El Teatro Real abre temporada con una Medea casi feminista
El coliseo madrileño abre su temporada con una versión de ‘Medea’ de Cherubini ‘revisada’ por Alan Curtis que pone música a los recitativos de los versos alejandrinos del libreto original de Francois-Benoit Hoffmann. Una propuesta con puesta en escena de Paco Azorín, que trata de ahondar en la visión feminista de la protagonista, pero que, sobre todo, incide en el drama de la violencia infantil en el seno de la familia.
Abrir una temporada operística con Medea es siempre un reto y en el caso de esta versión que acaba de inaugurar el curso en el Teatro Real es además una novedad de lo más apetecible, ya que Cherubini dejó su ópera sin recitativos cantados por exigencias del teatro Feydeau de París en el que se estrenó en marzo de 1797, apenas seis años después de que Mozart estrenara su Flauta Mágica en Viena.
La Medea de Cherubini posee una partitura espectacular, una música directa y, al mismo tiempo, dramática y trágica, pero también es muy transparente en sus influencias musicales. La herencia de Christoph Willibald Gluck es algo más que evidente (el músico alemán estrenó en 1779 y también en París su Ifigenia en Táuride) y, como dice Ivor Bolton, director musical de esta producción, también posee ecos de dos de sus contemporáneos, Haydn y Beethoven. La versión que se escucha en el Real se trata de una edición crítica de Heiko Cullmann con recitativos de Alan Curtis escritos a la manera de Cherubini. Es una versión en su original en francés –muy diferente de la traducción al italiano que a su vez fue traducida del alemán– con la que Maria Callas triunfó a mediados de la década de los 50. Por cierto, a ella, en homenaje al centenario de su nacimiento, van dedicadas las funciones de esta Medea que se representa en el Teatro Real hasta el 4 de octubre.
Para esta Medea que se ve por primera vez en Madrid, el Teatro Real ha contado con la dirección escénica de Paco Azorín. Dice el director sevillano que afrontar el mito grecolatino poniendo el foco en que la protagonista es una madre que mata a sus hijos para hacer daño a su ex pareja es “una lectura reduccionista” y, a su vez, la única lectura que se ha hecho desde el prisma del “heteropatriarcado”. “Sin embargo, Medea es mucho más que eso. En una aproximación feminista, estaríamos frente a una mujer que decide ser mujer antes que madre. Ella es casi la representante de esas denominadas malas madres de las que se habla ahora y a las que se les impone ese estigma simplemente por haber reivindicado su femineidad”.
La versión de Paco Azorín, desde luego, no trata de justificar lo injustificable: la atrocidad del parricidio, pero sí intenta mostrarnos a una Medea con aristas, con conciencia. Humana, pese a ser una semidiosa. Y tal vez ahí radique lo más complicado de su propuesta. No logra el regista que el patio de butacas empatice ni un segundo con un personaje que dramatúrgicamente está dibujado a brocha gorda.
Azorín trata de poner el foco en los que suelen ser los grandes olvidados, no solo en las versiones escénicas de este mito, sino en la realidad: las víctimas. Los hijos. Ellos son los que sufren la violencia por todos los flancos. En esta versión, los cachorros de Medea se nos muestran como unos preadolescentes rebeldes a los que se les hurta la posibilidad de mantener una relación sana con el entorno. Están omnipresentes durante casi toda la representación, pero, al igual que ocurre con el personaje de Medea, tampoco su drama logra traspasar esa imaginaria cuarta pared.
La puesta en escena de Paco Azorín es apabullante. Tanto que en ocasiones juega en contra de sí misma. Todo gira en torno a una estructura vertical gigantesca de 26 metros de altura a través de la cual, bien por unas escaleras o un ascensor, los personajes vivirán su particular descenso a los infiernos. Pero la dimensión espacio-temporal está dividida entre lo mítico y lo actual.
