Vecinos que se asocian para defender los bosques de los incendios

Incendio forestal. Foto: Pxhere.

Hay multitud de asociaciones que parten de la sociedad civil, del territorio: vecinales, culturales, feministas, deportivas, ecologistas, LGTBIQ+, juveniles, de personas mayores… y también para prevenir y autoprotegerse de los incendios forestales. Todo apunta a que Albura es la primera en toda España formada por familias cuyo objetivo es el señalado, sobre todo tras ver cómo hace un año las llamas estuvieron a punto de entrar en sus fincas de la comarca cacereña de La Vera. Es un acierto que una ONG como WWF España eligiera estas fincas para presentar su último informe sobre incendios forestales, al lado de las casas de Rene Muller y de Carlos Montoro y María José Rodríguez, contemplando el resultado de sus labores de aclareo y desbroce en la prevención de incendios, escuchando trepadores, zarceros y herrerillos entre rebollos, fresnos y madroños y degustando migas veratas y gazpacho de cereza.

“No sabía qué recoger, qué meter en el coche, ¿los ordenadores, los archivadores, la ropa de invierno…? Ni siquiera sabía hacia dónde ir”. Rene Muller cuenta así la dramática experiencia vivida hace un año en Villanueva de la Vera (Cáceres), cuando un incendio forestal devoró 250 hectáreas y su familia y otras del pueblo tuvieron que huir de sus hogares como precaución ante la inminencia de la llegada de las llamas. Su vecino, Carlos Montoro, recuerda: “Hay mucha gente que no muere en el incendio, sino tratando de huir del incendio, encerrada en un coche, en un camino sin salida”.

La huida desde lo urbano a lo rural, buscando la placidez del campo, de los valles o los bosques, ha incrementado la presencia de viviendas de residencia habitual u ocasional en la llamada interfaz urbano-forestal. Esto añade peligrosidad y complejidad a la hora de atajar los incendios, en especial si estas fincas están rodeadas de otras donde el abandono de prácticas agrícolas, ganaderas y forestales tradicionales ha permitido un profuso crecimiento de la vegetación. Es decir, que esa huida de lo urbano a lo rural lleva aparejada un conocimiento de la realidad y la responsabilidad asociadas a la gestión del monte.

Hace menos de un año, ocho familias de Villanueva de la Vera y Valverde de la Vera, concienciadas con este problema, decidieron crear Albura como una agrupación para la prevención de incendios forestales. Cubren 40 hectáreas en un paraje denominado “jardines del río Lobos”, corriente que recibe el nombre también de garganta Naval. Sus objetivos son formar un frente vecinal común para luchar contra el fuego, establecer medidas para la protección de las fincas asociadas, formar y organizar actividades junto con personas profesionales para elaborar estrategias y aprender a manejar el equipamiento antiincendios y conocer los protocolos de actuación.

“Mejor mi burra que echar veneno o cortar yo la vegetación”

Varios periodistas viajamos con Jane Wintler en su coche en el trayecto hacia las fincas de Rene y de Carlos y María José, donde WWF presenta su último informe al efecto: Incendios extremos e inapagables. Propuestas para favorecer paisajes vivos, diversos, resistentes y resilientes. “Yo tengo cuatro hectáreas en Valverde de la Vera”, nos cuenta Jane, “y ya he hablado con varios vecinos colindantes a mi finca, para crear una asociación como Albura. De momento, cuento con una burra ahora, y dos ovejas por venir, para no tener que curar o eliminar con veneno la vegetación y que se la coman ellas. Creo que es un compromiso que debemos adquirir todas las personas que vivimos aquí, sea de continuo como yo o en fines de semana o vacaciones”.

Jane habla de crear otra asociación porque la intención es que estas iniciativas crezcan, pero no en torno a una o unas pocas asociaciones, sino a muchas, entre las que se creen redes para compartir experiencias y conocimientos. Siempre se busca que las personas propietarias tengan fincas colindantes, para crear “cortafuegos productivos” lo más extensos posibles, que eviten o limiten la propagación de las llamas. María José Rodríguez lo tiene claro: “Si vamos de una en una al Ayuntamiento no conseguimos nada, pero si vamos 16 personas y con un plan de prevención y autoprotección debajo del brazo, la cosa cambia”. Conviene decir que hasta el momento han puesto mil euros de sus bolsillos para poder aplicar ese plan, que incluye la construcción de dos depósitos de agua.

Lo mejor de todo es que cunde el ejemplo. “Estoy prácticamente seguro que Albura es la primera, fijo en Extremadura, porque, aunque desde 2004 la ley de prevención y lucha contra incendios forestales obliga a crear un registro de este tipo de asociaciones, nos encontramos con que no existía. A partir de aquí, baste decir que la semana que viene imparto seis talleres de formación de cara a crear este tipo de agrupaciones, que se suman a los 23 que llevo en los últimos meses, y que, aparte de la de Jane, hay cinco asociaciones que ya han redactado una hoja de ruta y toda la normativa base de aplicación”. Quien habla es José Antonio Cuadrado, vecino también de La Vera y alma mater de esta iniciativa por sus amplios conocimientos y experiencia profesional en prevención de incendios y protección civil.

