Preocupante parón en los laboratorios de la Tierra
Crece la preocupación en el mundo científico ante las consecuencias del confinamiento y parón obligado para infinidad de trabajos de investigación en marcha sobre cambio climático, biología o geología, áreas fundamentales para conocer nuestra relación con el planeta, que, como estamos comprobando, tantos sustos nos puede dar. Ahora que comienzan a reabrirse y retomar su pulso los laboratorios, hemos hablado con diversos investigadores, desde responsables de Atapuerca a directores de proyectos en la Antártida y en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, como Eudald Carbonell y Fernando Valladares.
Si hay una lección aprendida para la sociedad en su conjunto a raíz de esta crisis sanitaria que vivimos desde hace meses a nivel global es la importancia de la ciencia, pero, a la vez, hay numerosas disciplinas que se están viendo afectadas por la pérdida de series de datos que no se tendrán, instrumentos que había que monitorizar y están abandonados, expediciones suspendidas, laboratorios cerrados a cal y canto, congresos aplazados sine die y trabajos de análisis pospuestos porque, en el caso de los científicos de las universidades, la prioridad es ahora adaptarse a las clases on line.
En el caso de España, el Ministerio de Ciencia ha anunciado que los científicos tendrán un mes más para ejecutar y justificar proyectos que cuentan con ayudas públicas: el plazo se ha prolongado del 30 de noviembre al 31 de diciembre. Pero ¿será suficiente para cubrir los objetivos que tenían? De momento, no se vislumbra el momento en el que se volverá a la normalidad ni a nivel nacional ni global, y si algo caracteriza a la ciencia es su internacionalización. Además, el coronavirus ha pillado a España con un sistema científico bajo mínimos, tras años de unos recortes que dejaron los equipos escuálidos y con una burocracia que la sigue asfixiando.
“El aumento del plazo no bastará porque el problema es el marco jurídico en el que nos movemos, con trabas que son trampas. Si se suspende un congreso en el que hemos pagado ya la inscripción, ¿cómo vamos a recuperar ese dinero? El trabajo de la ciencia requiere flexibilidad, un trato diferente, como vemos con la pandemia. En el CSIC se ha montado de un día para otro una plataforma para investigar sobre vacunas y fármacos para el COVID-19, y es la prueba de que si se quiere agilizar, se puede. Menos burocracia es una reclamación que hemos hecho siempre”, señala el biólogo Fernando Valladares, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).
No es el único que ve problemas previos en un sistema muy tocado. Miguel Ramos, físico y catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, cree que ahora “la pandemia afecta más a la ciencia en nuestro país porque arrastramos la debilidad del apoyo al desarrollo científico. Estamos bloqueados, con los laboratorios cerrados y con la mínima coordinación. Como docente, además, el cambio a la transición virtual, me ocupará la mayor parte del tiempo hasta final de curso, que no sabemos cuándo será, porque nuestras instituciones tienen la misma lentitud burocrática que vemos en el Gobierno para hacer frente a este reto”.
Frente al previsible impulso en las ciencias de la salud, ¿qué pasará en otras disciplinas que nos hablan, por ejemplo, de impactos en el planeta? “La prueba del algodón será ver si aumenta el porcentaje de PIB destinado a la ciencia, eso con un PIB que ya será más bajo, y sí que habrá un sesgo para reforzar la salud, pero hay que dejar claro que eso no basta, que la salud humana está ligada a la del medioambiente, que no sólo se trata de tener vacunas y fármacos, sino que es necesario que haya un equilibrio hacia otras disciplinas”, defiende Valladares.
Y es que aquellos que estudian la vida en la Tierra, su clima ahora cambiante, su geología o su pasado bajo las piedras, están preocupados. Hace unos días, un artículo en la revista Nature hacía hincapié en cómo la “pausa científica” global pone en peligro los pronósticos del tiempo a corto plazo y amenaza los estudios climáticos. Mencionaba lagunas en registros que se han recopilado regularmente durante décadas, pero también que con el confinamiento no se ha dejado embarcar a científicos que investigaban el clima y los oceános en buques comerciales o que los aviones no están recogiendo datos meteorológicos como hasta ahora, lo que aumentará los errores de los pronósticos hasta un 2%.
Estudiosos de la naturaleza están en las mismas: “Hay material biológico que no vamos a recuperar ya. Hemos estado muchos días sin poder ir a regar algunos cultivos y sin mantener a bichos o plantas de experimentos que no se podrán repetir. Y luego están las series, que como vemos en la epidemia son fundamentales. Se han cancelado muchas salidas de seguimiento, como censos de aves. Es más, muchos estamos en un semi-limbo porque no podemos conseguir autorizaciones para ir al campo. Los responsables no firman nada por ultra-precaución. Además, al campo tenemos que ir como mínimo dos personas por seguridad, lo que es otro problema”, explica Valladares.
En el caso del análisis de los glaciares polares que dirige Francisco Navarro en la Universidad Politécnica de Madrid también ha habido cambio de planes: “Teníamos una campaña de georradar en Groenlandia entre marzo y abril que hemos suspendido; ni siquiera podemos adquirir material de instrumentación porque no hay forma de recepcionar el material”, comenta. Navarro está preocupado por lo que suceda con la logística de la próxima campaña antártica. “Ahora está en el limbo”, dice el glaciólogo, que estos días avanza en la escritura de artículos y tesis doctorales y que ha vaciado su agenda de los muchos encuentros internacionales a los que pensaba acudir. “En resumen, trabajamos con datos ya adquiridos o de sensores remotos como satélites y preparación de publicaciones, pero todo lo demás sufrirá un notable parón”.
