Nos vamos a la Trienal de Arquitectura de Lisboa, llena de ‘visionarios’

Escultura de Pedro Cabrita Reis en el río Tajo en Lisboa. Foto: Use Lahoz.

Aterrizo en Lisboa bajo la misma lluvia de aquella primera vez, el mismo día de octubre de hace 24 años. Celebro que la inauguración de esta nueva Trienal de Arquitectura (hasta el 5 de diciembre) sea en la Casa das Galeotas, tan bien conservada. La sexta edición de la Trienal está comisariada por Cristina Verísimo y Diego Burnay, y ha sido concebida como una advertencia, inspirada en acciones desarrolladas alrededor del mundo con potencial transformador. El propio título, ‘Terra’, lo dice casi todo.

Incidiendo en problemáticas de energía, de abastecimiento de agua, de trabajo humano, de la huella de carbono, de las corrientes migratorias, de saneamiento, movilidad y vulnerabilidad geológica, esta Trienal de Arquitectura de Lisboa revela proyectos, iniciativas, visiones y prácticas capaces de contribuir a un futuro más sostenible a través de cuatro exposiciones, cuatro investigaciones que examinan la influencia que esas acciones pudieran tener en nuestra sociedad y en nuestro medioambiente y que evidencian que el futuro deberá pensarse a través del intercambio de conocimiento.

‘Retroactive’ y el Tajo

Me indica Joana Lazarova que debemos irnos para ver la primera exhibición. Qué buena idea empezar con Retroactive, a cargo de José Pablo Ambrosi y Loreta Castro Reguera, en el edificio Central Tejo. Para llegar a él, atravesamos el puente que se extiende hasta convertirse en terraza mirador del mismo MAAT (Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología), edificio de acertadas ondulaciones del estudio Amanda Levete que ha reanimado una orilla del Tajo cada vez más concurrida y alegre. Aquí, Lisboa se abre verdaderamente al río.

Hablo con Ambrosi: “La primera parte de la exposición está dedicada a las ciudades rotas, que las hay en todas partes del mundo; luego pasamos a siete proyectos públicos, siete iniciativas llevadas a cabo por comunidades o gobiernos en las que no participaron arquitectos y mitigaron problemas; es como para decirle al arquitecto: ojo, se puede hacer y tú no lo haces. En la tercera parte damos a conocer oficinas y estudios que han realizado infraestructura retroactiva, que aprovechan el diseño como herramienta principal a la hora de cambiar dinámicas”.

Exposición 'Visionarios' en la Fundación Caixa Geraldina de Depósitos. Foto: Sara Constanca.

Exposición ‘Visionarios’ en la Fundación Caixa Geraldina de Depósitos. Foto: Sara Constanca.

Veo así ejemplos que exploran las herramientas de sutura de las comunidades que necesitan urgentemente soluciones arquitectónicas que puedan conciliar su sentido de pertenencia y su dignidad espacial. Me encanta Tapis Rouge en Point a Pitre, a cargo  de un estudio de París llamado EVA, un proyecto comunitario, una plaza publica que además resuelve infraestructura hidráulica. Y aun me gustan más mi admirado Colectivo C733 de México, con su Casa de Música de Nacajuca (Tabasco, México), y los espacios públicos que con escasos recursos han logrado generar en Venezuela el Colectivo Pico. Y es que un tercio de la humanidad sigue viviendo en lugares vulnerables debido al hacinamiento, la falta de recursos y la infraestructura de servicios básicos. Esta exposición, por tanto, es un llamamiento a mirar las posibilidades de intervención en estos territorios rotos y marginados, mostrando casos desarrollados en varias ciudades de todo el mundo. Al final hay un manifiesto en el que queda claro que Ambrosi y Castro Reguera entienden las ciudades como un espacio que debe proporcionar servicios básicos  a personas de todas las culturas, rendimientos, géneros y edades.

En la orilla del Tajo, junto a la escultura de Pedro Cabrita Reis (uno de los grandes artistas portugueses contemporáneos), conozco al joven y brillante Jack Murphy, managing editor de The Architectural Newspaper. Miguel Santos me invita a prestar atención al edificio que tenemos enfrente, el Museo de Coches de Paulo Mendes da Rocha, una de sus últimas obras.

Como hace tanto que no venía, en cuanto me dejan tiempo libre, camino por Lisboa buscando la que vi por primera vez. Después de muchas vueltas subo la Rua das Flores para llegar a mi tienda favorita, La Paz, pero, vaya, está cerrada por inventario. Así que sigo hasta La Baixa y pillo el metro para llegar a la Fundación Gulbenkian, uno de los lugares más extraordinarios que conozco, uno de los jardines más deslumbrantes de Europa, indisoluble del edificio, obra del equipo de arquitectos portugueses formado por Ruy d’Athouguia, Alberto Pessoa y Pedro Cid. Se trata de un gran centro cultural en memoria de Calouste Sarkis Gulbenkian, que tan depurado tenía el sentido de la estética y cuya herencia artística dio lugar a la Fundación, un edificio de aire brutalista, el más representativo del movimiento moderno en Lisboa.

‘Multiplicity’: el reto de las desigualdades

Llego a tiempo de ver la exhibición Multiplicity en el Museo de Bellas Artes, que plantea el siguiente debate: Mientras las ciudades se expanden a un ritmo sin precedentes, ¿cómo pueden reinventarse las disciplinas del diseño y la arquitectura para responder a las crecientes desigualdades, el cambio climático y los conflictos? Para tratar de responder, los comisarios Tau Tavengwa y Vyjayanthi Rao presentan una diversidad de procesos colectivos o informales que adaptan y subvierten modos de actuación con métodos ad hoc para afrontar estos retos globales, así como ejemplos de proyectos a diferentes escalas que amplían la definición de la arquitectura, sus formas y protagonistas.

