En la ‘trilogía negra del Ejército español’ encontramos muchas respuestas

Pintura de Augusto Ferrer-Dalmau sobre el Ejército español en Afganistán.

Pintura de Augusto Ferrer-Dalmau representando a soldados españoles en Afganistán.

Para muchos, la ultraderecha ha aprovechado la trágica pandemia para intentar un ‘golpe de Estado’ contra el Gobierno elegido democráticamente en España. Un golpe de Estado al estilo de como se puede hacer hoy día un golpe de Estado, no con un Tejero pegando tiros en el Parlamento. Los tres libros escritos por el ex teniente Luis Gonzalo Segura, expulsado del Ejército en 2015 tras denunciar reiteradamente la corrupción de las Fuerzas Armadas –‘El libro negro del Ejército español’, ‘En la guarida de la bestia’ y ‘El Ejército de Vox’–, nos pueden ayudar a contextualizar lo que está pasando, ese ruido que, unido al virus, nos ensordece.

Que estamos en tiempos muy convulsos nadie lo duda. Siempre que gana la izquierda, para entendernos, en este país la derecha extrema, más aliados de todo signo, acusa al gobierno de ilegal, golpista, bolivariano, ilegítimo, bolchevique… y mucho más adjetivos de sobra conocidos. Piensan que solo merecen gobernar los elegidos, que ya sabemos quiénes son, abusando en la descalificación con mensajes reiterativos, absurdos, irracionales e inadmisibles que incluso obligan a abandonar la política a personas afines. Únicamente hay que echar mano de hemerotecas para recordar el número de políticos conservadores quemados o caídos en desgracia por no remar a favor de los profetas de la ortodoxia, que cobijados prósperamente en medios, plataformas y fundaciones, tutelan consignas y órdenes de obligado cumplimiento para poder formar parte de “los elegidos”. Cuentan con el apoyo de las grandes corporaciones económicas y mediáticas; basta con leer la prensa y ver los informativos, recordar a quienes financiaron el golpe de Estado del General Franco o la llegada al poder de Hitler y Mussolini. Aunque no sea la realidad actual, no por eso hay que despreciar o desconocer la historia, intentando que no se repita.

A los anteriores se unen los que, postulándose como de izquierdas, reprueban solo lo que hacen estas, con mensajes mesiánicos y redentores, dignos representantes de su particular ecumenismo político. Su misión, similar a otras de inspiración divina: intentar reconducir a la izquierda perdida, cayendo en lo esperpéntico al omitir cualquier crítica a conservadores y neofascistas, convirtiéndose en cómplices de estos. Además, hay que sumar a personas relevantes de la izquierda con declaraciones e intervenciones dignas del mejor pirómano.

Lo comentado es habitual, aburrido y tedioso durante años, pero ahora nos encontramos con la presencia de un invitado imprevisto, la covid-19, y con un escenario inédito. La pandemia mundial se convierte en una nueva herramienta para desestabilizar a un gobierno legítimo, surgido de las urnas, que evidentemente se ha equivocado –solo yerran los que actúan–. Donde apenas hay planteadas alternativas, “no hay propuesta más facilona que la crítica destructiva”, por usar palabras del filósofo Jorge Freire; las únicas esbozadas son similares a las de Bolsonaro en Brasil, a las que se unen continuas amenazas de reprobaciones y denuncias en los juzgados. Amparados por opinadores de todo signo, sabemos lo que es la sociedad del espectáculo y las grandes corporaciones económicas, muy interesadas en pedir rescates con dinero público cuando les va menos bien, y en momentos de crisis apuntándose a la desestabilización. Escenario donde también desempeñan un papel exponencial los dos peores presidentes que hemos tenido tras la restauración monárquica, Felipe González y José María Aznar, obviando que sus políticas económicas nos siguen pasando factura en la actualidad.

