¿Somos distintos en vacaciones de verano? Un libro para voyeurs

Portada del libro de Emma Straub.

Portada del libro de Emma Straub.

Para encarar el último tramo de agosto os queremos recomendar un libro muy de estas fechas, sobre la ruptura de lo habitual y el reto de regresar a la cotidianidad. ‘Los veraneantes’ de Emma Straub nos convierte en voyeurs de una familia para disfrutar contemplando sus actitudes íntimas. ¿Somos diferentes durante el verano? Straub nos plantea que la rutina nos ampara, porque nos permite escapar de vernos en profundidad. Por eso mismo ha elegido trasladar a sus personajes desde Nueva York a Mallorca.

La autora neoyorkina aprovecha para desvelar la intimidad de un núcleo familiar como un misterioso campo de fuerzas que se contraponen y ejercen influencias unas sobre las otras como si no pasara nada, pues estamos en una isla. Publicado por Ediciones B con traducción de Isabel Murillo, es un libro que sorprende no solo por lo que cuenta sino por cómo lo hace, como si lo habitara una pausa calurosa que nos va abrazando de forma precisa y predeterminada.

Una novela de personajes. Cada uno se deja ver y abrazar desde las primeras páginas, mientras nos cautiva poco a poco. Los Post pasarán 15 días en Mallorca con motivo de sus 35 años de matrimonio. Junto a ellos estará toda la familia y la pareja formada por Charles y Lawrence, amigos muy cercanos. Los Post son de Nueva York. Son gente de clase media elevada, establecidos y cultos, con una rutina perfecta. Allí en Manhattan viven Franny, Jim y su hija Sylvia, a punto de irse a la universidad. Franny es una periodista de viajes de cierto prestigio y escritora; Jim es editor en una reconocida revista. A Jim acaban de ofrecerle una jubilación anticipada y aún le cuesta encajarlo; todo es muy reciente, se siente en plena forma a sus 60 años. Dadas las circunstancias, si le dieran a elegir, preferiría morirse trabajando. El hijo mayor, Bobby, vive lejos, en Miami, con su novia Carmen, unos 10 años mayor que él, ya en la cuarentena.

Franny defiende que lo hace todo por la familia. Le gustaría plasmar su ideal de vacaciones donde se ve cocinando deliciosos platos dignos de algún canal de cocina mientras los demás disfrutan y ríen. Franny es la neoyorkina culta de Manhattan, pendiente de todo, muy consciente de sí misma, exigente, siempre espera dar la imagen perfecta, evidentemente inspirada en la señora Dalloway de Virginia Woolf. Jim se acerca a las vacaciones como un gato, muy despacio y atento a lo que pueda suceder, porque necesita tiempo para reconciliarse consigo mismo. Sylvia espera soportar ese tiempo familiar impuesto, pero ante todo quiere perder su virginidad. Bobby quisiera pedirle un favor a sus padres, aunque no se atreve, como siempre. A Carmen le gustaría que por una vez no la cuestionaran constantemente por ser mayor que Bobby y que él defendiera a ambos más e hiciera valer lo que quiere. Bobby tiene 28 años pero parece de 18, va a remolque de Carmen, impecable y eficiente siempre. Charles y Lawrence necesitan relajarse de la tensión que supone la espera de una respuesta afirmativa de adopción. En realidad, lo desea más el maternal Lawrence, mientras que Charles disfruta del momento, o eso cree.

¿Somos diferentes durante el verano? La respuesta más sensata sería la afirmativa, dado que somos un yo determinado en unas circunstancias concretas. Straub nos plantea que la rutina nos ampara, porque nos permite escapar de vernos en profundidad. Por eso mismo ha elegido que sus personajes pasen un tiempo fuera de su lugar habitual en esta estación calurosa. En la espera no hay donde esconderse. En verano el tiempo no hace ruido, el pasar de las páginas, tampoco. Las ciudades se llenan de ecos y de turistas cansados, de entusiasmos acalorados mientras el cantar de la cigarra  lo vigila todo. Se calla la cotidianidad que conocíamos. Incluso lo inútil se deja pasar por su peso propio, se ensanchan las esperas.

