Qué hacer con los plásticos peligrosos de teles, batidoras y móviles

Foto: Pixabay.

Si hacemos un recorrido por los diferentes aparatos eléctricos y electrónicos que tenemos en casa, veremos que hay claras diferencias entre los plásticos presentes en el frigorífico, las pantallas del televisor y del ordenador, el calentador de cera, la batidora o el coche de juguete teledirigido. Y ya, si abrimos alguno de ellos y rastreamos el plástico en cables, placas, circuitos y bobinas, la variedad se dispara. En torno al 20% de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) lo forman plásticos, algunos considerados tóxicos y peligrosos, y cuyo uso está ya prohibido o muy restringido. La complejidad en la separación de algunos de estos plásticos y en su tratamiento impiden su efectivo reciclaje. Además, hay miles de toneladas que acaban fuera del circuito de recuperación y reciclaje.

Acrilonitrilo butadieno estireno, poliestireno, poliuretano, polipropileno, policarbonato, cloruro de polivinio… Y así podríamos seguir hasta al menos con 15 tipos de plásticos diferentes presentes en los aparatos eléctricos y electrónicos de nuestro hogar. Según una guía de desmontaje de plásticos de electrodomésticos de la empresa Plásticos Alser , un frigorífico contiene al menos 14 kilos de algunos de los polímeros mencionados repartidos entre puertas, cubetas, bandejas, botonería, pilotos y gomas; una lavadora unos 10 kilos, y un televisor de medio a gran volumen en torno a 5 kilos.

Los datos que se desprenden de proyectos europeos de investigación (CloseWEEE, PolyCE, PRecicling o PLAST2bCleaned) centrados en mejorar la recuperación y reciclado de los plásticos una vez que los aparatos se convierten en residuos confirman que en torno al 20% de estos lo forman polímeros de muy diversa procedencia y composición. Si en general queda camino por recorrer para lograr la más eficaz y sostenible gestión posible entre los RAEE, en el caso de su fracción plástica el camino se alarga. Se estima que se producen anualmente en la Unión Europea 2,6 millones de toneladas de plásticos RAEE, de los que se recogen adecuadamente solo 700.000. De ellas, el 30%, 200.000 toneladas, se destinan a su reciclaje, y de las 500.000 restantes, la mayoría se incineran con recuperación energética, y en torno a un 11% acaba en vertederos controlados.

Para que se mejoren estas ratios tan exiguas, los fabricantes deben poner de su parte. Al igual que se exigen diseños ecológicos (o eco-diseño) con el objetivo de que los aparatos sean fácilmente reparables y se supere la obsolescencia programada, se pide lo mismo a la hora de acceder con facilidad al desmontaje y separación de los plásticos. En varios de los proyectos de investigación trabajan conjuntamente fabricantes y recicladores para superar esas barreras.

Plásticos más ecológicos

Alberto Sánchez, gestor de proyectos de la Unidad de Transición Energética, Climática y Urbana de Tecnalia, centro de investigación que ha participado en proyectos como PolyCE y CloseWEEE , recuerda que en el primero de ellos “también participó Whirpool, fabricante de electrodomésticos que ya estudia utilizar tambores de lavadora hechos con propileno reciclado y otros plásticos reciclados en los frigoríficos. Su objetivo es emplear un 30% de este material recuperado para 2025”. En cuanto a CloseWEEE, Sánchez añade que Philips, que formó parte del mismo, ya usa 1.970 toneladas de plástico reciclado en sus aparatos y tiene previsto llegar a las 6.700 toneladas en 2025.

El Instituto Tecnológico del Producto Infantil y de Ocio-AIJU, afincado en Alicante, investiga en el marco del proyecto PRecycling, financiado por la Unión Europea, la trazabilidad y aplicación de materiales reciclados en juguetes, electrodomésticos y textiles. La coordinadora de PRcycling en AIJU, Pepi Galván, recoge el trabajo que realiza uno de los 17 socios, la multinacional turca Arçelik, con marcas como Beko o Grundig: “El objetivo es aumentar el contenido de plástico reciclado en sus productos hasta el 40% en 2030. Ya desarrollan soluciones innovadoras para incorporar materiales reciclados en tambores de lavadoras y piezas de hornos, y bioplásticos con cáscaras de huevo y residuos de café en refrigeradores y cafeteras”.