Si algo tiene de bueno esta pandemia es que se están evidenciando determinados comportamientos y actitudes que existen, pero que permanecen ocultos y más o menos silenciados. Estamos ante una gran obra de teatro, un tablero de ajedrez donde todos mueven sus peones, un capítulo singular del Club de la comedia, disfrazando algo tan sencillo como el juego por el poder. Nadie duda que el ministro del Interior podría formar parte de cualquier gobierno conservador –basta recordar algunas de sus decisiones como juez–, pero paradójicamente está siendo uno de los más atacados por los políticos conservadores, entre otros motivos por su enfrentamiento con un sector de la Guardia Civil. Recordemos que es un “instituto armado español de naturaleza militar con funciones de policía, dependiente de los Ministerios de Interior y de Defensa”, y que el epicentro del escándalo, el coronel Pérez de los Cobos fue responsable del dispositivo policial con motivo del referéndum ilegal catalán del 1 octubre de 2017, se presentó como voluntario en su Yecla natal para apoyar el Golpe de Estado del 23F y participó activamente para pedir el NO en el referéndum de aprobación de la Constitución, según cuenta Maldita.es.

Son los mismos que intentan criminalizar a la ministra de Igualdad por unas declaraciones on the record sobre el 8M (como comentaba Elvira Lindo, “no hay que engañarse, esa irritante obcecación con el 8 de marzo es la consecuencia de una furia que se venía alimentando hacía tiempo”), al vicepresidente por acudir a un centro comercial sin mascarilla o a los responsables de gestionar la crisis con informes tendenciosos, contradicciones, incluso declaraciones adulteradas, que algunos medios han sacado a la luz. En defensa de Grande-Marlaska salió el presidente Sánchez –»está destapando la policía patriótica y por eso le atacan”–, obviando que parte de los responsables de esa policía fueron corroborados o propuestos por su gobierno. Esas manifestaciones tienen mucho más calado que una simple respuesta o apoyo.

Además, desde hace un tiempo están viendo la luz comportamientos poco aleccionadores relacionados con la Casa Real (la Fiscalía del Supremo ha abierto investigación a Juan Carlos I por las supuestas comisiones del AVE a La Meca), algo impensable durante décadas. Atisbo de cierta apertura que parece sigue sin producirse en lo relacionado con las Fuerzas de Seguridad del Estado, donde solo se nos muestran cuando participan en intervenciones en lugares conflictivos, emergencia nacional, desfile patriótico o porque alguno de sus miembros integraba alguna manada de violadores, lo que hace que su realidad sea muy desconocida para la mayoría, sin soslayar que muchos de sus responsables son familia o allegados a los que apoyaron y perpetuaron el anterior régimen, añorándolo en muchas de sus manifestaciones.

Cuando el gobierno decretó la exhumación del General Franco, un grupo de militares redactaron un manifiesto, conocido como el Manifiesto de los mil, contra esa medida. Como respuesta, otro grupo redactó un segundo documento en contra del anterior. El primero fue publicado por la Asociación de Militares Españoles (AME), subvencionada durante años por los gobiernos del PP, con sede en espacios del propio Ministerio de Defensa; el segundo, en la página Foro Milicia y Democracia. Por otro lado, en el año 2006 el teniente general Mena Aguado propuso la intervención militar en Cataluña, y 50 militares apoyaron la propuesta en varios medios de comunicación. Son dos ejemplos de los muchos que se podrían poner sobre su espíritu democrático, ¿y qué medidas se tomaron ante estos dos comportamientos? En el primer caso, la expulsión del cabo Marco Antonio Santos, firmante del manifiesto apoyando la legalidad democrática; en el segundo, con la sanción a un oficial que se manifestó en contra de las opiniones del General Mena. Cuando el hijo del teniente coronel Tejero celebró una paella para conmemorar el 23F fue sancionado…, para ser ascendido poco después, algo impensable en cualquier Ejército democrático.

