Recuperando al Cánovas del Castillo más desconocido: Kâulak fotógrafo

‘Lección de lectura’, Beniaján, Murcia. 1899.

Puedes seguir al autor, Guillermo Martínez, en Twitter, aquí.

Su intelectualidad polifacética recorrió el camino de la pintura, la crítica de arte, la escritura, la empresa y la política. De mismo nombre que su tío, el que fuera impulsor de la restauración monárquica con Alfonso XII, Cánovas del Castillo Vallejo (Madrid, 1862-1933) creó la galería Kâulak, en la que desarrolló su carrera como fotógrafo profesional y por la que desfilaron la Familia Real, intelectuales, aristócratas y los artistas y toreros más reconocidos. Ahora, la Biblioteca Nacional de España (BNE) rememora su figura recordando su extensa biografía a través de más de 160 obras que componen una cuidada y laboriosa muestra que se podrá visitar de forma gratuita hasta el 28 de agosto.

Juan Miguel Sánchez Vigil, comisario de la exposición y director del Grupo de Investigación Fotodoc en la Universidad Complutense de Madrid, recuerda los inicios de Kâulak: “Primero trabajó como funcionario para la Administración del Estado durante sus años de juventud, y desde entonces no dejó de escribir durante toda su vida. Poco después aprendió pintura y durante una década fue un reconocido pintor, muy relacionado con Padilla, Sorolla y Madrazo”. En el ecuador de su treintena, en 1897, comenzó a practicar la fotografía, la expresión artística y profesional que le acabaría encumbrando a lo más alto del momento.

Junto con otros intelectuales, fue impulsor de la Sociedad Fotográfica de Madrid en el momento en que su arte se encuadra en la corriente pictorialista, una de las más creativas del momento que intenta imitar, a través de las instantáneas, a la pintura. “Entre la primera faceta de amateur hasta 1904, que abre la Galería, se dedicó a la edición de tarjetas postales durante casi un lustro. Genera un material extraordinario, unas mil imágenes, una cantidad ingente de fotos para las tarjetas que le aportaron la solvencia económica para abrir la galería”, relata Sánchez. En ese periodo de tiempo, Cánovas del Castillo también puso en marcha la revista La Fotografía, cuya impresión llegó hasta 1913, es decir, “muchísimo tiempo para una revista cuya especialidad apenas tiene intelectuales que se dediquen a ella en España”, en palabras del experto.

Una vez abierta su galería y estudio fotográfico en la calle Alcalá de la capital, enseguida acude la alta aristocracia al local. Por allí pasaron los más elevados nombres de la sociedad en general, desde toreros hasta la nobleza, pasando por la Casa Real, actrices y aristócratas. En ese cuarto de siglo en el que se consolidó el local madrileño como referencia, Kâulak no dejó de tener relación con todo tipo de intelectuales, quienes le tenían una gran consideración al ser uno de los primeros artífices de los denominados cuadros vivientes.

Hernando Fitz-James Stuart y Falcó, conde de Montijo, que obtuvo medalla de plata en el torneo de polo en los Juegos Olímpicos de Amberes, 1920.

De carácter polifacético, este Cánovas del Castillo también desenfundó su pluma para escribir críticas de arte en periódicos de finales del siglo XIX, en los que alcanzó casi los dos centenares de artículos. “Es un dinamizador de la cultura de la imagen, pero es que además publicó seis libros de narrativa y se dedicó a la música, como compositor. Yo he localizado 12 partituras en las que compuso polkas y valses, que han aparecido en la Real Academia de Bellas Artes y que en los museos de Madrid relacionados con la música no estaban registradas”, completa el comisario de la muestra.

Entre tanto, Dalton Kâulak no dejaba de tocar el piano y hablar varios idiomas, aficiones y conocimientos que acompañó con la publicación de dos libros técnicos “extraordinarios”, agrega Sánchez. Se trata de uno dedicado a la técnica de la fotografía y otro al retoque, “una de sus grandes pasiones”. La conmoción llegó a los salones de la Galería con la proclamación de la Segunda República, pues la mayor parte de su clientela dejaron de acudir al estar íntimamente relacionada con las clases dominantes hasta el momento. “En esa época, además, él enfermó de diabetes. Estuvo regular algo más de un año, hasta que falleció en 1933”, relata el propio Sánchez. Los números ya hablaban por sí solos desde mucho antes, pues a mediados de la segunda década del siglo XX, los personajes retratados ya superaban los 20.000, con más de cien millares de placas impresionadas.

