‘Surrealismo y diseño’ en CaixaForum: cuando los sueños se apoderan de nosotros
Una visita un tanto surrealista a la magnífica exposición ‘Objetos de deseo. Surrealismo y diseño. 1924-2020’, en CaixaForum Madrid, que nos acerca en los soportes más variados –desde la pintura y el mobiliario a la moda y el cine– a un movimiento cuyo objetivo último era subvertir la realidad visible y (re)conocida utilizando el subconsciente, los sueños, el erotismo, las obsesiones, el azar y lo irracional.
Una primera advertencia para quien se aventure en la lectura de este artículo, con la esperanza, eso sí, de que no le disuada de continuar hasta el final. Reconozco que quien esto escribe no es, ni de lejos, ni un crítico, ni un teórico, ni siquiera un periodista especializado en arte y diseño.
A cambio, me presento como un creador que se mueve tanto en el ámbito del diseño de producto como en el de la poesía visual y la creación de poemas objeto; digamos por tanto que hablo desde la experiencia diaria en la creación de entes materiales destinados por una parte a satisfacer las necesidades cotidianas de la gente, desarrollando objetos utilitarios y funcionales, y por otra, en la creación de obras, los poemas objeto, donde podemos hablar de una “utilidad afuncional” y en los que prima su componente poético, irónico y mágico, y por tanto, surrealista, buscando en el espectador simplemente una sonrisa o la generación de un pensamiento o una emoción.
Explico todo esto porque me voy a permitir brindar una visión personal y totalmente particular. Como afirmó José Bergamín: “Soy subjetivo, ya que soy sujeto. Si fuese objetivo, entonces sería un objeto”.
Aclarado este punto, centrémonos en la propia exposición, y comencemos por su título, por su primer gancho mediático.¡
El título en sí, Objetos de deseo, aúna por una parte el protagonismo que las cosas, los objetos, los enseres que nos rodean en nuestro día a día han tomado hoy en día como asideros materiales y vehiculares de emociones y experiencias, y por otra el concepto de deseo, ese sentimiento de amplio espectro que se convierte en motor de gran parte de las motivaciones humanas, y que, reconozcámoslo, tiene gran tirón publicitario.
Pero no es en el título en el que quiero centrar mi análisis, sino en su subtítulo, Surrealismo y diseño, un oxímoron casi perfecto; digo casi perfecto porque, por ejemplo, Diseño surrealista, según mi personal y subjetivo planteamiento, sí hubiese reflejado plenamente esa contradicción in terminis, y muy bien podría haberle hecho la competencia a uno de mis oxímoron preferidos: Organización anarquista.
Es en ese subtítulo, en el encuentro no tan fortuito entre un movimiento artístico y literario de amplio espectro y un término tan manido pero a la vez incomprendido como el de diseño, donde creo radica la clave de esta magnífica exposición.
Por una parte, tenemos como uno de sus elementos principales al surrealismo, un movimiento artístico y literario, que a pesar de su desgajamiento en múltiples facciones y camarillas, sus contradicciones y rencillas internas y sus disputas dialécticas, e incluso físicas, consiguió, como tal vez no lo haya hecho ninguna otra corriente artística, proyectar su influencia en la vida cotidiana hasta nuestros días. Como ejemplo de esa capacidad de penetración en el imaginario colectivo, podemos fijarnos en cómo gran parte de los sucesos y episodios noticiables o son kafkianos o dantescos o surrealistas, pero nunca cubistas, expresionistas o futuristas.
Y, por otra parte, tenemos el concepto de diseño, ese término al que, de tanto usarlo (mal), se le acabó el sentido. Por eso mismo me permito un pequeño inciso pedagógico sobre él, que me facilitará un poco más adelante armar el análisis de la exposición. Etimológicamente, el término diseño deriva del término disegno, algo así como el dibujo, la representación gráfica previa a la materialización de una idea; pero contamos con una segunda acepción de la idea de diseño, digamos que su vertiente anglosajona, que toma carta de naturaleza con el nacimiento de la Revolución Industrial y que hace recaer en el diseño el proceso de creación y desarrollo para producir un nuevo objeto.
