El ‘thriller político’ de Joan Didion se convierte en ‘Su último deseo’

La escritora Joan Didion.

Nunca el titulo de un libro tuvo tanta razón de ser como en el caso de esta novela envolvente y atípica en la trayectoria de la mimética Joan Didion (Sacramento, California, 1934). Un ‘thriller político’. ‘Su último deseo’ desconcierta y acierta en cada frase. Un misterio ininterrumpido que hace de la historia un hervidero de posibilidades, un acertijo que desafía en primera instancia la fidelidad del lector al universo Didion. ‘Su último deseo’ es una vomitona espesa sobre la cara de un país, Estados Unidos, que conspira contra sus ciudadanos

Su último deseo te ata a los extremos. Es una batalla narrativa y emocional de una integridad extrema. Todo es desconcierto dentro de la exactitud. Todo son cambios en una vida, la de la protagonista, que regala mentiras y verdades por persona interpuesta.

Didion despliega un estudiado caos narrativo que favorece a la historia como favorece el sonido del mar a un corazón roto. Y para ello introduce como figura literaria la estupefacción de la narradora, aséptica como un chorro de alcohol y al mismo tiempo tan venenosa como la lengua de una serpiente que de manera inesperada lamiera nuestra piel.

Su último deseo es la historia de una lealtad que nadie espera, es cambiar el rumbo de una vida cuando los cuatro puntos cardinales habían llegado a un acuerdo para no reclamar nunca más la voluntad de su protagonista.

Es la narración de un desequilibrio milimétrico.

Elena McMahon salta por los aires cuando presiente que su padre ha dejado la memoria olvidada entre los brazos de su esposa muerta. Y abandona la luz para representar a un padre que se ha pasado la vida entre sombras y trapicheos no imaginados –resulta ser un reputado traficante de armas– por su hija. Abandona también los lujosos aviones que pasean a los posibles presidentes de Estados Unidos, renuncia a su trabajo como reverenciada periodista en The Washington Post para sumergirse en una vida de hoteles de mala muerte, de pieles sudorosas y de llamadas de voces susurrantes que le prometen un millón de dólares mientras la brisa apelmazada e hipnótica de América central la convierte en una diana humana.

Didion mete la mano dentro de la garganta del poder y cuenta y recuenta los pormenores de un periodo complicado de la historia de EE UU, los años 80. Didion es una narradora contumaz que no deja que ninguna frase muera sin conseguir su minuto de gloria. Simplifica lo artero del poder y lo muestra y lo demuestra como un mago muestra sus manos desnudas antes de convencernos de que determinadas trampas pueden salvarnos la vida. Su último deseo es un demonio que te persigue y te alimenta con su persecución como sólo un héroe sabe hacerlo:

“Últimamente han pasado cosas reales”.

“Ahora veo que no estábamos experimentando ingravidez sino el interesante fenómeno que se denomina depresión reactiva sostenida, una reacción de dolor emocional al hecho de abandonar un entorno familiar”.

“Le gustaba el hotel vacío. Le gustaba la forma en que las persianas habían empezado a perder las lamas. Le gustaban las nubes bajas, el centelleo del mar, el olor generalizado a moho y a plátanos… Turismo: ¿recolonización con otro nombre?”.

“Podéis considerar esto una reconstrucción. Una corrección si queréis, al estudio de la Rand. Una visión revisionista de un momento y un lugar y un incidente sobre el cual, en última instancia, la mayoría de la gente prefirió no saber nada. Mundo real”.

Didion es una araña que no devora por hambre ni por estrategia, sino por justicia. Es crítica de esa manera en que debe serlo un ser humano para alcanzar ese estatus. Es ambiciosa en la narrativo y en lo vital. A veces el orgullo patrio nos revuelve el estómago y, sin duda, Su último deseo es una vomitona espesa sobre la cara de un país que conspira contra sus ciudadanos con la misma contundencia con que un mal profesor marca a regletazos la palma de la mano de un alumno que cuestiona su fracaso y sus métodos.

Su último deseo es una novela estricta y magnética, es respetar la última voluntad de un muerto que aún respira, es una hélice despiadada y atrayente que reparte inteligencia hasta cambiarle la vida al viento.

No dejen de leerla porque es espumosa y altiva como la ola que se levanta para devorar el porvenir de un náufrago que está a punto de alcanzar la orilla.

‘Su último deseo’. Joan Didion. Literatura Random House. 222 páginas Traducción de Javier Calvo.

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