Los trabajadores más desconocidos y naturales del campo

Un cernícalo cebando a sus pollos. Foto: Jesús Quintano / WWF.

Por GUILLERMO PRUDENCIO y FELIPE FUENTELSAZ / WWF-ESPAÑA 

En los años 60, la naturalista Rachel Carson despertó la conciencia ecologista alertando sobre los estragos que el empleo masivo del DDT estaba causando en la naturaleza. Aunque ese nocivo insecticida fue prohibido, gran parte de los agricultores de todo el planeta siguen gastando miles de millones en la misma e infructuosa guerra química contra las plagas en las cosechas. Y un silencio cada vez más atronador se extiende por los campos. Por suerte, hay muchos productores que han decidido trabajar con la naturaleza en vez de contra ella, conscientes de que no hay tecnología que pueda igualar su papel. Para ello se han aliado con otros trabajadores del campo mucho más desconocidos, pero igual de fundamentales a la hora de asegurar que no falten en nuestros platos alimentos sanos y de calidad.

La biodiversidad es la base de una agricultura sana y ésta es, a su vez, una de las actividades humanas con mayor influencia sobre la naturaleza. Los agricultores labran alrededor de un 30% de toda la superficie de España, y de su trabajo diario depende enormemente la conservación de nuestras especies y ecosistemas. Pero el modelo agroindustrial predominante está acabando con la comunidad de vida y el equilibrio que nos sustenta. Un modelo en el que es habitual abusar de los agroquímicos y eliminar todo rastro de naturaleza en las fincas –como setos, linderos, árboles dispersos– donde puede encontrar refugio o alimento la fauna.

Ese modelo de agricultura tan dañino acaba, precisamente, con todos esos animales grandes y minúsculos que prestan un servicio gratuito e insustituible a los agricultores: son los aliados naturales de la agricultura. Ya sea polinizando cosechas o combatiendo de forma ecológica y gratuita las plagas que las atacan, son vitales en la producción de alimentos.

Los ejemplos de estos aliados son casi infinitos, casi tantos como la diversidad de nuestros campos. Un pequeño carbonero devorando orugas en una plantación de manzanas, una lechuza a la caza de topillos en las llanuras cerealistas de Castilla, una mariquita limpiando de pulgones una huerta…. Por no hablar de los polinizadores, de los que dependen tres cuartas partes de los cultivos del planeta, que son muchos más que las famosas abejas de la miel: tan solo en la península ibérica contamos con más de 1.100 especies de abejas distintas.

Para ayudar a estos aliados –y dejar que nos ayuden– no hace falta inventar la rueda. Lo primero es dejar de envenenar masivamente el campo, ahorrando un importante coste para la salud, el medioambiente y el bolsillo de los agricultores. Y, de paso, adaptarse a los nuevos tiempos: en su estrategia De la granja a la mesa, la Comisión Europea ha planteado reducir a la mitad el uso de plaguicidas para 2030, una meta para la que será esencial desplegar todo el potencial de los aliados naturales.

La segunda parte de la ecuación supone recuperar el paisaje tradicional en mosaico, donde había espacio para la naturaleza. Por ejemplo, creando corredores ecológicos dentro de las fincas por donde pueda desplazarse la fauna útil, que puede ser tan sencillo como dejar de aplicar herbicidas en una linde, o respetar los arroyos. Plantar setos y árboles, mantener las cubiertas vegetales en viñedos, olivares y frutales o restaurar construcciones tradicionales como los muros de piedra seca, son otras medidas para que los aliados naturales vivan todo el año en los campos, listos para defender los cultivos cuando llegue una plaga.

“En la agricultura no había vida”

Dentro del sector agrario hay quien considera estas ideas puras fantasías, pero ya hay muchos productores demostrando lo contrario. En la vega del Guadalquivir, Luis Bolaños ha decidido recuperar la biodiversidad en las dos fincas donde produce sus sabrosos cítricos. “Vimos que en gran parte de la agricultura actual no había vida, no había animales. Donde ha llegado la agricultura, ha expulsado todo”, explica este ingeniero y empresario agrícola sevillano, que desde 2015 trabaja con Iberhanse junto a WWF y el supermercado alemán EDEKA –que importa grandes cantidades de cítricos españoles– en ZITRUS, un innovador proyecto de conservación de la naturaleza en la producción de estos alimentos.

Bolaños cuenta que llevaba años convencido de la necesidad de recuperar la vida salvaje en sus plantaciones. Para lograrlo, respetan la hierba que crece entre los naranjos, han dejado corredores verdes dentro de las fincas o han creado micro-reservas naturales en rincones donde los árboles no crecían bien, por ejemplo donde se suele encharcar el agua. “Se dispara la biodiversidad sin perder un solo kilo de producción”, asegura Bolaños.

Un zampullín junto a una isla flotante en una balsa de riego. Foto: Jesús Quintano / WWF.

