El proyecto de Chillida vuelve a amenazar la montaña sagrada de Tindaya

Atardecer en Tindaya. Foto: Juan Santana.

Atardecer en Tindaya. Foto: Juan Santana.

Atardecer en Tindaya. Foto: Juan Santana.

Atardecer en Tindaya. Foto: Juan Santana.

Como en ‘El muerto vivo’, la canción colombiana que popularizara Peret a ritmo de rumba, Tindaya “no estaba muerta, que estaba de parranda”. O dicho de otra manera más actual, el ‘walking dead’, el zombi, ha vuelto a la isla de Fuerteventura dispuesto a cumplir su misión más destructiva: urbanizar un símbolo que por méritos propios y a decir de los expertos debería ser declarado Patrimonio de la Humanidad. Su promotor, el escultor vasco Eduardo Chillida, murió en 2002 sin ver cumplido el sueño de vaciar una montaña para imaginar en el interior un verso de Jorge Guillén, “lo profundo es el aire”. El espectro del donostiarra regresa a la vida empujado por políticos y herederos, y lo hace cargado de las mismas promesas vacías de progreso y riqueza con las que se apareció por vez primera en 1996; solo que ahora suenan aún menos creíbles.

Por CÉSAR JAVIER-PALACIOS

Tindaya es a Fuerteventura lo que Santiago Calatrava a Valencia. Pelotazos a la sombra de enormidades artísticas. En el caso canario, la segunda aparición de Chillida llega tarde. Proyectada como obra singular de inmenso atractivo turístico, a finales del siglo pasado la poco poblada isla recibía menos de un millón de turistas, mientras que en 2016 cerró con un récord histórico al alcanzar los 3.244.601 visitantes para una oferta hotelera acostumbrada a la máxima ocupación durante todo el año. El interés de la millonaria y especulativa operación artística ha perdido justificación, pero no empeño.

La población local demanda en estos momentos un segundo hospital en el sur de la isla, especialistas médicos en oncología y pediatría, más colegios, residencias de ancianos, becas para los estudiantes, energías renovables y protección efectiva para su cada vez más amenazada y maltrecha naturaleza, pero lo de agujerear una montaña protegida no se entiende. Porque el monumento de Tindaya ya existe, como no se cansan de repetir los defensores de esta montaña, considerada sagrada por los primeros pobladores de Fuerteventura y Lanzarote.

Hasta su interés artístico se pone en duda. Lo confirmó en una reciente conferencia Maisa Navarro, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna: “En este proyecto de Chillida para Tindaya no hay arte”. En su opinión y la de otros muchos expertos, la montaña en sí ya es una inmensa obra de arte que reúne valores suficientes para ser declarada Patrimonio de la Humanidad. En febrero pasado, Podemos propuso al Parlamento de Canarias iniciar este expediente de declaración, pero Coalición Canaria, PP y PSOE rechazaron la iniciativa porque no se aceptó una enmienda que pedía compatibilizarlo con el proyecto de Chillida.

Porque una cosa es la lógica del ciudadano de a pie y otra muy diferente la lógica política, cuyos responsables defienden que el proyecto está avalado por todas las instituciones de la isla. Con este respaldo, los presidentes del Gobierno de Canarias y del Cabildo de Fuerteventura, Fernando Clavijo y Marcial Morales, ambos militantes de Coalición Canaria, firmaron en febrero de 2016 la constitución de una fundación que se encargará de construir el proyecto ideado en 1985 por Eduardo Chillida. Llevan 30 años empeñados en ello y ahora aseguran que finalmente lo lograrán.

En 1996, Chillida visitó la montaña de Tindaya, elegida personalmente por él para perforar un sueño escultórico que definió como “una gran escultura a la tolerancia”. Ese mismo año, el Gobierno de Canarias declaró el proyecto “de interés general” y puso en marcha una compleja (y muy cara) maquinaria burocrática para hacerlo realidad. El artista regalaba la idea y no cobraba nada por su trabajo, pero imponía al frente del proyecto técnico a su colaborador más cercano, el ingeniero José Antonio Fernández Ordóñez.

La empresa pública Saturno (Sociedad Anónima de Promoción del Turismo, Naturaleza y Ocio, SAU) fue la encargada de poner en marcha la máquina de despilfarrar dinero. El presupuesto inicial era de 8.000 millones de pesetas, unos 48 millones de euros, que se suponía sería parcialmente financiado con la venta de la piedra extraída del interior. Muy pronto se vio que esa piedra no serviría, pues era necesario utilizar perforadoras que trituran todo el material.

