“Percibo un discreto renacer de una humanidad herida”

Luis Ruiz del Árbol, autor de ‘Lo que todavía vive’.

“Empecé a escribir el libro en un momento de crisis personal, en el que no sabía muy bien por dónde tirar”. “Mi libro es una reivindicación entusiasta, a través de muchos ejemplos, del valor de la alteridad. De que el yo se genera y crece solo a través de la relación con el otro, con el encuentro con el diferente”. “Percibo un tímido y discreto renacer de una humanidad herida. Se puede ver en cómo se aborda el tema del amor y el desamor en series, canciones y novelas. No soy optimista, pero percibo muchísimos atisbos o indicios de esperanza”. Hablamos con Luis Ruiz del Árbol de su libro ‘Lo que todavía vive’.  

La editorial (Encuentro) explica así el libro: “Un cajón de sastre con pensamientos, posts, tuits, citas, dibujos y textos misceláneos que hacen de este libro una verdadera rara avis. En su superficie, el encanto, humor y frescura son irresistibles. En su fondo, una letanía sobre nuestra tarea en este momento histórico insiste en la certeza de que se puede salvar lo que todavía vive”.

Luis, ¿cómo te definirías? ¿Eres persona de orden y aplicada?

Soy más bien un poco disperso y concienzudo; me llaman la atención muchas cosas, tengo una gran variedad de intereses: desde la arquitectura o el urbanismo hasta el fútbol o el snooker, pasando por los jardines, el vino o los juegos de mesa, entre otras. Cuando algo me atrae, casi sin querer me entrego hasta el fondo en ello; tengo muy desarrollada la capacidad de asombrarme, de entusiasmarme por las cosas.

Cuéntanos el proceso de elaboración de ‘Lo que todavía vive’, ¿por qué ese título?

Empecé a escribir el libro animado por mi mujer, Alicia (CuandoEllaTocaElPiano en redes), en un momento de crisis personal, en el que no sabía muy bien por dónde tirar. Me dijo: “No te quedes quieto: tienes muchas cosas que contar”. Recogí el guante, y me hice esta pregunta, acordándome de mi amigo el poeta Miguel Ángel Herranz (a quien dedico el libro): “Si ahora mismo muriera, ¿qué es lo que quisiera que mis hijos supieran de mí?”. Y con esa pregunta de fondo empecé a vomitar los textos; con la libertad de hacer algo que no estaba escribiendo para publicar, sino para guardar en el cajón.

El material de partida está en buena parte rescatado de tuits o de entradas de IG, en los que comentaba películas, series, libros, canciones, noticias de actualidad, etc… El trabajo de escritura fue más bien de reescritura, para darle sentido y unidad al conjunto. Aunque el contenido pueda parecer a primera vista algo inconexo, realmente estoy abordando en todo momento los mismos temas, aunque de manera elíptica, dejando más preguntas abiertas que respuestas taxativas, en un ejercicio muy consciente de pensamiento incompleto.

El título está extraído de un texto de Querida Amazonia, de Francisco, y quiere resaltar la idea central del libro: la esperanza no radica en que podamos controlar el futuro, sino en dejarnos sorprender por las cosas que suceden inesperadamente, muchas veces con total independencia de nuestra voluntad. Es una invitación al desprendimiento, al abandono y a la contemplación.

En esta miscelánea, como has dicho, hay material procedente de tu activa participación en redes sociales. ¿Cuál es tu implicación en estas redes, cómo las ves?

