‘Un hogar sin armarios’: la primera residencia pública para mayores LGTBI

Fotograma del documental ‘Un hogar sin armarios’.

Esta es la historia de la construcción –ahora en suspenso– de una residencia pionera en el mundo, una residencia en Madrid gestionada con fondos públicos para personas LGTBI mayores. Una historia contada en el documental ‘Un hogar sin armarios’, dirigido por Eduardo Cubillo y que obtuvo recientemente el Premio del Público al Mejor Documental en el 28º Festival Internacional de Cine LGBTI+ de Madrid, que organiza la Fundación Triángulo.

El documental, que ahora sigue su recorrido presentándose en festivales y próximamente estará disponible en pantallas grandes y en alguna plataforma, es una sucesión de conmovedores testimonios de personas pertenecientes a esa generación condenada a vivir el sexo y el amor dentro del armario y a recibir brutales tratamientos, lobotomías y electroshock para curar una patología inventada producto de la maldad. Daba igual si el rechazo se daba en el colegio, en casa, en la calle o en la desatención política. El caso era arruinarles la vida por no atenerse a una intransigencia despiadada. Ataques, desprecio, persecución y cárcel. Una existencia digna les era negada por completo. Condenados siempre al disimulo. Esperando la voz  que reconociera su derecho a ser lo que son: homosexuales. Hasta el 26 de diciembre de 1978 no se modificó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, heredera de la Ley de Vagos y Maleantes, que utilizó el franquismo para tratarles como escoria.

Los protagonistas de Un hogar sin armarios son un grupo de personas mayores que quieren envejecer dignamente sin desandar un camino que ha sido de todo menos llano. Por eso necesitan un espacio donde apurar sus vidas sin tener que agazaparse otra vez. Con esa idea se puso la primera piedra de la Residencia Josete Massa, proyecto pionero en el mundo, un hogar de carácter público para mayores LGTBI necesitados de techo y cuidados. Detrás del plan está la Fundación 26 de Diciembre –sobra decir por qué eligieron esta fecha para el nombre–, una organización presidida por Federico Armenteros, un educador social de 64 años que fue maricón antes que fraile y precisamente por su pluma le invitaron a colgar los hábitos y seguir con su vida fuera del seminario. Federico, Fede, o Antonia, el nombre cariñoso con el que le suelen llamar sus amigos, vivió su homosexualidad en el universo agotador del “procura que no se te note”. Y esa práctica tan frustrante le llevó incluso a tener novia, casarse y ser padre de una muchacha amorosa y tolerante de 35 años, que es su tesoro y el de su actual marido, Inocente Aguado.

Federico va explicando los pasos de las obras para acondicionar el espacio, cedido por la Comunidad de Madrid en el distrito de Villaverde, el arranque en 2018 y el parón por culpa de la pandemia de covid. ¿Cómo saldremos de esta? Rota la quietud del confinamiento, no llega la ansiada reanudación de las obras. “Tras una inversión de más de dos millones de euros en rehabilitar el espacio, las obras se paran porque necesitamos 600.000 euros más para que la residencia quede lista”, nos explica Armenteros, que acudió a la proyección de Un hogar sin armarios, arreglado como merece un estreno. Calcetines blancos altos y una falda negra, brilli brilli, que había comprado por 1 euro. El orgullo del menos es más, del sí se puede.

La residencia es un edificio de 3.300 metros cuadrados con cuatro aprovechables plantas que llevaba más de 10 años en estado de abandono. No es un lugar barato de acicalar, “especialmente ahora que los materiales han triplicado su precio y los políticos no parecen dispuestos a ayudarnos, sino todo lo contrario. Aprobar leyes y no dotarlas de presupuestos es un brindis al sol. Pero nosotros no vamos a tirar la toalla, porque hay mucha gente que nos necesita”. Concretamente, los 66 residentes que podrían ocupar las plazas disponibles. “Muchos de ellos, ahora en residencias convencionales públicas o privadas expuestos a sufrir muchas situaciones de homofobia”. Regreso al peor pasado.

