Un libro infantil para derribar muros y vallas

Una ilustración del libro Sin Agua y Sin Pan.

Una ilustración del libro Sin Agua y Sin Pan.

Una ilustración del libro Sin Agua y Sin Pan.

La editorial NubeOcho y la ONG Amnistía Internacional se han unido para publicar ‘Sin agua y sin pan’, un libro que quiere ayudar a derribar vallas y muros y hacer entender a niños y niñas, de una manera tan sencilla como emotiva, el duro día a día de exiliados y campos de refugiados. Luis Amavisca pone la idea y el texto; Raúl Guridi, las ilustraciones. Un trabajo del que Rosa Montero, periodista y escritora, ha dicho: “Este bello libro, en su modestia, puede ayudar a cambiar el mundo”.

Tiempos de comprometerse o de esconder la cabeza y hacer como que nada pasa. Tocan tiempos en los que toca ser críticos o decidir no tener opinión. Tiempos en los que hay que pensar o simplemente dejarse distraer. Tiempos donde se levantan nuevos muros. Tocan tiempos raros. Nosotros y nuestros lectores están en el primer bando. Y poco a poco la literatura infantil también se está sumando a que niños y niñas se comprometan, sean críticos, piensen y derriben muros. Esos son algunos de los objetivos principales de la editorial NubeOcho y la organización internacional Amnistía Internacional al publicar conjuntamente Sin agua y sin pan, un álbum infantil sobre el duro día a día de los exiliados en los campos de refugiados.

Hace unos meses dedicamos un artículo a hablar sobre inmigración y exilio. Y hoy toca hablar de un título que por reciente no pudo entrar en aquella selección y que merece ser tenido en cuenta y dado a conocer por su sencillez y emotividad a la hora de tratar un tema tan duro como es el de los refugiados y las dificultades por las que pasan.

NubeOcho nació como una editorial comprometida, especializada en álbum ilustrado y literatura infantil, que busca desde su primer titulo promover una actitud de respeto hacia la diversidad. Ha apostado siempre por que sus libros sean un medio divertido para acercarse a primeras experiencias y sentimientos, a veces no tan fáciles de entender por los más pequeños. NubeOcho publica ahora Sin agua y sin pan, un trabajo donde tanto autor como ilustrador, Luis Amavisca y Raúl Guridi, respectivamente, donarán el total de sus ingresos a la labor de Amnistía Internacional, organización que a través de un movimiento global integrado por más de 7 millones de personas en más de 150 países y territorios, actúa para poner fin a los abusos contra los derechos humanos.

Quizá sea un buen momento, gracias a este libro, para que niños y niñas empiecen a conocer esa realidad que no nos queda tan lejana, una realidad que se cuela en el salón de casa por la televisión. Una realidad con la que se vive en las aulas de cientos de escuelas y colegios de este país. Una realidad que los niños y niñas tienen que conocer para que, con modestia, como dice Rosa Montero, nos puedan ayudar a cambiar este mundo raro donde viven.

Para saber más sobre este proyecto, hemos hablado con su autor y su ilustrador vía mail. Luis Amavisca es el padre del texto. Es artista plástico, escritor y miembro fundador de la editorial NubeOcho. Ha publicado una docena de libros infantiles tratando temas como la igualdad, la diversidad y el medioambiente. Desde Roma nos han llegado las respuestas a nuestras preguntas.

¿Cómo nace el proyecto?

Hacía tiempo que NubeOcho quería hacer algo para la crisis de los refugiados. En la editorial lo habíamos hablado varias veces, pero yo no sabía qué voz darle al proyecto… No se me ocurría llamar a un escritor, porque el tema me parecía tan dramático que tenía miedo de que no pudieran decir nada positivo… Tenía miedo de centrarnos en un drama que no fuera propositivo. Yo he escrito y publicado varios textos, y al final encontré inspiración en algo muy sencillo.

¿Por qué escribiste este texto? ¿Era una necesidad personal? ¿Una apuesta editorial? ¿Cuál es el objetivo?

La realidad es que yo estaba muy revuelto. Leyendo noticias y sintiendo dolor de estómago… El tema para mí es cercano, mi pareja vivió la mayor parte de su vida en un país en guerra y fue desplazado por ella. En el proyecto hay una necesidad personal, pero he intentado hacerla extensible a mucha gente. Tantas veces he pensado si realmente las cosas son tan difíciles de arreglar. Si somos los adultos los que las hacemos difíciles y luego no queremos salir de ellas por intereses políticos y económicos. Estamos viviendo momentos de gran crisis. Pero es sobre todo una crisis de valores. En Sin agua y sin pan, me interesaban sobre todo estos dos ejes: hablar de empatía y hablar del punto de vista de los niños.

