“La única solución para que este planeta no se abrase es salir del capitalismo”

Rubén Hernández, editor de Errata Naturae.

Rubén Hernández (Madrid, 1978) es editor de Errata Naturae, una editorial comprometida con la naturaleza y el medio ambiente, y que lucha contra el cambio climático. Cuando comenzó la pandemia, tomó la difícil decisión de no publicar libros durante varios meses para denunciar el sistema de sobreproducción y endeudamiento editorial, invitando al sector a una reflexión profunda. “Como individuo me daba mucho vértigo que dentro de 20 años mi hija, que tiene ahora 9, me preguntara: ¿Cómo es posible que tú, sabiendo que el actual sistema de producción es insostenible para el planeta, no hicieras nada para cambiarlo en aquello que estaba en tu mano?”, asegura en nuestra entrevista emocional de hoy, en la que hablamos del calentamiento global, del modelo productivo actual, el decrecimiento, la sobriedad feliz, la autosuficiencia o la muerte.

Errata Naturae ha publicado en los últimos años a autores de la talla de Mary Oliver, Frédéric London, Pia Pera, Henry David Thoreau, Joanna Pocock, Rachel Carson, John Burroughs o Pierre Rabhi, entre otros muchos. “Digamos que partimos de un principio: no hay sostenibilidad para el planeta si no la hay para las personas, y no hay luchas ecológicas ajenas a las luchas sociales”, comenta este editor, que vive desde hace años en una casa situada en plena naturaleza en Cantabria.

Unas semanas después de decretarse el estado de alarma por la pandemia y en pleno confinamiento, Errata Naturae emitió el comunicado ‘Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta’, donde anunciaba que no publicaría libros en los siguientes meses, denunciaba el sistema de sobreproducción y endeudamiento editorial e invitaba al sector a una reflexión profunda. A veces, y en momentos de grandes crisis, es necesario parar, detenerse, pese a que el sistema nos quiera siempre acelerados y produciendo…

Aquella parada fue una decisión compleja, muy meditada, muy consciente, que partió de una inercia vital, de un deseo de cambio, también de una necesidad por reflexionar y replantear nuestro trabajo y nuestras vidas de un modo que estuviera a la altura de las consecuencias que preveíamos para esta crisis. Había motivos existenciales, ideológicos, económicos y, muy importante, ecológicos. Como editor, sentía obviamente cierto vértigo al tomar la decisión de detenernos y situarnos a contracorriente… pero como individuo me daba mucho más vértigo que dentro de 20 años mi hija, que tiene ahora 9, me preguntara: “¿Cómo es posible que tú, sabiendo que el actual sistema de producción es insostenible para el planeta, no hicieras nada para cambiarlo en aquello que estaba en tu mano?”. Entonces hicimos ese poquito que estaba en nuestra mano y hoy seguimos avanzando en esa línea, y estamos muy satisfechos tanto de los cambios que operamos en nuestra editorial y en nuestras vidas, como del feedback que recibimos por ellos de nuestros lectores y amigos.

El historiador holandés Rutger Bregman defiende que en momentos de emergencia o de catástrofe, los seres humanos mostramos nuestra mejor cara, “como si alguien nos hubiera reseteado el cerebro y hubiéramos vuelto a nuestra mejor versión”. ¿Crees que lo vivido en los últimos años nos ha hecho reconsiderar la vida que llevábamos?

Por desgracia, creo que no comparto el optimismo de Bregman… Entiendo que me preguntas si en tanto que sociedad hemos hecho o no una reflexión general que haya dado lugar a cambios constatables. La respuesta creo que es obvia y es no. Considero que en términos generales nada ha cambiado y nuestro futuro sigue abocado, por decirlo sin demasiado alarmismo, a una profunda incertidumbre.

En la editorial tenéis un compromiso decidido con las personas que formáis el equipo, con el planeta y con la sociedad. ¿En qué consiste?