Desde el minuto uno las perras empezaron a escaparse como agua en un cedazo hasta superar los 30 millones de euros que, se supone, se han gastado hasta ahora las administraciones públicas sin que de momento se haya movido una piedra. Decimos se supone pues las cuentas están menos claras que las del Gran Capitán y hay oscuras partidas millonarias todavía sin aclarar. Por poner un ejemplo, el Gobierno autonómico compró los derechos de explotación de dos canteras abiertas en Tindaya que se podrían haber expropiado por 10 millones de pesetas (60.000 euros), pero pagó por ellas 900 millones de pesetas, 5,4 millones de euros. Y aceptó una cláusula sorprendente por la que, si el monumento no se hace, la propiedad volverá a sus antiguos propietarios.

Como nos explicó muy gráficamente una vecina de La Oliva contraria al proyecto, “Tindaya no es un agujero, es una trituradora de dinero”.

El proyecto de Chillida para horadar la montaña sagrada de Tindaya.

El proyecto de Chillida para horadar la montaña sagrada de Tindaya.

Tortillas sin romper los huevos

Muerto el ingeniero en el año 2000 y el escultor en 2002, sus hijos se han convertido en depositarios y futuros beneficiarios del que se dice fue el sueño más ansiado del escultor vasco: Perforar una montaña singular que alberga la mayor concentración de podomorfos (grabados aborígenes de pies descalzos) del mundo, y que es espacio natural protegido, Bien de Interés Cultural y Punto de Interés Geológico, para habilitar en el interior una gran sala cúbica de 50 metros de lado con un túnel de acceso a media ladera y dos chimeneas verticales de iluminación.

Sus promotores aseguran que todo se hará de forma quirúrgica, sin tocar una piedra ni modificar el entorno. Pretenden hacer una tortilla sin romper el huevo, que en este caso es una montaña de 62 millones de metros cúbicos de traquita, una rara piedra volcánica semejante a la arenisca.

Los estudios geotécnicos encargados por el Gobierno canario en 2006 y realizados por el equipo dirigido por los arquitectos Lorenzo Fernández Ordóñez y Daniel Díaz Font concluyeron que Tindaya es capaz de soportar un espacio cúbico tan inmenso como el proyectado si se incorporan estructuras metálicas interiores de sustentación. Pero también reconocen “incertidumbres propias de toda gran intervención subterránea que no podrán solventarse hasta la realización de la obra”. Si todo al final se hunde es que no era posible.

Sin normas ni presupuestos de conservación

La montaña de Tindaya está declarada espacio natural protegido desde 1987 y, por lo tanto, prohibidas las extracciones mineras. En 2010, coincidiendo con la reactivación del proyecto, se le buscó al agujero de Tindaya un forzado acomodo con calzador con la publicación de unas normas de conservación del monumento natural. Ben Magec-Ecologistas en Acción denunció que estas normas se hicieron “a la carta”, pues facilitan la perforación de la montaña en lugar de garantizar su protección.

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) dio la razón a los ecologistas tres años después. Anuló las adaptadas normas de conservación que permitían horadar el monumento. Al hacerse pública la sentencia, la federación ecologista expuso en un comunicado que uno de los aspectos centrales del fallo “es la indefensión jurídica y el desprecio a los valores culturales intrínsecos de la montaña por parte de unas administraciones que deben ser las responsables de dichos valores”.

A pesar del revés judicial y de carecer en estos momentos de normas de conservación, las autoridades canarias han anunciado que la adjudicación de las obras y su comienzo son inminentes. Con esta decisión, contraria a Derecho, se reactiva un proyecto que se había dado por cerrado después de estar 18 años paralizado por el escándalo político y judicial en el que se vio envuelto en su primera tentativa de ejecución. Este segundo intento no ha podido empezar con peor pie. Descalzo y torpe como el de un podomorfo.

Chillida no vale tanto

Extinguida Saturno en 2013 después de dejar tras de sí un reguero de pérdidas millonarias aún por terminar de pagar, ha sido necesario empezar de cero. A partir de ahora toda la responsabilidad de abrir el duro melón de la montaña majorera recaerá en una nueva fundación pública. Está integrada por el Gobierno regional y el Cabildo majorero, pero en ella los herederos de Chillida tienen voz y mando. La abanderan uno de sus ocho hijos, Luis Chillida, famoso corredor de rallies, y Lorenzo Fernández Ordóñez, hijo del ingeniero que colaboraba con el escultor y que ha continuado al frente del proyecto técnico en una empresa de nombre simbólico: Estudios del Guadiana S.L. Esta fundación ha tardado seis años en materializarse desde que en abril de 2010 las mismas instituciones anunciaran su creación.

