El poder del pueblo contra los corruptos en ‘Las vísperas sicilianas’

SICILIENNES eg

Un momento de Las vísperas sicilianas.

El montaje de ‘Las vísperas sicilianas’ del director de escena Davide Livermore, que aboga por el poder popular frente a la tiranía de la corrupción política y económica ayudada por la manipulación de los medios, abre la temporada del Palau de Les Arts, en Valencia. Livermore nos traslada que la libertad consiste sobre todo en participación.

Un hemiciclo ocupado por ciudadanos de a pie y presidido por el texto del primer artículo de la Constitución Italiana se convierte en sujeto de una revuelta contra el enemigo. Así termina el montaje de Las vísperas sicilianas de Verdi que ayer inauguró la temporada del Palau de Les Arts de Valencia. Davide Livermore, director artístico e intendente del coliseo valenciano, firma la puesta en escena de esta producción que se estrenó en Turín en 2011 para celebrar el 150 aniversario de la Unificación Italiana.

Ahora el montaje regresa a Valencia y, probablemente, lo hace con más actualidad que nunca. Livermore cita al cantautor Giorgio Gaber para hablar de su versión de Las vísperas: “La libertad no es estar subido a un árbol, tampoco es el vuelo de un moscardón, la libertad no es un espacio libre, la libertad es participación”. ¿Participación? Y tanto. En 2011, pocos meses antes de la caída definitiva del berlusconismo, Livermore poco podía prever los últimos acontecimientos ocurridos en Italia. El pasado día 4, los italianos votaron en referéndum en contra de las reformas constitucionales propuestas por su primer ministro Matteo Renzi, que también vinculó su futuro político al éxito de la consulta. Pese a las insistentes advertencias por parte de gobiernos y estamentos de todo el mundo sobre las negativas consecuencias que el no podría acarrear al país, el 60% de los votantes italianos rechazó los cambios dejando al país, tras la dimisión de su primer ministro, en una de las peores situaciones de inestabilidad política de su historia.

En un mundo en el que la clase media se ha proletarizado de manera tremenda, fulminante y brusca, parece que llega sin remedio aquella profecía que el profesor de Filosofía del Derecho, don Elías Díaz, ya contaba a sus alumnos de la Universidad Autónoma de Madrid a principios de los años 90 vaticinando el fin del sistema de partidos y el advenimiento de lo que él llamaba un “nuevo paradigma” formado por movimientos sociales y ciudadanos. Parece mentira, pero todo eso está en este montaje de Las vísperas sicilianas que se pudo ver ayer en Valencia. En una disciplina, la ópera, que tradicionalmente se considera como elitista, acomodada y alejada de la realidad por una buena parte de la opinión pública, reaparece esta producción para agitar conciencias en el patio de butacas.

Originalmente, Las vísperas sicilianas hace referencia a un acontecimiento de 1282, cuando los habitantes de Palermo vencieron la invasión francesa. Davide Livermore se pregunta: “Si en 1282 los franceses eran los privadores de libertad, ¿quiénes son los invasores hoy?”. “En esta producción los enemigos son aquellos hombres y mujeres sin dignidad sobornados por la dictadura mediática, que prevarican con la mentira de la información, la mentira política, la mentira económica”.

Con estas premisas en mente, el director de escena emprende un camino durante los cinco actos de la ópera en el que prácticamente no deja títere con cabeza. Valiéndose, en ocasiones, de acontecimientos de la historia reciente de Italia como el atentado y funeral del juez Falcone en Palermo lanza desde el escenario una crítica feroz a una clase política impune y manipuladora; a unos medios de comunicación vendidos al mejor postor; a una televisión obsesionada por la basura y el entretenimiento de casquería en la que aquello que conocíamos como Cultura ya casi no tiene cabida; a la pasividad y el acomodo de unos ciudadanos cada vez más anestesiados por la desidia y el miedo… “Esta no es una puesta en escena que puedan entender solo los italianos”, nos previene Livermore, “ya que en todos los países hay héroes y traidores”. Y lo dice como quien derriba la primera ficha de un efecto dominó que en su recorrido terminará golpeando, entre otras personas, a su propia antecesora en el cargo, Helga Schmidt, imputada por prevaricación, malversación y falsedad documental. Y es que programar como apertura de la temporada operística precisamente esta versión de Las vísperas sicilianas en el Palau de Les Arts de una Valencia golpeada durante décadas por una de las corrupciones más feroces de España supone, al menos, una declaración de intenciones de su intendente y director artístico. Y reparte estopa en un patio de butacas en el que se pudo ver, entre otros, a Alfonso Grau y su esposa, María José Alcón, ambos imputados en varios casos de corrupción durante su gestión como concejales del PP en el Ayuntamiento de Valencia (informa EFE).

El diario The New York Times ya calificó en 2011 la escenografía de Livermore como “fascinante” y realmente lo es. Impacta desde la primera escena en la que se representa el funeral de Falcone. Transmite especial emoción la aparición lentamente desde el mutis por el foro de una especie de campo de batalla de la desolación. Se trata del tramo de autopista hacia el aeropuerto de Palermo en el que la mafia colocó una tonelada de explosivos provocando un caos absoluto y un enorme cráter en el que los coches del juez y sus escoltas terminaron sepultados. Es el principio del segundo acto y la escena adquiere todo su dramatismo gracias a la potente interpretación del bajo ruso Alexánder Vinogradov. El director italiano no deja descansar casi ningún engranaje del teatro con espectaculares cambios de escenografía que contribuyen de una manera impecable a la acción.

Escena final de Las vísperas sicilianas en El Palau de Les Arts.

Escena final de Las vísperas sicilianas en El Palau de Les Arts.

La orquesta de la Comunitat Valenciana estuvo brillante, como casi siempre, bajo la dirección de su director titular, Roberto Abbado. El tenor Gregory Kunde, que cantó su primer Verdi en 2011 precisamente con este montaje en Turín, según contó el crítico de The New York Times, encarnó el papel de Arrigo con corrección y profesionalidad. La soprano Maribel Ortega estuvo perfecta como la duquesa Elena y más aún después de los nervios añadidos que debe imprimir su rocambolesco debut en el primer elenco tras la baja de dos cantantes a última hora. El barítono Juan Jesús Rodríguez fue muy ovacionado por su papel del duque de Monforte, así como el coro de la Generalitat Valenciana.

El año que viene será definitivo para el futuro de Italia. Europa y el mundo esperan a que se desencadenen los acontecimientos. Muchos analistas y encuestas vaticinan el éxito del Movimiento Cinco Estrellas”, que se autodefine como “una libre asociación de ciudadanos” y no como un partido político, porque está en contra del sistema político tradicional formado por partidos políticos. Tal vez ocurra en Italia y tal vez asistamos al principio del cumplimiento de una profecía pronosticada en las mismas aulas de la misma universidad en la que el entonces Príncipe de Asturias se graduó no como rey sino como licenciado en Derecho.

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