Ricardo Lezón: “Hay que hablar con naturalidad de la salud mental”
El getxotarra Ricardo Lezón ha conseguido convertirse en un músico de referencia, en un compositor fundamental de nuestra escena indie. Por su manera de escribir, de contar y traspasar ha conectado con muchas almas con su banda McEnroe. Ha escrito poemarios y una novela, ‘Lento y Salvaje’ (Plaza y Janés), publicada el pasado otoño. También ha compuesto la banda sonora de ‘Los Amores Cobardes’ (2018) y acaba de terminar la de un documental junto a David Cordero (ex Úrsula). Y en este 2024 publicará su segundo disco junto a The New Raemon. Hoy, sábado, actúa a las 12 horas en The Music Station, dentro de la programación del Inverfest. Charlamos con él por videoconferencia y nos adentramos en su universo personal.
A veces lo más difícil es enfrentarse a esa página en blanco, a esa tensión. Es decir, ese punto de partida del que después todo arranca. ¿Y ahora cómo empiezo por aquí? ¿Qué hago? ¿Cómo te enfrentas con esa página en blanco o esa canción posible?
El último disco en realidad salió en 2022, se llama Azkorri y lo saqué con J. Limousin. Lo que pasa es que es una pena que ha pasado muy desapercibido, y me da un poco de pena, me da pena que se quede en el olvido. Porque salió con todo esto de la pandemia y luego hubo un cambio de discográfica.
Pero estoy bastante a salvo de eso que dices de la página en blanco, porque, si te digo la verdad, siempre he ido mucho por impulsos. Entonces, me he sentado muy pocas veces adrede, casi todas las veces que me he sentado era porque tenía ganas de decir algo y porque así lo sentía.
Me pasa mucho con la guitarra, por ejemplo, toco muy poco la guitarra, o sea, solo la toco cuando me apetece, y no lo digo como una virtud, sino al revés, como un defecto. Me gustaría practicar, podría haber llegado a tocar mucho mejor, pero tengo esa limitación y, por otro lado, creo que es lo que me ha salvado un poco también, porque yo me llevo muy mal con la rutina, me llevo muy mal con la disciplina, así que siempre he estado un poco pendiente de los impulsos.
Con el libro ha sido un poco diferente, porque las canciones te llegan por impulso. En el libro, además de ser una oportunidad muy bonita, también me ha influido mucho lo que me ha pasado alrededor mientras lo escribía. Me he dado cuenta de que para escribir un libro ya un poco más potente o un poco más serio, sobre todo un libro que hable de ti, tienes que tener mucho silencio alrededor, ¿no? Y yo estaba en una época de mucho ruido. Más que el miedo de la página en blanco, era el miedo a que todo lo que me estaba pasando fuera me influyese en lo que estaba escribiendo.
Por eso también todas esas, digamos, alegorías o referencias a lo lento. También hablas de la necesidad de soledad. ¿Es un alimento quizá de madurez? ¿No todo el mundo convive bien con la soledad?
Bueno, yo creo que a mí me gusta hablar de mi experiencia, no sé si luego es extrapolable a todo el mundo, ¿no? A mí, los dos años que pasé allí en Soria, en Noviales, son los que tengo un poco marcados como de los más importantes. Mira, hay un libro de Bomhuil Hrabal que tiene un título precioso, Una soledad demasiado ruidosa. Bueno, allí encontré una soledad silenciosa, y eso me ayudó mucho a entenderme, a escucharme, a caerme bien otra vez, ¿sabes? Me había metido como en una espiral de ‘no doy una’, ‘quién soy’… Creo que parte de la vida consiste, no lo quiero decir como dogma, pero creo que consiste en entenderte un poco. Sin pasarte. También está muy de moda todo eso de ‘tengo que pensar en mí mismo, encontrarme conmigo mismo’. Pero también te puedes pasar si te quedas ahí solo mirándote a ti mismo, sin ver a los demás.
Me gusta que haya ese flujo de conexiones vascas. Yo creo que siempre las has tenido ahí…
A Miren la estuve viendo el otro día, estuvo tocando aquí. En el disco este que te digo, con J. Limousin, canta Anari en una canción. Yo no le conocía hasta entonces, pero siempre tienes una… Hay como un flotar ahí muy parecido, ¿no? Una influencia… Del mar, un poco del tipo de carácter vasco, que es un poco así como tirando a soso, un poco cerrado, ¿sabes? Pero que, de repente, cuando te abres, pues a mí me da mucha ternura. Y es una gozada hablar con Anari. Nos encontramos en muchos sitios y eso que estamos en ambientes muy diferentes. Ella está en el rock euskaldun, nosotros cantamos en castellano, ella está en Guipúzcoa.
Y con Miren igual; con Miren sí que tenemos más cosas en común. Pero es que nos conocimos hace muchísimo tiempo, desde los comienzos de ella en Electrobikinis y yo dando tumbos por ahí. Y trabajó conmigo en el bar; le tengo mucho cariño ya personal. Y luego, en lo musical creo que también estamos más cerca, más que nada por el idioma y también por ir un poco por los mismos caminos. Yo creo que los dos tenemos un sonido bastante reconocible, pero que en un momento se entrecruza.
