Rodelinda, la esposa astuta secuestrada en la casa del terror

Una escena de Rodelinda. Los monstruos de la mente de Flavio se hacen presentes. Foto: Javier Del Real.

Una escena de Rodelinda. Los monstruos de la mente de Flavio se hacen presentes. Foto: Javier Del Real.

Rodelinda, una de las más especiales óperas de Händel, se estrena por primera vez en España en el Teatro Real de Madrid. Con dirección de escena del alemán Claus Guth, esta versión de la obra de la que tradicionalmente se dice que es un canto al amor conyugal adquiere tintes del género del terror psicológico.

¿Qué trauma arrastraría un niño si escuchase a su propia madre pedir a un tirano que lo asesine? ¿Qué monstruos se le formarían en la cabeza a ese pequeño si dieran muerte a su propio padre por dos veces, después de verlo resucitar en una ocasión, frente a sus ojos infantiles? ¿No crecería ese muchacho a marchas forzadas si se encontrase rodeado de intrigas dentro de su familia, de su casa, en un hábitat trufado de amenazas, muertes y traiciones? ¿No terminaría haciéndose amigo de sus propios fantasmas, como si de un nuevo Hamlet se tratase, trasladado desde la fría Dinamarca hasta la cambiante orografía de la región italiana de Lombardía? Todas estas preguntas tienen la misma respuesta en forma de nombre propio: Flavio. Flavio, un niño maltratado y sin voz, pero que será pieza fundamental en la nueva versión de la ópera Rodelinda de Georg Friedrich Händel, que se estrena por primera vez en España el próximo día 24 en el Teatro Real de Madrid.

El director musical de esta producción, Ivor Bolton, director titular de la orquesta del Teatro Real, nos recuerda algunos antecedentes interesantes de esta obra. “Rodelinda fue la tercera ópera que Händel escribió en un solo año. En 12 meses, entre 1724 y 1725, el músico compuso Julio César, Tamerlano y Rodelinda. En aquella época, Händel no solo era músico, sino también empresario en la Royal Academy of Music, que había sido creada en 1719 por Thomas Pelham-Holles, Lord Chambelan de la época”, recuerda el director. Así que la actividad del músico afincado en Londres fue frenética. “Aquel fue un momento de florecimiento tremendo. Händel contaba con los mejores cantantes del mundo para subirlos a las tablas. Rodelinda no fue una excepción; se estrenó con una pareja ideal de cantantes: el castrato Senesino y la soprano Francesca Cuzzoni, que, pese a ser un poco fea, poseía una atracción espectacular sobre el escenario”.

Sobre la aparición de Cuzzoni en Rodelinda, el aristócrata Horace Walpole escribió: “Era baja, con una cara gruesa, pero de tez fina; no era una gran actriz, vestía fatal y era alocada y fantástica. Pero su aparición en esta ópera con un vestido corto de seda marrón y plata, con la vulgaridad y la falta de decoro que escandalizó a todas las viejas del lugar, se convirtió en un fenómeno. Las jóvenes la adoptaron como una moda, tan universalmente que aquel look pareció convertirse en un uniforme nacional lleno de juventud y belleza”.

Chascarrillos y cotilleos aparte, la llegada de Rodelinda por fin a España puede considerarse como toda una noticia musical. Así lo confirma Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real: “Se trata de una macroproducción que circulará muchísimo por distintos teatros del mundo”, asegura. Una producción que firman el Teatro Real, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, la Ópera de Lyon y la Ópera de Frankfurt.

Matabosch define esta ópera como “una historia de lucha de poder que se desarrolla en un ámbito familiar, en una comunidad que constituye un mundo en sí mismo y que no deja de ser una malvada metáfora de la naturaleza humana”.

Haciendo un tremendo esfuerzo de síntesis, podríamos decir que la trama de Rodelinda propuesta por Pierre Corneille –considerado uno de los mejores dramaturgos franceses del siglo XVII junto a Moliére y Racine- mezcla dos temas universales: la ambición desmesurada por el poder y la reivindicación de los cimientos del matrimonio como indestructibles. Contado así, hasta podría parecer un argumento persuasivo, pero la historia está plagada de giros dramáticos copernicanos y su composición de personajes la hace irresistible, moderna y actual.

