Sebastián Álvaro, aventurero: “Hay que ser condenadamente optimistas”

El aventurero y divulgador Sebastián Álvaro.

Si algo define la vida de Sebastián Álvaro es la palabra aventura e, inmediatamente después, divulgación. El periodista y alpinista que fuera director del mítico programa ‘Al filo de lo imposible’, de TVE, sigue hoy viajando por el mundo y dando a conocer, con sus libros, conferencias y en los medios en los que colabora, las transformaciones que están teniendo lugar en los lugares más recónditos del planeta. Es nuestro invitado hoy a la ‘Entrevista circular’.

Fue desde Al filo donde hace 20 años ya alertaba de la masificación del Everest, del deshielo glaciar y de cómo estábamos destruyendo la biodiversidad. Hasta esa zona del mundo, el Himalaya, sigue volviendo cada año. Allí, en la aldea paquistaní de Hushé, tiene en marcha un proyecto humanitario que es una de sus grandes satisfacciones y que le reencuentra con ese mundo, aquí perdido, en el que la contaminación aún no había inundado nuestras vidas.

Tras medio siglo de expediciones por el mundo, ¿cómo ves que ha evolucionado la visión social sobre el medio ambiente, en general y entre quienes visitan lugares tan inaccesibles como los que conoces?

Estos últimos años se están dando dos fenómenos paralelos. Por un lado, aumenta la conciencia ambiental, pero por otro lo hace el turismo de masas, que entra como un elefante en una cacharrería destrozando ecosistemas muy frágiles en zonas de alta montaña y de glaciares. En el glaciar Khumbu del Everest tenemos ya 1.500 personas cada primavera comiendo y defecando. Y es una zona muy vulnerable. En países como Nepal, Pakistán o India se han impuesto los intereses de las agencias. Pero no es que el pueblo nepalí haya recuperado sus montañas, como se dice, sino que se han hecho con ellas cuatro multimillonarios que hacen negocio. Y en España pasa igual. En el litoral y las montañas se conculcan todas las normas. Es necesario hacer la batalla ambiental y tener una Ley del Paisaje, con una mirada amplia, que lo proteja. Un país con 85 millones de turistas tiene que defenderlo, aumentando la protección de espacios naturales, con más parques nacionales.

Entre esos dos fenómenos: más concienciación y más destrucción, ¿cuál ganará la partida?

Quiero pensar que será la protección ambiental. No queda otra, pero no será un proceso lineal, habrá retrocesos; por ello debe mejorar la divulgación. Programas como el de Félix Rodríguez de la Fuente o Al filo hicieron mucho en su día. Además, debiera ser algo que todos los partidos tuvieran en cuenta. En España tenemos una rémora reaccionaria en los temas ambientales, que, al final, arrastra a muchos gobiernos de distinto signo político. Lo vemos en el caso de Aragón y los Pirineos. Hay grandes presiones para evitar que se hable sobre el daño a espacios naturales como el Canal de la Roya, amenazado por un proyecto de esquí.

¿Cuál es el principal reto ambiental al que se enfrenta el ser humano?

El cambio climático, con lo que supone por la subida de las temperaturas  y la escasez de agua. Estamos contaminando el aire y al agua, sin los que no podemos subsistir. El planeta no está en peligro, pero sí nuestra especie y otras que estamos extinguiendo sin conocer siquiera la relación que tienen con nuestra existencia.

¿En qué lugar has visto el mayor impacto de este cambio climático?

En 40 años he visto desaparecer los glaciares de España. También he visto en directo el deshielo en el Karakórum, el Himalaya, Groenlandia y hasta la Antártida, donde he estado seis veces. Si ha llegado allí, nada está a salvo. Y es algo que las petroleras ya sabían hace 60 años y lo ocultaron e hicieron lobby para negarlo. Otro lugar son los desiertos, como el de Taklamakán, en el Gobi de China. Caminando por ellos durante días, se siente en lo que nos podemos convertir, porque la franja del desierto está ampliándose hacia el norte y el sur, y se comprueba que no son lugares para vivir. Es aleccionador ver la perdida de grandes paisajes de hielo y a la vez recorrer desiertos mortíferos. Taklamaká, de hecho, significa “si entras no saldráshay  una rémora reaccionaria enn¡ que que nuestro jijos vean alggoonas amenazadas por ineteresase particulares que nos llvan a l”.

¿Qué significa para ti la economía circular?

Son conceptos que están bien, aunque aún están más en el terreno teórico que práctico. Primero debemos tomar conciencia de lo que nos jugamos, porque datos y capacidades tecnológicas para mejorar ya los tenemos. La cuestión clave la dijo el gran economista que fue Keynes, un adelantado a su tiempo: el crecimiento continuo y la codicia por ganar nos llevarían a la catástrofe. Señalaba que tras el fin de la Primera Guerra Mundial no era momento, pero que habría que frenarlos en 100 años. Y acaban de pasar. No se trata de cambiar el sistema capitalista, sino cambiar los intereses económicos, frenar la intensidad de la codicia y ser conscientes de que nuestra presencia en la Tierra pasa por ello. Muchos científicos nos dicen que al menos debemos salvar medio planeta, dejar la mitad al margen de esos intereses.

¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en el día a día?

Sobre todo, caminar. Somos una especie diseñada para andar y, bajo el punto de vista del impacto en la Tierra, es la mejor forma de conocer el paisaje, la más saludable. Si todos camináramos 10 kilómetros al día, reduciríamos el impacto de las enfermedades y seríamos más felices. Y frente a la opulencia, el reciclaje. En mi proyecto en el norte Pakistán veo que allí se recicla todo. No hay basura, casi no hay plásticos, aún. Cada  vez que llega un paquete a casa y veo cómo está empaquetado, compruebo el disparate del consumismo en nuestra parte del mundo.

¿Qué dirías a los escépticos del cambio climático y el reciclaje?

A los negacionistas climáticos, que lean más y que viajen, que son las dos grandes fuentes de conocimiento que tenemos. Y a quienes están en contra del reciclaje, que se pongan al día, porque es inevitable. Debemos ir todos a un sistema más ecológico y saludable.

Frente al panorama actual, ¿eres optimista?

Soy partidario de lo que decía el explorador antártico Ernest Shackleton. Al lema de su familia que era “resistir es vencer”, él añadió que, además, “hay que ser condenadamente optimistas”. Y también luchar. Espero que venga una generación mejor que la nuestra y logre que la conciencia ambiental impregne a todas las formaciones políticas. Veo ese movimiento entre los jóvenes, pero queda mucho por recorrer. En los años 70, con Eduardo Martínez de Pisón, dimos batalla por la conservación de Gredos, y se logró. Ahora tenemos por delante el reto de ampliar los parques nacionales, como el del Pirineos, de proteger zonas amenazadas por intereses particulares que nos llevan a la ruina. Y se puede conseguir.

¿Algún lugar al que regresar?

Muchos. Al Karakórum regreso todos los años dos veces y a la Antártida quiero volver. Ahora tengo un proyecto grande para ir de nuevo a Patagonia y Tierra de Fuego, lugares que deberíamos preservar para que nuestros hijos vean en el futuro algún espacio totalmente natural.

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