‘Ternura y derrota’: Luna Miguel es la gata que siempre cae de pie
Leer ‘Ternura y derrota’ supone incursión, admiración, desvelo, confesión, emancipación, locura y deseo. Este monólogo –el primer acercamiento a la dramaturgia de Luna Miguel, estrenado a finales de 2021 dentro de la programación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico– es un texto muy en la línea de Luna Miguel; más kamikaze aún que otros suyos. A pesar de las imperfecciones y las provocaciones facilonas, Luna Miguel es la gata que siempre cae de pie.
Hay algo alucinante y alucinógeno en la literatura de Luna Miguel. Un trasfondo de transgresión que en ocasiones resulta demasiado evidente y que resta credibilidad a un trabajo poderoso, personal y único como el que ella ha venido haciendo desde el día en que la leí por primera vez. Pero Luna Miguel es la gata que siempre cae de pie, la kamikaze que por muchos kilómetros que recorra a una velocidad suicida e infernal siempre acaba aceptando las reglas de la conducción antes de hacer saltar por los aires la risa y el porvenir de aquel que se cruce en su imparable camino como autora. Lo ha demostrado muchas veces, pero nunca como lo ha hecho en Ternura y derrota, un texto más kamikaze aún, que ella, con sombras y palabras capaces de retrotraernos hacia pasados duros, belicosos y feroces, que deslumbra y apasiona a quien lee, aunque en ocasiones un pellizco de sobresaturación arrase con la serenidad de quien lee.
En la contra leo que la periodista Laura Barrachina habla de ella como una de las herederas de Annie Ernaux en nuestro país y no se equivoca. Miguel no le teme al escándalo de la palabra ni de la obra como pasa con la valiosa premio Nobel francesa. Sin embargo, yo la veo más apegada a la tradición de Anne Carson, este libro suena a homenaje y brilla como esa pequeña vela que se le pone a una Santa para entender el mundo o para salvarse. Me ha recordado el valiente y sustancioso discurso de Miguel al de Carson en Norma Jean Baker de Troya. Ambas comparten un discurso revelador y cicatrizante en el que interpelan sin vergüenza a quien escucha sus cantos, y una inteligencia notabilísima para hacer verosímil el distorsionado enclave histórico en el que luchan por humanizar a la propia Semántica.
Leer Ternura y derrota supone incursión, admiración, desvelo, confesión, emancipación, locura y deseo. Supone una vuelta de tuerca a la provocación propia del vaciado mayúsculo y plural que son las reflexiones de este libro tan cercano también a ese tono despiadado, por veloz, con que Duras aniquiló el mundo que quiso calificarla como si fuese una mujer cualquiera:
“Ternura no fue una santa”.
“Nadie necesita que desperdigue mis detalles tras un hashtag. Que dejen de preguntarme para titulares fáciles”.
Ternura y derrota es un sofisticado pandemónium, un dragón de infinitas cabezas cuyo hálito compone una trasversalidad densa y quema lo establecido hasta romper cualquier visión anterior de disciplina individual y de disciplinas literarias.
Pero todo gran libro es en pequeños instantes un monstruo imperfecto, y Miguel acoge provocaciones facilonas y poco ilusionantes en algunas páginas de este libro delgado pero fibroso, aunque por fortuna enseguida toma conciencia y repara ese pequeño abismo regalándonos la brillante cara de la filosofía más castigadora. Porque Ternura y derrota es mucho más que un libro asociado a la Literatura o la filosofía stricto sensu.
Como decía más arriba Ternura y derrota es un homenaje a Carson y a su deseo de volver a lo clásico, a lo eterno para diseccionar y poner en entredicho “la mismicidad” (permítanme, la invención de esta palabra) del mundo, su tuétano rancio, inamovible. Para poner de manifiesto que aquello que asoló sigue asolando, que lo violento sigue violentando sobre todo a las mujeres, por serlo y por estar orgullosas de ello. Que lo que hirió sigue hiriendo y lo que esperanzó sigue esperanzando. Y todo ello sin olvidar la naturaleza de la modernidad, el idioma de lo cercano, de lo puntero, de lo icónico para este mundo cruel y sucio en el que habitamos la mayor parte del tiempo.
Mención aparte, por lo extraordinario de su efecto y lo provechoso de su mensaje, son las notas incluidas en el monólogo principal. Unas notas que son quienes cuentan la historia de este libro, de la dicotomía en que se mueven los párrafos y los pensamientos de esta narradora que se desdobla y pone en jaque cualquier palabra vaga, fatua o superficial.
Luna Miguel ha sido siempre para mí la mente más lúcida de su generación y este artefacto bello y doliente, apasionado y abigarrado, complejo y paradójicamente tan asequible al corazón y a la memoria lo demuestran.
‘Ternura y derrota’. Luna Miguel. La Bella Varsovia. 61 páginas.
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