Séneca en Mérida y Rajoy en la Audiencia Nacional, qué p… Casualidad
Quiso esa diosa llamada Casualidad que coincidiera ayer la declaración del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la Audiencia Nacional por el caso Gürtel, que ha podrido todo un frutal en el partido que lidera, con la presentación en el Festival de Teatro de Mérida de la obra ‘Séneca’, de Antonio Gala, en versión de Emilio Hernández, que indaga en la corrupción endémica del poder y la subraya como el peor de los crímenes.
Rajoy tiene mucho del estoicismo que propugnaba Séneca, esa capacidad para no inmutarse por nada aunque los escándalos de corrupción, estafa y robo le rodeen. Y echa mano de su particular oratoria para desarrollar su filosofía, con frases como las que ayer desgranó ante un timorato juez: «Si lo recuerdo perfectamente es que sucedió así». «Lo siento mucho pero las cosas son como son y a veces no son como a uno le gustaría que fueran». «No conozco absolutamente nada de eso por lo que usted se interesa». «La contestación tiene que ser gallega, porque no la podría hacer riojana». «Hacemos lo que podemos significa exactamente hacemos lo que podemos, significa que no hicimos nada que pueda perjudicar a ningún proceso”.
En esto, nos quedamos con la oratoria de Séneca, que, por ejemplo, en una de sus cartas a Lucilio le decía: «Considérate feliz cuando todo nazca para ti de tu interior, cuando al contemplar las cosas que los hombres arrebatan, codician y guardan con ahínco, no encuentres nada que desees conseguir». Y con la capacidad verbal de la que siempre ha hecho gala Gala en su obra, cuyo final (que, por cierto, Emilio Hernández ha recortado mucho en su versión, una pena), dice así: «Adiós. A quienes me vean a distancia, cuando se decidan a juzgarme, les pido sólo aquello que tú me aconsejabas dejarles en herencia: el beneficio de la duda. Nada hace tan generoso al corazón del hombre. Mientras duda, le da tiempo a juzgarse a sí mismo, o a decidirse a no juzgar, si es que no ha atravesado él antes por la misma agonía. Mientras duda, camina, y se da cuenta de lo poco importante que es llegar. Lo propio del hombre no es la verdad ni la certeza; no es aspirar a ellas, con una insensata pasión que sólo le conduce a la derrota y a la muerte. Lo propio del hombre es dudar sin descanso. Adiós, Petronio. Adiós, Roma. Adiós, mundo en el que sostuve una breve esperanza”.
En algo sí ganó Rajoy al Séneca de Gala. Lo suyo era estreno absoluto. Por primera vez, un presidente de Gobierno español en ejercicio declaraba como testigo en un juicio. La obra que vimos ayer en la capital extremeña se había representado ya en Madrid en primavera, en el Teatro Valle Inclán, al tratarse de una coproducción del Festival de Mérida, que dirige Jesús Cimarro, con el Centro Dramático Nacional (la primera vez que colaboran ambas instituciones).
Séneca o el beneficio de la duda, el verdadero nombre de la obra de Gala, se estrenó en Bilbao en agosto de 1987, hace 30 años, dirigida por Manuel Collado, y con el gran José Luis Pellicena como protagonista (una curiosidad: en aquella representación el papel de Agripina estaba interpretado por la actriz Magüi Mira, hoy esposa de Emilio Hernández). El autor traza a través de las experiencias e historia del filósofo hispano-romano la delgada línea que separa poder y moral. Sobre ella, Gala ha dicho: «Desde muy joven acaricié la idea de escribir sobre Séneca. Es un personaje conocido -no demasiado, quizá sólo supuesto- como moralista, como filósofo, como dramaturgo. Pero su actividad política, no reducida a la formación de Nerón, suele quedar, acaso con intención, en la sombra. Las contradicciones que se dan entre la obra y la actitud de Séneca son tan graves que no podían dejar de atraer a un autor de teatro. Porque él es, al mismo tiempo, protagonista y antagonista de su vida. En una época cuya decadencia, cuya corrupción general, cuya sensación de agotamiento, la hacen tan semejante a la nuestra, hay un hombre de Córdoba –el más romano de todos los estoicos y el más estoico de todos los romanos– que personifica las tentaciones que el poder plantea a la ética, y el contagio con que la amoralidad asalta a la virtud».
