Seis libros para superar esta jornada electoral que nos tiene en vilo

Fotografía de Miguel Hernández.

Fotografía de Miguel Hernández.

“Ya el otoño frunce su tul / de hojarasca sobre el suelo, / y en vuelo repentino, la noche atropella la luz”, escribió Miguel Hernández, nuestro poeta, el de todos los españoles, muerto en la cárcel después de luchar junto a los republicanos contra el fascismo, ese que ahora ha regresado y que, si hoy no lo evitamos con nuestros votos, será el tercer partido en número de escaños en el Congreso. Para superar cualquier susto o disgusto, os recomiendo hoy seis libros en nuestra ‘Área de Descanso’. Desde Eloy Tizón y Clara Obligado a los poemas de Basilio Sánchez dedicados a lo pequeño.

En realidad, el franquismo nunca se fue. Está enquistado en muchas instituciones, en una parte de la sociedad que no quiere renunciar a sus privilegios (la más llamativa son los Franco, con su emporio corrupto blanqueado durante la Transición). Se coló durante 40 años en nuestra arquitectura emocional y ahora lo vemos en los lofts de lujo que construye y vende ilegalmente Rocío Monasterio. Vox basa su discurso en la mentira, en el enfrentamiento, en los privilegios de clase, en el odio a los inmigrantes, a los homosexuales, a quienes no piensan como ellos. Para ellos, todos somos rojos y nos tienen que ilegalizar.

Pero a pesar de la melancolía de los versos de Miguel Hernández, para mí el otoño es una de mis estaciones favoritas. La melancolía, además, siempre ha sido un buen caldo de cultivo para la creación y para la lectura. Aparte de ir a votar hoy, quizás una de las maneras más eficaces de enfrentarse a la estupidez que nos asola y a la barbarie que ya ha llegado al Parlamento sea la lectura.

La pasión y la necesidad de la lectura recorren las páginas de Herido leve. Treinta años de memoria lectora (Páginas de Espuma), una especie de biografía literaria del escritor Eloy Tizón. El libro reúne –sin orden cronológico, más atento a la unidad de los temas– artículos publicados en diversos medios. Conforma una suerte de cosmogonía personal de Tizón y nos da algunas de la claves de su escritura. Es un libro herido de literatura, que nos alienta a leer con ambición. “Ahora creo que es así como hay que leer: en trance, drogado, secuestrado por la tinta, dejándose mecer sin cortapisas, sin oponer resistencia”. En estos textos el lector encontrará el lirismo y el hallazgo verbal que hallamos en los relatos de Tizón, uno de los autores de referencia del género. No creo que haya mucha diferencia entre el Tizón cuentista y el articulista. Afronta ambos campos con la misma entrega y brillantez estilística, con fogonazos que iluminan la obra de una vasta lista de autores, de Cheever a Nabokov, de Lispector a Ozick. Estas piezas cortas son una invitación a la lectura, esa que nos transforma por dentro y nos permite mirar el mundo de otra manera.

Y ya que hablamos de cuentos, no dejen de leer el último libro de Clara Obligado, La biblioteca del agua, también en Páginas de Espuma. Obligado es otra de las voces imprescindibles del género (la obra de ambos, la de Tizón y Obligado, la ha analizado recientemente con agudeza el también cuentista Javier Sáez de Ibarra en la revista Quimera). Con este libro, Obligado cierra una trilogía que comenzó con El libro de los viajes equivocados y siguió con La muerte juega a los dados, en los que ha explorado los límites del género. Libros de cuentos que pueden funcionar como una novela, con personajes que aparecen y desaparecen, con vasos comunicantes que tejen una visión del mundo y de la condición humana, que exploran el lenguaje. La biblioteca del agua, que toma el título de uno de los cuentos del libro, no solo es un homenaje a Borges (fue profesor de Obligado en Buenos Aires) sino a la ciudad de Madrid, “la madre de las aguas”, donde la autora reside desde los años setenta. Llegó huyendo de la dictadura argentina y se encontró con una ciudad en ebullición, en plena Movida, a mitad de camino entre el franquismo y la apertura democrática, donde vibraba el deseo de convertirnos en europeos aunque aún nos olieran los calcetines. El libro indaga en las corrientes subterráneas de los seres humanos, como el agua que circulaba debajo de la ciudad de Madrid. De nuevo nos encontramos con una apuesta por la forma más que por la trama, por la manera de contar las historias más que en las historias en sí.