Encuentro de opositores al proyecto de Chillida en Tindaya. Foto: Ale Maeder.

Encuentro de opositores al proyecto de Chillida en Tindaya. Foto: Ale Maeder.

La Fundación Canaria Monumento a la Tolerancia en la Montaña de Tindaya, su nombre oficial, no ha sido capaz en año y medio de vida de presentar al menos una página web que explique quiénes son, por qué y para qué se han constituido, y no será por falta de recursos. El Cabildo la ha dotado con 60.000 euros y cede como sede la Casa Alta de Tindaya, además de otras fincas rústicas situadas en la zona, todo ello valorado en 900.000 euros.

La Casa Alta es una muestra singular de la arquitectura civil majorera del siglo XVIII preñada de bellas leyendas. El histórico edificio fue adquirido por el Cabildo de Fuerteventura en 2010 por 177.00 euros y restaurado entre 2013 y 2015, trabajos que costaron al erario público 400.000 euros. Inexplicablemente, a los pocos meses de su inauguración fue cerrada al público. Tan solo se mantuvo activa su impactante iluminación nocturna, que lejos de mejorar el entorno incrementó los problemas que ya de por sí tiene la zona por culpa de la elevada contaminación lumínica. Acaba de ser reabierta hace unos días como centro de interpretación del proyecto, pero todas las facturas las sigue pagando el Cabildo.

Sin embargo, el trozo más grande de esta tarta de cumpleaños son los derechos sobre la idea intelectual de Chillida y que su familia cede a la Fundación. Una tasación independiente encargada por el Cabildo de Fuerteventura a una empresa nacional de intangibles artísticos los ha valorado en tan solo 1,2 millones de euros. Para sus responsables políticos este justiprecio ha sido un jarro de agua fría en plena cara. El propio presidente de la corporación insular, Marcial Morales, reconoció que “a muchos nos ha sorprendido esta tasación, pero ya nos advirtió la empresa que su valor llamaría la atención porque sería mucho menor del que pensábamos”. En cualquier caso, Morales ha señalado que “lo importante no es cuánto vale económicamente», sino que la marca Chillida es de la Fundación “y eso le da todo el valor al monumento”. Muchos no acabamos de entender este razonamiento.

Un proyecto “gratis total”

El presidente del Cabildo majorero, Marcial Morales, defiende en un comunicado que el proyecto solo supondrá vaciar el 0,3% de la montaña de Tindaya y que hacerse no tendrá coste alguno para el contribuyente pues, siguiendo el ruinoso modelo de las autopistas radiales, toda la inversión la asumirá la futura empresa concesionaria. «La inversión que lleve a cabo la empresa (a la que se adjudiquen en su momento los trabajos) la recuperará con la explotación de las entradas, durante una serie de años, y la Administración no habrá aportado ni un solo euro», asegura Morales.

Olvida (o prefiere olvidar) que en los últimos 20 años este proyecto ha costado ya a las arcas públicas cerca de 30 millones de euros. También que acaban de entregar como dotación a la Fundación que gestionará la obra 60.000 euros en metálico, un edificio histórico con sus fincas valorado en 900.000 euros y una “idea artística” tasada en 1,2 millones de euros.

Las previsiones económicas se han vuelto a ajustar en este nuevo intento por perforar Tindaya. En torno a 80 millones costará la ejecución de la obra ideada por Eduardo Chillida y que se espera pueda concluirse en un periodo máximo de cuatro años. Según Morales, la inversión realizada por la empresa concesionaria podría recuperarse, “en el peor de los casos”, en un plazo de 14 años, cuando concluya la concesión. Entonces la obra regresará a la Fundación, con lo que en el siguiente periodo de concesión “habría unos importantísimos beneficios públicos”, asegura. Sin embargo, en la primera reunión de la Fundación, el periodo de concesión previsto se ha alargado de 14 a 40 años. Y el comienzo de las obras anunciado para este año se ha retrasado a 2018.

