Reseña del álbum ‘Centauros’, de Tulsa
Susana Godoy reseña Centauros, el último álbum de Tulsa.
Doce años de camino lleva Miren Iza a cargo de Tulsa, un proyecto dinámico que no se ajusta (ni lo ha querido nunca) a las etiquetas de folk-singer en que inevitablemente cayeron en sus comienzos. Corría 2006 y llegaba el ep Tulsa (Lucinda Records), al que siguieron dos discos casi redondos, dos compendios de canciones marcadas por su voz rota, de dulzura sabiamente camuflada, e imágenes que cubren el espectro entre lo cotidiano y lo onírico. Canción de autor(a) española desde la capital del desamor, imbuida de americana, con una de las voces femeninas llamadas a ser protagonistas del panorama musical de este país. Sólo me has rozado y Espera la Pálida (Subterfuge Records, 2007 y 2010 respectivamente) nos dieron una idea de las cotas que la ex Electrobikinis podría llegar a alcanzar.
Tras el “descanso indefinido” que se toma la guipuzcoana en 2011 (interrumpido por la participación en la banda sonora del cortometraje “Ignonauta” y por algunos conciertos en las americanas tierras del exilio) sale a la luz “La calma chicha”, un tercer largo en el que se aleja de los caminos de la americana para ahondar en texturas más electrónicas, pero sin abandonar la guía y el protagonismo de las seis cuerdas. Todas las dudas que pudiéramos tener a priori sobre esa nueva dirección se disiparon gracias a las escuchas reposadas de sus nueve temas y la plasmación al directo, donde incluso las concesiones a sonoridades pasadas de temas más antiguos pasan por el nuevo filtro apadrinado por Carasueño. Este recorrido continúa en Centauros (I*M Records, 2017), de transición ya menos abrupta, compuesto desde los teclados y de producción mucho más austera en apariencia, pero ciertamente efectiva.
El pop electrónico, los sintetizadores y la percusión encuentran un envoltorio en ocasiones vigoroso y en otras melancólico, conjugados por la sabiamente rota voz de Miren Iza y por unas letras en las que es obligatorio ahondar. No es aventurado afirmar que el talento compositivo de Iza es una de las mayores bazas de cualquiera de sus trabajos. Autobiográfico o no, el desamor y sus dolencias, la melancolía y la añoranza por aquello que antes fue (sean unos brazos, una ciudad o una costumbre vital) y la aceptación de la pérdida, forman un poemario musicado que constituye el universo Tulsa. Un universo que sigue presente tome el envoltorio que tome, y que en Centauros se ahonda en sí mismo, en la ciudad perdida, en la madre, la amiga, el amor y los tiempos pasados y los errores.
El disco abre y cierra con dos de sus temas más enérgicos y adictivos; “Centauros” asienta la intención, la figura mitológica (“animales casi humanos”) y la masculinidad, mientras que “Atalaya” nos muestra a la propia Miren Iza en un contrapunto bañado igualmente por las percusiones y los teclados, entre el kraut y la electrónica. “Bilbao” bebe de las mismas orillas, formando un terceto que deja paso a composiciones más delicadas e intimistas, coqueteando con el pop en temas como la irónica “Venda vendita venda” o “La miel que pudo ser”. El contrapunto lo pone “Amiga” con la voz casi desnuda e hipnótica acompañada de los teclados, en una suerte de melancólica nana sobre la pérdida de la amistad.
Centauros recupera además “Pequeñas embestidas”, tema grabado con Abraham Boba y en el que la voz del líder de León Benavente no termina de cuajar en la sensación global del disco.
El último trabajo de Tulsa ha contado con la producción de Ángel Luján y Charlie Bautista y constituye un paso más en la evolución imparable del talento compositivo de Miren Iza, así como en la búsqueda de nuevas sonoridades y en la seguridad de que, tome el camino que tome en sus próximos discos, sabrá dar en el punto justo al que le lleve cada momento vital.
Susana Godoy (Zaragoza, 1976) es valenciana de adopción, maestra y profesional del ámbito de la diversidad funcional. Desde hace unos años da forma a sus inquietudes musicales como redactora y fotógrafa en el blog ‘Alquimia Sonora’.
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