Bueno, sería demasiado largo (y quizás algo aburrido) enumerar todas la medidas que hemos implementado en esos ámbitos tan distintos y complejos… Digamos que partimos de un principio: no hay sostenibilidad para el planeta si no la hay para las personas, y no hay luchas ecológicas ajenas a las luchas sociales. En este sentido, por ejemplo, para nosotros implementar una medida como la jornada semanal de 4 días y 32 horas (sin reducción de sueldos) se entrelaza con el esfuerzo por utilizar sólo el papel con menos emisiones de CO2 que existe hoy en día a disposición. Pero son muchas las medidas que tomamos y pueden consultarse todas en el apartado de compromisos de nuestra web.

Desde 1991 hemos emitido más dióxido de carbono que en el resto de la historia humana. Las temperaturas globales medias se han incrementado aproximadamente en 1,2º C desde la era preindustrial y se espera, que para 2100, alcance los 3,2º C. Hemos sufrido en 2022 unas temperaturas muy altas y un verano demasiado caluroso. El tiempo para el cambio y la transformación del modelo productivo global actual se está agotando…

Sí, en efecto. Desde mi punto de vista, todo parece indicar que la clase política en general ha establecido una alianza tácita con los distintos representantes del gran capital para fingir una transición ecológica cuyo primer interés es salvar los intereses de los que más tienen. No hay más que ver los vergonzosos resultados de las sucesivas Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, incluida esta última y de nuevo funesta COP27. Podemos seguir obviando la historia, podemos seguir obviando cómo se acabó con la esclavitud (o casi… pues sigue habiendo esclavos hoy en día), cómo consiguió la clase obrera sus derechos, cómo consiguieron el voto las mujeres, cómo consiguieron tantas personas sus derechos civiles en todo el mundo… ¿los consiguieron en una reunión amistosa con políticos y millonarios dispuestos a ayudar y a compartir su riqueza? Evidentemente no. Hubo incontables sufrimientos y muertos cuya memoria convendría no deshonrar pues ellos y ellas son los que nos permiten hoy disfrutar de estos privilegios. Si es posible una transición ecológica que de verdad sea digna y justa para todos y todas, no tendrá lugar en despachos ni en parlamentos. Tal como afirma nuestro autor Andreas Malm en su último libro, yo también creo que es hora de empezar a sabotear unos cuantos oleoductos.

Vivimos en la civilización del exceso, la desmesura y el consumo permanente. Frente a esta cultura del despilfarro, el pensador y agricultor Pierre Rabhi abogaba por la moderación, por encauzar la vida hacia una sobriedad feliz. ¿Por dónde podemos empezar a aplicar un decrecimiento sostenible en nuestro día a día?

No creo en el decrecimiento y considero que es un error estratégico grave plantear el futuro en esos términos. El decrecimiento me parece un concepto absurdo: se supone que pretende derrocar el capitalismo, al tiempo que espera convencerlo amablemente de que contradiga su propia esencia (que consiste en crecer de manera indefinida). Cuando el capitalismo decrece, se entra en recesión (como seguramente ocurrirá el año que viene). Es así de claro y eso a nadie le gusta, puesto que conlleva sufrimiento para muchos. Si con “decrecimiento” queremos decir “salida del capitalismo”, perfecto, en eso estoy de acuerdo, pero llamémoslo por su nombre. No puede haber decrecimiento dentro del capitalismo, de la misma manera que no hay un problema de crecimiento fuera del capitalismo. Creo que antes o después la sociedad deberá tomar una decisión y afrontarla sin medias tintas. Yo creo que la única solución para que este planeta no se abrase es salir del capitalismo, y autores como Frédéric Lordon nos explican paso a paso y sin pensamiento utópico alguno (por ejemplo en el último libro suyo que acabamos de publicar, El capitalismo o el planeta) que esto es perfectamente posible, dando lugar a una sociedad no sólo más justa sino más plena para todos y todas.

Una de las muchas formas de resistencia es dejar la ciudad e irse a vivir al campo, volver a la naturaleza, como hiciste con tu pareja, la también editora Emilia Lope, hace algunos años, cuando os instalasteis en una casa entre colinas y pequeñas granjas en Cantabria. ¿Es posible hoy la autosuficiencia, de la que Epicuro dice que es la mayor de todas las riquezas?

