Roger Olmos, el ilustrador de libros infantiles sin final feliz

Una ilustración del libro 'Chester, el oso extraterrestre' de Roger Olmos.

Una ilustración del libro ‘Chester, el oso extraterrestre’ de Roger Olmos.

Una ilustración del libro 'Chester, el oso extraterrestre' de Roger Olmos.

Una ilustración del libro ‘Chester, el oso extraterrestre’ de Roger Olmos.

El objetivo principal de Roger Olmos (Barcelona, 1974) es hacer libros para niñas y niños inteligentes; quiere sacudir sus cabezas, alimentarlas, que les dejemos decir qué es lo que ven, qué sienten. Le une con el maestro Maurice Sendak la filosofía de que a niñas y niños no hay que ocultarles la realidad, aunque sea cruda y cruel. Cree que se protege demasiado a la infancia desde el mundo editorial, proporcionándoles mundos edulcorados. “Hay que dar caña… No hay que dulcificarlo todo. Y si el libro acaba mal, tiene que acabar mal. Porque en la realidad muchas veces los malos ganan”.

Los libros para niñas y niños tienen que provocar y Roger Olmos lo consigue, produciendo tensión, metiendo a los lectores dentro de sus ilustraciones y haciéndoles protagonistas. No busca la indiferencia; si la quisiera, haría las cosas con colores pastel y formas redondeadas. No le gustan la cosas edulcoradas ni los ponis con purpurina. Es uno de esos ilustradores que observa mucho el mundo que le rodea, que se mancha las manos cuando trabaja. Es solitario, le gusta disfrutar de los procesos, es lento y huye de lo inmediato. Le gusta el trato con los lectores, charla con ellos y realiza dedicatorias minuciosas.

Publica mucho en Italia con la editorial Logos y en España estamos ahora de suerte porque lo tenemos por partida doble. Con la editorial Apila publica Chester, el oso extraterrestre, que ha sido seleccionado para la Bienal de Bratislava. Trata la historia de un oso muy especial que nos sorprende porque le gusta hacer cosas extravagantes; un canto a los cuatro vientos sobre la importancia de ser diferentes y ver en la diversidad un valor en el que crecer. Y con Bonito Editorial nos trae un poemario para adultos, El libro de la mala suerte. Uno de esos libros objeto que recuerda a un viejo libro de oraciones y que pone los pelos de punta por las sensaciones que te provoca; un libro que cerrado podrías guardar en un bolsillo, pero que abierto no entra en ningún lugar.

En un hueco que le dejan entre firma y firma, en la bulliciosa Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia, invitamos a Roger Olmos a café y charla.

¿Quién es Roger Olmos, cómo te defines?

Soy un ilustrador que básicamente me dedico a expresar aquello que pasa por mi cabeza, ya sea una historia de otros o creando una historia propia, y las trato de explicar del modo en que yo sé o como yo las veo. Soy un filtro de sensaciones.

Además de ser un filtro de sensaciones tienes un compromiso con lo que haces. Y sobre todo con los niños.

Sí, entre otras cosas. Soy del parecer de que el álbum infantil siempre ha de tener un sentido constructivo, aparte de creativo e imaginativo, ya partamos desde la fantasía o desde la realidad. No tenemos que mentir, hay que explicar las cosas tal cual. Últimamente el problema que veo en muchos libros es que se protege demasiado al niño. Según qué tipo de imágenes o según qué tipo de historias, muchos padres enseguida dicen: esto es muy violento o esto es muy triste, o esto es muy no sé qué. Todo tiene que ser de colores y flores, y al final tienen que comer perdices. Y la vida después es otra cosa. Si educamos siempre desde una infancia donde todo resulta muy bonito, donde somos los mejores, esos niños crecerán y un buen día alguien les dirá que no todo va tan bien, que la vida no es tan fantástica. Y se producirá un shock. Por eso me gusta ilustrar la realidad, sobre todo cuando me dejan elegir a mí los temas. Me gusta ser crítico, siempre con el filtro de la poesía. Con imágenes un poco más suaves, pero siempre con la intención de hacer pensar al niño. Que llegue a sus propias conclusiones. No porque yo se lo dé masticado. Intento cada vez más que con el lenguaje visual se pueda entender la historia.

Tu trabajo se caracteriza por romper con todas las fronteras y los códigos del libro ilustrado tradicional para niños, y por eso a veces a los adultos les cuesta entrar en el mundo de Roger Olmos.