Como ya se mencionó en un artículo anterior en este mismo portal sobre la innovación en el campo de los aparatos eléctricos y electrónicos, entre los resultados presentados en PolyCE figuraba que el impacto ambiental cuando se usa plástico reciclado se reduce entre un 27% y un 38%, en comparación con el generado usando plástico de un solo uso y dependiendo del tipo de plástico.

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Plásticos complicados de reciclar

Pero, como han advertido en PRecycling, el conglomerado plástico de todos estos electrodomésticos da muchos quebraderos de cabeza a la hora de reciclarlos: “La dispersión del poliuretano entre el revestimiento interior de los refrigeradores usados hace que sea muy difícil procesarlos y reciclarlos. Un problema similar se observa en piezas de lavavajillas y lavadoras debido al uso de adhesivos también con poliuretano. Y otro obstáculo es el contacto con los alimentos de los plásticos reciclados procedentes de frigoríficos, especialmente los reciclados mecánicamente, por lo que su reutilización es muy limitada”.

Otro socio de PRecycling, Coolrec, filial de la multinacional Renewi especializada en el reciclado de RAEE, afirma: “En la práctica, sólo se reciclan cuatro de los múltiples tipos de plástico de los RAEE, y siempre que no contengan retardantes de llama ni materiales de relleno. Todos los demás no se reciclan, porque las tecnologías actuales no permiten separar estos plásticos entre sí”.

Una de las características que complica el proceso de extracción, separación, clasificación, recuperación, reciclado y reentrada de estos materiales en el círculo de la economía sostenible es que todos los plásticos tienen compuestos para que no se degraden fácil y rápidamente, para que soporten impactos y, muy especialmente, para que aguanten altas temperaturas continuadas y no ardan ante la menor chispa o cortocircuito. Estos últimos son los denominados retardantes de llama bromados.

Con el bromo poca broma

El real decreto que regula la gestión de RAEE en España obliga a que, como mínimo, en cualquier operación de tratamiento de estos residuos se retiren, entre otros, los siguientes componentes, sustancias y mezclas: tarjetas de circuitos impresos para teléfonos móviles, en general, y otros dispositivos si la superficie de la tarjeta tiene más de 10 centímetros cuadrados; cartuchos de tóner, de líquido y pasta, así como tóner de color; y plásticos que contengan materiales pirorretardantes bromados.

Los RAEE no se consideran tóxicos y peligrosos solo por el cadmio, plomo, cloro y mercurio que contienen baterías, soldaduras, circuitos refrigerantes o lámparas, sino también por el bromo y otras sustancias halogenadas presentes en algunos plásticos con propiedades ignífugas. Estas últimas son catalogadas como contaminantes orgánicos persistentes, porque se mantienen activas durante varios años, se dispersan ampliamente, se bioacumulan en los organismos vivos y representan un peligro para la salud humana y el medio ambiente.

Contaminantes orgánicos persistentes

Desde la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recuerdan: “Los productos tratados con retardantes de llama bromados, tanto a través de su uso como en forma de residuos, se filtran al medio ambiente, contaminan el aire, el suelo y el agua y pueden entrar en la cadena alimentaria, en la que se encuentran principalmente en alimentos de origen animal, como pescado, carne, leche y productos derivados”.

El Convenio de Estocolmo es un tratado internacional cuyo objetivo principal es proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos nocivos de los contaminantes orgánicos persistentes. De este tratado se desprende un reglamento de la UE que incluye todos los compuestos a base de bromo que se utilizan en los aparatos eléctricos y electrónicos. Algunos ya están prohibidos y otros cuentan con exenciones precisamente para estos aparatos, a los que, por seguridad y a falta de otras alternativas, se les permite incorporar dosis reducidas. Esas exenciones deben cumplir con normas de presencia de compuestos bromados que en la mayoría de los casos son cocentraciones inferiores o iguales a 10 mg/kg (0,001 % en peso).