En el proyecto ZITRUS ya participan 15 fincas con más de 1.200 hectáreas, a las que acompaña en su labor un equipo de especialistas coordinados por WWF y EDEKA. “Buscamos recuperar la biodiversidad, especialmente una biodiversidad funcional, que repercuta positivamente en los cultivos y su entorno”, dice Jesús Quintano, que se define como agroecólogo y naturalista. Habla con pasión de la fauna que habita en los campos, desde los hábitos alimenticios del chotacabras a los mitos rurales sobre bichos tan incomprendidos como los sapos o la diversidad de insectos beneficiosos que habitan en la península. “Por ejemplo, tenemos la suerte de contar con un ejército de mariquitas, cada una especializada en un cultivo y en un tipo de plaga”.

Además de esa biodiversidad funcional, que ayuda al agricultor, otra meta es hacer más acogedoras las plantaciones a todo tipo de fauna salvaje. Dentro del proyecto ZITRUS se han convertido las balsas de riego, de las que hay miles repartidas por el medio agrario, en pequeños humedales artificiales. Basta con dejar que prospere la vegetación natural (lo habitual es regarlas con herbicidas, para verlas limpias) y colocar mini-islas flotantes para que en cuestión de días aparezcan aves acuáticas que nunca se habían visto en las fincas, como zampullines o somormujos. “Hay productores que te dicen que esa isla venía con pato”, cuenta Quintano.

Realojando aves rapaces

Con ZITRUS también se han colocado cajas nido y posaderos para aves rapaces, una medida impulsada por WWF y la Asociación GREFA, que es especialmente eficaz en las zonas agrícolas donde ha desaparecido casi todo rastro de árboles, como las infinitas llanuras castellanas. Allí las plagas de roedores, especialmente el topillo campesino, suponen un quebradero de cabeza para los agricultores. Pero lo que es un problema para el agricultor es un auténtico buffet para cernícalos, lechuzas o búhos.

“Es increíble la cantidad de bichos que se comen al día, cuando están criando es la hostia. Los topillos son muy torpes, los cazan muy fácil”, afirma Luis Martín Moral, agricultor y alcalde de Montejo de la Vega de la Serrezuela (Segovia).

Al principio se tomó con escepticismo la propuesta de WWF y GREFA de colocar en sus campos cajas nidos para atraer cernícalos, una pequeña y ágil rapaz especializada en la caza de roedores. Pero el primer año las aves criaron en cuatro de ocho cajas, así que pusieron 20 más.

Instalar una de estas casas para rapaces supone una inversión de 50 euros y cubre unas cinco hectáreas de cultivo, con una duración de hasta 15 años. Frente a esa medida tan natural y lógica, el coste de aplicar rodenticidas (que además, son ineficaces y provocan graves daños colaterales sobre otra fauna silvestre) pueden ser hasta 20 veces superiores.

En Montejo no han sufrido las grandes plagas de topillos que han asolado otras zonas de Castilla y León. Este alcalde, que ha sido agricultor toda la vida y se dedica profesionalmente a ello desde hace 12 años, cree que puede tener que ver con “el monocultivo y esos páramos tan pelaos que hay”. “En Tierra de Campos hay pueblos que no tienen un solo árbol en todo el término municipal. Aquí tenemos mucha variedad en el paisaje, hay zarzas, todos los ribazos que tenemos llenos de maleza, hay árboles por todos los lados… Siempre ves algún bicho posado, hay muchas rapaces. Está toda la fauna como más ajustada, no hay nada descontrolado”.

Todo ajustado: así es el delicado equilibrio de la naturaleza. Cuando el mecanismo está completo, la naturaleza se autorregula y nos ayuda, como demuestra el trabajo de estos productores que están impulsando una nueva alianza entre agricultura y naturaleza.

“Hagamos de nuestra actividad una acción humana inclusiva con la naturaleza, y no exclusiva como en los últimos 2.000 años”, concluye el agricultor Luis Bolaños.

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Comentarios

  • Merche

    Por Merche, el 27 noviembre 2020

    Llevo tiempo luchando contra la utilización de rondendicidas en la zona donde vivo, porque es una zona donde hay fauna silvestre, además de sulfatar día si día también, no dejando crecer ni una brizna de hierba, y ya no digamos insectos, han desaparecido prácticamente todos. Las malas prácticas agrícolas es una realidad. Luego tenemos los envases de fitosanitarios. Gran parte de la huerta valenciana está llena de ellos, porque no son devueltos para su reciclado, y acaban tirados en caminos, campos, barrancos, etc. Y para colmo, los Ayuntamientos miran hacia otro lado, porque aunque denuncies, no se molestan ni en contestarte.

  • David

    Por David, el 27 noviembre 2020

    Extremadura.

  • Francisco espinosa

    Por Francisco espinosa, el 29 noviembre 2020

    Muy interesante para recuperar la biodiversidad.

  • Isidro Juan Cuesta Mancilla

    Por Isidro Juan Cuesta Mancilla, el 02 diciembre 2020

    El Asombrario &. com.
    Me a dejado.. Asombrado por sus buenos artículos junto a Ventana Verde, espero seguir aprendiendo con vuestros buenos trabajos,Enhorabuena.

    Saludos afectuosos desde Granada.

    Isidro Juan

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