Cobrando una entrada de 8 euros por persona, los alegres cálculos del presidente del Cabildo permitirían ingresar 7 millones de euros anuales. Pero solo en el caso de lograr que el 45% de todos los turistas que ahora mismo visitan las islas de Lanzarote y Fuerteventura paguen ese dinero por entrar en el cubo de Tindaya. En silencio y en grupos pequeños, lo que todavía parece aún más complicado.

Consulta popular

Nueva Canarias (NC) propuso al Cabildo de Fuerteventura realizar una consulta ciudadana para saber si los vecinos de la isla están de acuerdo o no con hacer la obra de Eduardo Chillida. Esta propuesta fue rechaza de plano por Coalición Canaria, PSOE y Partido Popular. Ante ello, la formación política decidió el pasado mes de abril realizar por su cuenta una encuesta. Los resultados no ofrecen dudas.

El 49,23% de los encuestados rechazó el proyecto, frente al 38% que lo apoyó, un 10,2% que dijo no conocerlo y un 2,7% “no sabe, no contesta”. La muestra, realizada a 600 personas de todos los municipios de la isla y de todos los segmentos poblacionales, es un indicador claro de lo que podría ocurrir en caso de celebrarse una consulta de este tipo. “Ganamos de paliza”, resume Jesús Giráldez, portavoz de la Coordinadora Montaña de Tindaya.

Tindaya bajo las estrellas. Foto: Juan Santana.

Tindaya bajo las estrellas. Foto: Juan Santana.

Una fundación con artistas muy influyentes

La Fundación Canaria Monumento a la Tolerancia en la Montaña de Tindaya será la encargada de llevar adelante el proyecto de Chillida. Concebida como Fundación del sector público, todos sus recursos proceden exclusivamente de instituciones públicas como son Gobierno de Canarias, Cabildo de Fuerteventura y Ayuntamiento de La Oliva, municipio donde se localiza la montaña.

En los estatutos de su constitución se recoge textualmente que los beneficiarios de la Fundación serán “la colectividad en general, y en particular, todas aquellas personas que visten, estudien y disfruten de la obra artística de D. Eduardo Chillida Juantegui ideada en la Montaña de Tindaya. De modo especial, la actividad fundacional beneficiará directamente a la sociedad canaria”.

Esta Fundación cuenta con un patronato, un presidente y un director, algo habitual en este tipo de instituciones. Pero incorpora un organismo extraño: una “comisión artística de supervisión de la obra”. De carácter aparentemente consultivo, frente a temas importantes y de calado como son las cláusulas de los contratos de ejecución de la obra, presupuestos y hasta el diseño de la cartelería, sus decisiones tendrán carácter vinculante.

Lo más sorprendente aún son las personas que la integran: tres elegidas por los herederos de Eduardo Chillida o su empresa familiar Zabalaga Leku, S.L., dos por el Gobierno de Canarias y una por el Cabildo. Empate entre lo público y lo privado. Sin embargo, estará presidida por un miembro designado por la familia que en caso de empate tendrá el voto de calidad. Será él quien decida.

Los Chillida se aseguran así el control de una fundación pública encargada de gestionar toda la obra, presupuesto y adjudicación incluidos. Un hecho insólito que ha sido llevado a los tribunales por los miembros de la Coordinadora Montaña Tindaya. Como explica su portavoz, Jesús Giráldez, “con esta comisión artística se da poder decisorio a una empresa privada sobre los intereses generales de una fundación pública, algo que consideramos totalmente irregular”.

En busca de un plan de comunicación creíble

La primera reunión del patronato de la Fundación Tindaya se celebró el pasado 12 de julio de 2016 en la sede de la Presidencia de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife. Además de los presidentes del Gobierno regional y del cabildo majorero y del alcalde de La Oliva, asistió Lorenzo Fernández Ordóñez en calidad de redactor del proyecto y director responsable de su ejecución. También el actual secretario del Cabildo de Fuerteventura, Miguel Ángel Rodríguez, quien lleva la voz cantante en toda la reunión. Allí sorprende a los presentes con la lectura de un curioso decálogo que podría titularse “diez preguntas que todos nos hacemos sobre Tindaya y nadie se había atrevido a explicarnos”. Se supone que para aleccionar a los políticos presentes. Explicaciones como que sólo se extraerá el 0,3% del interior pétreo de la montaña, no se tocarán los podomorfos o que no está previsto el hundimiento accidental de la caverna artificial.

