Vuelta musical al mundo con sorprendentes orquestas de reciclaje

La orquesta Fulu Miziki, agrupación de Kinshasa (República Democrática del Congo).

Comencemos el esperanzador 2021 con música, pero no con el tradicional Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, sino con una vuelta al mundo muy especial, animada y solidaria: la de la música reciclada. Con paradas en España, Paraguay, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Bélgica, la República Democrática del Congo y Egipto para conocer grupos que tocan instrumentos confeccionados a partir de elementos reciclados. Desde desafinaduchas a campanófonos.

Arrancamos en España, donde podemos encontrar tres extraordinarios proyectos con instrumentos fruto del reciclaje. La orquesta de La Música del Reciclaje de Ecoembes  es un proyecto musical que sirve para dar nueva vida a la basura gracias a la construcción de instrumentos y para ofrecer otra oportunidad a jóvenes en riesgo de exclusión social. Esta agrupación nació hace siete años inspirada en la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura , una agrupación musical con más de 15 años, compuesta por niños y jóvenes de este barrio marginal de Asunción (Paraguay), construido sobre un vertedero. En este lugar, la música consiguió, de alguna manera, calar en los hábitos de los jóvenes que pudieron aprender nociones de música y reciclaje, y darle otro sentido a sus vidas. La orquesta de Ecoembes en España cuenta ya con 90 miembros de entre 8 y 19 años, y han actuado incluso en el Teatro Real.

También en Madrid, en Alcalá de Henares, encontramos a un grupo de enérgicos músicos llamados Toom Pak. Llevan 15 años sacándole sorprendentes sonidos a montón de cachivaches, desde simples papeles a bidones y neumáticos; además, cuentan con un divertido proyecto para concienciar sobre el medioambiente en los colegios a partir de instrumentos que son puro reciclaje. Artistas con un sentido circular de la vida y la economía. Esto dicen de su producción Reciclart 2.0: “Bidones, radiales, tuberías, llantas, cubos, palos, botellas… objetos todos procedentes de la basura y convertidos por arte de los TOOM PAK en instrumentos sonoros, en portadores de vigor, felicidad y emoción”.

Los andaluces Miguel Guinea y Joaquín Sánchez forman el dúo Vibra-Tó: Conciertos, pedagogía e investigación a partir de instrumentos musicales confeccionados con materiales de desecho, desde tubos a mangos de escoba. Y mucho humor. Tanto que algunos les llaman los ‘Faemino y Cansado’ de la música. Coincidieron en Granada, en la Facultad de Ciencias de la Educación. Miguel tocaba saxo, batería, guitarra. Joaquín, viento, sobre todo, el clarinete. Vieron que tenían muchos puntos en común en torno a la música, pero a la música entendida de otra manera, a partir de otro tipo de instrumentos, artesanales, distintos, cotidianos, fabricados por ellos mismos a partir de residuos. Así que en 2004 decidieron montar el colectivo Vibra- Tó, especializado en talleres y espectáculos a partir de instrumentos de reciclaje.

Y no podemos marcharnos de España sin referirnos al multi-instrumentista catalán Xavi Lozano. A través del reciclaje de objetos cotidianos –“que nunca imaginaríamos que pudieran llegar a sacar ningún sonido”–, sus recitales demuestran que la música está donde queremos encontrarla. En una simple escoba, una muleta, una regadera, una silla, un ladrillo o un macarrón, objetos “que dejan fluir las melodías que esconden”, según sus propias palabras.

En una sociedad de consumo inundada de plásticos y objetos desechables, estos a veces pasan a formar parte de la expresión artística de los pueblos, véase el ejemplo de Fulu Miziki, agrupación de Kinshasa (República Democrática del Congo) que hace de los desechos su material expresivo. Esta previsto que este año visiten La Casa Encendida de Madrid para ofrecer su colorista espectáculo. Este grupo punk eco-afrofuturista dice venir de un futuro donde los seres humanos se han reconciliado con la madre Tierra y con ellos mismos. Sus actuaciones y su sonido son únicos. Como señalan en La Casa Encendida, “además de confeccionar sus propios instrumentos, trajes y máscaras, sus composiciones respaldan un mensaje panafricano de liberación artística, paz y una mirada severa a la situación ecológica de la República Democrática del Congo y del mundo entero”.

La génesis de este colectivo multidisciplinar de artistas se remonta a finales de los 90, cuando Pisko Crane, su fundador, concibió una orquesta a partir de objetos encontrados en la basura y de la búsqueda constante de nuevos sonidos. Ellos ejemplifican mejor que nadie ese dicho de que “lo que es basura para un hombre es oro para otro”. Musicalmente, la banda mezcla el electro-dance con obvias influencias de ritmos tradicionales africanos, y todo envuelto en un claro mensaje ambiental. Piscko resalta: “También queremos llamar la atención sobre el problema de la gestión de los residuos en nuestra ciudad”.

En Luxor, Egipto, encontramos a Shady Rabab, que también tuvo la idea central que vertebra este artículo: sacar a los niños de las calles con la ayuda de la música y de un aliado inusual: la basura. Un año después de ganar el premio Jóvenes Campeones de la Tierra por África 2018, su proyecto ya era una realidad: el colectivo de arte Rabab Luxor. Rabab está trabajando con niños de entornos vulnerables para fabricar instrumentos hechos con residuos plásticos e integrar una comunidad unida alrededor de nuevas melodías. El proyecto recibe el nombre de Garbage Music, y utiliza el arte y la expresión creativa para contrarrestar la contaminación por plásticos. Proporciona herramientas y habilidades que permiten a los jóvenes convertir los desechos en instrumentos musicales. Los resultados del proyecto han ido más allá de las expectativas originales. “Los mensajes ambientales del proyecto resonaron en decenas de miles de personas en todo el mundo”, ha explicado Rabab. “Los niños que han sido parte del proyecto se han involucrado y obtienen inspiración a través de este trabajo. Otros niños y sus padres se nos acercan pidiendo ser incluidos en fases futuras. Estamos recibiendo invitaciones para realizar capacitaciones en escuelas en Egipto y en toda la región de Medio Oriente y África del Norte”.