Es cierto que las redes sociales fomentan por su propia naturaleza la creación de cajas de resonancia, refuerzan los sesgos ideológicos y, por desgracia, alimentan el narcisismo y las dinámicas de polarización. Eso es innegable. Ahora bien, en mi experiencia, es también posible una forma de presencia distinta, que aproveche todas las posibilidades de conocimiento y encuentro con lo diferente. Para ello, aparte de luchar contra el maldito algoritmo, creo que hay que tener una cierta predisposición de vencer lo inmediato, de no dejarte arrastrar por lo instintivo y lo reactivo; y, asimismo, de estar dispuesto a desvirtualizar al otro. Las redes tienen un inmenso potencial generador de vínculos si se usan para conectar a personas concretas, incluso en el sentido físico del término; si no logras coger esa ola, te quedarás inevitablemente empantanado en tus ideas y prejuicios, rodeado del coro de la gente que te ríe las gracias. A la larga, aún más aislado.

La cantidad de relaciones personales que me ha regalado la presencia en redes es innumerable: empezando por ti (y Mad is Mad y ‘El Asombrario’) o por el ya citado Miguel Ángel Herranz (aka Miki Naranja), Carlos Polimón, Mario Colleoni, Antonio García Maldonado, Borja Lasheras, Ana Ribera…, por poner unos pocos ejemplos; son ahora buenos amigos míos que conocí directamente, o por otros, vía redes sociales.

En el libro percibo cuatro ejes temáticos importantes, que salen a relucir a menudo: la familia, la religión, la política y la amistad. ¿Qué significa para ti cada uno de ellos?

Mi libro es una reivindicación entusiasta, a través de muchos ejemplos, del valor de la alteridad. De que el yo, y por extensión el mundo asociado a cada yo, se genera y crece solo a través de la relación con el otro, con el encuentro con el diferente. Que el deseo nace por el impacto que le provocan las cosas que irrumpen sin permiso en nuestro ámbito vital (la belleza de un paisaje o del cuerpo de tu amante, una canción que suena de repente en un bar, un chiste a deshoras que te hace partirte a carcajadas, una comida sorpresa en casa de unos amigos y la larga sobremesa de después…) y ese deseo solo crece y se cumple en relación con ellas.

Cada uno de los ejes temáticos de los que hablas, en el fondo, no son más que distintos ámbitos de aprendizaje de la relacionalidad. La familia, el primer lugar donde se aprende (o se supone que se debería aprender) la gramática de los afectos; cuando uno madura, y se va interesando por realidades más amplias que la de su familia, surgen los intereses políticos o culturales, las inquietudes por las cuestiones que nos afectan a todos como comunidad (la sanidad, la educación, las políticas sociales o territoriales…); a la vez, se van incorporando a tu vida la experiencia del amor o del desamor, la del entusiasmo y la frustración por el trabajo y los ideales… Todas estas experiencias hacen que pueda surgir la pregunta por el sentido último de las cosas que uno hace, o de los amores en los que te comprometes, que sería la dimensión religiosa; y finalmente, aunque siempre ha estado imbricada en todo lo anterior desde el principio, la amistad. Tengo la intuición de que toda biografía se podría abordar perfectamente rastreando la cadena de amistades que nos han configurado a lo largo de nuestra vida.

En el fondo, de lo que hablo en mi libro es que el valor de cualquier relación radica en la capacidad que tenga para expandir tu mundo, es decir, en la incidencia que tenga en avivar y acrecentar tu deseo.

¿Cuáles son ahora mismo las tres cosas que más te inquietan?

El narcisismo, el aislamiento social y el miedo (o el correlativo deseo exacerbado de seguridad). Las tres están íntimamente conectadas; y las tres, si no se abordan con inteligencia y sensibilidad, si se deja que se expandan socialmente y cristalicen culturalmente, son campo abonado para acoger discursos autoritarios.

¿Y las tres que más te tranquilizan?