Rodríguez es la persona que acapara la mayor parte de las intervenciones, como queda reflejada en el acta notarial a la que hemos tenido acceso. Extraña que el portavoz de una obra de esta envergadura y complejidad sea un secretario. Y que además de datos técnicos, incluso incorpore detalladas reflexiones de análisis periodístico respecto a cómo los promotores del proyecto han perdido la batalla de la comunicación, claramente inclinada hacia las opciones partidarias de no tocar el monumento. Es él quien en su versatilidad profesional propone establecer un plan de comunicación y diseña sus líneas clave de actuación “atendiendo a la movilización en contra de la ejecución del proyecto por parte de pequeños grupos muy definidos, muy activos y con relevancia académica e institucional”.

Esta frase ha provocado un divertido sentimiento de orgullo entre los miembros de la Coordinadora Montaña Tindaya, pues acepta implícitamente la victoria de su entusiasmo desinteresado frente a la potente maquinaria institucional. Son pocos, pero muy activos.

El único intento hasta el momento de poner en marcha esta campaña informativa oficial se ha saldado con un estrepitoso fracaso. El pasado 4 de julio organizaron en La Oliva una reunión informativa en la que participó el omnipresente secretario del Cabildo, Miguel Ángel Rodríguez, y el director del Centro de Arte, Juan Ismael Horacio Umpiérrez. Asistieron 25 personas, 20 de ellas miembros de la coordinadora.

Denuncias ecologistas

El rechazo de la población al monumento se pelea en los tribunales. Es la lucha del David ecologista y ciudadano contra el Goliat del Gobierno de Canarias y del Cabildo de Fuerteventura. Pero como en la historia bíblica, de momento gana David.

Ben Magec-Ecologistas en Acción ha recurrido el decreto que declara los grabados prehispánicos de la montaña de Tindaya, en Fuerteventura, como Bien de Interés Cultural (BIC), porque considera que está hecho «a la medida» para permitir el proyecto de Eduardo Chillida. El Gobierno canario se vio obligado a reconocer Tindaya como BIC por mandato de la sentencia que anuló las normas de ordenación de la montaña, gracias a un recurso igualmente ganado por los ecologistas. Esta misma sentencia ordenaba a la comunidad autónoma a delimitar su perímetro y definir unas normas de protección antes de aprobar cualquier otro tipo de ordenación en la zona.

Pero la delimitación ha resultado raquítica. El decreto del Gobierno de Canarias solo reconoce la condición de zona arqueológica a los propios grabados de la cumbre y a la superficie situada a una distancia de apenas dos metros de estos, dejando fuera a más de las tres cuartas partes de la montaña. Como señalan los ecologistas, es como si en las Cuevas de Altamira solo se protegiera la pared donde están las pinturas.

Catedráticos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y de La Laguna (Tenerife) han emitido duros informes en contra del reducido BIC, pero en el último momento el Gobierno canario ha contado con una sorprendente baza. El apoyo a la magra protección defendido por Carmen del Arco Aguilar, catedrática de Prehistoria de la Universidad de La Laguna y que lleva cuatro años realizando excavaciones en el islote de Lobos financiadas por el Cabildo de Fuerteventura. La causa está a la espera de sentencia.

En 2011, una plataforma científica integrada por unas 200 personas, de ellas 21 catedráticos de distintas universidades, además de unos 80 profesores titulares de universidad e investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), solicitaron al Gobierno de Canarias y al Cabildo de Fuerteventura la renuncia definitiva a la ejecución del proyecto monumental en la montaña de Tindaya. Esta lista de expertos contrarios al monumento no para de crecer.

Paralelamente, el Comité Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), organismo asesor de la Unesco en materia de Patrimonio Mundial, confirma su preocupación y ha solicitado a las autoridades locales y autonómicas que reconsideren el proyecto y garanticen la protección efectiva del yacimiento.

Ben Magec también ha llevado a los tribunales una nueva irregularidad. La declaración de impacto ambiental del proyecto de Chillida, aprobada en 2009, caducó en julio de 2014, por lo que, a día de hoy, las obras necesarias para llevarlo a cabo carecerían de esta necesaria cobertura legal.

Podomorfos amenazados

La mayor riqueza de Tindaya son sus podomorfos, un total de 312 pares de pies grabados en la roca, realizados hace dos milenios por los primeros pobladores aborígenes de la isla, los mahos, en rituales religiosos relacionados con sus cultos al sol y a las lluvias. También hay restos de un altar en la cumbre de la montaña, de 401 metros de altura, donde las sacerdotisas hacían ofrendas de leche a sus dioses. Era una montaña mágica. A los pies se conservan otros muchos restos arqueológicos aún por excavar. Como un gran tagoror, círculo de piedras hincadas donde a la sombra de la intrusión traquítica se reunían en asamblea los mayores.