Rabab cuenta que actualmente se enfrenta al desafío de recaudar fondos para garantizar la sostenibilidad de su iniciativa y para responder a las crecientes demandas. «Lo logrado no hubiera sido posible sin el generoso apoyo del equipo que trabaja en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), CoalitionWILD y Do-School. Son para nosotros como una familia”. Desde Naciones Unidas explican que el equipo enseñó a estos niños a tocar música con esos instrumentos reciclados. “Tras meses de entrenamiento, crearon una pieza con su respectivo vídeo musical. Fue lanzada en septiembre de 2019 y recibió en todo el mundo más de medio millón de visitas en solo una semana. Los niños seleccionados para el proyecto –36– no tuvieron la oportunidad de contar con una educación de calidad y no tenían experiencia en música o arte. El proyecto creó uno de los pocos espacios de arte disponibles para que los niños de Luxor aprendan, compartan y se diviertan”.

Damos un salto a Europa. En Bélgica, la cita es con Max Vandevorst , compositor e inventor de instrumentos musicales. Lleva desde 1988 ofreciendo espectáculos a partir de una amplísima gama de instrumentos creados con objetos desechados. Entre sus piezas podemos encontrar Sinfonía para Objetos Abandonados, Concierto para dos bicicletas y La orquesta de papel. El saxosoir sale de una regadera. El jantófono está hecho a partir de llantas de bicicleta, y es un pequeño homenaje a los niños africanos, que las convierten en uno de sus más preciados juguetes. La botella soplada es un instrumento ideal para formar una orquesta que improvise ritmos. El manillar-flauta es el instrumento favorito de los musiclistas… ¡Y tantos otros que salen del ingenio de Vandevorst!

Y ahora nos trasladamos a Estados Unidos. Allí están Bash the Trash, un colectivo que trata de concienciar sobre la contaminación por basura construyendo divertidos instrumentos a partir de “objetos encontrados”. Ofrecen innovadores diseños para instrumentos de viento, cuerda y percusión a partir de lo que se desecha a diario. Como ellos mismos dicen, “sorprendentes instrumentos que conciencian sobre el despilfarro de materiales y ofrecen una oportunidad para mirar de otra manera a la basura”. Bash the Trash es una iniciativa educativa para animar a las nuevas generaciones para que confeccionen sus propios instrumentos a partir de lo desechado y con ellos hacer música, mientras, casi sin querer y de una forma divertida, se crea una conciencia ambiental. Nacieron en 1988 en Nueva York, y con el tiempo su proyecto ha ido encontrando ramificaciones por diversos Estados norteamericanos, desde California a Nebraska. Dicen trabajar con unos 60.000 estudiantes cada curso. Incluso tuvieron una nominación a los Grammy hace dos años.

También en Nueva York encontramos el proyecto Skyp LaPlante, que echó a andar nada menos que en 1975 con el objetivo de “inventar, construir, componer, tocar y enseñar con instrumentos musicales creados a partir de basura”. Ya han creado así entre 200 y 300 instrumentos para sus propios proyectos, y otros miles más para diversas iniciativas aparte de ellos en todo Estados Unidos, sobre todo, para centros educativos. Sus instrumentos van desde los más complejos, fruto de concienzudas y largas investigaciones, o complicadas instalaciones sonoras, como la denominada Cascada, hasta los más sencillos, como puede ser la serie de latas convertidas en un completo instrumento de percusión.

Y terminamos en Latinoamérica. Adriano Castelo Branco y Barulho Max trabajan en São Paulo. Castelo Branco es un artista visual, educador y constructor experimental de instrumentos musicales, que domina varios lenguajes artísticos. En los últimos años, ha desarrollado un interesante trabajo de investigación “donde la hibridación de los lenguajes entre las artes visuales, la música y la poesía se configuran en expresiones como esculturas de sonido, exposiciones, talleres o conciertos”.

Barulho Max es músico educador, con 12 años de experiencia en diversos contextos de colaboración artística, desde escuelas y hospitales a teatros, parques y la misma calle, ya que atiende especialmente a colectivos en situaciones de vulnerabilidad. Se define como “activo investigador sonoro, cantor, multi-instrumentista y lutier experimental en busca de conocimiento no especializado”. Ha trabajado con niños y jóvenes en Brasil, Argentina, Uruguay, Perú, Colombia, Guatemala, El Salvador, México y Estados Unidos.

Hablando de lutieres, recalamos finalmente en Hugo Domínguez, lutier del famoso grupo Les Luthiers, de Buenos Aires, y artífice de la Lutherterapia, “dos horas de humor musical en las que se combinan instrumentos clásicos con otros informales”. El espectáculo incluye una decena de delirantes utensilios de viento, cuerda o electrónica; por ejemplo, ese en el que una veintena de balones de balonmano con distinto grosor generan notas que se amplifican a través de bocinas. Además, en Lutherterapia podemos escuchar violines de lata, alambiques encantados, desafinaduchas y campanófonos.

Y terminamos así, con desafinaduchas y campanófonos. Feliz 2021.

 ECOLEC se suma a ‘El Asombrario’ #SúmateAlReciclajeResponsable

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