El Thyssen invoca a Maria Callas en una sesión de espiritismo con arañas

Dominique Gonzalez-Foerster OPERA (QM.15), 2016. Vídeo instalación en la que la artista se transforma en María Callas en una especie de holograma. Foto: Andrea Rossetti.

Dominique Gonzalez-Foerster, ‘OPERA (QM.15), 2016’. Videoinstalación en la que la artista se transforma en Maria Callas en una especie de holograma. Foto: Andrea Rossetti.

Los artistas Dominique Gonzalez-Foerster y Tomás Saraceno protagonizan la exposición ‘Más-que-humanas’, que indaga en la conexión entre arácnidos y música como metáfora del poder transformador que las cosas aparentemente pequeñas e invisibles tienen en el mundo. Es la tercera colaboración entre el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21, una institución fundada por Francesca Thyssen, hija del barón dedicada al arte contemporáneo.  

¿Qué tienen en común Maria Callas, probablemente la soprano más famosa del siglo XX, con las arañas? Para el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, más de lo que cualquiera podría imaginarse. La cantante y los arácnidos protagonizan la exposición Más-que-humanas, que se inaugura hoy y que hace dialogar una obra de la francesa Dominique Gonzalez-Foerster con otras cinco del argentino Tomás Saraceno en una de las instalaciones más teatrales que se recuerdan en el Palacio de Villahermosa.

Stefanie Hessier, comisaria de esta exposición, vincula la capacidad de las arañas (animales carentes del sentido del oído) de percibir e interpretar vibraciones con las vibraciones de las cuerdas vocales de los cantantes de ópera: “Las arañas y la ópera no suelen estar asociadas en nuestros pensamientos y, sin embargo, los patrones de las redes de las primeras tienen cierto parecido con las figuras matemáticas de la música. Ambas están repletas de sensualidad: la sedosa elasticidad de la tela de la araña que responde a su entorno por medio de vibraciones y las erupciones vocales de la cantante que estremecen el cuerpo del oyente. Podríamos ver la tela de una araña como un instrumento de cuerda”.

Pero volvamos al principio. ¿De dónde salen la cantante y los arácnidos en esta interesante propuesta artística? La Callas es la protagonista de la obra OPERA (QM.15) de Dominique Gonzalez-Foerster. En ella la propia artista aparece caracterizada como la gran diva de la ópera, vestida con un vaporoso y sugerente vestido rojo, y sincroniza el movimiento de sus labios con el sonido de alguna de sus arias más famosas. El personaje de La divina forma parte de una trilogía de personajes famosos que se completa con las actrices Marilyn Monroe y Sarah Bernhardt, representadas en instalaciones que Gonzalez-Foerster denomina “apariciones”, como si fuesen, en palabras de la artista, “una especie de sesión de espiritismo”.

’Instrumento solitario semisocial híbrido HD 74874 construido por: un terceto de Cyrtophora citrícota – cuatro semanas y un solo de Agelena laberíntica – una semana, (2019) © Foto de Studio Tomás Saraceno.

Y lo cierto es que al entrar en el gigantesco laberinto oscuro en el que se ha convertido la sala de la planta sótano del museo, lo primero que se escucha es la inconfundible voz de la soprano. Mientras la vista trata de acomodarse a unas condiciones de luz tan pobres, de una pared de la izquierda surge un muy, muy tenue destello rojo. Al girar la vista, allí está ella, como un fantasma, cantándole a una audiencia inexistente que se agolpa en el pequeño vano de la pared para contemplarla. Atractiva, hierática y transparente, como la invitada de lujo recién aparecida tras ser invocada en una sesión de ocultismo.

Seguimos adelante y, a través de una cortina negra, ingresamos en un pasillo débilmente iluminado de un color indefinido entre el naranja y el amarillo. Un cromatismo que está premeditadamente elegido para que al traspasar otra cortina negra resalte aún más la potente luz blanca que atraviesa una caja de cristal. Una caja de cristal en la que, al acercarnos, descubrimos todo un universo. Una inquietante ciudad alienígena de arquitecturas realizadas por arañas al tejer sus telas. La obra, de Tomás Saraceno, tiene un nombre de lo más evocador: Instrumento solitario semisocial híbrido HD 74874 construido por: un terceto de Cyrtophora citrícota – cuatro semanas y un solo de Agelena laberíntica – una semana, (2019). Una sorpresa pegajosa como la voz de la Callas que continuaremos escuchando prácticamente durante toda la exposición.

Dice Stefanie Hessier que Tomás Saraceno es conocido por su trabajos con arañas. “El equipo Arachnophilia de su estudio aspira a desarrollar un conjunto de vivaces ecologías de varias especies y cultiva diversas artes de la percepción. Colaboradores de distintas disciplinas, desde aracnólogos a entomólogos, etólogos y geógrafos, suman sus conocimientos para explorar las complejas formas de la arquitectura o la cultura arácnida, junto con las arañas y a través de diferentes socialidades”. Mapeos de telas de araña en papel, interacciones de láser con telas y una videoinstalación protagonizada por una araña subacuática completan la aportación de Saraceno a esta muestra.

Tomás Saraceno. ¿Cómo atrapar el universo en una telaraña? (Coreografía solitaria tradicional construida por: un conjunto de Cyrtophora citricola jóvenes- una semana y un solo de Nephila edulis – una semana. 2018.
Photo: Cortesía del artista | Tanya BonakdarGallery, New York / Los Angeles

Esta nueva irrupción del arte contemporáneo de más rabiosa actualidad en el Thyssen-Bornemisza supone la tercera colaboración, según explicó Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca, del Museo Nacional con la TBA21 (Thyssen-Bornemisza Art Contemporary), creada e impulsada por Francesca Thyssen-Bornemisza, coleccionista, mecenas e hija del Barón Thyssen-Bornemisza. Solana afirmó que las dos instituciones han firmado un acuerdo de colaboración durante cuatro años por el que el Museo Nacional acogerá dos exposiciones de la TBA21 al año.

Francesca Thyssen-Bornemisza realizó un encendido discurso a favor de la justicia medioambiental durante la presentación de Más-que-humanas. “El tiempo que pasé con mi padre me influyó no solo como coleccionista, también en la forma de mirar las obras de arte. Él era una de las personas más generosas que he conocido y estaba convencido de que todos, desde nuestras posiciones en la sociedad, podemos influir en cambiar las cosas. Quiero dedicar esta exposición a todos aquellos que luchan por el medioambiente. Los dos artistas que han venido a esta presentación lo han hecho en tren y yo me siento tremendamente culpable por haber venido en avión. Creo profundamente en el poder transformador del arte y su potencial para concienciar y mostrar las posibilidades que tienen otras realidades para propiciar conocimiento”.

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