Nos recuerda Federico Armenteros que en España hay 160.000 personas LGTBI mayores de 65 años. “Los que ya han cumplido los 80 apenas han respirado el aire de la libertad. ¿Tampoco van a tener un final de vida digno?”, se pregunta. “La homofobia no mengua con la vejez; al contrario. Y tener que volver al armario del que tanto costó salir es la peor derrota vital”.

El cineasta canario Eduardo Cubillo conoció la Fundación 26 D un divertido y bullicioso Año Nuevo Chino en el barrio de Lavapiés, (Madrid) y se enteró del parón en las obras de la residencia. Trabó amistad con muchos de los miembros de la fundación y, consciente de la potencia de sus testimonios, organizó un rodaje que se cruzó con los últimos coletazos del coronavirus. Anotó cuidadosamente los nombres que, desde el primer vistazo, superaban el casting. Como Samantha Flores, activista trans mexicana que fundó la primera casa de día para adultos mayores LGTBI en Ciudad de México. Kim Pérez, profesora y activista por los derechos humanos española y primera mujer transexual incluida en una candidatura electoral en España; en 2007, ocupó el número 17 de la lista electoral de Izquierda Unida en las elecciones municipales para el Ayuntamiento de Granada. Nicolás Granda, ese viudo tierno y apocado que acude a la tumba de su difunto esposo para pedirle el visto bueno a la feliz nueva: se ha vuelto a enamorar.

“Nicolás confesó muchas cosas en esta película, detalles que no había contado a nadie. Durante el rodaje sufría constantes ataques de ansiedad, episodios de temblores que le íbamos calmando con abrazos. Un ser absolutamente bueno. Claudia, por ejemplo, la mujer que vive en la calle, tardó muchísimo en confiar en mí. No siempre acudía a las citas y era bastante complicado dar con ella. Luego está José María Chicote, Jose. Otro receloso. Pero, ¿cómo queremos que sea una persona que solo se ha llevado palos en la vida?”, repasa Cubillo, el director. Hablar de Jose es citar desgracias con mayúsculas. Escucharle, admitir la posibilidad de que se puede sonreír ante semejante cúmulo de infortunios y relatarlos con una guasa inusual. “Jose perdió a su pareja, dueño de una floristería. Habían rehipotecado el negocio y, al quedarse solo, el banco le quitó la tienda y la familia del fallecido dejó a Jose en la calle. Le alojamos en uno de los pisos compartidos de la Fundación 26D”, explica Armenteros.

La mayoría de estas personas tienen que vivir con la escasez que permiten las pensiones mínimas no contributivas, explica Eduardo Cubillo, cineasta especializado en documentales sociales, cuya primera producción se tituló, Cubillo. Historia de un crimen de Estado, (2012). Con esa película narró la historia de su propio tío, fundador y líder del  MPAIAC (Movimiento para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario), detallando la trama del atentado sufrido por el activista en su casa de Argel, en 1978, cuando dos sicarios le apuñalaron ferozmente. Antonio Cubillo sobrevivió a las graves lesiones que le obligaron a caminar con muletas hasta su muerte en 2012. Detrás del acto criminal estaban las cloacas del Estado español.

En 2021, Eduardo Cubillo rodó Lolas, una historia de señoras mayores al poder. “Con esas mujeres aprendí a acercarme a adultos de la llamada tercera edad, algo que me ayudó mucho a entenderme con los protagonistas de Un hogar sin armarios, una película que para mí es un acto de justicia social. Me conformo con que sirva para cambiar muchas miradas, destruir clichés y que acelere la apertura de la residencia Josete Massa”, explica Eduardo Cubillo.

De momento, uno de los protagonistas del documental, el difunto Jose, cruzará el umbral de la residencia dentro de una urna y, “como el proceso no se acelere, me temo que habrá muchas cenizas en la inauguración”, concluye Armenteros, sin la menor intención de disfrazar el crudo panorama.

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