres vender mañana en el kiosco, pues estás haciendo algo absurdo.

Si a eso le añades un discurso institucional, oficialista, sin miradas distintas o críticas…

Claro, claro… Pues llega un momento en que nadie te hace caso. Y, por otro lado, si quieres ser muy ameno, muy espectacular, muy divertido, pues mira, no, tampoco, para eso ya tenemos la televisión; nunca vas a lograr ser tan entretenido con un papel como la televisión. Por mucha infografía que le pongas, no puedes competir. El futuro del papel es el semanal, el quincenal, el mensual, el trimestral, pero profundizando.

En tu libro analizas los casos españoles de eldiario.es (donde está incluido El Asombrario), La Marea, Alternativas Económicas, Mongolia, infoLibre y Jot Down Magazine; pero sobre todo te detienes en medios que han marcado en el mundo la pauta de este periodismo distinto, menos amordazado; incluyes los casos de Le Monde Diplomatique (Francia), La Jornada (México), Le Courrier (Suiza), Brecha (Uruguay), Inter Press Service (Italia), Democracy Now! (EE UU), Junge Welt (Alemania) y The Nation (EE UU). ¿Algún país en que nos deberíamos fijar más?

Hay experimentos muy curiosos, pero dependen también de la idiosincrasia de cada sociedad, de cada país, y son modelos que no se pueden trasladar sin más. Por ejemplo, los de The Nation montan un crucero con Michael Moore y Noam Chomsky, y piden a los viajeros que paguen mil dólares, como forma de apoyo y financiación. Claro, eso en España no funcionaría, por ejemplo. Eso aquí no tiene cabida. En Italia, lo que hace Il Manifesto es que, cuando les va mal y no les cuadran las cuentas, dicen: el ejemplar de mañana, por ejemplo, va a costar 50 euros, y es una manera de pedir apoyo a sus lectores, para seguir existiendo. Es un acto de militancia.

Yo lo que veo es que últimamente el trabajo del periodista está tan mal pagado, sobre todo el de los colaboradores a la pieza, porque relamen muchos medios no alcanzan para más, que así ni se puede investigar, ni escribir en profundidad… Y a poco que me apures, ni dedicarse al periodismo como profesión. Lo siento como un desajuste en nuestras sociedades; una profesión tan importante, pero tan precarizada que corre peligro incluso su supervivencia…

Está claro, eso está claro; el asunto es que ahora estamos en la encrucijada del cambio, en una etapa dura de ajustes. Y tenemos que insistir en el debate de concienciar a los lectores que el buen periodismo, si no quieren que desaparezca, hay que pagarlo. Debemos pedirle esa complicidad a los lectores.

En tu libro insistes en este punto, en pedirle al lector esa complicidad con los periodistas, incluso económica.

Hay que insistir, hay que explicarlo. Yo siempre digo: Mire usted, esto es muy sencillo, el periodismo se puede financiar por tres vías: 1. La publicidad de los grandes almacenes, el banco que da los préstamos y la empresa de telefonía; ese es el modelo que se está hundiendo, que está cayendo, que ya no funciona para los lectores, porque se han dado cuenta de que los contenidos están al servicio de los que pagan. 2. Un Estado social que entienda que el derecho a la información es un derecho ciudadano y que garantice que exista esa pluralidad de medios, para que haya una información auténticamente democrática; pero es evidente que ahora mismo nuestros Estados no están por la labor de garantizar ni ese derecho ni otros muchos. Y 3, conseguir que el ciudadano pague algo para que esto salga adelante. El eslogan de eldiario.es me gusta mucho: usted no paga por leer el reportaje, paga por que exista el reportaje.

O eso otro de que tu ayuda es nuestra libertad.

Es que NO es un sacrilegio pagar. Se han dado y se dan situaciones muy paradójicas; esos medios del antiguo modelo que dicen: cómprenos una taza para que nuestro periódico pueda seguir existiendo. No sé, me parece una vía equivocada. Lo que tienes que hacer es explicarle a tu lector y convencerle de que el diario en sí es de tanta calidad que merece la pena pagar por ello un precio justo, y no comprarte una taza para financiarlo. Eso es surrealista.

Otra frase contundente de tu libro: «Fuera del periodismo autogestionado, sencillamente, no hay vida». ¿Tan claro lo ves?

Creo que si necesitamos bancos que nos financien, o a los que se les deben miles de millones, que es el panorama de los que yo llamaría medios de la casta, si a bancos y fondos de inversión les debemos mil millones, si al consejero delegado hay que pagarle cinco millones al año, si encima mañana Coca Cola nos puede quitar los anuncios o El Corte Inglés, y eso supone que se nos caen el 30% de los ingresos; evidentemente, en esas condiciones, no puede salir un periodismo digno ni con futuro. Es la esperanza del periodismo: la nueva vía con la complicidad del lector, pero claro, con las cuentas transparentes y justificadas, sin esos excesos absolutamente incomprensibles.