Todo este patrimonio está ahora gravemente amenazado. Lo confirma Nona Perera, arqueóloga del Cabildo de Lanzarote y experta en Tindaya. “Hemos detectado un grave deterioro del yacimiento en los últimos 20 años e incluso la desaparición de grabados por culpa de su mala protección”, asegura preocupada.

No es para menos. Desde hace seis años el Cabildo prohíbe subir a la montaña, a la espera de habilitar un sendero y contar con guías profesionales autorizados, pero es su única acción de proyección en el valioso yacimiento. Al no haber nadie que impida la ascensión, diariamente decenas de turistas trepan por la ladera, pisoteando y hasta dañando directamente los grabados. Algunos han tratado de arrancarlos. Como denuncia Perera, “no hay vigilancia ni se impide su destrozo”.

Ante el temor de que algunos podomorfos grabados en rocas sueltas fueran robados, el Cabildo los extrajo y bajó de la montaña. Ahora los expone en la Casa Alta, un hecho irregular que los ecologistas están estudiando llevar a los tribunales. “Los han sacado del yacimiento sin las mínimas garantías científicas, y en lugar de depositarlos en un museo donde puedan contar con la supervisión de un conservador experto, los tienen en un espacio público que no reúne las mínimas condiciones de seguridad y conservación”, denuncia Jesús Giráldez.

Tindaya soñada. Foto: José Mesa.

Tindaya soñada. Foto: José Mesa.

Contraataque informativo

Aunque no cuenten con un plan de comunicación ni apoyo económico institucional como lo tiene la Fundación Tindaya, los grupos contrarios a la ejecución del monumento también están mejorando sus canales informativos y en redes sociales. Como novedad, próximamente publicarán una página web donde se recoge toda la información generada en estos 25 años alrededor del proyecto.

Paralelamente, en septiembre se presentará el libro Tindaya, el monumento ya existe. En él han colaborado desinteresadamente 28 personas, entre ellas una decena de expertos en geología, arqueología y medioambiente, que incluye igualmente numerosos textos literarios y fotografías.

Los defensores de la montaña no están en contra de promover los valores turísticos de Tindaya. Como explica Jesús Giráldez, “abogamos por impulsar un proyecto alternativo que proteja toda la montaña y ponga en valor sus atractivos sin necesidad de alterarlos”. El modelo sería semejante al desarrollado por César Manrique en la vecina isla de Lanzarote con los volcanes de Timanfaya. Disfrutarla sin deteriorarla. El lema de la coordinadora no puede ser más claro: “Tindaya no se toca”.

Invocando a Guillén

El gentilicio de los naturales de Tindaya es sogueros, y algunos políticos se están enredando más de la cuenta con esas sogas en lo que cada vez más se asemeja a un interminable vodevil donde unos pocos ríen, los que se están beneficiando de las ingentes cantidades de dinero público dilapidadas en el proyecto, y la mayoría llora, pues está pagando con sus impuestos muy a su pesar toda la fiesta.

Eduardo Chillida y sus herederos, José Antonio Fernández Ordóñez y sus herederos, Coalición Canaria, Partido Socialista, Partido Popular y sus correligionarios, tránsfugas y cuñadísimos, todos ellos invocan la belleza de un verso de Jorge Guillén, “lo profundo es el aire”.

La poesía se ha convertido en un arma cargada de futuro, que diría Gabriel Celaya. Porque si todos estos amantes de la lírica del cubano rebuscaran un poco en su obra literaria encontrarían la respuesta a este laberinto de intereses y desatinos en el que han convertido a la solitaria montaña de Tindaya, a esas llanuras resecas azotadas por los vientos alisios, recorridas inquietas por hubaras, gangas y alcaravanes. Descubrirían que su poema Cualquier tiempo pasado fue peor les da la solución, con clarividencia de poeta:

«¿No es cierto que hay muchas cosas

lejanas que aún se ven cerca,

pero que ya están definitivamente

muertas?»