Conocer este tipo de actuaciones puede permitirnos analizar, en parte, el enfrentamiento actual. Estas son tres de las muchas historias que aparecen en la trilogía negra del Ejército español, escrita por el ex teniente Luis Gonzalo Segura, expulsado del Ejército en junio de 2015 tras denunciar en reiteradas ocasiones la corrupción de las Fuerzas Armadas, obviando la directiva europea que garantiza la protección de los denunciantes de corrupción o fraude. No es para nada casualidad que se le aplicase la Ley de Régimen Disciplinario de la Guardia Civil, cuerpo al que jamás perteneció.

El primer ejemplar de la trilogía es El libro negro del Ejército español donde muestra la evolución de nuestro Ejército desde 1975 a nuestros días. Víctor Lenore entrevistó al autor en El Confidencial comentando: “No estamos ante un libro destructivo, sino que transmite máximo respeto al trabajo de los soldados. Se cierra con veinte páginas donde expone su modelo de ejército popular, mezcla de una pequeña estructura profesional y un grueso de reservistas voluntarios, que siempre ocuparía el rango de soldado. Los voluntarios de este ejército popular tendrían ventajas sustanciales para acceder a los puestos de policía, bombero, guardia civil… El objetivo es incentivar a la población a formar parte de la defensa del país. Una propuesta que debería abrir el debate sobre el tipo de ejército que queremos”.

En la segunda publicación, En la guarida de la bestia (Akal), Gonzalo Segura describe la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. Recordamos a Zaida Cantero que, tras sufrir acoso sexual y laboral, tuvo que dejar el Ejército; fue la más divulgada, pero no la única. Su aparición televisiva vio la luz pese a las presiones ejercidas para impedir la emisión. Gonzalo Segura relata, a lo largo de 150 páginas, un número de casos donde ellas son acosadas sexualmente de manera individual, en manada o laboralmente al no acceder a los deseos de los superiores. Una de ellas denunció que un superior se masturbaba durante años delante de ella; la sanción fue la expulsión de la denunciante. Otra fue violada tras ponerle una pistola en la sien y una cabo fue forzada para celebrar el Año Nuevo. Hay superiores que se dirigen a ellas como putas, zorras y términos similares. Suficientes motivos para abandonar el Ejército con importantes problemas psicológicos, mientras que algunos de los denunciados son ascendidos o condecorados, como ocurrió con un capitán que agredió a 28 reclutas sin que ese comportamiento fuera impedimento para ser condecorado el mismo día que entró en prisión.

La justicia militar y la ordinaria tratan hechos similares de manera bien diferente. Ejemplos narrados por Gonzalo Segura que no deben ser generalizados, pero que existen, convirtiendo a dichas profesionales en doblemente víctimas, por la violencia sufrida y por las sanciones casi nunca existentes, al ser los propios militares los que se juzgan entre sí. El libro pone en evidencia que no hay garantías e igualdad, como reconoce la Constitución, en una institución que debe garantizarlas.

Cierra la trilogía El Ejército de VOX (Akal). Las elecciones del año pasado pasarán a la historia por ser la primera vez que la extrema derecha obtuvo una presencial real y significativa en el Congreso de los Diputados y en muchos parlamentos autonómicos. Sobre ello versa el libro, dividido en tres partes. En la primera indaga sobre la base de un Ejército construido sobre una estructura franquista, repasando algunos acontecimientos ocurridos recientemente y evidenciando comportamientos de dudosa constitucionalidad. El tétrico inventario ultraderechista da título al capítulo donde relata, con datos, la prevalencia de la ultraderecha en los recintos militares, sin que nadie hasta ahora haya tomado medidas para corregir esa anomalía democrática. Para el ex teniente esto es debido a la sumisión de políticos y medios ante todo lo relacionado con la milicia. Su exposición concluye con un amplio informe detallando el comportamiento electoral, provincia a provincia, de las mesas y secciones donde se ubican residencias y cuarteles, comparándolos con los resultados reales de cada provincia.

