Vamos a FIO 2023: el mundo pajarero vuela cada vez más alto

Punto de encuentro realizado por el muralista Brea –un gigante elanio azul–, en la Feria Internacional de Turismo Ornitológico. Fotografía: Rosa M. Tristán.

El mundo del ‘pajareo’ está en auge. Las ferias para ornitólogos y, en general, amantes aficionados a la observación de las aves proliferan por el mapa, casi al mismo ritmo que estudios e informes nos dicen que el cambio climático, la contaminación, la caza, especies invasoras y accidentes con infraestructuras aéreas andan menguando el mundo de las aves a pasos agigantados en España. El pasado fin de semana, en el corazón del Parque Nacional de Monfragüe, tuvo lugar uno de esos encuentros en los que “los de los prismáticos hacen piña para compartir experiencias, ponerse al día de las novedades tecnológicas y conocer a expertos que no siempre se tienen a mano”. Nos fuimos a FIO 2023.

Este año, cuentan los que han ido muchas veces, la Feria Internacional de Turismo Ornitológico (FIO 2023) de Extremadura ha sido de las más multitudinarias que se recuerdan. No había más que acercarse a los aledaños del pequeño municipio cacereño de Villarreal de San Carlos, fundado por Carlos III en el siglo XVIII en lo que es hoy un protegido espacio natural, para comprobar que la ornitología no es una afición tan minoritaria como pudiera parecer y que la observación de la naturaleza es una actividad que cada vez atrapa a más gente.

“La realidad es que cada vez se ven menos aves en nuestros cielos”. La afirmación la hacía Blas Molina, experto en seguimiento de SEO/BirdLife, ya antes de llegar a FIO 2023. Desde Madrid, camino de tierras extremeñas, había que pasar por unas lagunas y no resistió la tentación de parar y colocar su telescopio, como tantas otras veces en los 18 años de edición de la feria, para ver qué encontraba. Unas pocas espátulas en el agua, unos morillos volando, muchas tempraneras golondrinas que no paraban un momento… “Claro que se ven, pero es tremendo cómo disminuyen las poblaciones; los campos se están vaciando de aves”, insistía Blas.

Cientos de vehículos aparcados en las inmediaciones de Villarreal de San Carlos daban idea ya antes de entrar en el pueblo de las dimensiones que ha alcanzado el evento anual; pese al frío y a posibles amenazas de lluvia, cientos de personas recorrían las tiendas portátiles de fotografía y óptica, un escaparate de las últimas novedades para captar, a muchos metros de distancia, quién sabe si a un esquivo martín pescador o una pequeña tarabilla. Cada mirilla, una tentación a la que asomarse para ver que se veía en los montes cercanos.

En una gran carpa, estaban a tope los 110 stands de instituciones y empresas llegadas de buena parte de la geografía nacional para ofrecer las mejores rutas para ver aves, los talleres más especializados para saber distinguirlas o modelos de nidos con los que atraerlas y cuidarlas. Entre el maremágnum de iniciativas, proyectos como Plumarium, de Sevilla, que tiene una página web en la que aprender a identificar las aves por esas plumas que de cuando en cuando encontramos cuando vamos por el campo. De hecho, uno de sus promotores, Pablo Fernández Pero, ofreció una actividad para explicar cómo distinguir unas de otras.

Si no hay plumas, ni las vemos, ni escuchamos sus cantos, aún hay forma de saber quiénes están y nos rodean: la naturalista Luisa Abenza explicaba en otro evento cómo distinguirlas por las huellas y los rastros que dejan a su paso volandero. “Lo bonito es saber que las tenemos cerca”, dice Abenza cuando se le pregunta por esa peculiar forma de detectar que no estamos solos, aunque lo parezca.

Una de las actividades más exitosas fue, sin duda, la experiencia que el sonidista, escritor y naturalista Carlos de Hita organizó a escasos kilómetros, en el castillo de Monfragüe, lugar a cuyos pies decenas de buitres salieron para deleite de los visitantes. Allí se disfrutó de una inmersión en los sonidos de la noche, bajo las bóvedas de lo que en el pasado alojó una guarnición de vigilancia. Lobos, autillos, lechuzas… tomaron el lugar durante un tiempo que se hizo mágico.

Sólo en Extremadura, señalan sus datos oficiales, reciben entre 50.000 y 70.000 turistas pajareros al año. En la imagen, ornitólogos en Monfragüe. Fotografía: R. M. T.

“Hay un búho real”. “Hemos visto una cigüeña negra”. “Ha pasado un halcón”. “A la vuelta del camino os encontraréis con un ciervo”. Ya los aledaños del  castillo eran una vorágine de vida salvaje, y también de información compartida, transmitiéndose de unos a otros esa sensación de que se forma parte del grupo en aumento de quienes disfrutan observando la naturaleza.

Una de las sedes de FIO 2023 fue la Ermita de Nuestra Señora del Socorro, convertida en un espacio para presentar libros relacionados con el tema, como el imprescindible de las rutas ornitológicas de Antonio Sandoval; Los cantos de las aves, de David Laglois, o una guía de reservas naturales en la cuenca del Tajo, acto en el que predicó, como él mismo suele decir, el escritor y naturalista Joaquín Araújo, con Estefanía Chereguini, de la Confederación Hidrográfica del Tajo.

Y luego, las mesas redondas, en otras gran carpa decorada con una espectacular exposición de avifauna y otros animales. Allí salieron a la palestra algunos de los temas que más preocupan en el mundo de la ornitología, desde los muchos peligros que ocasionan los tóxicos a las aves (léase, plásticos, medicamentos, pesticidas, etcétera), a los riesgos del cambio climático, los posibles impactos de las energías renovables, en un evento que reunió a empresas y ecologistas; o el tratamiento de la información sobre las aves en los medios de comunicación, donde estuvo, junto a Antonio Sandoval, Carlos de Hita y José Luis Copete, la directora de contenidos de la SER, Montserrat Domínguez, que es una gran  pajarera aficionada.

Pero, sobre todo, entre stands de todo el país y algunos del extranjero –este año el invitado especial era Gran Bretaña–, la feria ha sido la de los miles de visitantes que han acudido a conocer y aprender, las empresas de turismo rural que han contactado o los expertos y expertas que se han vuelto a encontrar. También a conocer a artistas y artesanos que han hecho de su pasión por la naturaleza un arte, ya sea utilizando hojas y pétalos, pinceles, telas o cerámica.

FIO, que fue pionera y es la primera feria que se celebra cada año, no es la única cita para los aficionados en el calendario anual. Otras, de menos dimensión, pero interesantes también:

MigBird, con el que Cádiz da la bienvenida a las aves migratorias, en marzo. El encuentro NatureWatch, en abril, este año en Cabañeros. Ornitocyl en Herradón de Pinares, Ávila, en junio. La feria de turismo de naturaleza Naturcyl, en Ruesga (parque natural Montaña Palentina), Delta Birding, en el Delta del Ebro, en otoño. El Festival de los Vencejos de Alange, Extremadura, en primavera. El Festival de Migración de las Aves, en las Marismas de Santoña, Cantabria.

A nivel internacional, para los fans más fieles, imprescindible la Global BirdFair, en Rutland (Reino Unido, a mediados de julio).

Sólo en Extremadura, señalan sus datos oficiales, reciben entre 50.000 y 70.000 turistas pajareros al año.

Si podemos disfrutar tanto con sólo observarlas…, ¿por qué tratamos tan mal a las aves?

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