Me intereso por el maravilloso proyecto BookWorm Pavilion, del estudio de arquitectura indio Nudes, el diseño de un serpenteante pabellón para fomentar la lectura entre niños y adultos situado en los jardines del Museo Chhatrapati Shivaji Maharaj Vastu Sangrahalaya (CSMVS) de Bombay, y que se erigió como respuesta al Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas de que todos los jóvenes y una proporción considerable de adultos logren la alfabetización para 2030.

También me intereso por las Clínicas Mohalla de Delhi, centros de salud primarios que ofrecen un paquete básico de servicios de salud esenciales incluyendo medicamentos, diagnósticos y consultas sin costo; así como otros proyectos no realizados por arquitectos como Friendship Bench en Zimbabue, un banco público en favor de la salud mental en el que una persona ayuda de manera altruista, o La Granja Transfronteriza, centro comunitario y lugar de formulación de proyectos de desarrollo social gestionado por el colectivo Torolab en Tijuana (México). Su trabajo combina intervenciones y talleres artísticos y musicales e iniciativas de cooperación comunitaria.

Museu de Arte, Arquitetura e Tecnologia (MAAT) de la arquitecta británica Amanda Levete. Foto: Use Lahoz.

‘Visionarios’ para cambiar el mundo

La exposición que más disfruto es Visionarios, en la Fundación Caixa Geraldina de Depósitos, que parte de una pregunta: ¿Qué opinan los arquitectos, artistas, diseñadores e ingenieros que aspiran a cambiar sistemáticamente el mundo? Para responder se exploran los procesos de creación (visionarios) que proponen un orden alternativo. Sus proyectos, según los comisarios, más que meras estructuras físicas y estructuras espaciales, son ambiciosas y controvertidas prescripciones de estrategias planetarias. En muchas formas diferentes, desde la escala del dormitorio hasta los modelos de ciudad, estos prototipos radicales están abiertos a ser interpretados de forma productiva, no sólo replicados, por las generaciones futuras. Es aquí donde me fascino con la reivindicación de Roger Anger y Anupama Kundoo y aquella utopía experimental que desafió las lógicas: Auroville, una ciudad sin dinero, sin gobierno, sin religión, que en mitad de un entorno desértico iba a acoger todas las nacionalidades.

Rua dos Remedios, en Lisboa. Foto: Use Lahoz.

Auroville, hacia una nueva humanidad

Auroville se fundó en febrero de 1968 en el sur de la India por Mirra Alfassa, una francesa de Pondicherry, apodada La Madre. Tras su muerte en 1973, la ciudad se desarrolló gracias al trabajo de sus habitantes, que con tiempo y sin dinero soñaron con edificar una nueva humanidad, en paz y armonía. El templo Matrimandir, diseñado por el arquitecto francés Roger Anger, es su estructura central más llamativa y el edificio más conocido. Me impresionan el vídeo en el que Anger explica la combinación de función, estructura y simbolismo que proponía, así como la serie de edificios educativos que sirven como manifestaciones físicas de la visión radical que sobre los modelos educativos tenían Mirra Alfassa y su colaborador espiritual Sri Aurobindo. En ese sueño de cimentar un país independiente que reflejara nuevas maneras de vivir, aprender y compartir participó Roger Anger (1923-2008) y dio lugar a un paisaje único en el que la calidad de su arquitectura, 40 años después, sigue resultando sorprendente.

Por supuesto, observo con atención el proyecto de Selgas Cano, el estudio español activo más importante del momento, poderosa Second Home de Los Ángeles, la primera sede estadounidense de una empresa británica de co-working, para lo que se transformó un antiguo aparcamiento de Hollywood en un extenso complejo capaz de albergar 250 empresas. Los arquitectos llenaron el solar con 60 oficinas ovaladas de distintos tamaños, rematadas con tejados de color amarillo brillante que, vistos desde arriba, parecen un armónico conjunto de nenúfares. El emplazamiento se pobló con más de 6.500 plantas y árboles de 112 especies autóctonas, con el fin de crear un entorno de trabajo lo más agradable posible.

Después, vamos a comer al mejor lugar al que me podrían llevar: Freiras, donde hasta 1994 venían los alumnos de la escuela de Arte y Arquitectura, un estupendo comedor en el último piso de un edificio regentado en su día por monjas (freiras) cercano al Museo de Bellas Artes, con envidiables vistas del río y donde, como en una mesa universitaria, sirven el mismo caldo verde y un delicioso bacalhau com natas.

‘Cycles’, arquitectos que recuperan

La exposición Cycles, a cargo de Pamela Prado y Pedro Ignacio Alonso, tiene lugar en el CCB (Centro Cultural de Belén), mastodóntico proyecto de finales de los 90 de Vittorio Gregotti. En el Garagem Sul, Pedro Ignacio explica que la idea de Cycles surgió a partir de un texto de Illa Kabakov, The Man who never threw anything away, con mucha presencia gráfica en la exhibición; todo tiene que ver con recuperar, con la reutilización de materiales. “Si uno da fe que hay una nueva categoría de arquitectos que no tiran nada a la basura y que recuperan y reclasifican como algo útil, están aquí. Hay de Dinamarca, México, Brasil o Suecia”.

El mejor momento llega ahora, cuando la Trienal está punto de acabar y Angelita y Joana me llevan al Fox Trot y me digo: esto no puede ser verdad. Bravo. En menos de un minuto entiendo que estaré en deuda con ellas, porque a determinada edad uno agradece más los descubrimientos que otra cosa. Pedimos los tragos y conversamos de todo un poco, que se hace bastante hasta decir qué pena que nos inviten solo a irnos.

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