El resurgir del ‘oro’ que se extrae de los pinos

Pinar en Coca (Segovia), con extracción de resina. Foto: J. Rico.

Contra muchas previsiones, la actividad resinera ha repuntado en los últimos 15 años. En la actualidad, unos 700 resineros y siete fábricas producen en España 12.000 toneladas anuales de un producto muy apreciado en el mercado y que, además, sirve para asentar población en el medio rural y ayudar a gestionar de forma sostenible nuestros bosques, incluyendo la prevención de incendios. De hecho, algunos de estos montes cuentan con el sello de calidad ambiental FSC. Nos adentramos en una gran historia de colaboración entre seres humanos y pinos. 

“El oficio de resinero no disfruta de buena salud y, salvo circunstancias difíciles de prever, su recuperación parece complicada; es posible, incluso, que su final no esté demasiado lejano. La situación actual puede servir de epílogo a una historia entre hombres y pinos que se antoja ya lejana para unos y desconocida para muchos”. Afortunadamente, este pronóstico, escrito no hace mucho, en 2006, en una de las Hojas Divulgadoras del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (de título elocuente: El antiguo oficio de resinero), no se ha cumplido. Más o menos desde ese año, la actividad resinera repuntó y ahora 700 resineros y siete fábricas producen en España 12.000 toneladas anuales de un producto muy apreciado en el mercado, que además sirve para asentar población en el medio rural y ayudar a gestionar nuestros bosques, prevención de incendios incluida.

La historia, como se describía en El antiguo oficio de resinero (muy útil para conocer la evolución histórica del sector), ya no es lejana ni desconocida y, afortunadamente, se han dado esas “circunstancias difíciles de prever” que la han hecho cambiar de rumbo.

En casa de la familia Rogero, en Coca (Segovia), Borja sale al campo a resinar como miembro de la quinta generación de su familia que realiza estas tareas. “En estas fechas, más o menos hasta abril, preparamos el pino practicando el desroñe de la corteza, haciendo la entalladura en una cara del tronco y colocando las grapas y los potes para luego recoger la resina”, señala el joven heredero (35 años) de este oficio tradicional.

Desroñar, entalladura, grapa, pote, azulea, sarro, pica, pez, peguera, raedera, barrasco, barrasquillo, miera, tamuja, repulgo… Que se recupere un oficio como este supone también que no muera por caer en desuso el vocabulario asociado al mismo; es decir, un valioso patrimonio cultural.

El desroñe es el primer paso de una actividad en el monte que acabará en noviembre. “Es cuando hacemos el raedero, que consiste en aprovechar la resina o barrasco que ha quedado pegada en el tronco del pino, y que hay que tener cuidado para no arrastrar nada que no sea la resina seca que no ha caído al pote”, explica Rogero. Y de ahí a la fábrica, para limpiar y procesar la resina.

Pegamentos, ambientadores, adhesivos, perfumes, jabones, aditivos alimentarios, cera para depilar, chicles, lacas, barnices, pinturas, aislantes, antideslizantes, compuestos para medicamentos… El destino de la resina o miera, una vez que en las industrias de primera transformación se obtiene de ella colofonia y aguarrás, es de lo más variado, y sustituye a productos derivados de hidrocarburos procedentes del petróleo. Y lo mejor es que este tipo de fábricas también se sitúan en medios rurales y contribuyen a fijar población. “Piensa que aquí está desde quien fabrica las herramientas a quien realiza la primera transformación, pasando por los propietarios del monte y los resineros”, apunta Rogero.

Segovia: potencia europea de la resina

Borja Rogero es además consejero delegado de Rincón de la Vega, una empresa que aglutina a 26 resineros, aunque la gran mayoría de quienes realizan esta actividad son autónomos. Coca se sitúa en la provincia con mayor producción resinera de España, Segovia, y con ello se convierte en el principal foco productor de Europa, ya que nuestro país es líder en el continente, aunque muy alejado con sus 12.000 toneladas anuales de las 420.000 de China o las 210.000 de Brasil. En Segovia hay cinco de las siete industrias de primera transformación y gran parte de los 700 resineros que ha calculado que existen en España el Observatorio de Datos de la Resina, emanado del grupo operativo Resinlab (Red de territorios para el impulso de la actividad resinera).

Aparte de la mejoría del mercado nacional e internacional, y con ello de la actividad, se han puesto en marcha varias iniciativas que intentan que este oficio y la industria que tiene asociada no vuelvan a caer fruto de las veleidades de ese mercado, sino que se consolide e incluso se expanda; y hasta mejoren las relaciones entre los diferentes agentes de la cadena, no siempre bien avenidos. Esa labor la desempeñan, entre otros, los grupos operativos emanados de la Asociación Europea para la Innovación en Materia de Productividad y Sostenibilidad Agrícolas.