En cuanto a grupos… Siempre ha tenido mucho bombo el tema del Getxo Sound. Y del Getxo Sound lo único que teníamos en común era que éramos de Getxo. Porque El Inquilino Comunista iba por su lado, porque Olímpic hacía lo suyo, porque We Are Standard hacía lo suyo, porque no había un nexo como puede ser en el grunge de Seattle. Había algunos que se parecían más. Lo de Getxo sí era verdad, porque luego nos veíamos todos y, de hecho, ensayábamos todos en el mismo caserío. Pero musicalmente, cada uno iba por su lado.
Creo que una banda sonora es algo que también te apetecía hacer, ¿no?
¿La de Amores Cobardes (2018) quieres decir? Es que acabo de hacer una ahora también. Me gusta mucho hacer bandas sonoras, siempre estoy como esperando que alguien me la pida, ¿Por qué no me llama nadie? Y, mira, hemos hecho ahora una con David Cordero, que es amigo mío, el chico de Úrsula y con quien hice Viento Smith. Hemos hecho la banda sonora para un documental.
Lo de Amores Cobardes fue muy bonito, porque eran unos chavales con muchísimas ganas, un poco peleando a la contra; lo hicimos por amor al arte, porque los chicos que hicieron la película estaban peleándose con las productoras para ver si les daban dinero, pero tenían claro que si no les daban dinero lo iban a hacer igual y pidieron dinero a sus familiares. Era un proyecto muy bonito y con un guión muy McEnroe, decían ellos. Y la verdad es que la hicimos encantados.
¿Por qué era muy McEnroe?
Hablaba de los amores cobardes, era una película de amor, un poco de amor así descarnado, un poco adolescente, un poco afrancesada. Y luego me gustaron mucho ellos; ver esa energía en los jóvenes y esa ilusión y todo eso me conectó con cómo era yo hace muchos años. Yo creo que las cosas grandes empiezan así, con esa ilusión, y la tenían y era muy contagioso. Lo disfrutamos muchísimo. De hecho, consiguieron sentarle a Gonzalo en el piano. Para hacer eso tienes que transmitirle mucho entusiasmo.
En el libro ‘Lento y salvaje’ te muestras totalmente, como si te abrieses un poco en canal, ¿no?
Yo solo entendía esa manera de escribir un libro. No quería escribir una biografía musical. Me daba un poco de pereza escribir. De hecho, no soy nada fan de los libros musicales. Cuando me llegó la posibilidad del libro, me vino a la cabeza el libro de Agassi, que me encantó, Open, sus memorias. La idea era explicar por qué demonios acabé haciendo canciones, que sea algo tan importante en mi vida. Y si quiero hablar de mi vida personal, pues tengo que hablar de mi vida personal.
Algo de lo que sí, afortunadamente, se ha empezado a hablar es de salud mental y de las crisis que pasa cada uno. Antes, como que daba vergüenza…
Te diré que ese tema es el único que toqué en el que me detuve un poco. De primeras, ya supe que un libro ordenado no iba a poder hacer. Yo lo empecé siguiendo un hilo temporal, pensando: voy a contar cómo han pasado todas las cosas. Pero me di cuenta muy rápido de que ni mi carrera musical ha sido así, ni mi vida ha sido así. Ha sido todo un poco desordenado y, como te decía antes, por impulsos. Entonces dije: me voy a sentar y voy a escribir lo que me venga a la cabeza. Son una especie de postales que te llegan ahí, ¿no?
Pero, en cambio, el tema de la salud mental quería tratarlo con mucha sutilidad. Creo que estas cosas hay que hablarlas con naturalidad, y ponerlas en su sitio bien; tampoco hacer una especie de espectáculo o contar cómo he vencido la ansiedad. Yo quería hablar de la ansiedad porque ha estado muy presente en mi vida, me ha influido mucho tiempo en mi vida; no podía dejarla fuera. Pero tampoco quería que fuese el eje ni visibilizarla, ahora está como muy de moda. Una cosa es hablar de ello con naturalidad y otra es convertirlo en una especie de espectáculo, entre comillas. Quería que apareciese, pero que no invadiese todo el libro.
Lo importante es saber contra qué te estás peleando. Lo que más miedo da es cuando no lo sabes. Cuando ya te lo localizan y te dicen: mira, es esto. Te dicen que es como una versión un poco cutre del “mal de muchos, consuelo de tontos”. Te dicen: esto le pasa a mucha gente, sabemos más o menos por dónde se puede ir. Creo que lo cuento también en el libro, pero el primer ejercicio que me puso el psiquiatra fue escribir mi vida en un folio. Me dijo: escribe tu vida en un folio, en las dos caras, y mañana me lo traes. Escribir tu vida ya impresiona. Pero leerla en alto… Es como ponerlo, como sacarlo de ti y ponerlo en el mundo, ¿sabes? Que es incluso el proceso que ha sido la música en mi vida, siempre. Ha sido un poco ver lo que tengo dentro, poder comunicarme con cosas que igual no sabía decir con palabras o con gestos, y que las tenía metidas y me oprimían mucho y, de repente, salían. También cuento muchas canciones, que no entendía y que las he acabado entendiendo. A día de hoy, incluso hay canciones de Mundo Marino de las que digo: ¿de qué cojones estaba hablando yo aquí? Pero, bueno, ahí están. También incluso algunas parecen premoniciones. Esto que me está pasando ahora lo canté hace tres años, y creo que incluso te explican también que la ansiedad muchas veces son pensamientos que no tienes localizados, que no sabes de dónde te vienen y que ni siquiera sabes ponerlos en palabras. Y dices: ¿qué te pasa? Y dices: no lo sé.
No hay comentarios