Segadores en Valdemoro, Madrid.

Otro profesional de la fotografía se hizo cargo del estudio tras su fallecimiento hasta la llegada de la Guerra Civil en 1936. “Durante la contienda, incautaron el local. Ya después, Juan María Ardizone Cánovas del Castillo lo recupera y lo mantiene abierto hasta su clausura, en 1989”, afirma el profesor universitario. Esta nueva etapa poco tiene del esplendor de la anterior, aunque a partir de los años 50 remonta algo más al empezar a hacerse álbumes de bodas, bautizos y comuniones, fiestas populares y religiosas, hasta la década de los 70, que entra en decadencia.

Ese mismo año de 1989, el Estado adquirió el inmenso fondo fotográfico labrado en la Galería Kâulak que ahora se conservan en la BNE. “En total, desde su inauguración hasta el cierre se calculan unos 60.000 negativos y 2.000 positivos contando con el material de álbumes y fotos sueltas”, incide el comisario de la exposición. En este sentido, aunque la mayoría de los negativos se realizaron durante la etapa posterior a la Guerra Civil, son muchos los que se efectuaron durante su época de aficionado. Algunos de ellos se pueden observar actualmente en la Biblioteca Nacional, y así contemplar esos documentos “originales de altísimo valor histórico”, en palabras del mismo Sánchez.

Lo allí expuesto, más todo lo conservado, es un tesoro que rara vez se encuentra entre los fotógrafos de fin de siglo. Tal y como lo explica el experto, es difícil “primero por la Guerra Civil, etapas belicistas en las que se destruye mucho material, no solo por miedo, sino por su reutilización, como el cristal y las emulsiones de plata; y segundo porque conservar 60.000 negativos en la posguerra es un logro que requería mucho espacio de almacenamiento”.

El político Francisco Silvela.

Sea como fuere, Kâulak siempre tuvo esa intención de crear un archivo fotográfico que hiciera las veces de iconografía nacional. “Lo sabemos porque en 1920 hizo una selección de los personajes que le parecían más relevantes y los incluyó en un álbum en el que se aprecian rostros de la cultura, la diplomacia, la política, la escritura… En esas hojas, comparten espacio Ramón y Cajal, el duque de Alba y María Guerrero”, arguye Sánchez. Más allá de ello, Cánovas del Castillo también realizó los llamados álbumes de cliente, que albergan entre 200 y 300 fotos cada uno, a ocho por página. Y lo más interesante de todo, la conservación de los ficheros de los clientes, al completo, de la A a la Z: “Así, por el número de la fotografía podemos saber quién es el personaje cuando aparecen las colecciones particulares”, explica el miembro de Fotodoc.

Asimismo, los escaparates del local ubicado en el número 4 de la calle Alcalá sirvieron como exposición de las figuras más relevantes. Entre ellas, el propio Alfonso XIII: “Que fuera hasta allí, se fotografiara, se hicieran los retoques, se entregaran las copias… Eso suponía algo extraordinario que después se materializaba en sus escaparates, el lugar en el que mucha gente pudo ver cómo era la Familia Real, pues no todo el mundo tenía acceso a la prensa y los libros”, expresa Sánchez.

Lo mismo sucedía con la propia fotografía en sí, vetada para las clases populares, pues un trabajo en Kâulak podía suponer el jornal con el que vivía una familia obrera durante una semana, calcula el comisario. Este hombre que no dejó de fotografiar su entorno durante el primer tercio del siglo XX constituye “una mina”, califica el experto.

Plaza de Toros de La Fuente del Berro, Madrid.

Una mina de la que nunca sabremos a ciencia cierta el porqué de ese nombre, aunque Sánchez tiene sus teorías: “Extranjeriza su nombre como una llamada de atención para competir con otros estudios de la capital que sí son de fuera de España. Kâulak, leído en francés, casi suena como Kodak, marca que evoca rápidamente a la fotografía. Otra suposición, por la que me decanto más, está relacionada con Antonio Caula, uno de sus amigos pintores. Ese Caula le tuvo que inspirar para su futuro Kâulak, quizá incluso como homenaje, porque él siempre homenajeaba a sus amigos”.

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Comentarios

  • juan Miguel Sánchez Vigl

    Por juan Miguel Sánchez Vigl, el 13 junio 2022

    Muchas gracias por tan excelente reportaje.
    Te felicito también por el resto de trabajos. Siempre brillantes.
    Saludos

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