Los grupos operativos son un conjunto de agentes de diversa procedencia (agricultura, ganadería, silvicultura, industrias agroalimentarias o forestales, centros de investigación o de formación, grupos de acción local…) vinculados al medio rural que se unen para desarrollar y ejecutar un proyecto innovador previo dirigido a encontrar una solución a un problema compartido. De esta manera surgen grupos como Resinlab, Resinex, Acrema o Resimec, entre otros.

Resina en la prevención de incendios

“Una de las barreras a salvar es la de estacionalidad, que en algunos casos llega a mantener sin actividad a los resineros cerca de cuatro meses, desde que termina una temporada entre octubre y noviembre y comienza la siguiente entre febrero y marzo”, señala Aída Rodríguez, coordinadora del grupo operativo Resinlab. Esta investigadora, que trabaja en la Fundación Cesefor, añade: “Se han analizado los diferentes tipos de ayudas que hay en los territorios en los que tenemos las siete parcelas experimentales (en siete provincias de tres comunidades autónomas) para completar los trabajos de esos meses, que conozcan las opciones y recursos a su alcance e incluso creen asociaciones, como ya han hecho en algunos lugares, para idear y compartir alternativas que completen y complementen la actividad resinera”.

Desde la Comunidad de Montes Vecinales en Mano Común de Baroña (A Coruña), principal productora de resina en Galicia, su presidente, Ovidio Queiruga, da alguna pistas que pueden ayudar: “Es cierto que al estar tan cerca del mar, el clima es diferente y no tenemos una parada vegetativa tan fuerte, y que la propiedad del monte es nuestra, pero aquí compatibilizamos la actividad resinera con trabajos silvícolas para recuperar masas forestales y prevenir incendios. No solo hay que pensar en producir madera y resina, sino en algo más multifuncional a través de actividades que también llevamos a cabo, como la educación ambiental, el turismo o el aprovechamiento de miel y setas”. Sobre la prevención de incendios hay que tener en cuenta que en pleno verano los resineros están en el monte a diario, reduciendo este riesgo.

Extracción de resina en el pinar y laguna de Cantalejo. Tierra de Pinares, Segovia. Foto: J. Rico.

Alquilar 7.000 pinos por temporada

Lógicamente, que un monte como el de Baroña se gestione de esta manera, tan polivalente en lo comercial y tan cuidadosa en la conservación, merece que esté certificada, y además por partida doble, con los sellos FSC y PEFC. Volviendo al pueblo de Borja Rogero, la Comunidad de Villa y Tierra de Coca forma parte de la Cámara Social de FSC.

Julio Rebollo, concejal de Urbanismo y Medio Ambiente de Coca, recuerda: “Con la crisis de 2008 intentamos atraer hacia la actividad resinera y nuestro pueblo a personas que habían perdido su empleo, sobre todo en la construcción, para afrontar un nuevo modo de vida digno y asentar más población en el territorio. Y tenemos que reconocer que nos ha salido muy bien”.

Rogero valora este trabajo: “Hay que tener en cuenta que, además de la estacionalidad, tenemos que luchar contra un precio incierto por el kilo de resina que llevamos a la fábrica, las condiciones climáticas y los gastos, que van desde las herramientas al transporte pasando por el pago de autónomos o el alquiler de los pinos, donde el Ayuntamiento de Coca y la Comunidad de Villa y Tierra, como propietarios de los montes, ayudan al no subir el alquiler”. “Tenemos estipulado un precio de 0,55 euros por pino y campaña”, señala Rebollo, “del cual un 85% se destina a la entidad propietaria y un 15% a un fondo de mejora del monte público”. Un resinero puede abarcar entre 3.000 y 7.000 pinos en cada campaña.

El pino se merece un buen trato, que no sufra estrés

Como ocurre con el descortezado de los alcornoques para obtener corcho, el trato a esos miles de pinos (la gran mayoría pino negral o rodeno) ha de ser muy cuidadoso. Las técnicas de extracción de la resina han mejorado con el paso del tiempo, tanto para hacer más rentable y llevadera la actividad como para conservar en buen estado los pinos. A estos se les practica una entalladura en una cara del tronco que no le daña, y en la que, a diferentes alturas, se va colocando el pote para recoger la resina. A un pino se le resina durante unos 25 años, abriendo entalladuras en varias caras del tronco.

