En estos días de aislamiento en los que todos hemos echado mano de los recursos más variados, se ha repetido sin cesar que los que nos dedicamos a los libros estábamos mejor pertrechados para soportar el encierro que los que no tienen la costumbre de acercarse a la cultura. Más aún, se ha insistido en que, si se es escritor, la reclusión y el silencio, el sosiego necesario iban a enriquecer nuestra tarea y nos iban a dejar en mejor situación que a aquellos que no están demasiado acostumbrados a asomarse a su mundo interior. Pero yo no he sido capaz de escribir ni una línea de ficción; tampoco he podido leerla. La mayoría de los textos que la literatura ha producido sobre la peste se han escrito muchos años más tarde, cuando la epidemia ya había sido masticada y digerida.
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