Las limitaciones no se cumplen del todo. Al menos según un estudio de 2021 del Institut National de l’Environnement Industriel et des Risques de Francia, basado en un trabajo de síntesis de 4.000 datos publicados a partir de 37 referencias de concentraciones de retardantes de llama bromados en plásticos de equipos eléctricos y electrónicos, vehículos, productos de construcción, textiles y envases no alimentarios. “Todos estos plásticos tienen al menos algunas muestras con una concentración media superior al límite de concentración reglamentario de la UE”, se afirma en el estudio.

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Formas sostenibles de extraer el bromo…

Lo cierto es que, aun cumpliendo con la ley, los plásticos con bromo tienen un muy complicado tratamiento. Aunque se prohibiera ahora mismo cualquiera de estas sustancias, habría millones de aparatos funcionando en el mundo con ellas, que acabarán convirtiéndose en RAEE; por lo tanto hay que seguir trabajando en su recuperación. El proyecto europeo PLAST2bCleaned busca desarrollar un proceso de reciclado para los plásticos de los RAEE que sea técnicamente factible, respetuoso con el medio ambiente y económicamente viable. Añade: “Se lograría abordando el reciclaje de los dos plásticos más comunes y que contienen hasta un 20% de retardantes de llama bromados y hasta un 5% de trióxido de antimonio: el acrilonitrilo butadieno estireno (ABS) y el poliestireno de alto impacto”.

En Europa hay empresas que intentan recuperar al máximo metales y plásticos que están en contacto con sustancias bromadas –en circuitos impresos, carcasas, cables, placas…– o las contienen. Lo hacen mediante tecnologías que utilizan a su vez otras sustancias peligrosas y que siguen siendo insuficientes, de ahí que hace poco el Instituto Tecnológico Metalmecánico, Mueble, Madera, Embalaje y Afines (AIDIMME) presentara como un gran logro la recuperación de altos porcentajes de metales críticos y ABS con una metodología híbrida de descomposición, empleando bacterias y técnicas electroquímicas. Todo gracias a otro proyecto con financiación europea: Lixmix, Economía circular aplicada a la valorización sostenible de residuos electrónicos y metalizados.

Afirman desde este instituto con sede en Paterna (Valencia): “Por un lado, el plástico ABS resulta completamente valorizable, y por otro, se ha logrado recuperar más del 95% de los metales base (cobre, níquel y cromo) y de metales preciosos (oro, plata y platino) contenidos en plásticos metalizados y circuitos de residuos eléctricos y electrónicos, evitando de este modo la adición de compuestos cancerígenos como los cianuros o algunos disolventes”.

… y formas sostenibles de evitar la llama

El siguiente obstáculo es llevar estas innovaciones a la escala industrial, algo imprescindible desde el punto de vista ambiental, pero complicado por la inversión que requieren y por la baja producción de plásticos resultante. A comienzos de 2022, un equipo de investigadores de la Universidad West of Scotland publicaba un estudio en el que, tras analizar la complejidad y toxicidad de los plásticos con bromo y su complicada extracción y recuperación, concluía: “A largo plazo, la respuesta al problema puede no estar en encontrar procesos efectivos para su detección y eliminación, sino en dar con materiales alternativos para eliminar la necesidad de su presencia en equipos eléctricos y electrónicos”.

Desde PolyCE, y en concreto Tecnalia, se aplican en esta línea lanzada desde Escocia. Alberto Sánchez recuerda: “Nuestra participación en el proyecto se ha basado en el desarrollo de materiales y aditivos sostenibles para ser posteriormente empleados en la fabricación de los compuestos plásticos, y más concretamente en aditivos y sistemas retardantes de llama”. En concreto, se ha trabajado con compuestos basados en un plástico (policarbonato) de origen post-industrial o con aditivos protectores ultravioletas, estabilizantes y antioxidantes basados en hidrotalcitas, un compuesto químico a base de magnesio usado en medicina y para descontaminar metales pesados. Vuelta al principio: la necesaria fabricación de productos más sostenibles y fáciles de reciclar, sin olvidar lo que ya circula como residuo.

 

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