Centrémonos, por fin, en el contenido de esta exposición.
Un primer vistazo rápido al contenido de esta muestra nos ofrece una heterogeneidad de soportes, tipologías y técnicas que difícilmente podemos encontrar en exposiciones dedicadas a cualquier otro movimiento artístico que no fuese el que nos ocupa en este caso; piezas de mobiliario, pequeños objetos, moda, joyería, fragmentos de películas… se nos presentan como soporte de los planteamientos conceptuales, formales y estilísticos de un movimiento cuyo objetivo último era subvertir la realidad visible y (re)conocida utilizando, como se afirma en el dosier de prensa, el subconsciente, los sueños, el erotismo, las obsesiones, el azar y lo irracional como sus vectores básicos de acción.
Y es precisamente ahí, en la utilización de los objetos cotidianos, la incursión en el mundo de la publicidad, la decoración de interiores y de escaparates comerciales, el cine, etc…, y no simplemente en los soportes clásicos de la pintura y la escultura, donde de manera, no sabemos si inconsciente o totalmente premeditada, el surrealismo acierta plenamente en su pretensión de intentar demoler no solamente los cimientos, sino también la propia estructura de la realidad objetiva.
Y es en este punto donde confluyen, por fin, como el paraguas y la máquina de coser sobre una mesa de disección, los conceptos de surrealismo y diseño en esta exposición.
Si recordamos los dos planteamientos que del término diseño explicaba más arriba, esto es, como mera definición formal previa a la materialización de una idea o como estrategia programática en el proceso de materialización de dicha idea, creo, como mera impresión personal, que el surrealismo no utilizó el diseño de ninguna de estas formas, o no al menos consciente y sistemáticamente. No me imagino –y de hecho esta exposición apenas muestra, como suele ser habitual en las exposiciones de diseño– croquis, apuntes, bocetos o prototipos de las ideas que posteriormente se materializarían por ejemplo en una butaca, una lámpara o un teléfono; y tampoco me imagino al arquetípico artista surrealista planificando metódicamente cada una de las fases en la ejecución de dicha obra, sobre todo teniendo en cuenta que la improvisación, el azar y lo irracional eran las líneas de fuerza fundamentales en su quehacer creativo.
Un inciso importante: hay que hacer observar que la utilización del diseño está plenamente incorporada al proceso de creación de la obra expuesta, no cuando los artistas surrealistas utilizan el diseño, tal como acabo de explicar, sino cuando se invierte el binomio y son los diseñadores, seguramente como respuesta a los dictados del racionalismo y la funcionalidad estrictos, los que recuperan los planteamientos surrealistas para crear sus piezas.
En cambio, sí creo que el surrealismo utilizó el diseño plenamente, pero de una manera no explicada hasta el momento; se trataría de considerar su versión más cercana al mundo del marketing, la publicidad y la mercadotecnia.
Porque el gran acierto del surrealismo, si le presuponemos una intencionalidad consciente, difícil de imaginar en un movimiento de este tipo, fue el de emplear una estrategia comercial del diseño para acercarse a un público general no especializado, y por lo tanto alejado de sus técnicas más propias y abstrusas, como por ejemplo el objet trouvè, el cadáver exquisito, el bulletismo, el caligrama, el readymade, el dream resumé, etc, etc, etc…
Así es como, utilizando como soporte de su mensaje los objetos cotidianos, la publicidad, la moda, el interiorismo o el cine, el surrealismo logró introducir en el imaginario colectivo, como no lo ha hecho nunca otro movimiento artístico, su semilla disruptiva y que explica el dilatado espectro temporal, de 1924 a 2020, que cubre esta exposición que les invito a visitar (a pesar de la lectura de este artículo).
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