¿Qué impacto tiene en el planeta un maratón ‘online’ de tu serie favorita?

Deberíamos tener en cuenta también la huella de carbono digital. Foto: Pixabay.

¿Sabías que ver una serie ‘online’, descargar un archivo o hacer una videollamada son acciones que contaminan (y bastante si lo multiplicamos por los miles de millones de usuarios)? Un tipo de actos que, aunque sean invisibles y no sepamos muy bien de dónde vienen, causan un impacto directo sobre el planeta. Como reconoce la propia Netflix, ver una hora de contenido en la plataforma supone una emisión de 55 gramos de CO2. Y dan un ejemplo para aclarar estas cifras: es lo mismo que hacer cuatro bolsas de palomitas en el microondas. Una huella de carbono digital que aumenta cada vez que entramos en TikTok o vemos un vídeo en Youtube. Mostramos una cara más del consumo desaforado. La responsabilidad también debe estar ‘online’.

A día de hoy, no tiene sentido buscar un culpable porque todos somos de alguna manera cómplices. Lo que sí es necesario es conseguir reducir esa huella digital de carbono que vamos agrandando cada día tanto las empresas como los usuarios. Y más teniendo en cuenta que esta dinámica irá creciendo, ya que como apuntan Xavier Vilajosana y Borja Martínez, ambos profesores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), “la digitalización irá abarcando cada vez más sectores de la sociedad, desde la educación hasta la administración pública”. Y citan este estudio que muestra un incremento en el vídeo bajo demanda en España durante el año pasado y cuyas proyecciones lo mantienen en alza en los próximos.

Pero ¿qué es la huella digital de carbono y cómo se crea? Según cuenta a El Asombrario Borja Martínez, esta huella “hace referencia a las emisiones derivadas del uso de las tecnologías de la información y la comunicación, también conocidas como TIC, tanto de los dispositivos en sí–ordenadores, teléfonos inteligentes, etc…– como de las comunicaciones, y en particular Internet”.

Una contaminación que, aunque no sea palpable, es necesario tenerla en cuenta. Estas tecnologías digitales utilizan electricidad, cuyo uso puede considerarse limpio, pero, como apunta el experto, no su producción. “Aunque vamos por buen camino –España batió su récord de producción con fuentes renovables en 2020 superando el 45%, según Red Eléctrica de España–, las centrales térmicas todavía tienen un enorme peso en la generación de electricidad. Estas centrales queman combustibles fósiles (gas natural, carbón…) y la combustión emite grandes cantidades de CO2. Por ello, y por desgracia, eléctrico a día de hoy no significa limpio”.

Aparte de esto, también hay que tener en cuenta la construcción y el mantenimiento de los centros de datos en los que se procesan todos los movimientos que hacemos en la web. “Nuestras transacciones digitales conllevan un gasto de energía muy elevado. Tanto es así que escala global se estima que consumen la misma electricidad que un país de tamaño medio como España”, sostienen los investigadores.

Una toma de conciencia ambiental en el terreno digital

Por todo ello, es necesario que al igual que hemos desarrollado una conciencia de nuestra huella de carbono en el plano más físico, también comencemos a tener un consumo responsable en Internet. Tendemos a pensar que dañamos el planeta cuando usamos el coche o consumiendo más de lo que necesitamos, pero en la red también contaminamos. Y un gran paso que podemos dar es reducir los contenidos multimedia, ya que generan gran cantidad de datos y, por lo tanto, son los que más impacto energético conllevan. “Lo que importa no es la descarga, sino el tipo de contenido”, sostienen los profesores.

Teniendo en cuenta este último dato, “no activar la cámara durante una videollamada podría mitigar el impacto en un 61%. Pero también lo reduce mucho escuchar música sin reproducir los vídeos, es decir, utilizar Spotify en vez de Youtube”. Y, respecto a las plataformas, concluyen que la que “más contaminación genera es TikTok, al basarse únicamente en ver vídeos”.

Otro de los consejos que dan para reducir esta huella de carbono es apagar los dispositivos cuando no se estén utilizando. Como comenta Borja Martínez, “se trata de usar el sentido común, como cuando apagamos las luces o los electrodomésticos en los momentos que no los utilizamos”. Y como ejemplo claro de esta afirmación surge el móvil, aparato que la mayoría de nosotros tiene encendido las 24 horas del día.

La pedagogía como solución

El problema entonces es: ¿Cómo cambiar nuestros hábitos digitales? ¿Cómo podemos, por ejemplo, conseguir no estar pendientes en todo momento del móvil o eliminar de nuestras rutinas los maratones de series? Los expertos lo tienen claro: a través de la pedagogía. Una enseñanza que debe salir tanto de los individuos como de las empresas implicadas.

Respecto a este punto, hicieron un estudio junto a Cristina Cano, también profesora del centro, sobre el uso del Campus virtual de la UOC y sacaron una serie de conclusiones interesantes. Como que se podrían “mejorar los hábitos de navegación desconectándose de la plataforma si no se va a utilizar en un rato largo”.

Además, el mismo estudio señaló que un 40% de los usuarios se interesaron “en el consumo energético asociado a la navegación en la plataforma”, pero que no llegaron a materializarlo en acciones concretas. Por ello, ante la falta de iniciativa por parte de los navegantes, la solución que sugieren es que se les desconecte, que sean las propias plataformas las que limiten el tiempo. “Es como si la infraestructura de distribución de agua fuera capaz de detectar que no necesitas tener el grifo abierto y lo cerrara por ti», explican.

Una responsabilidad que debe recaer también sobre los usuarios de la red. A estos, los expertos les urgen a que racionalicen los contenidos en línea. Para ello, diferencian dos tipos de acciones: las necesarias, como ”la consulta de la cuenta bancarias”, o las normales, como “disfrutar de una película o serie”. El problema es cuando estas últimas pasan a ser tóxicas, como el llamado binge-watching, es decir, hacer un maratón de muchas horas seguidas de una serie.

Lo que está claro es que todos necesitamos empezar a preocuparnos más por nuestra huella de carbono digital y ser conscientes de lo que conlleva. Que todos nuestros movimientos en la red contaminan y que debemos ser más responsables también en este plano. Si no, seguiremos contribuyendo cada vez más a empeorar la crisis climática. Y no disponemos de mucho tiempo para darle la vuelta.

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