“Se está creando un orden mundial completamente nuevo”

Axel Klausmeier, director de la Fundación Muro de Berlín. Foto: Daniel Jiménez.

Visitamos la exposición ‘El Muro de Berlín. Un mundo dividido’, en la Fundación Canal de Madrid, aprovechando la reciente visita de Axel Klausmeier, director de la Fundación Muro de Berlín, que alerta de la importancia de conocer la historia para no repetir errores: “Países como India y China intentan aumentar su influencia y trabajan con Putin para cambiar el orden mundial. Existe por tanto una especie de nueva guerra fría, pero el marco es totalmente diferente al de 89. Se está creando un orden mundial completamente nuevo”. Y reconoce que hay motivos para la preocupación: “Y no me estoy refiriendo sólo a la guerra de Ucrania, sino que también debemos apuntar a la intervención de Israel en Gaza, que es una gran amenaza para el mundo”.

El 9 de noviembre de 1989 cayó el que fue sin duda el mayor símbolo de toda una época. Ese día y de manera pacífica, sin derramar ni una sola gota de sangre, una multitud eufórica de ciudadanos de Alemania del Este pudieron al fin franquear el Muro de Berlín para encontrarse, 28 años después, con sus vecinos occidentales. La apertura de la frontera entre la República Democrática Alemana y la República Federal Alemana anunciaba así el nacimiento de una nueva etapa histórica tras quedar superadas casi cinco décadas de Guerra Fría.

Treinta y cuatro años después, el 9 de noviembre de 2023, la Sala Castellana 21 de la Fundación Canal de Madrid abrió al público la exposición El Muro de Berlín. Un mundo dividido, creada por Musealia en colaboración con la Fundación Muro de Berlín. La muestra continúa abierta desde entonces y por tiempo indefinido en Madrid, antes de comenzar una itinerancia internacional de siete años. Más de 300 objetos originales –procedentes de más de 20 instituciones de todo el mundo y más de 60 prestatarios–  expuestos en su mayoría por primera vez al público, y testimonios inéditos conforman esta exposición que cuenta, entre otras cosas, con 20 metros del propio muro, de 3,5 metros de altura y 2,6 toneladas.

El recorrido de la muestra se ha dividido en cinco áreas temáticas que abarcan en su conjunto todo el período histórico que transcurre entre la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, antes incluso de que existiera el muro, y el fin de la Guerra Fría. A lo largo de este viaje nos encontramos con elementos que nos ayudan a entender las tensiones globales de una época marcada por la disputa ideológica entre comunismo y capitalismo. Una pugna entre dos superpotencias que llevó al mundo al borde de una confrontación bélica con armas nucleares.

En la exposición podemos contemplar, por ejemplo, un carrito de bebé utilizado para el contrabando y la provisión de alimentos; unas gafas de cristal grueso empleadas durante las detonaciones nucleares; un detector de radiación; el tramo de un túnel de espionaje que atravesaba el Berlín subterráneo; archivos secretos de la Stasi, el servicio de inteligencia de Alemania del Este; así como un martillo y un cincel de los que se usaron para demoler el muro.

Alemania. La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Una de las imágenes expuestas en la muestra 'El Muro de Berlín. Un mundo dividido' en la Fundación Canal de Madrid.

Alemania. La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989. Una de las imágenes expuestas en la muestra ‘El Muro de Berlín. Un mundo dividido’ en la Fundación Canal de Madrid.

«Esperamos que El Muro de Berlín. Un mundo dividido sirva para recordar lo que ocurrió no hace tanto tiempo en Europa y para concienciar sobre el poder del pueblo. Su valentía condujo a la Revolución Pacífica de 1989, que cambió el mundo”, afirma Axel Klausmeier, director de la Fundación Muro de Berlín, que la pasada semana estuvo precisamente en la Fundación Canal para impartir la conferencia Huellas del pasado, en la que analizó el importante papel del patrimonio histórico en nuestra sociedad desde su experiencia como director de la institución que vela por la memoria y conservación del mayor símbolo de división de la historia.