Fíjate que hay muchos compañeros de profesión que siguen defendiendo que para que la prensa realmente cumpla con su misión de ser el cuarto poder, para que sirva de vigilante de los otros poderes, tiene que haber medios grandes, con cientos de periodistas; medios fuertes, poderosos, con capacidad de influir… En ese punto de la conversación, suelo hacerles una observación obvia: ya, ya hemos visto lo bien que han funcionando como garantes de la democracia española en las últimas décadas, cómo detuvieron procesos permanentes de corrupción como parece que ha sido el caso de los Pujol, cómo alertaron de la crisis/estafa que se nos venía encima … ¿Cumplían esas grandes empresas periodísticas realmente con su objetivo de ser vigías de los desmanes del poder?

Desengañémonos, no había un periodismo libre y digno. Y ahora estos pequeños medios, a los que algunos todavía menosprecian, han enviado periodistas a Ucrania, han sacado los correos de Blesa en su gestión de Caja Madrid, han informado mejor de lo que pasó en Gaza el verano pasado que los medios de la casta… La libertad es lo importante para que saquen cosas. Pero si esos medios tradicionales han llegado a un punto en que están tan entrampados por las deudas y los sueldos de sus altos ejecutivos, que no quieren ni enviar un corresponsal a Gaza…

Además, a los poderes públicos parece venirles bien periodistas atrapados, ¿no? Ruedas de prensa sin preguntas, entrevistas sin repreguntas, periodismo de declaraciones y equidistancias: este dice esto y el otro dice lo otro, sin más análisis.

Claro, es que la connivencia que había entre el poder político y económico y los medios de la casta era tremenda. Y usaban las campañas institucionales para tener pillados a los medios.

Han trascendido casos clamorosos, como en Galicia y Cataluña…

El único modo de sacudirse esas servidumbres es con la complicidad del ciudadano.

Ciudadano que parecía vivir en el limbo y no darse cuenta, ¿no? Bendita crisis que nos ha abierto los ojos en muchos aspectos…

Llegamos a un punto en que lo único que quería el ciudadano es que el periódico fuera lo más barato posible, gratis en la red, y los domingos que le regalaran un DVD y un tenedor. No hay más que ver el fenómeno Público. La gente decía: qué guay, un periódico de izquierdas, y que encima me regala un DVD los domingos. Claro, al final, se derrumba porque eso económicamente es insostenible… Y cuando cierra, la gente se echa las manos a la cabeza: que vaya putada que desaparezca ese periódico, con lo bien que estaba…. Pero, hombre, si es que hasta exigías que te regalara una película los domingos o dejabas de comprarlo… A la gente hay que explicarle que el periodismo bueno y libre cuesta dinero.

Ya no es sólo el periodista el que comunica. Ese punto es crucial. ¿No debemos hacer los periodistas, aparte de ese ejercicio de libertad, otro de humildad, de menos soberbia, porque ya no tenemos la exclusiva de emitir datos, sino que lo compartimos con muchos ciudadanos a través de la redes?

Yo creo que el buen periodista sí lo está haciendo. Al nuevo periodista, aunque sólo sea por lo que cobra y la imagen social que tiene, ya se le ha dado un buen baño de humildad. Debemos ser consecuentes. Es que antes la información era un privilegio y eso te hacía poderoso, pero ahora la gente está ya harta, cansada, saturada, de tanta información; otra cosa es que sea buena o mala, pero la gente no tiene tiempo ni capacidad para recibir tanto mensaje. Ahora lo que se cotiza, lo que tiene valor, es tu capacidad de atraer la atención. Lo que más se cotiza es que seas capaz de atraer lectores.

Y en eso algo está claro, y tú lo subrayas en el libro: que el periodismo, el buen periodismo, siempre estará basado en la confianza y la credibilidad.

Totalmente. Eso es así. El periodista, en última instancia, es como el cirujano cardiaco o el mecánico del taller de coches; dependes de que desarrolles confianza, credibilidad, para que la gente acuda a ti, se encomiende a ti, que deje en tus manos que hagas determinadas tareas, en tu criterio para darle información, porque no olvidemos que la gente anda muy ocupada y necesita fiarse de alguien. Y eso, que siempre fue importante, ahora lo es aún más, más que nunca. En el batiburrillo de las redes, el periodista con credibilidad tiene todas las de ganar, es nuestra carta de presentación. El prestigio de un periodista es lo que le da credibilidad; y la credibilidad, tarde o temprano, es lo que te ha de dar lectores.

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Comentarios

  • Juan Villar

    Por Juan Villar, el 20 noviembre 2014

    Pues nada, que me alegra ser socio de eldiario.es y animo a otros a hacer lo mismo. Salud

  • Alpino

    Por Alpino, el 20 noviembre 2014

    Hola Rafa: muchas gracias por la entrevista con Pascual, una de las miradas más certeras sobre el periodismo contemporáneo. Es un placer leer sus artículos mensuales (desde los tiempos de Rebelion.org) porque no se pone como sujeto sino que cuenta lo que hay: contrasta, ironiza, rechaza y, a la vez, es ligero. Para mí es un placer leerle.
    Saludos de exiliado económico,
    desde Puebla (México).

  • Juan

    Por Juan, el 20 noviembre 2014

    Me ha encantado la entrevista, el análisis que hace Pascual borda la perfección y desmenuza con precisión la situación del periodismo y lo que le espera.

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