Puede ser, muchas abuelas me han dicho: esto no es para niños. Están acostumbrados a una formas muy esféricas, muy suaves, con colores muy armoniosos, donde todo es como una brisa… Me gusta romper esas cosas, y darle otro punto de vista, hay muchas maneras de interpretar una misma situación. Hay muchas maneras de interpretar a alguien sentado en un sofá. Lo puedes hacer tal cual te viene la primera imagen a la cabeza, pero yo no lo voy a hacer así. Yo voy a estudiar dónde coloco la cámara, cómo lo voy a iluminar, qué postura tiene esa persona, ¿está nervioso?, ¿está esperando a alguien?, ¿qué me dice la historia?, ¿cómo lo voy a sentar para que empatice esa espera? Son pequeños detalles que nos suceden en el día a día, a los que no damos importancia. Me gusta reproducir esa tensión que en la realidad está a todas horas y a la que no damos importancia.

El ilustrador Roger Olmos. Fotografía de Roberto García. El ilustrador Roger Olmos. Fotografía de Roberto García.

El ilustrador Roger Olmos. Fotografía de Roberto García.

¿Y qué relación has observado en niños y niñas con tus libros?

Muy buena. Cuando estoy aquí o en la feria de San Jordi de Barcelona, me hablan de sus personajes favoritos; sobre todo ven cosas de las que los adultos no se dan cuenta. Ven detalles que yo pongo para que se fijen solo ellos, como un muñequito que aparece en todos los lados, que no sale en la historia, pero que sí aparece y el niño se dedica a buscarlo. Los niños observan mucho mis libros. Pero a menudo pensamos que como son niños no van a entender nada.

¿Eso es porque los tratas con inteligencia?

¡Exacto! Por eso yo no voy a escuelas, no por los niños, sino por los padres y por los profesores. Para empezar, yo no soy un cuentacuentos. No sé contar cuentos, no sé poner voces raras; y segundo, cuando hablo con los niños, les hablo como a personas adultas. Tengo un problema para poner mi pensamiento en otro carril, para hablar como los adultos esperan que hable con los niños.

 

No te pones límites ni premisas cuando haces ilustración. Tratas con inteligencia a los niños, pero sin renunciar a tus señas de identidad. ¿Qué parte hay de Roger en los libros y qué parte de Roger no dejan que aparezca?

He tenido algunas censuras, porque cuando ilustro no pienso en los niños, pienso en mí. Casi todos los ilustradores dibujamos por el niño que fuimos o el niño que seguimos siendo a nivel fantasía. Sí me he encontrado líneas rojas que me han hecho cambiar las ilustraciones. Sobre todo en momentos de la historia donde hay una situación violenta. A mí esas cosas no me gusta darlas mascadas. Me gusta insinuar, ya sea con sombras, miradas, reflejos…, hacer ver con estos recursos que algo es violento.

Pero creas mucha tensión en la narración.

Claro que tiene que haber tensión. Si hay un monstruo o un dragón que vive en una cueva que devora a las princesas de un pueblo, no puedes hacer un dragón gordiflón con ojos de emoticono. Tiene que provocar miedo, que el niño cuando llegue a ese capítulo y vea la cueva, se pueda imaginar lo que hay ahí dentro y sentirlo.

¿Hay que jugar con los miedos?

Claro que hay que jugar con los miedos. Cuando vamos a ver una peli nos gusta que nos hagan reír, que nos hagan llorar, que nos hagan agarrarnos a la silla porque nos estamos cagando de miedo. Pues los libros para niños tienen que ser lo mismo. Hay que potenciar, hay que dar caña… No hay que dulcificarlo todo. Y si el libro acaba mal, tiene que acabar mal. Porque muchas veces los malos ganan.

Y es que la vida es así.

Por eso hay que hacerlo, por eso cuando a mí me dan un libro que acaba mal, me encanta.

¿A qué tienes miedo cuando te enfrentas a un libro?

Tengo un poco de pánico al papel en blanco, a quedarme sin ideas, pero he ido desarrollando recursos para llenar esos vacíos. Tengo suerte y voy publicando mucho y me puedo permitir el lujo de elegir qué quiero publicar. Aunque soy de la mentalidad de que cualquier historia puede ser interesante.

¿Cómo te enfrentas a los libros cuyas historias son de autores que ya han sido ilustrados por otros?

