Una ‘first date’ delante de ‘Las Meninas’

Sala de Velázquez en el Museo del Prado. Fotografía de Victoria Iglesias.

Tal día como hoy, 6 de agosto, falleció Velázquez. Sirva esta personal ‘Victografía’ como homenaje el más grande de nuestros pintores. Una primera cita ante ‘Las Meninas’. “¿No sientes las ganas de dar la vuelta al lienzo?”.

No es tan caro, me dice Rivká J. mientras quita el envoltorio de burbujas a una pintura que acaba de comprar a un amigo en una galería de Brooklyn. Salomon, su mestizo color chocolate que se acerca a labrador, reposa buscando el frío del suelo en su panza.

El apartamento de Rivká es un espacio abierto a la 10th Street, de techos altos y abarrotado de luz. Uno de esos antiguos almacenes de dos plantas en el East Village neoyorkino que todavía conserva las viejas vigas de madera y las paredes de ladrillo visto ahora encaladas con ese olor, y ese gusto entre descuidado y elegante, que se da en sitios como Manhattan y que, sin embargo, cuesta tanto encontrar en España. Pocos muebles, un par de alfombras en el suelo, porcelanas de colores, un sofá cómodo, fotos y bastantes libros. Todo estéticamente placentero. En el caso de que tenga tele debe de estar escondida en otro cuarto, porque desde luego no preside el salón.

–Victoria: Si juntas en algunas casas españolas lo que les cuesta la tele y la Thermomix, tienes casi para un Velázquez –comento entre risas–. Sin embargo, aparentemente, a la gente que parece gustarle el arte luego tiene láminas en las paredes. Acuden en tropel a ver algunas exposiciones. En hordas, como diría mi amiga Cristina.

–Rivká: Bueno, tal vez sólo les guste ver cosas…

–V: Siempre hay grandes colas cada vez que cambian los cuadros de sitio en un museo y los vuelven a mostrar. En el 99, cuando movieron las Meninas de la sala 8 del Prado, o en 2010, cuando remodelaron la sala 12, el museo se llenó. Es curioso… –y me quedo pensando en ello mientras cojo uno de los libros que acabamos de comprar para Rivká en Strand Book: Velázquez, por Jonathan Brown (con un retrato de Juan de Pareja en la portada).

–R: ¿Sabes? Fue tu marido, el Howie, quien nos enseñó a mí y a Mitch a descubrir de verdad a Velázquez en el Prado. En uno de nuestros primeros viajes a Madrid. Me quedé clavada viendo el cuadro. Te sientes chiquitita al contemplar Las Meninas. Las había visto tanto en los libros y lo imaginaba pequeño… ¿Es asombroso, no? ¿Cuántas inches son?

–V: ¡Ja, ja, ja! Espera que lo buscamos ahora mismo… En centímetros, 276 x 318.

–R: ¡Guauuu!

–V: Mi primera cita con Howie fue delante de ese cuadro.

–R: ¿Sí? ¡Qué bueno…!

–V: Quedamos allí. Él estaba delante, en primera fila. Había bastante gente y giró la cara hacia mí cuando yo iba a su encuentro, así como si fuera un anuncio… Bueno, no pude evitarlo, me sedujeron esos ojos claros y brillantes. Estaba guapísimo, por cierto… Ya sabes cómo se pone él cuando se quita su ropa llena de pintura y se coloca una de esas chaquetas, la camisa blanca, la sonrisa embaucadora… Estaba tan nerviosa que no podía ni mirar el cuadro. Sentía esa sensación de vértigo que se siente al mirar Las Meninas. Como si te metieras en un escenario donde se está representando una obra de Shakespeare o algo así. “¿No sientes las ganas de dar la vuelta al lienzo?”, le dije. “Claro, el mismo Velázquez nos lo está enseñando, y por eso tienes tantas ganas de mirar detrás”, me dijo…

–R: Es que la visión de un artista sobre otro artista adquiere una dimensión nueva.

–V: Es curioso cómo se idolatra a los artistas y qué difícil es vivir de los putos cuadros.

Mientras contemplamos el óleo que acaba de comprar sentadas en la alfombra, con nuestras espaldas apoyadas en el sofá, Rivká se enciende un cigarrillo. 

–R: Es toda una contradicción, o tal vez es cuestión de educación.

–V: O de intuición. O de educar el ojo. Los hay muy cultos que, sin embargo, no entienden. Me refiero a que quizá saben, por supuesto, más nombres propios y más fechas que yo. Eso, por supuesto, yo soy un desastre; pero su gusto se reduce a admirar unos recortables bien hechos, pero recortables ¿Me entiendes? Solo les gusta lo que visualmente pueden entender o está relacionado con su mundo.

En ese momento Salomon sale rápido hacia la entrada a saludar a Howie, que aparece en el salón, con unas Sam Adams en una bolsa de papel. 

–R: Hemos estado hablando de ti, capullo.

(Indiferente, Howie sonríe, reparte besos y nos muestra el botín).

–Howie: El asfalto es un horno… Jesus! (en inglés) ¡Qué bueno es ese retrato de Juan de Pareja! –dice mientras mira el libro que tengo en el suelo–. Cuando estaba en el New York Studio School me escapaba al MET para dibujarlo. Lo volví a pintar hace unos años, me lo compró Mitch, your husband… Salomon!!! Sweety dog!!!

(Mientras, el perro se entrega a las caricias lamiendo la cara a Howie, que ahora se ha sentado en una butaca).

–H: Velázquez hace que la pintura se convierta en pelo, en metal, en carne. Como la de este perro. Tiene tanta fe en la pintura que deja que esta misma represente, mientas que otros pintores se fuerzan en representar. Un gran maestro de luz con una paleta reducida. No digo que los cuadros enteros siempre estén a la altura de su leyenda; sin embargo, siempre encuentras partes, detalles, brochazos que son tan brillantes que hacen que a uno no le importe; además, da igual el tema del que trate el cuadro. Cuando ves Las Meninas, ves un hueco en el que te puedes meter. Las especulaciones empiezan después de todas esas reacciones viscerales que provoca: que si es un espejo de príncipes, a quién sí o a quién no está pintando… Está claro que nos muestra la cara oculta de la Luna y al fondo nos cuelga el espejo que parece flotar en un plano irreal escapándose a la sintaxis del cuadro. Amazing!!!

Entonces se hace un silencio y nos miramos los tres. Salomon se ha vuelto a tumbar en su sitio preferido, aplastando la tripa contra el suelo.

–R: ¿Te has quedado bien, Howie?

–H: Yes, lady…

–V: Creo que muy a gusto. Anda, pasa una cerveza antes de que se caliente. ¿Entiendes lo que significa tener una primera cita delante de un cuadro de Velázquez?

–R: Sí, pintaba bien… el encuentro. ¡¡¡Ja, ja, ja, ja!!!!

–V: No te cuento ya las siguientes citas, pero sabes lo bien que se le da pintar desnudos…

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