Más cerca, el equipo de Juan Ignacio López Moreno (Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC) ha suspendido también el seguimiento de los glaciares de los Pirineos que lleva realizando desde hace años. “El acceso era con esquís de travesía y, como no nos podíamos exponer a un accidente, nos ha paralizado tres proyectos de seguimiento: del manto de nieve con drones, mediciones de densidad de nieve y sobre el efecto del polvo sahariano en la fusión de hielo”, enumera. A cambio, la suspensión de congresos internacionales cree que es una oportunidad para que la ciencia disminuya su huella ecológica: “Hacer sesiones on-line igual agudiza el ingenio para compartir nuestros trabajos utilizando menos el avión, que lo usamos seguramente demasiado. También este año vamos a hacer muchos paneles de evaluación de contratos del Ministerio de Ciencia en reuniones virtuales por primera vez. Es una nueva forma de trabajar, veremos que tal funciona”, apunta.
Virtualmente también está conectada con sus colaboradores María Asunción Ríos, ecóloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), mientras analiza estos días los datos de su proyecto sobre líquenes antárticos. Sin embargo, ¿qué pasa con proyectos que tenía en fases iniciales? “En mi caso, estaba iniciando experimentos sobre bio-deterioro a largo plazo en rocas de canteras. A comienzos de marzo, comencé aplicando tratamientos con combinaciones de diferentes biocidas en áreas que tendrán que ser analizadas a los tres, seis y 24 meses. Espero que pueda continuar los análisis. Otra parte de tratamientos con láser no dio tiempo”, reconoce.
Y luego está el problema de los investigadores extranjeros que se han visto atrapados. Al laboratorio de Ríos llegó en febrero una investigadora iraní para trabajar seis meses con un microscopio electrónico en un proyecto de biología molecular, que ha tenido que parar cuando apenas empezaba. “Se ha quedado confinada en su residencia sin tener aún resultados, así que es muy posible que no podamos cumplir los objetivos de su estancia. Y, además, creo que costará que los laboratorios empiecen a funcionar aunque el confinamiento se reduzca porque dependemos del suministro de productos escasos, como kits de extracción de ADN y guantes”, explica la bióloga.
Similar stand by se teme su colega del MNCN Andrés Barbosa, responsable del programa polar español. “Los análisis de las muestras de la campaña antártica de este año, que trae el Hespérides de vuelta, seguramente sufrirán retrasos en los laboratorios, como ya los sufren los que teníamos en marcha y que están parados a la espera de poder acceder a las instalaciones”, explica. Como vienen congeladas, pues seguirán así.
No menos complicado lo tiene el físico Miguel Ramos, que colabora con la NASA en la misión Mars2020, y que dar por perdida su campaña de campo en el Teide canario en junio, cuando iba a ensayar instrumentación que irá en esta misión planetaria. “Probablemente haya que suspenderla y a ver si se puede realizar la de septiembre”, señala. Tampoco podrá ir en julio al lanzamiento de la NASA del cohete que llevará el robot Perseverancia a Marte. “No podremos asistir ni al acontecimiento y ni a la posterior reunión del equipo de trabajo”, se teme.
Desde el Proyecto Atapuerca, la incertidumbre se cierne sobre la campaña de excavación del verano, pero también sobre el futuro de esa socialización de la ciencia que es uno de sus pilares y ha quedado paralizada. “En la Fundación Atapuerca hemos tenido que hacer un ERTE porque no hay visitas a la sierra ni está previsto que las haya en verano. Para las excavaciones, en principio, tenemos el permiso, pero habrá que ver, porque no podrán ser normales”, explica el codirector del proyecto y arqueólogo Eudald Carbonell. José María Bermúdez de Castro, también codirector, hace hincapié en que “el verdadero problema lo iremos viendo cuando tenga que llegar el dinero para la investigación y, en nuestro caso, para las excavaciones. No sabemos nada todavía. Podemos imaginar los peores escenarios, aunque no me quiero adelantar y no es momento de quejarse de lo nuestro”.
La nota positiva es que muchos científicos, como Jesús Martínez Frías, investigador en el Centro de Geociencias (IGME-CSIC) y experto en geología planetaria, si bien tienen sus agendas de viajes y seminarios cerradas, se han volcado para mantener su actividad divulgativa de forma virtual. En el caso de Martínez Frías, con el Instituto de Astrobiología de Colombia, con el Planetario de Madrid y con ExoEstrato en Granada. En el caso de Fernando Valladares, volcado en la realización de vídeos en el portal La Salud de la Humanidad en YouTube, donde uno de sus vídeos logró más de 216.000 visualizaciones en dos semanas.
Eudald Carbonell no es muy optimista sobre el futuro: “El sistema sigue presionando y no parece que vaya a transformarse tras esta crisis, así que por algún sitio colapsará la situación, no ahora, pero sí más adelante. Este momento sería una oportunidad para socializar la revolución científico-tecnológica, ciertamente, y es cierto que la conciencia crítica de la especie ha ganado peso, pero también lo es que los humanos olvidamos lo malo para tener energía para continuar adelante. Y no es que sea pesimista. Es lo que hay”.
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