“Tienes que dejar sin tocar siempre una parte de la planta, que se llama repulgo, normalmente entre una entalladura y otra”, explica Aída Rodríguez, “para que se mantenga la circulación de la savia. Así no se tocan las células que continúan generando nuevo tejido hacia fuera y hacia dentro del pino”.

Pero Rodríguez advierte sobre otro problema que también estudian desde Resinlab: “Ahora tenemos veranos más calurosos y largos y las plantas sufren más estrés, con lo que expulsa resina para defenderse. Si se la quitamos con un aprovechamiento excesivo, el pino deja de crecer y defenderse, por eso estamos evaluando cómo mantener las campañas actuales conviviendo con este cambio climático y evitar el estrés”. Y vuelve a citar aspectos como la diversificación de la actividad forestal, además de “hacer un ajuste en las campañas y empezar antes, para no llegar a la máxima extracción en épocas de mayor calor”.

Tantos las asociaciones de resineros ya creadas como las comunidades de montes y los grupos operativos ayudan a solventar este tipo de cuestiones de índole climático, pero también otras vinculadas a la estacionalidad, las condiciones laborales, la rentabilidad de la producción y la formación e integración de personas en la actividad. “El problema es que se jubilan y mueren mayores que no transmiten el oficio a las nuevas generaciones”, se lamenta Borja Rogero, que también reconoce que “más del 95% de las personas que trabajan en el sector son hombres”. Desde Galicia, Ovidio Queiruga, responde, animado: “En nuestro caso, se incorporan cada vez más mujeres y la persona encargada de la cuadrilla de resineros es una mujer; en otra comunidad de montes en Mougas (Pontevedra), hay otra chica que desempeña labores similares”.

Mejora de las condiciones laborales y asentamiento de población rural

Eso sí, Queiruga recuerda: “El sector forestal y el pesquero siguen muy al final de la lista de las opciones donde quiere trabajar la gente, sobre todo pensando en la exposición al frío, la lluvia o el calor. Pero es una oportunidad muy bonita para quien le guste trabajar en el campo, sobre todo porque han mejorado mucho las condiciones”. Entre ellas, la opción de ir y venir al monte en coche, sin necesidad de pernoctar en el pinar; rebañar los potes de forma mecánica, con un exprimidor que extrae toda la resina y evitar así rascar a mano; y, en general, muchas de las herramientas y materiales que se utilizan en esta labor.

Las investigaciones en marcha gracias a los grupos operativos ponen sobre la mesa muchos más elementos que combinan sostenibilidad social, ambiental y económica: un contrato territorial para que los resineros tengan trabajo todo el año; avanzar en otras técnicas de extracción, como la del taladro de las cortezas; adaptar la resinación a diferentes localizaciones, ya que no es lo mismo trabajar en un pinar de Segovia que en otro de Cáceres o en uno de Pontevedra; entregar en las fábricas una resina lo más limpia posible de impurezas (aguas, tierra, acículas de pino…) y de más valor; estimular la producción de resina con sustancias químicas orgánicas y ecológicas; y mejorar la ordenación de los montes. Por último, la Universidad Politécnica de Madrid ha creado unas tablas de consulta en las que el resinero puede comprobar la rentabilidad que tendrá su trabajo en función del número de pinos en resinación, la producción y el precio de la resina

Hay potencial para crecer y conseguir una mayor producción

Lo importante es que las personas de los territorios rurales resineros, o potencialmente resineros, vuelvan a creer y confiar en esta actividad. Un ejemplo es la labor que realizan algunos industriales para favorecer el alquiler de casas a quienes acceden por primera vez a resinar. Al ser mayoritariamente de fuera, hay reticencia por parte de las personas propietarias de las casas, y los dueños de las fábricas ejercen como intermediarios y responden ellos mismo por los resineros.

También favorece esta inercia positiva que las industrias de segunda y tercera transformación, muchas asentadas fuera de España, valoran mucho la calidad de la resina española, sobre todo en perfumería y farmacia. Y, por último, está algo que destacan desde los grupos operativos: hay potencial en pinares e incluso diferentes especies de pino para superar las 12.000 toneladas de resina que salen de las siete fábricas actuales. Hay que tener en cuenta que importamos tanta o más que la que producimos. Es cierto que a mediados del siglo pasado había 80 fábricas que se producían 55.000 toneladas, pero también lo es que se han disipado los negros nubarrones que se cernían sobre la resina española en 2006 y que se relataban en esas Hojas Divulgadoras del MAPA.

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