¿Qué implicación personal hay en el proyecto?

El proyecto fue impulsado por NubeOcho. Todo el equipo se implicó de lleno. Posteriormente a la creación del álbum ilustrado, llegó el vínculo con Amnistía Internacional. Mi granito de arena personal fue como escritor, crear una historia que parece una pequeñísima obra de teatro. Un texto muy cortito a manera de diálogo. Posteriormente pensé en Raúl Guridi, gran ilustrador y artista donde los haya. Desde el principio se enamoró del texto y se involucró totalmente. Raúl y yo donamos el total de nuestros royalties de derechos de autor, y los donamos a Amnistía Internacional. La editorial NubeOcho ha puesto en marcha el proyecto, ha hecho una donación considerable y ha sufragado todos los gastos de imprenta y de diseño. Posteriormente donará la mitad de sus beneficios por cada libro vendido. Desde la editorial se está logrando un gran apoyo de los libreros, clave en todo esto. Pero también la distribuidora UDL ha donado una parte de sus beneficios. La escritora Rosa Montero también nos ha apoyado y colaborará con la difusión. Nos ha regalado una magnífica frase para el libro: «Este bello libro, en su modestia, puede ayudar a cambiar el mundo». Tengo que reconocer que ya antes de estar el libro en librerías nos estamos encontrando con un gran apoyo para el libro.

¿Son necesarios estos libros?

Sí. Absolutamente. Los niños no pueden conocer solamente las historias divertidas. Tienen que conocer también la realidad. Protegerlos en exceso es negativo para ellos, pues si los tenemos en una burbuja, al salir pueden sufrir mucho. Por otra parte, muchas veces nos sorprende cómo un tema puede ser superado y visto por los niños. Que los niños comiencen a sentir el espíritu de la injusticia no es negativo, pues es algo que alguna vez encontrarán. Pero con ilustraciones y texto podemos hablarlo de forma amena. Este libro es para ellos, los niños, pero también para los padres. Una historia que no es una solución al problema, pero sí un punto de reflexión. El libro no está tratado de manera dramática. En los campos de refugiados también hay juego y ganas de reír y de vivir. Trabajar la empatía con los más pequeños es fundamental, y a los adultos no nos viene nada mal.

¿Por qué elegiste a Guridi para ilustrar tu historia?

Hay veces en que un texto tiene un nombre. Sin agua y sin pan llevaba el apellido Guridi marcado. Era él. No podía ser otro.

Raúl Guridi ha sido la persona encargada de ilustrar con sencillez y emoción el texto de Luis Amavisca. Guridi es un reconocido ilustrador tanto en nuestro país como en el extranjero. Ha publicado más de 60 libros, algunos de ellos en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Líbano… También hemos hablado con él por correo electrónico.

¿Cómo te planteas ilustrar un texto como el de Luis Amavisca?

Es un reto importante, con un tema nada fácil. En principio es un texto de lectura sencilla, en el que la carga emotiva está bajo las letras… Se siente entre líneas literalmente, con lo que el enfoque era trabajar con la situación de los personajes. El espacio, el fondo, la localización eran muy importantes. Trabajamos sobre la base de que se separarían dos espacios en el papel: la valla, por tanto, pasaba a ser un personaje más.

¿Qué implicación personal hay en el proyecto?

Hay una implicación personal muy grande. El tema de los refugiados, de las fronteras, de los emigrantes, es algo que siempre he seguido. Lo conozco de cerca en algunos casos y para mí lo más difícil era no tener una visión «demasiado personal». Además, desde el principio, Luis y yo teníamos claro que sería un trabajo dedicado a nivel económico a alguna ONG con implicación en el proceso y vertiente pedagógica.

¿Cómo se consigue ilustrar de una manera tan tierna, tan pedagógica, pero a la vez con tanta emotividad, un mundo tan duro como son las alambradas, los campos de refugiados para los niños?

Gracias. No ha sido fácil, la tendencia suele ser la de buscar la vertiente más adulta, más trágica o condescendiente de la imagen. Después de muchas y muchas vueltas, nos fuimos a una visión más infantil, con lo que se reforzaba la crudeza y, a la vez, se planteaba una visión más positiva. La dualidad entre la visión adulta y la infantil de un mismo problema es la base del álbum. El resto fue más fácil para mí, el uso de los espacios vacíos, la línea sencilla y el uso del color llevado al simbolismo son cosas que ya usaba en mi universo particular. Detrás de la «aparente sencillez» de cada una de las páginas hay mucho trabajo, créeme.

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