Conozco a gente con un nivel de autosuficiencia muy alto, que han tomado la decisión de vivir en los límites del sistema, entrando sólo cuando realmente necesitan algo que no pueden conseguir fuera y saliendo rápidamente sin dejar demasiados rastros. Siento admiración por los que han tomado esta decisión, pues me parece muy valiente y muy difícil. Sin embargo, no creo que sea la solución para los problemas globales que nos acechan, sino parte de una estrategia combinada. Si el cambio climático hace inhabitable este planeta, nadie se librará de las consecuencias, ya vivas un poco más dentro o un poco más fuera del sistema. El futuro que imagino estaría conformado por enormes comunidades autosuficientes, no por autosuficiencias individuales o puntuales.

Precisamente en uno de vuestros libros, ‘Niadela’, la ex presentadora de televisión Beatriz Montañez narra con suma belleza su huida de la ciudad y su nueva vida en una casa que estaba abandonada en plena natura. En esta obra escribe ‘Los trece mandamientos de Niadela’ y en uno de ellos dice: “No olvidaré nunca que moriré, aunque olvide que estoy viva”. Estamos tan endiosados que no aceptamos nuestra vulnerabilidad, nuestra finitud…

Nuestra sociedad rechaza la muerte, es una consecuencia más del individualismo radical que nos guía, pues aceptar la muerte es aceptar que somos parte de un todo muy superior a nosotros mismos. Si amáramos realmente esta tierra, si comprendiéramos de verdad que somos una ínfima parte de un proceso biológico global de vida, muerte y renacimiento de la vida, nos sería más sencillo honrar y celebrar la conversión de nuestra carne en humus y alimento para otros seres. Pero nuestra alienación nos ha llevado incluso a industrializar el hecho mortuorio, liquidando en buena medida los rituales fúnebres y delegando este proceso (uno de los más importantes en la vida de un ser humano) a empresas y “profesionales”. La muerte es el principio de la vida, no el final, porque la vida no es un suceso individual, sino uno colectivo que avanza gracias a la muerte y al reciclaje radical que hace la naturaleza de toda la materia.

“El costo de una cosa es la cantidad de vida que hay que dar a cambio de ella, de manera inmediata o durante un periodo de tiempo”, dice Thoreau en ‘Walden’. En verdad, no pagamos con dinero, sino con nuestro tiempo y el tiempo no podemos comprarlo en ningún supermercado…

En efecto. Una sociedad libre sólo será aquella que haya derrocado a las dos instituciones que hoy en día mantienen bajo su yugo de angustia y precariedad a la inmensa mayoría de la humanidad: el mercado y el trabajo asalariado. Cuando cedemos nuestro tiempo (cada día de nuestra vida) para hacer lo que otro quiere a cambio de los medios para nuestra propia supervivencia material, no somos seres humanos libres, somos supervivientes. Y Thoreau no tenía ninguna duda al respecto.

Acabáis de editar un nuevo libro de Mary Oliver, ‘Horas de invierno’, una obra que recoge varios ensayos y poemas de la autora de ‘La escritura indómita’. En uno de ellos, como Thoreau, Oliver cuenta cómo se construye su propia casa. Una escritora singular e inspiradora…

Sí, Mary Oliver es una escritora simplemente maravillosa. Y en concreto su relación con la noción de refugio es fascinante y afecta tanto a una cabaña como a un poema. Necesitamos lugares donde refugiarnos, donde recuperar fuerzas y prepararnos, quizás, para las luchas por venir.

Feliz es el que no desea nada…

Hum… no lo creo… El mundo es deseo, es atracción. No me refiero al deseo banal del último iPhone, obviamente, pero pienso que en términos incluso metafísicos la estructura última de la realidad está infiltrada por el deseo, como lo está por el sufrimiento y por la muerte. Occidente ha negado esta realidad, desde la base ultra racional del pensamiento estoico y su reelaboración cristiana. Creo que debemos aprender a desear de otra manera, fuera, por ejemplo, de los estrechos cauces capitalistas. Spinoza podría enseñarnos algo (o mucho) sobre esto.

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Comentarios

  • ANTONIO GONZÁLEZ RUBIALES

    Por ANTONIO GONZÁLEZ RUBIALES, el 04 diciembre 2022

    Si no pensamos que la vida no es válida, obteniendo muchos medios económicos, muy mal estará el planeta para poder soportar a toda la humanidad.

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