El ¡viva España! de Casado y Abascal frente a ‘la moda antitaurina’
Hay libros necesarios y otros imprescindibles, como ‘Pan y toros’, para demostrar que no estamos solos, que nuestra sensibilidad con los animales forma parte del ser humano. Sobre todo cuando la derecha española se aferra a lo contrario como sangrienta seña identitaria. Cuando promover los toros y proteger la caza son pilares de un nuevo españolismo ultramontano cuya tutela y salvaguarda se disputan en el enfangado ring político actual Santiago Abascal y Pablo Casado. Es la España cañí, violenta, (supuestamente) viril, homófoba y machista. Aquella que asegura, cual mantra cansino, que al auténticamente español le gustan los toros. Que torturar toros hasta la muerte es un arte comparable al de la danza o la música. Y que ser antitaurino es una moda reciente pero pasajera.
Esto último, unido a todo lo anterior, pero especialmente esto último, enfadó enormemente al periodista y antitaurino Juan Ignacio Codina. ¿Una moda pasajera? Cualquiera en su caso se habría limitado a escribir un comentario en Facebook o un artículo de opinión en el periódico, pero él fue mucho más lejos. Quiso taparles la boca con la contundencia de las pruebas documentales, de la ciencia histórica. Para siempre. Definitivamente. Así surgió, con mucho esfuerzo personal, una voluminosa, incuestionable, potente tesis doctoral en Historia Contemporánea defendida en mayo pasado en la Universidad de las Illes Balears bajo el título El pensamiento antitaurino en España, de la Ilustración del XVIII hasta la actualidad.
“En un momento de mi vida empecé a ver repetidos titulares de prensa donde personajes públicos de cierta relevancia y políticos insistían en que ser antitaurino era una moda. Eran taurinos que querían menospreciar, minimizar y ridiculizar a los antitaurinos. Quise demostrar que no era cierto, no es una moda. No hay modas que duren siete siglos”, recuerda Codina.
Más de tres años de investigación concienzuda y 1.200 páginas no dejan lugar a dudas. El antitaurinismo no es una moda. Los toros han tenido en España relevantes detractores ya desde los tiempos de Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII, quien calificaba a los toreros de “infames”. Desde entonces, la tauromaquia ha sido criticada en todas las épocas y por todo tipo de personalidades, todos ellos muy españoles. Famosos escritores, pintores, filósofos, religiosos, políticos, periodistas e historiadores renegaron de este espectáculo de tortura animal, al que tacharon siempre como una barbarie que debía ser cuestionada, combatida y, en la medida de lo posible, erradicada.
“Por supuesto, demostré que de moda nada de nada: el antitaurinismo es tan antiguo como la propia tauromaquia. De hecho, en la tesis se evidencia que el pensamiento antitaurino no solo no es una moda, sino que forma parte de una antigua y arraigada tradición histórica en nuestro país que ha ido consolidándose y evolucionando con el paso del tiempo hasta llegar hasta nuestros días”.
Ocho siglos de argumentos antitaurinos no podían quedar restringidos a una investigación académica. Exigía una versión más asequible. Así surgió Pan y toros (Plaza y Valdés, 2017), el libro fundamental para entender el antitaurinismo que resume de forma muy amena esa infrecuente tesis doctoral. Y que no deja indiferente a nadie.
Célebres hombres y mujeres antitaurinos
Juan de Mariana (teólogo, profesor e historiador jesuita del siglo XVI), Gabriel Alonso de Herrera (escritor y humanista), Francisco de Goya (pintor y grabador), Gaspar Melchor de Jovellanos (escritor y político), José María Blanco White (escritor, periodista y teólogo), José Cadalso (escritor y militar), Mariano José de Larra (escritor y periodista), Leopoldo Alas Clarín (escritor), Emilia Pardo Bazán (escritora y catedrática de Literatura), Miguel de Unamuno (escritor y filósofo), Cecilia Böhl de Faber (escritora conocida como Fernán Caballero), Carolina Coronado (escritora del siglo XIX precursora del feminismo español), Pío Baroja (médico y escritor), Joaquín Costa (político e historiador), Francisco Giner de los Ríos (pedagogo y filósofo), Antonio Machado (poeta), Miguel Hernández (poeta), Azorín (escritor), Santiago Ramón y Cajal (médico y Premio Nobel), Juan Ramón Jiménez (poeta y Premio Nobel), Félix Rodríguez de la Fuente (naturalista y divulgador), entre otros cientos de ilustres, fueron destacados antitaurinos. Incluso lo fue el mismísimo Carlos IV, quien en 1805 prohibió con escaso éxito las corridas de toros y de novillos en toda España. La inmensa mayoría de ellos criticaban con dureza los toros desde un profundo sentir patriótico, pues soñaban con un país ajeno a esa España negra y atrasada.
“Yo me preguntaba cómo es posible que hace 300 o 400 años se estuviera denunciando esto que se sigue denunciando hoy en día”, explica todavía asombrado Juan Ignacio Codina.
La crueldad taurina, el embrutecimiento de la sociedad, la tauromaquia como obstáculo histórico para el progreso y la regeneración social de España, la vergonzosa imagen exterior que por su culpa tiene nuestro país, el control social logrado gracias a este tipo de espectáculos sangrientos, pero también la falacia del antiespañolismo, los más de cien años de manifestaciones antitaurinas y la importancia de las mujeres en este pensamiento de rechazo a los toros. Todos estos temas estaban desde hace siglos en boca de nuestros mejores pensadores, pero fueron silenciados con afán torticero. De haber sido divulgados, conocidos y aceptados por la población, los toros podrían haber tenido un final semejante al de otro tipo de crueles espectáculos con animales que también existían en Europa como las sangrientas peleas de perros contra osos. Según Codina, “la tauromaquia debería haber desaparecido en el siglo XVIII”.
