Desde que el virus nos encerró, los pájaros cantan distinto
Veo en el telediario que a causa del confinamiento masivo en las ciudades los pájaros han cambiado su trino. Ahora cantan distinto, porque ya no se enfrentan al estrés que supone tener que hacerse oír por encima del ruido que atormenta lo urbano: el tráfico, las obras, el runrún de pasos y conversaciones callejeras… Todo eso terminó. En menos de 48 horas de silencio, los pájaros son capaces de modificar su lenguaje y comunicarse sin la angustia de no llegar al otro, de no ser oídos… En nuestra mano está exigir a nuestra vuelta a la ‘normalidad’, un modo de vida que nos dañe menos, que nos devuelva un poco a lo que pertenecemos.
Hoy, en la escalera de mi casa –que da directamente a un trigal- he encontrado sentado a un zorro que en mi poca atención he confundido con un gato hasta que se ha desperezado, desapareciendo sin prisa en dirección al bosque. Desde que el virus nos encerró, el exterior se ha quedado huérfano de ruido y ha muerto temporalmente la amenaza. Los animales, que no responden a un concepto del tiempo humano, rápidamente han entendido que pueden ser más ellos y no defenderse de un peligro que ya no está.
¿Por qué una reacción tan rápida? ¿Tan sencillo es?
Lo es si no intentamos descifrarlo desde lo humano: mientras nosotros/as llevamos las dos primeras décadas de nuestro nuevo siglo buscando el santo grial de la quietud mental y combatimos ansiedad, angustia y no ser con toda clase de terapias, versiones de mindfullness, yoga, medicación e intentos más o menos útiles de no proyectarnos en el pasado ni en el futuro y de vivir lo que somos en el corto plazo, la naturaleza existe desde el principio de los tiempos sobre una única coordenada: el aquí y el ahora.
Cuando un peligro desaparece, el mundo natural reacciona de inmediato y la amenaza se desprograma. Si el estrés sonoro urbano calla de golpe y el silencio se mantiene, los pájaros tardan poco o nada en entender que la situación es nueva y más ventajosa, porque supone menos amenaza. La naturaleza –y reconozco que hasta yo, que habito en lo rural (no en lo salvaje) debo repetírmelo a diario– es el paradigma de la inmediatez, porque en ella el tiempo no es lineal. Existe solo un presente y todo y todos se adaptan a él. Lo veo en la carretera que me lleva a la compra un par de veces por semana. Dos o tres días después del inicio del confinamiento, los jabalíes, conejos, perdices, tejones, zorros y corzos empezaron a campar a sus anchas por prados y cunetas, (re)ocupando lo que es suyo en un aquí y un ahora que da que pensar. Hoy, en las ciudades, son muchos/as los/as que por primera vez oyen realmente cantar a los pájaros desde sus ventanas en las ciudades y se sorprenden. “Así que estaban ahí y la vida con ellos, sin otro filtro que la compañía mutua, puede sonar así”, piensan.
El silencio ha abierto la caja de pandora del engaño en el que hemos construido un bienestar que no es tal y la esperanza es que esta toma de conciencia, este haber podido escuchar lo que es una ciudad sin que la aturda el estruendo de toda nuestra cadena de engaños (trabajar ocho horas más las que se tercien, llegar muertos a nuestro piso compartido y cenar con el tenedor en el plato y el dedo en la pantalla del móvil para que la actualidad no nos deje atrás, una hora dedicada en dos turnos –el de mañana y el de noche– a nuestros perros, etc.) puede quedar solo en eso, en un atisbo de lo que nos gustaría y no será “porque es imposible” o, por el contrario, se transforma en una experiencia que ha llegado para quedarse.
Es tanto y tan intenso lo que la pandemia ha traído consigo que quizá cuando volvamos a la normalidad prefiramos retomar la vida donde la dejamos, sin más. Pero también es cierto que la verdad es cruel, porque podemos negarla y disimularla hasta que se nombra en voz alta. Y es esta: no nos merecemos vivir como lo hacemos ni dejar que nos convenzan de que esta es la forma que más nos conviene, que el bienestar era esto. No es verdad. Bienestar no es no poder oírnos por defecto, ni vivir en lo rural pensando que vivimos en lo salvaje. Estamos encerrados y, entre otras cosas, tenemos tiempo para ver el silencio que hemos dejado fuera. Mirémoslo. Por primera vez tenemos ese privilegio. Nos ha tocado retirarnos de la actividad y tenemos la posibilidad de ser testigos directos de hasta qué punto lo humano se ha alejado de lo animal y está en nuestra mano exigir a nuestra vuelta un modo de vida que nos dañe menos, que nos devuelva un poco a lo que pertenecemos.