No es obligatorio estar de vacaciones, más de media España no lo está. Pero el calor imprime un ritmo diferente, un esfuerzo que parece siempre estar a punto de apagarse. Es precisamente en esos momentos cuando lo no dicho nos permite zambullirnos en otro tiempo. No sacralicemos, una cerveza bien fría o un helado italiano compartidos obran un efecto similar. Aunque si queremos trasladarnos solos a otro tiempo y espiarlo, un libro es la única puerta de salida. Al final todo se protege debajo de un árbol, una nube que pasa, detrás de una ventana cerrada o en el pasar de las páginas. ¿Acaso al veranear nos revelamos más? En invierno todo es más recogido, decimal. En verano nos dilatamos. Nos estiramos a tomar el sol acompañados de nuestras querencias, el deseo y las promesas, lo que no se cuenta, las envidias, las pasiones soterradas, las traiciones más inesperadas, las bofetadas de la vida, las desafecciones y los amores, y cómo se sobrevive a todo en septiembre al recuperar la rutina.

Y en esa penumbra de aplazamientos, con días más extensos y bajo el peso del calor, todos nos recordamos junto a las cigarras. Y esperamos  la noche para escondernos desde hace siglos junto a las estrellas y dejarnos caer en una eterna entrega. Cuando nos olvidamos del ritmo habitual, ¿somos más proclives a desnudarnos? A todo eso contesta de forma muy determinada la escritora Emma Straub en esta novela.

Eligió Mallorca para desarrollar la novela mucho antes de haber estado allí. Le gustaba cómo sonaba la palabra Mallorca. Mientras escribía, iba dejando espacios en blanco con indicaciones para rellenar con escenas de la isla. Luego pasó unas semanas allí, recorrió Mallorca y fue trabajando sobre sus borradores. Había empezado por los personajes sin encontrar la forma concreta de ponerlos en juego. Y un día se le ocurrió enviarlos lejos, de vacaciones, y que no pudieran escaparse de sí mismos. Emma Straub es una escritora neoyorkina y ésta, su segunda novela. Escribe habitualmente para diferentes revistas de amplio prestigio como Vogue o Rookie. Su madre dirige un programa de fomento de la lectura infantil desde hace 25 años. Su padre es el reconocido escritor de novelas de terror Peter Straub. Fue él quien le mostró lo que implica trabajar cada día como escritor lejos de los mitos del whisky, los intelectuales y los cigarrillos. Ella escribe junto a su gata negra Killer, quien –confiesa la autora- la ayuda a concentrarse, algo que le cuesta. Mientras su otro gato, Gravy, rubio y blanco, las observa. Para Straub, contar historias es un proceso orgánico que los animales saben apreciar de forma intrínseca, está convencida de que no podría acabar sus novelas sin ellos.

Emma Straub cuenta entre susurros los destellos que dejan entrever más de lo que suponemos, en ello reside su fuerza, en las entrelíneas. Allí donde Hanif Kureishi suele denunciar a cuchilladas, Straub muestra un instagram con filtros que podemos descifrar. Todo se resumen a un pequeño movimiento, un clic. Ambos autores son las dos caras de una misma moneda. La vida se marca en su novela tanto por las desilusiones como por las esperanzas y las oportunidades truncadas. Se obra un libre albedrío que se nos escapa. Y nos acordamos de las estrellas, de lo irreductible y todo cuanto no se puede deducir de las reglas que conducen nuestras rutinas. Mientras, podemos dejarnos mecer por un mar de páginas, imaginar cómo determinarían circunstancias similares a nuestra familia o a la de aquellos que conocemos. Las nubes pasan.

Felices lecturas, mares y olas de páginas.

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Comentarios

  • Enri

    Por Enri, el 27 agosto 2016

    En principio somos iguales, con las mismas ideas y diferentes actos.—Pero «genio y figura hasta la sepultura».—-¿¿¿o no.—-????

    • sardiflor

      Por sardiflor, el 27 agosto 2016

      Hola, Enri,

      planteas algo interesante y que mucha gente defiende. No por nada la identidad es un tema que se trata de hace siglos en filosofía. Solo puedo basarme en mi experiencia, claro, que es lo que me conduce a ver y cuestionar el mundo. Si miro hacia atrás, que es lo hice para reflexionar sobre este libro, creo que sí cambiamos. Pero eso es mi visión, la influencia de Ortega en algunas cuestiones de mi vida y un largo etc. Sí que creo que hay una llama que permanece, es una llama muy interior y fundamentalmente básica que se puede resumir en una o dos palabras y que a lo largo de la vida la negamos o le damos alas según nos sea posible. ¿Cómo lo ves?

      Un fuerte abrazo, gracias por tomarte tu tiempo para dejar un comentario por aquí y que podamos «charlar» un poco. Eso es altamente motivador y un regalo.

      Un abrazo de olas,

      Sardiflor

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 28 agosto 2016

    Una interesante pregunta.

    • sardiflor

      Por sardiflor, el 28 agosto 2016

      Y… ¿Alguna respuesta?

      🙂 besos de olas

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