En su conferencia, Klausmeier alertó a los presentes acerca de los peligros del revisionismo histórico, pujante en toda Europa y también en su propio país. “Hacer las paces con el pasado requiere una investigación exhaustiva y un discurso social. Necesitamos competencias metodológicos y enfoques diferenciados en momentos en los que la historia se está utilizando para crear fake news”, avisa el historiador, que reivindica el valor de la investigación y la divulgación rigurosas de los hechos históricos. “La exposición nos recuerda que las lecciones de la historia no deben olvidarse jamás. Es nuestra responsabilidad que estos crímenes no vuelvan a repetirse nunca”.

Aprendizajes de la historia

Uno de los grandes aciertos de la muestra es que ha sido capaz de integrar en su discurso tanto los grandes hechos que marcaron la época analizada como las historias vitales y los testimonios de quienes allí vivían, del pueblo berlinés, en definitiva, que sin duda sufrió enormemente, a uno y otro lado del muro, los efectos de la división. En este sentido, unas de las primeras dudas que nos asaltan tras pasearnos por la Fundación Canal es si realmente fue inevitable la construcción del muro. No en vano, capitalistas y comunistas habían sido capaces de luchar juntos en la Segunda Guerra Mundial contra un enemigo común.

Para el director de la Fundación Muro de Berlín, sí se podría haber evitado. “En 1953, cuatro años después de la creación de las dos Alemanias, se produjo el primer levantamiento ciudadanos en el Este. El gobierno de Alemania Oriental podría haber decidido entonces la celebración de elecciones libres para que la gente escogiera cómo quería vivir. Pero, en lugar de ello, los tanques soviéticos aplastaron esas manifestaciones. Muchas personas se decantaron en ese momento por escapar a Occidente. Y el Este pensó que, si no cerraban las fronteras, se iban a quedar solos”.

Según la web de la ciudad de Berlín, entre 1949 y 1961, unos 2,7 millones de personas habían abandonado la RDA y Berlín Oriental. Un motivo de peso que llevó al cierre de las fronteras el 13 de agosto de 1961 y la inmediata construcción el mundo. “Esto podría haberse evitado con unas elecciones libres, pero el Este no las quería y los soviéticos no las permitían”, sostiene Klausmeier.

La orden de impedir el paso al otro lado fue tan súbita que pilló completamente por sorpresa a la población local. “De repente, de la noche a la mañana, se cerraron las fronteras y las familias quedaron divididas, también los amigos, parejas, niños… Fue muy doloroso y la gente sintió mucha rabia y enfado”. Justo antes de ese momento, unas 60.000 personas se movían a diario entre las dos Alemanias, bien porque vivían en el Este y trabajaban en el Oeste, bien porque se daba la situación contraria. “Grandes obras se quedaron de pronto sin trabajadores. Pero lo más importante fue la división de familias y amigos, que causó miedo, enfado y frustración”.

Fronteras y refugiados

Klausmeier explica otra característica del Muro de Berlín que lo convierte en un caso único. “Es la única frontera que ha sido construida en la historia por su propio régimen para atrapar a la gente dentro, no para dejar a los extranjeros fuera”. Se podría decir que Alemania Oriental erigió un muro para encerrarse a sí misma. Sin embargo, la decisión del gobierno de la RDA no consiguió romper del todo los lazos vecinales. Así lo evidencian las notas que se escribían los berlineses orientales y occidentales y que lanzaban por encima del muro para que pudieran ser leídas al otro lado.

Una de las salas de la exposición ‘El Muro de Berlín. Un mundo dividido’ en Madrid.