Antes de morir, Ariberto, rey de Lombardía, ha dividido su Reino entre sus dos hijos, Bertarido y Gundeberto. El primero debe gobernar Milán, y el segundo en Pavía. Se inicia una disputa y Gundeberto recurre a Grimoaldo, duque de Benevent, para que le ayude. Antes de la llegada de Grimoaldo, Bertarido asesina a su hermano Gundeberto y huye del ataque de Grimoaldo dejando solos a su mujer Rodelinda y a su hijo Flavio. Desde el extranjero, hace correr la noticia falsa de su muerte y plantea regresar a Milán de incógnito. Rodelinda, la presunta viuda del rey depuesto, tendrá que hacer frente a las presiones de Grimoaldo, que tras su golpe de Estado, trata de forzarla para que se case con él y así legitimarse en el trono. Será una rehén en su propia casa, no solo por parte del golpista, sino también de otra serie de personajes satélite que tratarán de zancadillearla sistemáticamente. Rodelinda verá cómo su hijo, el pequeño Flavio, el legítimo heredero al trono, será moneda de cambio para las sucias aspiraciones que la rodean. Pero contra todo pronóstico, será su personaje, interpretado por la voz de soprano, la verdadera heroína. Ella se revelará como el ser más inteligente siendo capaz de situarse en la posición más fuerte con su ingenio y su astucia pese a que siempre traten de empujarla y sumirla en la posición más débil.

Rodelinda y Flavio. Foto: Javier del Real.

Rodelinda y Flavio. Foto: Javier del Real.

“Es una historia muy específica y muy inteligente”, recalca Claus Guth, encargado de la dirección de escena de esta producción. “La historia de Rodelinda perfectamente podría ser una historia de teatro musical moderno. Es ágil y en muchas ocasiones impredecible. Es un drama maduro que está muy bien meditado desde el punto de vista dramatúrgico”. «Luchas fratricidas por el poder que nos llevan incluso a pensar en algo tan contemporáneo como el reciente asesinato del hermanastro del líder norcoreano en un aeropuerto por un par de espías», asegura Guth. Ivor Bolton, por su parte, también reivindica la actualidad de la historia ya que, en cuestiones de poder, «los seres humanos cometemos una y otra vez los mismos errores y esta obra nos puede servir para incidir en la reflexión. Es, sin duda, una obra política».

En la mayoría de las versiones que se han hecho de esta ópera, como la de Jean Marie Villégier de 1998 en Glyndebourne –que situaba la acción en una especie de película de cine mudo- o la de Philipp Harnoncourt, estrenada en Viena en 2011 –que se decantaba por las luchas actuales entre bandas rivales del hampa-, el personaje de Flavio no ha ido más allá de un elemento decorativo o un arma arrojadiza. Sin embargo, Guth lo ha visto de otra forma. “Flavio no canta, pero es el centro de la acción. Es ese niño al que se le pondrá en una posición muy complicada y nosotros utilizaremos los ojos de este joven para explicar lo extremo de esta historia de egoísmo y poder”, asegura el dramaturgo.

De esta manera, la casa de estilo georgiano en la que Guth decide situar el drama de Rodelinda, alejándola de la Italia del siglo VII, se convertirá en “una verdadera casa del terror para Flavio”. Asistiremos a las fantasías y pesadillas del niño que el público verá en forma de proyecciones en las paredes de la casa. Además, algunos personajes se desdoblarán en monstruos infantiles frente a los ojos del espectador. La historia real no terminará con la acción, sino que seguirá en forma de pesadilla dentro de la cabeza de Flavio. “La casa es casi una maqueta de una mansión georgiana –de la época de Händel en Londres- que todo el mundo ha visto por dentro porque una vez vivió allí Mick Jagger y salía en las revistas”, asegura Guth. Será un escenario giratorio que dejará ver tanto el interior como el exterior del edificio y en la que una escalera se convierte en metáfora de la ascensión al poder”. Händel vivió y compuso durante más de 36 años en una casa, también de estilo georgiano situada en el número 25 de la calle Brook Street, que ahora se ha convertido en un museo del músico en la capital británica.

Pero si hay algo que quiere recalcar el responsable de la puesta en escena –el mismo que el año pasado debutó en el Teatro Real con una versión foxtrot de Parsifal– es “la extraordinaria calidad” de los actores / cantantes con los que cuenta para esta producción. “Es un casting maravilloso, capaz de crear seres humanos de verdad. Veremos una versión muy teatral de la obra”.