Se puede estar de acuerdo o no con sus propuestas y las salidas planteadas, pero parece incuestionable que tener acceso a lo que ocurre en los cuarteles ayuda a comprender algunos de los enfrentamientos actuales y otros pasados. Sobre lo ocurrido en estos días, el periodista y teniente coronel Fernando Reinlein comentaba en InfoLibre: “El objetivo es derribar, al precio que sea, a Pedro Sánchez y al gobierno “socialcomunista” que vicepreside Pablo Iglesias. Estos golpistas de salón, de momento, disponen de un brazo político que es Vox, en el que se alzan voces diciendo barbaridades para que Felipe VI intervenga y lo hagan también los militares. Aprovechando la crisis generada por el coronavirus tensan la ya de por sí tensionada sociedad con mentiras, interpretaciones torticeras y medias verdades, sirviendo de altavoz en el Congreso. Pero hay más. Ellos y otros están generando un sentimiento contra la actuación de un gobierno que se ha encontrado con la pandemia nada más llegar al poder. Y a todo eso hay que añadirle una cierta profusión de panfletos y pretendidos informes, como el de la Operación Albatros, que recorren “discretamente” despachos y consejos de administración, que se parece en su propósito al de aquellos generales que le hicieron llegar el suyo en 1980 al rey… Pero ahora, la situación de España no está para golpes militares, por ahí podemos estar tranquilos. Estamos en 2020, en Europa, y nadie permitiría una asonada militar, ni los militares están por la labor. A algunos quizás les gustaría poner orden, pero no son idiotas. Ahora se habla, por ejemplo, de un gobierno monocolor con técnicos al frente de las carteras ministeriales”.

Por su parte, el jurista y catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla Javier Pérez Royo respondía de la siguiente manera, en una entrevista en La Voz de la República: “Percibo que ahora estamos en los últimos días de cierta reconducción, pero no sé si es que deseo que sea así. Aquí ha habido una estrategia prácticamente de golpe de estado. Ha habido un intento de golpe, de un golpe de estado como se puede hacer ahora, que ya no es con Tejero entrando en el Congreso de los Diputados ni recurriendo al Ejército. Pero sí que ha habido un intento de deslegitimar el gobierno y de reventar la situación política en el Estado. Y de aquí viene todo esto de la manifestación del 8M y el intento de criminalización y la colisión de Pérez de los Cobos y la jueza Rodríguez Medel, a la velocidad con que se ha hecho, contando con otras connivencias para reventar políticamente la situación y que este gobierno no fuera el gobierno que permaneciera en el poder cuando ahora empiece en la UE todo el proceso de reconstrucción, que será a escala continental y que será parecida a la de después de la Segunda Guerra Mundial”.

Contundentes opiniones del presidente de Milicia y Democracia y del profesor sevillano.

La izquierda no puede excluirse de la responsabilidad que tiene en todos estos acontecimientos. Por mirar a otro lado. Por dejar pasar acontecimientos para no importunar. Por no tener una voz propia, independiente y progresista sobre el papel que deben tener las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil en el siglo XXI. Por no hacer propuestas sobre las relaciones de estas con la sociedad civil, con aportaciones actuales y democráticas. Por no abrir un debate sobre la posibilidad de sindicalización de soldados y oficiales, como ocurre en otros países. Por no impulsar transparencia económica, sin dar a conocer los presupuestos reales, huyendo de gastos e infraestructuras innecesarios. Por no reajustar efectivos con el objetivo de promover una cultura verdadera de paz y convivencia, haciendo desaparecer la jurisdicción militar para que realmente todas y todos seamos iguales. Por no impedir la venta de armas a dictaduras. En definitiva, por no promover una cultura democrática, respetuosa con los derechos humanos, diversa, justa y de paz en la que todos y todas podamos vernos reflejados y representados.

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