Tapones de corcho: un brindis por los alcornocales sostenibles

Saca del corcho en un alcornocal ibérico. Fotografía de Rosa Tristán.

Cuenta la historia que fue un monje benedictino francés llamado Dom Pierre Pérignon quien, a finales del siglo XVII, comenzó a usar el corcho para cerrar las botellas de su famoso champán Dom Pérignon que guardaba en su bodega. Los alcornoques, que existían desde hace 10.000 años en la región mediterránea, se convirtieron así en protagonistas de una historia, la del vino, de la que ahora son desplazados por materiales mucho menos sostenibles. Quienes trabajan en el sector vitivinícola saben que sus mejores ‘caldos’ precisan de un tapón de auténtico corcho, que es renovable porque crece de los árboles, y algunas empresas ya procuran que, además, ese tapón lleve el sello de FSC, lo que garantiza que las fincas tienen una gestión adecuada.

En las bodegas de Pago de Carraovejas de la denominación Ribera del Duero saben muy bien que de un alcornocal bien cuidado “salen unos tapones de mucha más calidad”, como explica Almudena Calvo, su directora de producción. Y en este caso también conocen bien los impactos que tiene en su negocio el cambio climático, porque en mayo han estado regando sus viñedos para que no se sequen. Y hasta han creado la Bodega Milsetentayseis en el municipio burgalés de Fuentenebro, la única a una altitud, 1.076 metros, que hace no tanto era impensable para una buena producción de las cepas.  “Sabemos que el corcho FSC es el mejor porque lo que vemos es que, en general, los alcornocales no se cuidan, y es una pena en un país que no puede perder más bosques”, señala Calvo.

De hecho, en España la utilización de tapones de corcho certificado no es significativa. Según datos de dos fabricantes, se venden muy poco, apenas suponen entre un 2,55% y un 5% de sus ventas totales. “En Gruat-La Mancha tenemos la certificación desde 2012 y al principio hubo un boom de demanda, pero luego llegó la crisis económica y cayó en picado. Ahora está remontando, porque se nota que hay bodegas a las que el medio ambiente les importa, pero son las menos aún y la realidad es que muchos se van fuera, porque es evidente que en países como Alemania o Austria la concienciación es mayor que en España”, reconoce Juan Amador, director técnico de esta empresa, que consigue gran parte de este  material de  ADHECO, Asociación de Dehesas Ecológicas de la Provincia de Huelva.

Fabricación de tapones de corcho. Fotografía: R. T.

Precisamente en unas jornadas celebradas dentro de la Feria Nacional del Vino, organizadas por FSC, el consejero delegado de esta compañía, Francisco González, señalaba que siempre animan a los clientes a que compren sus tapones certificados, “máxime cuando es, sin duda, un valor añadido para las bodegas, especialmente para aquellas que tienen por objetivo el respeto por el medio ambiente”. Y añadía: “También porque creemos que el desarrollo de esta certificación es clave para cimentar las posibilidades económicas actuales de las distintas regiones corcheras y puede suponer un mejor cuidado del monte alcornocal”. Sin embargo, reconocía, hoy ni venden más del 5% de sus facturación ni tampoco les resulta fácil conseguir ese corcho, pese a que los alcornocales cuidados se ajustan más a las exigencias de los enólogos y se saca de ellos un precio muy superior, alrededor de 220 € por quintal, aumentando la rentabilidad de sus propietarios.

En la misma línea, el portavoz de otra empresa llamada TAPCORK Natural destacaba en la misma jornada el importante papel que deberían jugar los centros de distribución, como las grandes superficies, “que tendrían que exigir la utilización de material forestal sostenible, por lo menos en los vinos ecológicos” , algo que no se hace.

Y es que al final, en el precio total, el coste por botella con estos tapones certificados apenas se incrementaría entre dos y tres céntimos, algo que los clientes seguramente estarían dispuestos a pagar por preservar unos bosques mediterráneos que se están abandonando en uno de los países del mundo que más ejemplares tiene. “Es verdad, no se cuidan porque muchos son de grandes propietarios que sólo esperan a la temporada del descorche para conseguir un dinero extra. Si no les quitas la maleza alrededor y evitas humedades en su base, llegan plagas o enfermedades como la seca y al final el árbol se debilita mucho y el corcho se ve afectado”. De hecho, esa debilidad provoca también que estén menos protegidos frente al fuego, uno de los grandes males ambientales en unas zonas ya con graves problemas de desertificación.

Es más, Amado recuerda que los alcornocales, de los que hay cerca de medio millón de hectáreas en territorio español, han perdurado a lo largo de la historia gracias al manejo humano, dado que desde hace miles de años se aprovechan por la calidad de sus bellotas y porque, durante mucho tiempo, esa corteza porosa se utilizaba para hacer colmenas, entre otras utilidades.

En el otro lado de la balanza, están las ventajas que tiene usar corcho para conservar el producto de las uvas. Amado comenta cómo gracias a este recurso natural “el vino se termina de hacer en una botella porque se consigue una microoxigenación que no se logra con los microgranulados, el plástico o la silicona y, si es de calidad, aún mejor es el resultado. Por eso se usa en buenas marcas”.

 

Entre las comunidades donde hay certificación está Castilla-La Mancha. Carmen Frontaura, jefa del Servicio Forestal en la Dirección General del Medio Natural y Biodiversidad, señalaba, durante su intervención en la feria vitivinícola, que de más 3,5 millones de hectáreas forestales en la comunidad autónoma, tienen 35.000 certificadas en Ciudad Real y 18.700 en Toledo, de las que 14.000 son de corcho. “Una gestión responsable de nuestros alcornocales es vital para conservar este enorme capital natural, no sólo por su potencial económico, sino porque estos ecosistemas albergan una enorme biodiversidad, como el lince ibérico y el águila real, y son generadores de valiosos servicios de los ecosistemas”, señalaba Frontaura

Gonzalo Anguita, director ejecutivo de FSC España, destacaba por su parte cómo, según un estudio reciente, un 68% de los españoles considera que la utilización de material certificado influye positivamente en sus decisiones a la hora de comprar y en la confianza que las empresas les inspiran”. “Los consumidores son cada día más conscientes de la necesidad de obtener productos forestales que respeten el entorno natural y las industrias tienen una gran oportunidad de demostrar su abastecimiento responsable y el apoyo a la gestión sostenible de nuestros bosques”, comentó Gonzalo Anguita.

En definitiva, que el descubrimiento del benedictino que revolucionó la industria de su comarca y al que siguieron otros, como Möet et Chandon en 1743, bien merece un brindis por esos bosques. Y un descorche con certificado.

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