Es muy fácil. Se trata simplemente de no dejar que el trino de los pájaros vuelva a apagarse en nuestras calles. Solo eso.
Comentarios
Por Vicent, el 06 abril 2020
Los mirlos son muy bonitos y cantan los primeros,con sólo ver aclarar el día,incluso aún,siendo d noche,buenos días y k pase pronto la 40tena.
Por Gregorio, el 06 abril 2020
¿Un artículo sobre la conveniencia de volver a escuchar el canto de los pájaros firmado por un tipo de apellido Palomas? ¿No es para sospechar? (Perdón, ya sé que es un chiste muy fácil, son cosas del confinamiento. Excelente escrito)
Por Eugenia, el 07 abril 2020
Ojala esto nos sirva para darnos cuenta de lo que realmente es importante, la vida, la nuestra y la de todos los seres vivos
Por Ivan Cipriani, el 07 abril 2020
Leer esto me hizo erizar la piel. Vivimos tan en lo nuestro, en lo cotidiano, que pasamos por alto tantas cosas lindas que la naturaleza nos ofrece. Espero que esto sea un punto de inflexion en el mundo para que todos/as valoremos un poco mas lo hermoso que es estar vivo y poder disfrutar de nuestra madre Tierra. Exelente escrito Alejandro! Saludos cordiales
Por Encarna Catalan, el 07 abril 2020
Bellisimo articulo,gracias por esas palabras que dan forma color y sonido a mi manera de ver la vida,saludos siempre
Por Susana, el 07 abril 2020
Llevo días pensando eso mismo que dices del canto de los mirlos,que son con los que me despierto cada mañana,además de mis gat@s y mis perras… Me encanta lo que dices y cómo lo dices,GRACIAS!
Por David, el 07 abril 2020
Suelo leer o escuchar aquello de que en la naturaleza los animales viven el momento presente, el aquí y el ahora, sin ansiedades, estrés, miedo o preocupaciones. Sinceramente esto me parece una falacia.
Una cosa es que los animales no se preocupen ni estresen con pensamientos que son propios de los seres humanos, y otra es afirmar o suponer que ellos no sienten estrés, angustia, miedo, etc porque viven ‘el momento presente’, ‘el aquí y el ahora’.
No es eso lo que yo veo. Los animales siempre sienten el peligro, la amenaza, el ataque como algo presente. Tienen miedo en todo momento de ser atacados, pero a diferencia del ser humano, esto no les bloquea o inhabilita para seguir viviendo. Algunos pensarán y dirán que eso es estar alerta y que es necesario para sobrevivir, pero eso no cambia lo que experimentan: sienten miedo en todo momento.
¿Cómo no va a sentir miedo el ser humano, si es conocedor de todo tipo de amenazas?
Tal vez, la referencia que buscamos para hallar esa paz o quietud no se encuentre fuera, sino más bien, y como apuntan muchas tradiciones o enseñanzas espirituales, esté en nuestro interior. Eso no quita que nos sintamos más en paz o tranquilos en la naturaleza, yendo al psicólogo, haciendo yoga, tomandote una cerveza, etc.
Por Orson Corvalan Vera, el 07 abril 2020
El canto de los pájaros me hace viajar en el tiempo y el espacio….hacia mi niñez ..hacia el sur…y el verano en la tierra de mis abuelos…quizás si Palomas no lo haya dicho pero hace unos 65 años los pájaros eran felices en todo el mundo y se hacían escuchar mañana..tarde . Los más gratos recuerdos de los pájaros y sus cantos sureños…este tiempo de confinamiento hace revivir en mi, los más bellos momentos de mi vida…
Por Francisco, el 07 abril 2020
Eso es un zorzal chiguanco… Mirlo es un ave Europea
Por María Esperanza, el 07 abril 2020
Creo que la naturaleza nos está dando una gran lección. Vivo en el norte de Tenerife y estoy encantada que en tan pocos días está todo transformado, a muchísimo mejor. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga.
Por Soraya, el 07 abril 2020
Buenas tardes,
Mi familia siempre tenemos un algo especial con los pájaros,
Normalmentr me gustaba escuchar los cantos al llegar a mi casa dp del TRABAJO. Hay una zona por donde vivo que aprecias la diferencia …
Ahora desde la ventana
es continuo y se los ve moverse con más soltura en las ramas.
