¿Vivimos bien? Primer Informe Ecosocial sobre Calidad de Vida en España
¿Qué es vivir bien? El ‘Informe Ecosocial Sobre Calidad de Vida en España’ presentado recientemente por la fundación independiente FUHEM se hace esta pregunta y nos alerta sobre las desigualdades en nuestro país, en aumento desde que estrenamos el siglo XXI, lo que conduce a un proceso creciente de desestabilización social; y apunta una buena cantidad de “datos, tendencias y desafíos” que deberían servir para diseñar las políticas públicas en nuestro país. Nunca mejor que ahora, vísperas de unas elecciones trascendentales para España, para repasar el panorama que dibuja este concienzudo informe. Hoy y mañana ‘El Asombrario’ analiza lo que nos dice este informe por si sirve de barómetro para aquellos electores que votan con la cabeza y no con las vísceras. Nos centramos hoy en los aspectos sociales; mañana en los ambientales. Un adelanto: el consumo de tranquilizantes y antidepresivos en nuestro país se ha duplicado en los últimos 20 años. ¿No reflejará esto un grave malestar soterrado?
El informe, coordinado y presentado por Santiago Álvarez Cantalapiedra, director del Área Ecosocial de FUHEM , es contundente en algunas conclusiones, como esta: “Una de cada cuatro personas se encuentra en nuestro país en riesgo de pobreza o exclusión social. En torno al 15% de la población ocupada en España, pese a tener trabajo, se encuentra también en riesgo de pobreza o exclusión social, debido a la precarización laboral. [Un aspecto que desarrolla bien Sergio C. Fanjul en su reciente libro La España Invisible ]. La desigualdad multidimensional y transversal se muestra con especial claridad en España, algo que se ha agudizado en las últimas décadas”. Un dato bien claro: “Hasta tal punto ha evolucionado esta tendencia de desigualdad en los últimos años que, a día de hoy, la renta del 1% más rico es superior a todos los ingresos salariales del 50% con menos renta”.
¿Qué consecuencias trae este panorama? Dos conclusiones principales: “La precarización laboral provoca problemas de salud mental y mata por las altas tasas de siniestrabilidad que lleva asociadas. Impide que las personas desarrollen un proyecto vital y hace que sus vidas se muevan en la inseguridad”. La incertidumbre que notamos flotando en el ambiente. “Las desigualdades atentan contra la igualdad de oportunidades, corroen la cohesión social y son una fuente importante de malestar; agudizan los problemas socio-sanitarios y deterioran la salud de la sociedad, al tiempo que profundizan en la insostenibilidad al impulsar pautas de consumo ostentosas y dinámicas de emulación que asientan el imaginario consumista”.
Como consecuencia de todo esto, a lo que en absoluto podemos llamar “Estado del Bienestar”, encontramos en este informe gráficas realmente preocupantes:
Como la del consumo de tranquilizantes y antidepresivos en España, que se ha disparado entre los años 2000 y 2021. En el año 2000 se tomaban 30 dosis diarias por cada 1.000 habitantes de antidepresivos; en 2021, ascendieron a 86; es decir, el triple. En el año 2000 se tomaban 60 dosis diarias por cada 1.000 habitantes de tranquilizantes; en el año 2021, subieron a 93 (Fuente: Observatorio del Uso del Medicamento y la OCDE).
A partir de aquí, los propios títulos de los sub-capítulos nos dan idea del gris panorama: La disolución de vínculos sociales. Un modo de vida que fragiliza y aísla. Epidemia de soledad. Desconexión del futuro.
Y llegamos así, pasando las páginas (el informe consta de 252), a una gráfica atroz. Una gráfica que nos remite a la preocupación que el diputado Iñigo Errejón mostró en el Congreso de Diputados por el deterioro de la salud mental en España y los pocos recursos públicos destinados a mejorar la situación, y cómo hubo diputados del PP que se le echaron encima, cuchichearon, pusieron cara de sorna e incluso alguno le gritó: “¡Vete al médico!”. ¿Qué dice esa gráfica que me impresiona?
Suicidios por cada 100.000 habitantes en España: se ha duplicado entre el año 2000 y la actualidad. “En España se quitan la vida una media de 11 personas al día”. Casi 4.000 personas en el año 2020 (un 7% más que en 2019; seguramente los duros momentos de la pandemia influyeron); de ellas, 300 eran jóvenes, un récord histórico. La cifra es el triple que en accidentes de tráfico, 14 veces más que los homicidios y 85 veces más que la violencia de género, subrayó Santiago Álvarez Cantalapiedra, para, sin querer quitarle importancia a los otros datos, sí hacernos ver a todos, incluidos los medios de comunicación, el desequilibrio en el foco, tiempo y sensibilidad que ponemos al acercarnos a uno y otros desafíos. Es el dato más hiriente de todo ese malestar soterrado, y nos debería hacer reflexionar. Resumiendo: el suicidio es la principal causa de muerte no natural en nuestro país.
¿Podemos entonces decir que vivimos bien? ¿Podemos entonces hacer chanza con ese ‘vete al médico’?
No me resisto a reproducir uno de los párrafos en el último tramo del informe: “Asistimos a una ruptura manifiesta entre las promesas del progreso y la calidad de vida de las personas. ¿Se puede considerar que una sociedad avanza cuando su modo de vida compromete el medioambiente y la salud de muchos de sus miembros? El modo de alimentación (constante proceso de estandarización, dieta poco variada y de cada vez peor calidad en los hogares más pobres, entorno obesogénico; otro dato aquí interesante: la obesidad se ha más que duplicado en nuestro país desde los años 80 a nuestros días, pasando de una tasa del 7,5% al 17,4%, según la Encuesta Nacional de Salud), movilidad (modelo marcado por el protagonismo del automóvil privado y la carretera) y residencia (el modelo inmobiliario español, al dificultar el acceso a la vivienda y tener altos impactos ambientales, menoscaba el bienestar social y acentúa el deterioro ecológico) en la sociedad española incurre en demasiados costes personales, sociales y ecológicos como para poder ser valorado positivamente en términos de eficiencia, equidad y sostenibilidad. Estamos empezando a comprender que los presentes hábitos de vida, aun con innumerables beneficios, no sólo afectan a la salud y la autonomía de muchas personas, sino que amenazan también a ciertos componentes fundamentales del bienestar social y a la salud de los ecosistemas”.
Mañana abordaremos los retos ambientales recogidos en este I Informe ecosocial de FUHEM.
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