Este valioso patrimonio humano es un arma perfecta para afrontar esos problemas que muchos suelen achacar a las óperas barrocas: una duración desmesurada y una estructura –generalmente sin coro, como en Rodelinda– a base de arias alternadas por recitativos a los que, en ocasiones algunos aficionados con más querencia por la ópera romántica, acusan de lastrar la acción.

Además contamos con las arias da capo –de las que Händel es uno de los grandes expertos-. Esas composiciones ternarias basadas en la repetición de la primera parte en la tercera suelen ser caballos de batalla para los directores de escena. “La repetición para ellos suele ser una pesadilla”, asegura Matabosch. Sin embargo, Guth propone una versión en la que las arias serán algo más que un reto y tratará de utilizar la repetición para mostrar, como un prisma, las diferentes caras que poseen unos personajes que, sobre todo en Rodelinda, no son blancos ni negros, sino que deambulan por una rica gama de grises.

En cuanto al problema del gran número de personajes con nombres muy similares, Guth lo tienen claro: “Fue uno de los problemas más grandes que me asaltaron cuando tuve mi primer acercamiento a esta ópera. Así que una de las primeras cosas que quedarán claras para el espectador a través de un árbol genealógico y un croquis será quién es quién en este drama”.

El contratenor Bejun Metha en el papel de Bertarido. Foto: Javier del Real.

El contratenor Bejun Metha en el papel de Bertarido. Foto: Javier del Real.

Una partitura exigente y un reto para la orquesta del Real 

Ivor Bolton y la orquesta del Teatro Real llegan a esta Rodelinda después de haber recogido todo tipo de elogios con su interpretación del Billy Budd de Benjamin Britten. Supone un salto de estilo tremendo. “Lo fácil habría sido contratar una orquesta especialista en barroco y evitarnos problemas, pero mi filosofía para las orquestas de las que soy director titular es que sean capaces de enfrentarse a cualquier tipo de repertorio y hacerlo todo bien”, afirma el maestro inglés.

Así, la mayoría de la orquesta “más reducida para una obra barroca que una sinfónica, será parte de la orquesta del Real». «Hemos contratado a algunos especialistas, como un equipo de continuo formado por músicos de distintos países europeos, por ejemplo. Pero lo que haremos será interpretar la ópera con una mayoría de instrumentos actuales y de músicos de la orquesta, más algunos instrumentos de época interpretados por músicos especialistas”.

Por otro lado, esta ópera necesita un elenco de cantantes con mucha capacidad y calidad. Händel escribe arias muy exigentes para todos los registros vocales en prácticamente los tres actos de la obra, de tal forma que durante las algo más de tres horas en las que transcurre la acción, todos los intérpretes se verán forzados a caminar, en ocasiones, casi por el alambre de un funambulista.

Para las nueve funciones que se representarán en el Real se alternará un elenco internacional con otro eminentemente nacional. Las sopranos Lucy Crowe y Sabina Puértolas darán vida a Rodelinda; los contratenores Bejun Mehta y Xavier Sabata interpretarán a su marido Bertarido; los también contratenores Lawrence Zazzo y Christopher Ainslie se ocuparán del papel de Unulfo; los tenores Jeremy Ovenden y Juan Sancho interpretarán a Grimoaldo; las mezzosopranos Sonia Prina y Lídia Vinyes-Curtis serán Eduige, y los bajos Umberto Chiummo y José Antonio López encarnarán al malvado Garibaldo.

Una preciosa versión grabada

Son muchas y variadas las versiones que se han registrado de esta ópera, pero desde El Asombrario recomendamos la grabada por Alan Curtis con Il Complesso Barroco en 2005. El clavecinista y director americano que fuera alumno de Gustav Leonhardt firma esta versión que os dejamos aquí en Spotify y que no dejará indiferente a ningún amante de la música en general y de Händel en particular. Precisamente Curtis dirigió a Il Complesso Barroco en octubre de 2012 en una versión de concierto de esta ópera en el Auditorio Nacional de Música de Madrid.

Rodelinda se representa los días 24, 25, 26, 29, 30 y 31 de marzo y 1, 2 y 5 de abril en el Teatro Real de Madrid.

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