Sobre el sexo (y la sexualidad) de las cosas

Talla 69 / los díez ©

Nuestro poema-objeto de octubre trae reflexiones sobre la sexualidad de las cosas, de los zapatos y de los libros. Nueva entrega de la serie ‘Objetivo Subjetivo’. ¿Un zapato de tacón es masculino o femenino o es de sexo fluido y cambiante.

Comencemos con eso que tanto nos gusta, colgar etiquetas.

Y para intentar centrar el tema, planteemos una pregunta: ¿un zapato es masculino o femenino?

Un recurso inmediato y bastante manido sería recurrir al diccionario; ahí encontraríamos, atendiendo a la primera y más general acepción del término, una abreviatura definida por una m. que nos informa de que la palabra que buscamos es masculina; no sé si esta respuesta os dejaría satisfechos; a mí, no.

Porque es bastante evidente que un zapato de hombre es masculino, pero ¿y uno de mujer lo es también? Y una bota militar, ¿es masculina o femenina?

Y para complicar el asunto, imaginemos los términos, de diferente género, que designan a un mismo objeto en diferentes idiomas. Queda bastante claro que intentar identificar el sexo de las cosas por su nombre es bastante complicado e inútil.

Pero compliquemos un poco la cosa; tomemos como ejemplo un objeto menos pedestre, un libro. Creo que si somos lectores habituales, letraheridos confesos, podremos cuestionarnos si existen libros masculinos o femeninos; pero que quede claro, no me refiero a si existe una literatura femenina o masculina, discusión en la que nos volveríamos a enredar con las etiquetas, sino a si existen libros, considerados como meros objetos, que sean, utilizando términos del ámbito de la zoología, machos o hembras.

Una respuesta afirmativa a esta última cuestión podría explicar cómo es posible que en nuestras abigarradas librerías encontrásemos muchos más libros de los que recordemos haber comprado, y por supuesto leído; sólo tendríamos que pensar en la cantidad de coitos, y posteriores alumbramientos, que se dan en la oscuridad de nuestras bibliotecas cuando no estamos en ellas.

Y todo esto me lleva a plantear una reflexión: ¿cómo es posible que todavía exista gente que no haya entendido que cada hombre y mujer puede contener un sexo y una sexualidad diversos de la misma manera que cada libro contiene un texto que lo hace diferente?

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