Trata Azorín de encontrar el camino que le lleve a encarrilar un paralelismo con la lacra actual de la violencia vicaria y doméstica; del maltrato infantil dentro del seno familiar de una forma tan subrayada y evidente (hasta proyecta datos de la OMS y la Carta de Derechos del Niño) que casi consigue el efecto contrario al buscado. No ayudan los lugares comunes: como que el ambiente hostil que vive en casa empuje a la niña a hipersexualizarse en redes sociales y al niño a fumar drogas. Tampoco rema a favor un vestuario disperso que lo mismo muestra a una Medea que pareciera una multimillonaria de Oriente Próximo parapetada tras sus gafas de sol, que con un corpiño que simula sospechosamente ser un ¡¿cinturón de explosivos!?
En resumen, las intenciones de Azorín son muy buenas, pero tal vez no ha sido capaz de aplicarse ese importante axioma de que menos es más. A su producción le sobran algunos estímulos y adolece de unos cuantos silencios de esos atronadores.
Medea es una ópera en la que el coro tiene un gran protagonismo musical. Sobre todo en el primer y tercer actos. El pasado martes 19, día del estreno, el coro del Teatro Real salió a demostrar que son un conjunto de primerísima categoría. El comité de empresa del coro Intermezzo, que el Teatro Real contrata como coro estable, había lanzado días antes una amenaza de huelga que ponía en peligro tres de las funciones de este arranque de temporada. Felizmente, ayer se desconvocaron los paros tras haber llegado a un acuerdo entre los representantes de los cantantes y la asociación Intermezzo. Probablemente espoleados por esta circunstancia, los hombres y mujeres del coro del Teatro Real firmaron una de sus intervenciones más emocionantes de los últimos años. Fueron a dejarse la piel y a hacer una demostración de talento frente al público madrileño y desde luego que lo lograron.
Pero no todo fue brillo en el apartado vocal. Medea es una ópera complicadísima, sobre todo para la soprano que ha de encargarse del rol protagonista. La italiana Maria Agresta acusó el cansancio en el tercer acto y tuvo dificultades para transmitir toda la potencia y dramatismo que se espera de una despechada semidiosa que traiciona a su padre, mata a su hermano y abandona su patria por amor a su marido y ve como este, pasados unos años, la abandona por otra mujer, secuestrando no solo el poder, sino los hijos que ha tenido con ella.
El tenor Enea Scala, que da vida a Jasón, marido de Medea, fue de menos a más y funcionó mucho mejor en el segundo y tercer actos que en el primero. Tiene un timbre un tanto opaco y un vibrato demasiado marcado. Sara Blanch volvió a ser en el Real la sorpresa de la noche. La temporada pasada, la soprano catalana sustituyó a Lisette Oropesa en el papel protagonista de Il turco en Italia de Rossini y encandiló al público madrileño. El martes logró el mismo efecto interpretando el papel de Dirce, la nueva enamorada de Jasón, en este peligrosísimo triángulo amoroso. Sus intervenciones, sobre todo en el primer acto, fueron de lo mejor de la noche. El bajo surcoreano Jongmin Park se encargó del papel de Creonte, padre de Dirce y rey de Corinto. Su interpretación teatral fue muy voluntariosa, aunque su credibilidad se viera tremendamente mermada por un vestuario imposible. Su verdad vino de su garganta componiendo un Creonte violento y autoritario dispuesto a todo por evitar las malas artes de Medea.
La dirección musical de Ivor Bolton fue emocionante y vivaz. Supo utilizar a la orquesta para hacer brillar aún más a un coro en estado de gracia y los interludios musicales tuvieron nervio y prestancia. Se nota que ha estudiado a fondo la propuesta de Alan Curtis y que le agrada. Toda la ópera sonó de forma compacta, orgánica y verdadera, y en muchas ocasiones logró salvar del naufragio a un dúo protagonista que necesitó más de un salvavidas durante toda la velada.
Consulta aquí las funciones de ‘Medea’ de Cherubini en el Teatro Real
Comentarios
Por 'Medea' de Charpentier, el brutal encanto del crimen pasional, el 08 junio 2024
[…] queda la polémica Butterfly de Damiano Micheletto– con el mismo personaje con la que comenzó. Entonces fue con música de Cherubini y libreto de Francois-Benoit Hoffmann en una ópera estrenada casi un siglo después de esta de […]