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Comentarios

  • Jaime García Torre

    Por Jaime García Torre, el 25 julio 2017

    Kaixo
    Soy vasco, pero amo a la isla de Fuerteventura tanto como mi segundo lugar de vivir en paz y armonía con la naturaleza.
    En mis viajes a la isla, que conozco como la palma de mi mano, uno de los lugares que me atrajo desde un principio fue Tindaya, montaña mágica de los sogueros que allí habitan y que hace más de 2000 años, los aborígenes la convirtieron en su lugar preferido de culto a la madre tierra.
    Cuando ascendí por primera vez,con un sol en el Zenit y 20 nudos de viento alisios, algo mágico empezó a rodearme, y allí me encontré los dos altares, las tres pequeñas cuevas, y ya casi en su cima ,encontré que la madre naturaleza había dejado su impronta con una planta típica de la isla, cuyo nombre ahora no recuerdo, en plena floración de hojas amarillas y dos frutos, contándome en un susurro con el viento, que pasase lo que pasase en la isla, allí estaba ella para dejar testimonio del futuro de la flora, junto a los líquenes, que bordeaban y serpentean la zona de poniente.
    Después, ya arriba, todo un paisaje maravilloso de toda la isla, se postraba a sus pies, sobre todo la zona de Barlovento, con las dos aldeas o pueblos cercanos de El Cotillo y Majanicho..
    El pequeño pueblo de Tindaya, en la ladera oeste, con su aridez y pequeñas casa de los actuales majoreros, era visible en su soledad y silencio apartado, que impasible contemplaba el busto pétreo de mi paisano Unamuno, cuando fue desterrado allí, que por cierto nos dejó sus recuerdos en aquellos papeles que escribió sobre su estancia al escapar a Francia, cuya lectura recomiendo, dado que reflejaba ya entonces, que era Tindaya como montaña y cuántos paseos dio por las bases de la montaña, desde la casa del pueblo donde se albergo.
    Papeles que no debió leer mi otro paisano Txillida, pues de haberlo hecho, seguro que habría meditado mucho que a la montaña, no había que hacerle nada, solo admirarla, respetarla como la madre tierra la planto alli.
    Desde la cumbre sentí un hechizo que se iba apoderando de mi, sol, viento ,mar, paz y silencio. Allí, donde fui atrapado por la tristeza de un padre que acababa de perder a su hijo mayor de 35 años, me encontré con su recuerdo, hablé en susurros con el, de como no pudo llegar a ver y sentir lo que yo tenía junto a mi , de un lado Tindaya y de otro las palabras de el, que me penetraban como dardos de fuego, diciéndome que en otra montaña como esa, mucho más alta, decidió decir adiós a la vida y se lanzó a su último vuelo, al lugar de nunca jamás, al lado oscuro, y me habló» aita, ya se que no me olvidas y tu corazón sufre, pero ahora se que estás feliz en esa otra montaña, de la que me habías hablado pero tus pies no habían ollado.
    Si es tan bella como dices, no permitas que el hombre horade su interior, que rompa su virginidad inmaterial, que Txillida tenía un sueño de luz y aire, pero confundió los sueños de los faraones egipcios, en busca del reposo para ir al más allá, que no era necesario dejar la huella del hombre allá donde la naturaleza ya había dicho su última palabra.

    Desperté de mi encuentro con el recuerdo de mi hijo muerto, de nuestra charla etérea, y volví a encontrarme con la montaña.
    Amo paso y ascenso , cientos de fotos fueron tomadas por mi y mi amigo el colombiano Jhon, junto a su hermano, ambos artistas, pintores fotógrafos y amantes de los elementos antiguos de percusión que en la era precolombina sus antepasados también les llegaron , allí en su Pereira natal.
    Finalmente, al mirar hacia el Cotillo con los prismáticos, de repente descubrí, que junto al Lomo de Esquinzo, una fumarola se alzaba, sus penachos de bruma y agua ascendían más de 50 metros.

    Al principio no podía creerlo, pues jamás nadie de los lugareños me había hablado de estos fenómenos, pero mi vista no me engañaba, y pude atrapar tres fotos, que dejan constancia de ello, y mis dos amigos, que llevaban ocho años en la isla, juraban y perjuraban no haberlas visto nunca. Doy fe, para quien corresponda, allí hay algo en el suelo ,en el subterráneo pétreo, que la fumarola salió a superficie.
    Después de cuatro horas de recorrer la montaña, descendimos, yo por el camino de cabras, y ellos por las piedras de la ladera que mira a África, hasta los restos de las construcciones abandonadas al pie de la base de la montaña.