Si Clara Obligado vino de Buenos Aires a Madrid en el albor de la democracia en España, la protagonista y narradora de la novela Nada que no sepas (Tusquets), de María Tena, viaja de España a Uruguay para intentar buscar una explicación a la muerte de su madre. Allí vivió su infancia en los años sesenta, cuando Uruguay era un país abierto, cosmopolita y liberal, un país que contrastaba con la grisura y la pesadumbre de la dictadura franquista (por desgracia en los años setenta fue víctima de una de las dictaduras más sangrientas del Cono Sur). El reencuentro con el pasado, con la burguesía hedonista con los que se relacionaron sus padres durante esos años, abrirá viejas heridas, viejos amores y lealtades, y en cierta forma se convertirá casi en un viaje iniciático. “Solo recuerdo la emoción de las cosas”, escribió Antonio Machado. Es una de las citas que abren esta novela evocadora, escrita con una prosa limpia y sugerente, en la que la narradora presta atención a los detalles cotidianos para indagar en los recuerdos, sin dejar de lado la memoria colectiva.

La editorial Tusquets ha publicado también la última novela de Ignacio Ferrando, Referencial, en la que el autor asturiano indaga en las posibilidades del arte (y de la vida). Pasado y presente se mezclan también en esta obra protagonizada por Ismael, un pintor en crisis que comienza a dar clases en la facultad donde él mismo estudió. Allí fue alumno de un profesor desaparecido en extrañas circunstancias. La búsqueda de este profesor, sus razones, sus propuestas estéticas, se acaban convirtiendo en una obsesión para el protagonista. ¿Cuáles son los límites del arte? ¿En qué medida logran los artistas trascender a su propia obra? ¿Es el arte una batalla perdida de antemano? ¿Qué es la realidad, y la identidad? ¿Cómo se transmite la obra de arte? Son algunas de las preguntas que recorren esta novela en la que se mezclan diversas tramas y en la que, con un magnífico pulso narrativo, Ferrando ha logrado un buen equilibrio entre la reflexión, las inquietudes intelectuales, con la vida y su narración.

Zoopólis. Una revolución animalista (Errata Naturae), de Sue Donaldson y Will Kymlicka, ardería en las piras de la censura si Vox llega al gobierno. Es uno de los ensayos de filosofía política más interesantes y originales que he leído en los últimos años. Los autores plantean que, dado que convivimos con los animales en las ciudades y en los campos (véase las cotorras en Madrid, a las que el Ayuntamiento ha decidido exterminar), los animales deberían tener algún tipo de “derecho a la ciudadanía”. El punto de partida es claramente antiespecista. Se opone también a una visión de una parte del movimiento ecologista que aún considera a los animales solo como parte de una colectividad y no como individuos que pueden sentir y padecer. Por tanto, son merecedores de derechos, que ellos obviamente no pueden reivindicar pero que nosotros, los humanos, sí que podemos concedérselos. “Los animales no existen para servir a los fines humanos: los animales no son sirvientes ni esclavos de los seres humanos, sino que tienen su propia estatura moral, su propia existencia subjetiva, que ha de respetarse”, sostienen los autores.

La naturaleza, los árboles y los animales están muy presentes en He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (Visor), de Basilio Sánchez, un libro de poemas que me ha sobrecogido por la sencillez con la que el escritor cacereño se acerca a los pequeños detalles, los verdaderamente importantes, y la potencia de algunas imágenes. El aliento místico, espiritual, en cierto modo panteísta recorren estos poemas en los que la mirada del poeta se posa en la rutina de las cosas que pasan desapercibidas para la mayoría de nosotros. “He encontrado en las cosas, / en los seres más simples, / una forma / de dejarse llevar, una manera / de abandonarse al flujo secreto de la vida / que nos invita a la modestia”.

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