Los testimonios reunidos en la exposición también dejan patente el decidido apoyo de muchos ciudadanos del Berlín Occidental a quienes trataban de saltar la frontera para ser recibidos como refugiados. Cuestión esta la de los refugiados del Este que inevitablemente conecta con la actualidad. “Es muy difícil en este sentido no mencionar la crisis de 2015, cuando Ángela Merkel abrió las fronteras de Alemania a los refugiados que escapaban de otros países”. Para el director de la Fundación Muro de Berlín el mundo ha cambiado mucho desde 1989, pero “los motivos que existen hoy para que la gente escape de su situación son bastante similares. Al final la gente quiere una vida mejor para ellos y para sus hijos. Así que están dispuestos a correr riegos, incluso el mayor riesgo que existe, para dar un futuro bueno a sus hijos”.

Ciertamente, el riesgo al que se enfrentaba un ciudadano de la Alemania del Este que quería llegar a Occidente era mortal. De hecho, la orden que tenían los guardias fronterizos de disparar a quienes lo intentaran se mantuvo hasta la propia caída del muro. Si bien es cierto que pocos veces hizo falta.

Lo cuenta Klausmeier: “Las personas que intentaban escapar no solían llegar a la línea fronteriza, porque la Stasi era muy hábil. Desarrollaron un complejo sistema de vigilancia, de manera que sabían, incluso, si personas de otras ciudades iban a Berlín para poder escapar. Y normalmente los capturaban cuando salían de sus casas, así que casi nunca llegaban a la frontera”. La única manera de tener alguna posibilidad pasaba, en ocasiones, por métodos tan arriesgados como dedicarse durante varios meses a excavar un túnel subterráneo, esconderse en el maletero de un coche, saltar desde la ventana con la ayuda de los bomberos occidentales o, incluso, ocultarse dentro de la figura de una vaca de cartón piedra.

 Una nueva guerra fría

“La historia no se repite, porque ahora todo es muy distinto a como era en el año 89” considera  Klausmeier quien, a pesar de estas diferencias, entiende que se hable de una nueva guerra fría. “EE UU sigue teniendo muchísimo poder pero el mundo está cambiando. Hay países como Brasil, India o China que, aun siendo todos capitalistas, rechazan el modelo occidental”.

Ya no hablamos por tanto de dos grandes modelos económicos antagónicos, como eran el capitalista y el comunista. Pero sí que existe una creciente tensión entre grandes potencias geopolíticas. “Países como India y China intentan aumentar su influencia y trabajan con Putin para cambiar el orden mundial. Existe por tanto una especie de nueva guerra fría, pero el marco es totalmente diferente al de 89. Se está creando un orden mundial completamente nuevo”.

El historiador reconoce que hay motivos para la preocupación en este contexto complejo y cambiante. “Y no me estoy refiriendo sólo a la guerra de Ucrania, sino que también debemos apuntar a la intervención de Israel en Gaza, que es una gran amenaza para el mundo. Y la tensión con Irán, que puede complicar aún más la situación. Entonces, ¿cómo no implicarse? Y ahora nosotros no estamos en ningún lado del muro, sino en el medio”.

La pregunta es qué lecciones del año 89 nos pueden servir de ayuda ahora, en este complicado panorama. “Creo que el mensaje del 89 es que la caída del muro fue posible porque los grandes políticos, como los de las dos superpotencias, fueron capaces de confiar los unos en los otros. Fueron capaces de hablar y de firmar tratados en los que podían confiar, por ejemplo contra la proliferación de armas nucleares. Además, los tiempos estaban maduros para que se produjeran cambios, por lo menos en Europa Central y Oriental. Yo siempre digo que Alemania en el 89 fue el país con más suerte del mundo”.

La caída del Muro de Berlín y el posterior proceso de reunificación de Alemania demuestran que sí, que a veces las cosas pueden salir bien. Pero para ello es necesario, aparte de un poco de suerte, aprender de lo que nos cuenta nuestra propia historia. Además de una sociedad civil consciente y de unos políticos capaces de estar a la altura de lo que exigen las circunstancias.

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