‘Remake’: una explicación novelada de por qué estamos tan enganchados al pasado

El escritor y periodista Bruno Galindo. Foto: Diego Arias.

Ante un futuro negro y un presente con pocas expectativas, una de las respuestas más normales del ser humano es agarrarse al pasado. ¿Para qué? Porque ya sabemos, “cualquier pasado fue mejor”, o porque siempre es más lustrosa nuestra historia reescrita. El escritor y periodista Bruno Galindo ya leyó este comportamiento en la sociedad hace ocho años, y comenzó a escribir su reciente libro, ‘Remake’ (Aristas Martínez). Ahora, ante el cambio social que nos ha impuesto la pandemia con el que parece que todo está incluso más oscuro, su libro nos explica muy bien a través de la ficción por qué estamos tan enganchados al pasado.

“Nadie quiere escribir su historia. Todos preferimos reescribirla”. Estas dos frases podrían resumir muy bien el libro.

Sí, yo creo que es así. La lucha por el relato, y esto vale tanto para lo colectivo como para lo individual, es la lucha por contarnos a nosotros mismos cómo pasaron las cosas. En efecto, el libro pivota en buena parte sobre esa reflexión.

Esa lucha de lo colectivo está muy presente a día de hoy, casi se pelea más por ganar el relato del pasado que del presente-futuro.

En lo individual quizá no esté tan claro, pero yo creo que ocurre. En lo colectivo, y sobre todo en el campo político, vemos que se libra esa batalla a través del pasado y de tocar la fibra sensible de este tiempo. Con esto se pretenden conseguir prosélitos. Aquí está muy clara la historia si nos fijamos en la ultraderecha. Todas las ultraderechas luchan por recuperar esa grandeza perdida y esa promesa de que tú sabes cómo hacerlo y sabes cuáles son las buenas cosas que tu país tenía y que hay que restaurar.

¿Es esa mirada al pasado una consecuencia de un futuro que se nos ha cancelado?

Esa es la tesis de arranque del libro: el futuro pinta muy negro y el presente no resulta demasiado atractivo. Bajo esta premisa, las personas lo que solemos hacer es mirar hacia atrás. La nostalgia yo creo que se produce en ese momento. No sueles mirar al pasado si tienes un magnífico presente y expectativas de futuro. Cuando eso se cancela, empezamos todos a mirar atrás. Desde ese lugar es desde donde se plantea la novela. En ese sentido, quizá se podría hablar de una retrotopía, es decir, una distopía del pasado.

Una retrotopía que articulas a través de una historia de ficción de un director venido a menos.

Sí. Es la historia de un director que está bastante anclado al s. XX, siglo en el que dio lo mejor de sí. En el libro este protagonista no entiende demasiado ni el presente ni el futuro, y encarna esa figura del intelectual melancólico. En el tiempo presente de la novela ha dejado de ser director de cine y trabaja realizando proyectos para una agencia que crea productos homenajes para empresas, familias, parejas… En la novela planteo que hay un auge de este tipo de productos.

Haces esta vuelta al pasado a través de múltiples ejemplos con los que parodias ese efecto bucle. Por ejemplo, una fiesta en la que un productor quiere revivir el ayer o un movimiento cultural que hace representaciones del pasado.

La parodia es una manera de demostrarlo y de apuntar que tampoco hay que tomarse esto demasiado en serio. Como cuentas, la tesis se materializa y se representa en diferentes formatos, como la de la fiesta o la del movimiento cultural.

Donde más fuerza toma la retrotopía es quizá en las redes sociales. Una idea que aparece en el libro, pero que se aprecia en la realidad.

Esta visión que aparece en el libro es una observación de la realidad. Una observación que se ha visto refrendada durante el confinamiento. Ante la cancelación del futuro, hemos empezado a compartir los momentos del pasado. Ese bicho social que somos las personas, ante ese futuro cancelado, hemos tirado para atrás y lo hemos compartido en nuestras redes.

Respecto a la pandemia, parece interesante el argumento que se ha creado de que la vida anterior parecía un idilio, cuando recordándolo fríamente no era el mejor momento a nivel general.

De alguna manera, esta crisis nos patologiza y hace que nos volvamos más hacia nuestro pasado. Ahora que caigo, en las redes sociales también se aprecia una nostalgia retro en las muertes de los grandes personajes del s. XX. Puede ser David Bowie, Mohammed Alí o un gran político. Todos nos ponemos de acuerdo en una celebración de esa nostalgia que no va a producirse.

¿Qué otras lecturas ofrece el libro después de la pandemia?

Me quito un poco de en medio respecto a esa pregunta. Yo comencé a escribir este libro hace ocho años y lo pensaba como un futuro a pocos años. Ahora que ha salido, es una novela casi casi del presente de ayer: la novela transcurre en 2019 y termina en enero de 2020. Me he salvado de tener que actualizarlo todo. Para mí no era algo que tuviera que ver tanto con nosotros, sino como una fantasía con parte de realidad. Ahora creo que es más real de lo que pensaba.

Imagino que hace ocho años ya leías tú esta realidad que ahora no ha hecho más que acrecentarse.

Sí. La sombra bajo la que está escrita esta novela seguramente es la crisis de 2009. Y esa sensación de sociedad depauperada y sin futuro, en realidad es por aquello. Lo que pasa es que ahora esto revitaliza ese sentimiento. Si antes de la crisis creada por la pandemia habíamos avanzado cinco casillas, ahora hemos retrocedido 20.

Para narrar estas situaciones utilizas un lenguaje seco, sin artificios. ¿Qué te aportaba?

Se trata de un lenguaje que ya utilicé en mi anterior novela, El público. Se basa en frases cortas y abundante descripción. Las primeras tienen que ver con una opción rítmica, con captar la atención desde el principio. Y la sobre-descripción para mí es clave, porque es una manera de dar información que tiene que ver con lo generacional. Este libro, al igual que el anterior, tienen una dirección generacional muy clara.

El lenguaje seco lo veo a través de dos partes: con una economía de palabras, para que el lector rellene desde su propio lugar las impresiones que planteo, y con lo rítmico. Me parece que los que hacemos ficción contemporánea tenemos que luchar contra la falta de atención. Incluso la de nosotros mismos. Es muy fácil dejar un libro en la página 15. Por ello, la estrategia de las frases cortas, un poco frías, para mí tienen que ver con captar la atención.

Te iba a hacer la misma pregunta del principio, recreando así una vuelta al pasado, ese efecto bucle que creas en el libro…

(Risas) Por mí, encantado. Hice una presentación con Manuel Jabois del libro y, como vino mucha gente, tuvimos que hacer dos pases. Se cumplió mi fantasía de hacer dos veces las mismas preguntas, las mismas respuestas… Adelante, ¿no me vas a hacer la primera pregunta?

“Nadie quiere escribir su historia. Todos preferimos reescribirla”. Estas dos frases podrían resumir muy bien el libro.

Sí, yo creo que etc…

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