Y el director de esta adaptación, Emilio Hernández, ha añadido: «Antonio Gala escribió hace 30 años esta obra para el teatro que hoy, en una versión a la que se suman nuevos textos procedentes de la obra de Séneca, del poemario de Gala, de la Historia, sigue indagando en la corrupción endémica del poder y que presenta unos personajes que se debaten por sobrevivir, con diferentes armas, en esa ciénaga. Ocurrió en el siglo I en Roma, pero nos resulta lacerantemente actual».
La obra lleva al espectador a los últimos momentos de la vida de Séneca, decepcionado porque el emperador, Nerón, al que tutela, no escucha ni respeta sus consejos. Es un Séneca -interpretado por un contenido Antonio Valero- que ha visto cómo sus ideales se han derrumbado al verse expuestos al ejercicio de la política. La adaptación trata de hacer más contemporánea la función con guiños a la actualidad (refugiados sirios), momentos de musical tipo años noventa, desnudos y homoerotismo. Ninguno de estos añadidos encuentra continuidad ni mucho sentido en el hilo de la obra. Hasta parece forzada una de las más agradables sorpresas, la presencia de Carmen Linares, como madre de Séneca -«el pilar» de la moral del pensador-, que demuestra que no sólo canta bien, sino que también dice muy bien, con mucha naturalidad. Ella consiguió ayer los mejores aplausos del público, tras cantar una petenera. Completan el reparto Diego Garrido (un Nerón versátil, voluble y volátil al que le falta algo más de depravación en escena) e Ignasi Vidal (Petronio, prodigiosa voz de musical) y tres excelentes mujeres: Esther Ortega (Agripina, enérgica, sugerente, vulgar y elegante, maquiavélica, lujuriosa, terrible… arrebatadoramente mala), Eva Rufo (Popea, muy segura de sí misma) y Carolina Yuste (Acté, pura sensualidad).
Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba en el año 4 a. C. y fue invitado a suicidarse en el año 65, quizá más por traición a sí mismo que al emperador. Vivió los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, la depravada decadencia del imperio. Fue tutor de Nerón, además de ministro y consejero. Esta muy libre versión de la obra de Antonio Gala reduce la profundidad del filósofo y político cordobés para dar protagonismo a la voluptuosa relación de Agripina con su hijo Nerón. Y más parece una función dedicada al hedonismo de Epicuro que al estoicismo de Séneca, en una mezcla algo rara de cabaret antiguo con profundos monólogos. Son de agradecer la austeridad de la escenografía, del propio director, y el gran trabajo de iluminación de José Manuel Guerra y de vestuario de Felype de Lima.
De toda la mezcolanza, algo sí nos quedó subrayado en palabras del Séneca-Valero: «El peor de los crímenes es la corrupción».
Séneca es la cuarta obra presentada este año en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, tras La Orestíada de José Carlos Plaza, el Calígula de Mario Gas y Troyanas, en versión de Alberto Conejero y con Aitana Sánchez Gijón como protagonista, obra que ha alcanzado récords de público al acercarse al pleno de las 15.000 entradas en 5 representaciones (el aforo del teatro es de 3.000). El año pasado fue la adaptación de Lisístrata como La Guerra de las mujeres, en versión de José Carlos Plaza y con el gran atractivo de Estrella Morente, la obra que más atenciones atrajo.
Para agosto quedan La Bella Helena, un musical con Gisela; La comedia de las mentiras, con Pepón Nieto y María Barranco a partir de una obra de Plauto; el Concierto de Arcángel con Las Nuevas Voces Búlgaras y Ana Moura, y Viriato, de Florián Recio.
‘Séneca’ se representa hasta este domingo, 30 de julio, en el Festival de Teatro de Mérida. Más información.
Comentarios
Por Pepe, el 27 julio 2017
NO es el Festival de Teatro de Mérida, sino el FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA.Las cosas por su nombre.
Por julio, el 27 julio 2017
Séneca, tan corrupto como la monstruosa sociedad en la que vivía, no escribía para ser interpretado, sino para ser leido. — Y así sale todo.