¿Por qué deberían importarle a Fernando Savater los osos polares?
No sé si os ocurrirá también, pero aunque haya perdido la conexión de antaño, mantengo una fidelidad respecto a ciertos autores que, en un momento dado de mi vida, fueron importantes en algún sentido. Qué le voy a hacer, para bien o para mal soy un sentimental. Uno de estos autores es Fernando Savater. Sigo leyendo sus columnas en el diario ‘El País’, a veces con la alegría de encontrar de nuevo el brillo de un filósofo que tanto aportó a la disciplina en España, otras con perplejidad y un poco de rabia por no creerme, aunque esté escrito, que pueda defender algunas cosas (como su apoyo incondicional a Ayuso/Vox o sus argumentos capertovetónicos sobre la tauromaquia, por ejemplo), otras veces con pena, como la del pasado sábado 9 de septiembre, ‘Negacionista’.
Sin escribirlo expresamente, Savater nos viene a decir que lo que ha pasado este verano no es para tanto, pues en su ciudad natal (San Sebastián) ha habido varios momentos a lo largo de su vida en el que se han superado máximas históricas (vale la pena recordar que, en Estadística, se tienen en cuenta tendencias y series, no valores fuera de lo normal y muy excepcionales, que se descartan, se les llama outlier o datos atípicos).
Niega ser Savater un negacionista del cambio climático, o no menos, dice, que Steven E. Koonin, autor de Unsettled: What Climate Science Tells Us, What It Doesn’t, and Why It Matters y ex subsecretario científico del Departamento de Energía con Obama. Y finaliza así: “En todo caso, los apocalípticos que predican el decrecimiento energético son fanáticos, no ilustrados, porque el desarrollo industrial es imprescindible para mejorar la vida humana y luchar contra la miseria. Los males que trae el progreso (los reales, no los inventados) sólo pueden remediarse progresando mejor. Habrá que considerar costes y beneficios, no llorar por los osos polares. Y adaptarnos a lo que venga… Lo digo con animosidad, como Yolanda Díaz”.
Empatías aparte por la muerte de los osos polares, a Savater debería interesarle la desaparición de estos animales porque la destrucción de su hábitat tendrá repercusiones para millones de personas. En el mismo periódico, unos días antes, Manuel Planelles publicó un reportaje estremecedor que desbarata las veleidades o el cinismo de los negacionistas, El planeta está cerca de sobrepasar cinco peligrosos puntos de inflexión climática. Cuesta tener que seguir explicando esto después de tantos años de alerta científica y cuando el margen para actuar se estrecha a toda velocidad. La evidencia y consecuencias del cambio climático, como las infecciones y la penicilina, no tienen que ver con la fe ni con las creencias, sino que son fruto de un consenso científico que el filósofo niega, como negaba Miguel Bosé la existencia del covid apelando a no sé qué estudios.
Por suerte, ese mismo día, Antonio Muñoz Molina, publicaba en Babelia un hermosísimo texto, Hermano escarabajo, que me consoló de mi desazón. “Cuando más cerca he tenido yo la abundancia de la vida es cuando menos me he parado a observarla, y menos aún a agradecer su presencia”, confiesa el escritor jienense, quien, en un paseo entre un sabinar en el que se encuentra inesperadamente con un escarabajo, se acuerda de unos versos de Emily Dickinson: “La naturaleza es una casa encantada. El arte es una casa que quiere estar encantada”.
Comentarios
Por angel coronado, el 18 septiembre 2022
Absolutamente de acuerdo en todo. Y todo es todo. Incluso lo que sigue, que introduzco en ese todo sin reparo. Es en esa idea de que todo es todo en lo que me baso para introducir en él este comentario. Me incluyo en el mismo también. Ni quiero ni puedo permanecer fuera de él, fuera de ese todo, de ese saco, y aunque parezca que no quepa, junto al oso, una foca y un escarabajo, meto a Fernando Sabater también.
Por Pablo, el 18 septiembre 2022
Aunque sólo sea para que no se le anquilosen más las neuronas, que ya hace tiempo que las dejó en el olvido.