Réquiem por una vaquita acosada por los narcos
La querida vaquita marina (‘Phocoena sinus’), un pequeño cetáceo, tiene los días contados. Es un ejemplo más, y muy dramático, de la pérdida de biodiversidad, que, junto a la crisis climática, está estrangulando el planeta. La causa de su extinción (probablemente quede sólo una docena de ejemplares en aguas del Golfo de California) es una historia de narcotraficantes y estupidez humana. Conoce su historia a través del documental ‘Mar de sombras’, dirigido por Richard Ladkani y coproducido por Leonardo DiCaprio, que ganó recientemente el Sol de Oro Especial en el Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente SUNCINE, en Barcelona, y se acaba de estrenar en los canales National Geographic y Netflix.
Quizá con un nombre más ambicioso, más heroico, se habría salvado, pero llamarse vaquita no despierta precisamente sentimientos épicos; no es un buen marketing. Quizá si viviera en un parque nacional emblemático en un país altamente desarrollado, de esos que nadan en la opulencia, se habría salvado, pero el Mar de Cortés, en la muy corrupta Baja California mexicana, no es precisamente un buen lugar para sobrevivir.
Si no fuera una especie tímida, recelosa, casi imposible de ver en libertad y que no aguanta el cautiverio, quizá ayudaría a que el gran público se preguntase por ella y tratara de salvarla de la extinción. Pero este bello fantasma acuático no nos lo pone nada fácil.
Si a eso se le añade la estupidez humana, empeñada en pagar fortunas por las tripas de un pez vecino al que las pseudoterapias orientales persiguen para regalar placebo inútil a los más ricos (y tontos) de este planeta, comprenderá el lector que la querida vaquita marina (Phocoena sinus) tiene los días contados.
Tan infantil nombre hace referencia a uno de los cetáceos más pequeños y amenazados del mundo. Algunos le han denominado el “oso panda del mar”, debido a las manchas negras que presenta en morro y ojos, a modo de escueto antifaz. Menos mal que ese nombre tampoco ha prosperado.
En realidad es una diminuta marsopa, algo así, y que me perdonen los especialistas, como un regordete delfín en miniatura. El cetáceo más pequeño del planeta, apenas 1,4 metros de largo. Tan raro, que durante siglos los científicos desconocían su existencia. No fue hasta mediados del pasado siglo cuando fue descubierta esta especie para la Ciencia. La primera vez que uno de estos escurridizos mamíferos marinos se dejó fotografiar fue ya en los años ochenta.
https://www.youtube.com/watch?v=vX3hfrAXTo4
Los últimos lamentos del mar
Un primer censo, en 1997, encendió todas las alarmas: solo había 567 vaquitas en el mundo. Parecían muy pocas, pero en poco tiempo la especie entró en barrena. En 2008 la población se redujo a 245 ejemplares. Y todo ha ido a peor desde entonces. Menos de 30 en 2016. En la actualidad se piensa que sólo quedan 15. “Probablemente solo 12”, me explica con tristeza el realizador y fotógrafo austriaco Richard Ladkani. Aunque añade, como para darse/darme ánimos: “Este verano se ha visto un grupo de seis ejemplares y dos eran crías; queda una esperanza”.
No es suficiente. No es nada. Después de ver su último documental, Mar de sombras (Sea of Shadows), que se ha estrenado el 1 de diciembre en National Geographic y Netflix, te das cuenta de que una afirmación como esa no se la cree ni él mismo. Especialmente él.
El documental de Ladkani sobre la extinción imparable de la vaquita marina es un auténtico thriller ambiental tan heroico, por la actitud de un puñado de hermosos locos que arriesgan sus vidas para tratar de salvarla, como desgarrador (y no es spoiler), por los magros resultados obtenidos.
Sí, premios está recibiendo muchos. Ha sido reconocido con decenas de ellos, entre otros el premio del público en la categoría Documental Internacional en el Festival de Cine de Sundance y el Sol de Oro Especial en el Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente SUNCINE, en Barcelona. Pero, de momento, no ha logrado el ambicioso reto al que aspiran sus promotores, evitar la extinción de una especie de mamífero marino que vive en un litoral situado apenas a cinco horas en coche de la populosa y siempre muy ecologista ciudad de Los Ángeles.
La película ilustra cómo los carteles mexicanos de la droga y la mafia china han declarado la guerra a uno de los ecosistemas más bellos del mundo. Ése que Jacques Cousteau una vez denominó “el acuario del mundo”.
En realidad, los chinos no quieren nada de la vaquita. Pero promueven la pesca ilegal de un pez igualmente amenazado, una gran corvina blanca denominada “totoaba”, para la que se extienden decenas de kilómetros de peligrosas redes donde mueren accidentalmente los últimos ejemplares del hermoso cetáceo, junto con tortugas, tiburones y toda una rica biodiversidad en peligro.