Bosques de robles que fueron bancales con frutales

El camino por el que transitan los coches es estrecho y tortuoso, “pero estaba mucho peor, porque ahora puede circular incluso un camión pequeño de bomberos, meterse en las fincas y tener espacio para dar la vuelta sin necesidad de dar marcha atrás o perderse entre caminos cerrados”. Junto a otro vecino, Félix Martín, agente forestal jubilado, José Antonio explica la operatividad de estas pistas, algo esencial para que, como decía Carlos Montoro, ni las personas que huyen del incendio ni quienes lo combaten se encuentren en un infierno sin salida.

Pero, claro, estamos hablando de abrir caminos, de aclarar, de podar, de eliminar vegetación, de intervenir entre masas de robles melojos… En el recorrido por estos bosques vemos que no siempre lo fueron, que han sido terrenos muy humanizados. Se aprecia en los bancales, en los muros de piedra seca que los separan y en algunos pies de olivos, vides y árboles frutales que quedan de antiguos cultivos. “Aquí hasta se cultivaba el pimiento rojo destinado a elaborar el pimentón de La Vera”, nos cuentan. Además, también se aprecia que hay madroños. Dentro de los trabajos de aclareo para que, en el caso de que llegue un incendio no se extienda en exceso, está el de reducir la masa arbustiva y cortar ramas bajas que impidan que las llamas pasen con celeridad del suelo a las copas, donde resultan más incontrolables. El madroño es una de las especies del sotobosque indultadas.

Jane Wintler es una de las impulsoras de una asociación con los mismos fines que Albura. Foto: Javier Rico.

“Hay que crear paisajes forestales multifuncionales”

“Hay que ser conscientes que estamos en un ambiente altamente antropizado, donde debemos mantener paisajes forestales multifuncionales, que generen empleo, que estén preparados para prevenir y luchar contra los incendios, que favorezcan la conservación de la biodiversidad, que ofrezcan productos y servicios”, explica Lourdes Hernández, experta en incendios forestales de WWF España. Enrique Segovia, director de Conservación y responsable del programa de bosques de la misma ONG, propone incluso una “fiscalidad verde a favor de las personas que ya hacen cosas en la buena dirección”. Iría en la línea de los pagos por servicios ecosistémicos o ambientales que reclaman los propietarios de terrenos forestales que fomentan con sus actividades la conservación de los bosques.

Con las causas evidentes –crisis climática, con temperaturas extremas y humedad ambiental baja que debilitan las masas forestales y disminuyen la carga hídrica del suelo, y abandono rural–, WWF España pone sobre la mesa algunas soluciones que considera perentorias: planificar y gestionar el territorio sin políticas a corto plazo y una mayor corresponsabilidad social con más participación de la población rural. Recuerdan que en extinción se han multiplicado los esfuerzos y las inversiones, pero no en prevención, y los grandes incendios no paran de crecer. En 2022, hasta el 25 de junio llevábamos 11 grandes incendios (de más de 500 hectáreas). En 2023 llevamos ya 15.

El informe de WWF detalla también algunas medidas concretas: reactivar la ley de desarrollo sostenible del medio rural y promover y aprobar sendas estrategias estatales de prevención integral de incendios forestales y de promoción de la ganadería extensiva. “Ahora mismo no podemos identificar en el mercado la carne procedente de una ganadería en extensivo, que precisamente está contribuyendo con el pastoreo de su ganado a la prevención de los incendios forestales, y eso no es justo”, añade Lourdes.

Todos los ayuntamientos de La Vera denunciados

Otras ONG, como Ecologistas en Acción de La Vera, meten presión a las Administraciones y les recriminan la dejación de sus responsabilidades, por ejemplo presentando denuncias contra los 19 ayuntamientos de la comarca de La Vera por la pasividad ante la obligatoriedad legal de implantar planes periurbanos de prevención de incendios forestales. Se trata de unos planes esenciales, porque, como recuerdan los habitantes de estos municipios, “estamos en áreas consideradas ZAR (zonas de alto riesgo de incendios), con unas pendientes en solana desde el valle del Tiétar a las cumbres de Gredos que salvan 2.000 metros y por donde tendrían vía libre las llamas con tantas fincas abandonadas y tantos caminos todavía cerrados”. Al menos, esas Administraciones no ponen obstáculos a las iniciativas de la sociedad, ya que desde Albura recuerdan que siempre han tenido el apoyo y colaboración de la Junta de Extremadura y de los ayuntamientos de Villanueva de la Vera y Valverde de la Vera.

Muchas de estas quejas y propuestas de solución se comparten ya con un menú que también está integrado en el territorio. Desde el bar-restaurante La Cerradilla, de Villanueva de la Vera, sirven una comida en la que no faltan platos típicos de la zona, como un gazpacho de cerezas o unas migas veratas, que incorporan huevo y patata a los ingredientes de base de este plato tradicional: pan, ajo, pimientos, chorizo, panceta y pimentón. También hay ensaladas pipirrana y de arroz y ensaladilla rusa. Y para volver al territorio recuerdan que el pan está hecho con masa madre de aquí. Una buena ocasión para demostrar que los incendios también se apagan manteniendo vivo nuestro medio rural, de los bosques a la cocina.

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