    Esta fue mi primera experiencia en ella, y pedí a los dioses de los aborígenes, que no permitieran que sus propios y actuales majoreros, rompieran el encanto natural de Tindaya, que ella ya estaba ahí antes que ellos, y no desea ser profanada en su interior, para vulgares e innecesarios inciensos de propaganda turística, amén de otros intereses económicos bastardos.

    Volví más veces, y allí espero encontrarla de nuevo intacta en Agosto , cuando de nuevo vuelva a pisarla, pues quiero intentar por segunda vez atacar el Pico de la Zarza, que en otras dos ocasiones me rechazo la escalada, por un viento de casi25 nudos, de frente , que me impidió llegar a cumbre y admirar Cófete de nuevo, que esa gran playa y pequeña aldea si que he pisado en múltiples ocasiones, para poder bajar luego por el paso donde se hace la procesión anual, y entrar a saludar a mi buen amigo Pedro, en la Casa Winter, donde todavía vive con su tía, defendiéndola del espolio al que la querían también someter, los intereses turísticos y hoteleros, casa por cierto que fue muy reflejada por el insigne escritor Alberto Vázquez Figueroa, en su novela magistral, entre otras, de » Fuerteventura»editada en 1999.

    Este es mi extenso comentario, pero necesario, para animaros a seguir en la defensa de la montaña sagrada de Tindaya, y que dentro de un mes, os buscaré por la isla, para charlar un poco sobre todo esto que hacéis y yo he relatado.

    Desde Euskadi, con cariño y respeto por vuestro trabajo, os digo en mi lengua Agur Bero Bat, que traducido al majorero, significa , un fuerte abrazo.

    Juan Gaviota

    • María

      Por María, el 08 septiembre 2017

      Gracias por tu relato, entiendo tu conexión con la magia de Tindaya.
      Y me gusta saber que tu hijo está defendiendola!

  • Pepe Miguel

    Por Pepe Miguel, el 25 julio 2017

    Tindaya no se toca … que devuelvan el dinero robado y que echen a esta gente de las instituciones , sobre todo al secretario del Cabildo y a todos los que están en la fundación … que más que fundación es una fundición de dinero público

  • PEPINHO

    Por PEPINHO, el 25 julio 2017

    El chillida Leku cerrado. No se muy bien porqué, creo que falta de entendimiento entre el gobierno vasco y los herederos. De la noticia parece que los herederos apoyan realizar una obra que el artista no pudo, pero no parece que facilten el acceso a la obra que si existe.

  • Katu

    Por Katu, el 26 julio 2017

    La Montaña Sagrada de Tindaya, en Fuerteventura, es considerada por los canarios como lugar Sagrado. Coexisten en sus simas, elementos aborígenes de carácter podomorfos, y es a su vez desde lo más alto un observatorio arqueoastronómico de primer nivel para la isla de Fuerteventurs.
    Montaña venerada por los majalulos o majoreros.
    Los que vivimos en Canarias estamos hartos de que nos roben nuestros bienes patrimoniales históricos. Ya desde fuera han esquilmado demasiado, hasta túmulos aborígenes con momias dentro en número nada mas ni nada menos que de cien, en el barranco de las Tirajanas en Gran canria. ¡ Se puede permitir esto ?. NO, eso es ir en contra de una cultura milenaria descrita en el Bosco de modfo figurativo. Como que ya el árbol sagrado del Drago existen ejemplares contados con una mano.
    Les invitamos a canasrios y peninsulares a contemplar una noche estrellada en Fuerteventura, ,dónde se nace se hace uno, y esto de los herederos de un proyesto, me suena a robo.

  • Antxon

    Por Antxon, el 17 septiembre 2017

    Desde mi punto de vista , es un proyecto maravilloso ya que nadie ha plasmado la idea del vacío como Eduardo lo propone .
    Por supuesto que pienso que deben decidir los ciudadanos pero solo recuerdo que el Guggenheim de Bilbao fue enormemente controvertido y ha resultado el motor de su recuperación.

  • crispy

    Por crispy, el 07 mayo 2019

    Estoy de avuerdo con lo que rechazan el proyecto de los Chillida.
    He estado por allí y todo es magia, silencio, misterio.
    Y ellos quieren romper algo sagrado de los majoreros, de siglos de historia, de cultos.
    Qué vergüenza!!!
    No os dejéis manipular, no dejeis destruir algo que es el origen de vuestro pueblo.
    Que lo abran en la montaña de su pueblo. Y que espolien a los suyos y no vengan aquí a robar lo que no es suyo.
    Uniros y a por todas. Esa montaña sagrada no se toca.

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