Es que en esos libros no manda el autor. Manda el editor. Y cuando el editor te propone a ti para hacer una historia es porque sabe qué es lo que le vas a hacer.

Entonces eres de los autores que aún cree en el papel del editor. Últimamente se está empezando a olvidar su función.

Creo en el editor que es justo con ambas partes, que respeta el oficio. Si todo va bien, si todos se respetan, creo en el papel del editor, que haga de mediador, porque entre artistas, ya sean creadores de historias o ilustradores, hay muchos egos y tiene que haber un director de orquesta que sea un árbitro. Últimamente han salido un montón de editoriales pequeñitas muy chulas que están poniendo mucho amor y mucho empeño en sus libros, por el libro objeto de calidad, con impresiones de calidad, por ilustraciones súper chulas, con papeles distintos. De los libros me enamoran las portadas, las texturas, lo que siento cuando los cojo, y eso es porque hay detrás un buen editor.

Y en estos momento de vorágine donde se publica tanto, que a veces esta industria parece un monstruo que no tiene fin, ¿hacia dónde vamos?

La gente pide novedades, novedades, y es una pena, porque hay libros maravillosos que igual se han hecho hace cinco años pero como ya no son novedad desaparecen. Tenemos que educar a la gente.

¿Qué supone para ti la Feria del Libro de Bolonia?

Al principio, cuando no venía aquí a trabajar, suponía como una Disneylandia de la ilustración. Y acudíamos como moscas que revoloteábamos entre los que están aquí vendiendo derechos. Y en medio estábamos nosotros con nuestras carpetas para darnos a conocer. Ahora supone un reencuentro con un montón de gente conocida, supone un almacén para absorber, es un gran mercado donde ves qué es lo que se está cociendo en el mundo del libro ilustrado. Ves qué estilos se cuecen por Corea, qué se hace por los países del Este, qué se ilustra en Francia. Bolonia está hecha para maravillarte y volverte a casa con las pilas puestas.

Ilustración del libro 'Mala suerte' de Roger Olmos.

Ilustración de Roger Olmos.

¿Cómo es tu relación con el mercado español? Porque aquí en Italia el trabajo no te falta y se ve mucha gente esperando a que les dediques tus libros.

Todo lo que estaba haciendo últimamente es para el mercado italiano. Ahora estoy sacando libros en España con Apila, con Bonito Editorial y Astronave. Pero a Madrid todavía no he llegado. Ahora, tanto en la feria del libro de Madrid como en San Jordi, están muy, pero que muy solicitadas las estrellas de Internet, las estrellas de Instagram, de YouTube…, que son los que se llevan toda la gente que hace cola.

¿Qué te parece que los ‘youtuber’ y los ‘instagramer’ tengan más espacio en esas ferias que vosotros?

Esto tiene muchas lecturas; por un lado, todo el mundo tiene derecho a hacer lo que hace. Es otra parte del sector. Pero ves grandes figuras de la ilustración o grandes autores que están ahí leyendo el periódico y tienen al lado al que hace libros porque se dedica a hacer vídeos con una cola sin fin. Aunque es lo que pide la gente, es un poco triste.

¿Qué barreras te quedan por cruzar?

Entran en el mundo de la animación; me encantaría hacer alguna película. Aunque es muy sufrido, sí que me gustaría crear algún personaje. Me gustaría hacer esculturas tipo merchandising de alguno de mis personajes.

Para terminar, háblame de tu compromiso con los animales.

Es una lucha que tengo con autores y editoriales. Los animales son nuestros amigos y siempre están para ayudar al niño protagonista o para comerse a Caperucita. Pero lo que no soporto es mentir en temáticas como los zoos, los circos, las granjas; no puedo pretender que un chaval crea que los animales allí son felices. Son campos de concentración. Son mataderos. Son lugares de tortura donde a los elefantes les hacen trabajar 24 horas a base de electrocuciones, golpes, humillaciones para hacer dinero. No puedo con estas cosas. Una granja debería ser un santuario, con animales felices, donde mueren de viejos. Podríamos hacer esos libros.

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Comentarios

  • claudine

    Por claudine, el 30 julio 2019

    Me gusta la diversidad de lectura para los niños. Sí, es cierto que prefiero los cuentos con final feliz para fomentar el desarrollo de la resiliencia, pero ¿qué sería del blanco sin el maravilloso contraste del negro?

    No conozco los cuentos mencionados, la noticia me provocó curiosidad. Gracias por el aporte.

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