Por qué no desapareció parece claro. Frente a los graves problemas de un país en caída libre, la tortura de animales sustituyó a los ajusticiamientos públicos en ese intento mentecato por tener entretenido al personal. Porque como bien señaló el sagaz periodista valenciano Vicente Blasco Ibáñez, “en las corridas de toros, la única bestia que está presente es el público”. Seguía la misma línea argumental de Francisco de Quevedo, quien en el siglo XVII se horrorizaba ante la violencia con la que se martirizaba a quien llamó “el marido de la vaca”. Para que luego digan que también el animalismo es un invento reciente.
Violencia infantil en la arena
Juan Ignacio Codina resalta de su trabajo los apartados más relacionados con la actualidad, como la protección de los menores frente a la violencia taurina. Muy actual porque la ONU recomendó hace unos meses a España que no permitiera la entrada a menores de 18 años a las corridas de toros. Pues resulta que en el siglo XVIII hay autores españoles que ya lo denunciaban. Y se lamentaban de que los niños fueran a las plazas de toros antes de aprender a leer y escribir.
El libro traza una línea transversal a través de la historia para evidenciar que en determinadas situaciones nuestro país no solo no ha evolucionado sino que ha ido para atrás. Como por ejemplo con lo de los menores. Al final de la dictadura de Primo de Rivera se prohibió su acceso a los cosos. Luego el ministro de Interior José Luis Corcuera levantó esta prohibición y permitió el acceso de menores a las plazas. “En algunas cosas estamos peor ahora que antes”, se lamenta Codina.
Ojo, que tampoco han sido las corridas de toros la esencia incuestionable de Andalucía. En un tiempo tan lejano como el año 1877, la Sociedad Económica Gaditana de Amigos del País reclamó oficialmente a las Cortes la abolición de las corridas de toros. Moción que apoyó la sociedad homónima madrileña al considerarlas un “bárbaro espectáculo, afrenta de una civilización culta y cristiana”.
Y las protestas públicas tampoco son moda reciente de veganos urbanos y gafapastas. Sin ir más lejos, a comienzos de 1905 tuvo lugar en Barcelona una de las primeras manifestaciones antitaurinas de la historia de España. Aquel mismo año, y también en Barcelona, se celebró otro gran encuentro antitaurino al que se sumaron organizaciones, centros sociales y ateneos obreros de todo el país que logró la adhesión de más de 100.000 españoles y españolas.
¿Qué placer encuentran?
La cuestión de la crueldad con los toros no es nueva, propia de nuestra actual sociedad moderna. Ya en 1513 autores como Gabriel Alonso Herrera criticaban con estas palabras el maltrato a un animal tan noble. “¿Qué placer puede haber en matar a lanzadas y cuchilladas a un animal inocente como el toro, un ser de quien, además, no se puede esperar ningún mal”. Has leído bien, año 1513, el mismo en que Núñez de Balboa descubre el Pacífico y Ponce de León la península de Florida.
También en esos años aparecieron las primeras críticas a que la Corona sufragara con dinero público este tipo de espectáculos. Según cálculos de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia AVATMA, actualmente son unos 500 millones de euros al año. De ahí viene lo de “pan y toros”, que es como decir “pan y circo”. La promoción de la tauromaquia como un elemento de control político de la voluntad del pueblo. Al estilo de los emperadores romanos, con súbditos que carecían de todo pero se conformaban con el pan, con comer, y con el circo, los espectáculos.
“Los romanos superaron esa época, pero tristemente en España todavía no lo hemos hecho, seguimos reclamando pan, vino y toros”, deplora el nuevo doctor en historia del antitaurinismo. Y añade: “La tauromaquia se utiliza como un arma de distracción masiva. Ya Unamuno o el partido socialista en sus inicios denunciaban esta actitud porque distraía al obrero de la lucha de clases”.
Por suerte, cada vez aletarga a menos personas. Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2014-2015, publicada por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, únicamente el 6,9% de la población española asistió a corridas de toros o de rejones durante este periodo.
Por su parte, la Estadística de Asuntos Taurinos 2012-2016, realizada igualmente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, confirma que el número de espectáculos taurinos que se celebran en España registra, año tras año, un paulatino pero incesante descenso. Así, mientras que en 2011 tuvieron lugar en España 2.290 espectáculos taurinos, cinco años después, en 2016, se registraron 1.598.
¿Y los extranjeros? ¿Qué han opinado en estos últimos siglos los intelectuales y creadores de otros países del supuesto arte español de acuchillar toros?
“Lo que dicen los extranjeros daría para otra tesis”, certifica Codina. La mayoría los denostaban, pero también hubo a quienes fascinó. En opinión del historiador y periodista, esas valoraciones positivas se debieron a la influencia del mito del buen salvaje, el estereotipado primitivismo español de bandoleros, majas y vagos. “Pero claro, aquí en España, leyendo esos comentarios positivos, resultaba difícil celebrar que eras un salvaje y un primitivo”, apunta con sorna el investigador. Por eso tampoco se les dio mucha publicidad.
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Comentarios
Por manumenorca, el 24 enero 2019
… lo taurino fenecerá de muerte natural con el tiempo, lo mismo que las creencias religiosas… sólo hay que evitar que acudan niños… es como con el tabaco, prohíbe que capten más adeptos, y todo el tinglado se desmorona sólo
Por Diego, el 24 enero 2019
Una foto que expresa a la perfección lo que la derecha española entiende como Cultura.