La cocaína del mar
La totoaba es capturada por cientos, a un ritmo insostenible, pues la supersticiosa medicina china defiende que las vejigas natatorias de este gran pez tienen supuestos poderes curativos, algo para lo que hasta el momento no se ha encontrado la más mínima evidencia científica. Con ellas se elaboran sopas que supuestamente alivian las molestias durante el embarazo. Pero no se piense el lector que éste es un remedio milenario. Se lo inventaron los inmigrantes chinos que llegaron a México hacia 1920 y conocieron por casualidad la existencia del gran pez endémico de estos mares del Pacífico. Se lo empezaron a regalar en las bodas a las recién casadas, para que supuestamente tuvieran hijos sin dolores y, a partir de entonces, comenzó el desastre global.
Los cazadores furtivos pobres, los carteles avariciosos y las autoridades corruptas prefieren capturar totoabas que proteger a las vaquitas. Porque a los caprichosos millonarios orientales les importan un bledo los endemismos y la biodiversidad. Pagan en el mercado negro su peso en oro, hasta 100.000 dólares el kilo. Algunos lo consideran un objeto de colección, lo entregan como lujosa dote en las bodas e incluso lo adquieren como especulativa inversión financiera.
Resulta tan brutal la ganancia de este mercadeo ilegal, donde los pescadores siempre se llevan la parte más pequeña del pastel, que en México se conoce a las vejigas de la totoaba como “la cocaína del mar“. Mucha gente ha muerto ya por su culpa. Y seguirá muriendo.
Un puñado de héroes
Volviendo a Mar de sombras, para entender la tragedia de la vaquita hay que conocer al puñado de héroes que conforman la historia, triste historia, de este documental.
El primero es Richard Ladkani. El cineasta también es conocido por su documental precedente, The Ivory Game, donde denuncia el comercio ilegal del marfil. Cámara en mano, arriesga su vida por tratar de desentrañar el complejo nudo de corrupción que rodea el mercado negro de las vejigas natatorias de la totoaba.
Durante todo el rodaje le acompaña Andrea Crosta, otro valiente. Crosta es cofundador de Earth League International, una organización que se autodefine como “una CIA para el planeta”, lo que no es en absoluto una exageración: entre sus filas cuenta con antiguos espías de la CIA y el FBI.
Con cámaras y micrófonos ocultos logran tirar de la madeja para localizar a los jefes de estas mafias tanto en México como en China. Y tratan de meterlos entre rejas, algo que en el corrupto México actual resulta poco menos que una misión imposible. Y muy peligrosa.
El tercer héroe de esta historia es el periodista mexicano Carlos Loret de Mola. Famoso en su país por ser una de las caras más populares del noticiario matutino en el canal de televisión Televisa, Loret de Mola se ha tomado la salvación de la vaquita marina como algo más que personal; para él es un asunto de orgullo nacional. No admite que su país pueda permitir la extinción de una especie única de vertebrado marino en pleno siglo XXI.
Después están los activistas ambientales de Sea Sheperd, que diariamente se enfrentan en las aguas del Golfo de California con pescadores ilegales en desigual lucha. Esta asociación ecologista nació de una escisión de Greenpeace, pues defiende la acción directa, que implica interferir las operaciones de buques de pescadores y balleneros. Son los piratas buenos del mar, con abordajes incluidos para retirar las redes ilegales del mar y requisarles las capturas. Pero precisamente por ello también reciben violentos ataques, a tiro limpio, de los furtivos.
Y finalmente, otro héroe, aunque menos, es el actor Leonardo DiCaprio. Él no arriesga la vida por la vaquita, pero sí el dinero. Algo que tiene en abundancia hollywoodiense, pero que gusta invertir en causas medioambientalmente justas. DiCaprio ha coproducido la película a través de su compañía Appian Way, en asociación con Terra Mater Factual Studios. Como es bien sabido, el protagonista de Titanic y El lobo de Wall Street tiene predilección por facilitar la realización de documentales centrados en temas ambientales y en la conservación de la naturaleza.
“Nunca hubo un momento más crítico en nuestro planeta o una mayor necesidad de grandes narradores que nos ayuden a comprender los temas a los que nos enfrentamos”, justificó DiCaprio al ser nombrado hace unos años mensajero de la ONU contra el cambio climático.
Adiós vaquita, adiós
La película Mar de sombras no deja indiferente a nadie. Es más, resulta muy difícil no salir llorando de la sala. Pero lo peor está por llegar. Todo parece indicar que el gobierno mexicano, que durante algún tiempo parecía empeñado en evitar la desaparición de este diminuto cetáceo, lo da ya por perdido.
El presupuesto anual asignado a su protección ha caído de los más de 370 millones de pesos de 2018 (17 millones de euros) a los ridículos 1,3 millones de pesos de este año (unos 60.000 euros). La principal razón es la eliminación del programa de compensaciones a los pescadores a cambio de que no salieran al mar en las zonas de refugio de la especie. Ahora tienen barra libre.
En lo que va de año ya han aparecido dos ejemplares muertos por asfixia en redes ilegales. Dos de las últimas (y muy pocas) vaquitas marinas.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
No hay comentarios