Una creciente y cada vez más extendida conciencia de la fragilidad y vulnerabilidad y de la necesidad del cuidado –por uno, por los demás y por el entorno, histórico y natural–, un recuperado deseo de volver a las raíces en los más jóvenes y, en general, una mayor sensibilidad hacia lo periférico y las voces hasta ahora silenciadas o despreciadas. Paradójicamente, en paralelo a una aparente consolidación del poder de la nueva tecnocracia (ahora camuflada bajo ropajes de un fingido ecologismo y feminismo), y frente a una apariencia (que creo que no es del todo real) de un desenganche de lo político y lo común por las nuevas generaciones, percibo un tímido y discreto renacer de una humanidad herida. Se puede ver en cómo se aborda el tema del amor y el desamor en series, canciones y novelas, y en otras muchas iniciativas sociales y culturales (en este sentido, el urban art daría para una entrevista aparte).

No soy optimista, pero percibo muchísimos atisbos o indicios de esperanza.

***

CINCO PASAJES DE ‘LO QUE TODAVÍA VIVE’ (SELECCIÓN DEL AUTOR, LUIS RUIZ DEL ÁRBOL)

Menos mal que la vida no es ni será nunca como la imaginamos. Sería un infierno de aburrimiento, indolencia y homogeneidad. Aunque no paro de quejarme, al final, si lo miro con detenimiento, mi vida sería un sopor mortal si solo existiera gente que piensa como yo.

 

De nada sirve diseñar un bonito edificio institucional, si luego no lo habitan personas que lo cuiden, lo embellezcan y lo sientan como suyo.

 

La libertad de prensa, al igual que la de opinión y expresión, está pensada para salvarnos de nosotros mismos, de nuestro narcisismo y de nuestras geniales ideas para salvar al mundo. Es un regalo inmerecido que exista gente que nos lleve la contraria. La verdadera libertad política se basa en la aceptación de la imperfección de las cosas. Y en aceptar que tu punto de vista, justísimo, sin duda, pueda ser rebatido y rechazado en una conversación pública.

 

Mucho más que visibilizar colectivos, lo que necesitamos es no invisibilizar a la gente concreta que se cruza en nuestro camino. Amar lo cercano es algo muy difícil y arduo, porque exige un compromiso moral de verdad. La cantidad de veces que invisibilizaríamos a los hijos, suegros, mujer, vecinos, jefe y compañeros, clientes y contrapartes. Los enviábamos a un gulag virtual sin dudarlo.

 

«If you only stop your heart beat for one heart beat». No podemos dejar a nadie atrás: ni a los que sufren la precariedad laboral en todas sus formas, ni a los menores no acompañados, ni a las mujeres y niñas víctimas de la trata y la explotación sexual, ni a los ancianos solos y aislados socialmente, ni a los inmigrantes que se juegan la vida huyendo de la miseria, ni a la gente del campo que ve que su tierra se queda sin futuro, ni a todo aquel que sufre abandonado a su suerte en un entorno que solo premia el éxito, la juventud y el poder.

CINCO PASAJES DE ‘LO QUE TODAVÍA VIVE’ (SELECCIÓN DEL PERIODISTA, RAFA RUIZ) 

Es curioso ver cómo muchos de los que más hacen gala en España de la pureza de sus ideales y de su irredentismo anticonsensos y anticomponendas sean los mismos que reivindican la familia como célula política orgánica básica. ¡La familia! Justo el ámbito donde más negociaciones y cesiones hay. Ser padre o madre implica estar todo el día negociando, cediendo, transigiendo, mirando para el otro lado, obviando, perdonando, exigiendo y reculando sin solución de continuidad; en suma, aceptando la imperfección propia y ajena y subrayando el valor superior de la vida en común.

 

El problema de subir tanto el listón de la excelencia moral es que, al final, se te cuelan todos los vicios por debajo.

 

La gran tragedia de nuestro país es el déficit de comprensión lectora.

 

El feminismo y el ecologismo son las dos vías de recuperación de un cierto sentido metafísico en nuestra época.

 

El culmen de la belleza, el mayor prodigio de discreción y delicadeza, son las flores silvestres que nacen a su antojo en los bordes de los caminos o bajo las sombras de los árboles. Las obras maestras de la creación están siempre en los márgenes.

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