Ayer me visitó una mirla en la ventana …
Mi hermana ha tenido 4 años una lavandera Lili criando en su jardín en Valencia… …
Gracias
Soraya
Por Lida, el 08 abril 2020
El hombre: «el más grande depredador de lo existente». Vivo en la ciudad, pero, no cambio mi vida de trabajo de 45 años en el campo, solo allí tienes la posibilidad de ser » humano». Ojalá nos deje lecciones esta pandemia. Quisiera pensar que si existe un » nuevo orden mundial» lo primero sea para respetar la naturaleza y en ella respetarnos nosotros mismos como especie. Amo el colibrí y tengo un cantor en mi barrio, el sabe que lo escucho y por eso lo amo.
Por Charo, el 08 abril 2020
Maravillosa reflexión. Estos días estoy disfrutando mucho de tener tiempo para escuchar y observar las aves. Para mí siempre fueron la libertad en estado puro y ahora más. Observar aves es siempre paz y satisfacción, igual que ver los delfines saltando y haciendo acrobacias por la costa.. la maravillosa naturaleza a la que ahora por fin le damos una tregua.
Por Isa, el 09 abril 2020
Muy inspirador! Nuestra realidad escrita bellamente … esperemos que todos aprendamos de esto y seamos más gentiles para con el mundo ,para con los otros seres con los que lo compartimos.
Por ceci, el 10 abril 2020
¨Por primera vez tenemos ese privilegio¨
tal cual, qué privilegio poder notar el recordatorio de la naturaleza de quienes eramos antes de que el capital nos robara nuestras almas.
El mirlo, que belleza de pajarito
Por Francisco Álvarez Quiñones, el 11 abril 2020
Excelente y emotivo ensayo, relato y reflexión sobre este asombroso confinamiento, escrito por un protagonista observador, sensible al drástico e inusitado cambio que deben estar percibiendo y sentipensando los animales y seres vegetales que interactuaban con los humanos como el caos siempre cambiante de la ciudad los iba obligando, y de pronto se hallan con un mundo más cercano al que tal vez idealizaban y deseaban: posiblemente un espacio semi-urbano que de alguna manera sospechosa, ahora les invita de nuevo a un espacio del que se pueden ir empoderando… Se desbordan las posibilidades novelísticas, fantásticas o científicas que esta inusitada contingencia mundial ofrece, para imaginar o emprender verdaderas utopías realizables… Por cierto que incluiré referencias a este inspirador exordio en una próxima edición de un mi poemario, titulado «Sesión de Asombros» ¡Gracias por compartir!
Por Vladimiro García, el 11 abril 2020
Los cantos de Gorriones andinos en mi Ayacucho natal, me traen a colación recuerdos de una infancia más ecológica, diferente al mundanal ruido de las ciudades. Pero hoy durante el encierro de los humanos, puedo oír ahora con claridad desde mi ventana el pájaro negro de la foto, ruidoso y altanero, igual veo anidar a unas palomas en el almacén de carpetas viejas del pequeño colegio estatal, vacío y triste, pero un paraíso para las aves. Es tiempo de volver al pasado mundo lleno de trinos y cantares melodiosos, arboles con nidos y «mallccuchas» que comen del pico de sus mamis pájaros.
Por ja, el 22 abril 2020
ME MOTIVE A BUSCAR HOY EN EL NAVEGADOR ESTO Y COINCIDE CON ESTA COMUNIDAD. PUES, YA SON COMO 3 SEMANAS QUE LOS PAJAROS A ESO DE LAS 12 Y 3 AM CANTAN HACEN UN RUIDO QUE ANTES NO HACIA Y VUELAN EN GRUPOS, MUCHO.
Por José Luis San Miguel de Pablos, el 23 abril 2020
Un artículo de profunda y bellísima espiritualidad. Pura ecología espiritual. Ecologistas en primer lugar, y personas de izquierdas en general: abandonad de una vez el materialismo filosófico, es un lastre terrible porque es, ante todo, la filosofía natural del neoliberalismo y siempre fue la del capitalismo. Refelexionand un momento, ¿es que no lo veis? Espiritualidad no son las religiones, es solo abrir los ojos («Dormíamos, despertamos»).
Por MusaInsumisa, el 24 abril 2020
Los pájaros han cantando siempre. No seamos tan antropocéntricos. Sólo tenéis que salir del centro de Madrid para escucharlos.