Vuelve a la acción la Red de Vigilantes que limpian los fondos marinos

La organización Oceánidas y la Red de Vigilantes Marinos, implicando a clubes y escuelas de buceo en la conservación del fondo marino.

Meter la cabeza bajo el agua transparente en una playa levantina y que se quede pegado en las gafas un trozo de plástico de lo que fue una bolsa. Bucear entre unas rocas y encontrar bancos de latas de refresco donde debía haber solo conchas o erizos. Encontrar una inmensa masa de toallitas húmedas verdosas sepultando donde hubo una espectacular posidonia. Experiencias como éstas llevaron a la ONG Oceánida a organizar limpiezas subacuáticas de las costas peninsulares como la que hace unos días ha logrado sacar casi ocho toneladas de residuos marinos en 40 puntos de España, en una nueva campaña del Proyecto Libera. Cientos de buceadores y de voluntarios en tierra y playas han hecho batidas que, además de limpiar, buscan aumentar la conciencia y la educación ambiental en unos tiempos en los que nos acogota la basura.

Que el océano global se ha convertido en el gran vertedero del planeta es algo que numerosas investigaciones certifican. Que va a más, también: hay estudios publicados en Environmental Research Letters que anuncian que el volumen de vertidos podría superar los 30.000 millones de toneladas para 2050. Una mostruosa cantidad, difícil de imaginar. Y que hay que hacer algo es lo que pensó el documentalista Antonio Márquez cuando decidió fundar en 2005 la organización Oceánidas y la Red de Vigilantes Marinos, implicando a clubes y escuelas de buceo en la conservación de aquello que su cámara veía cada vez más sucio bajo la idílica visión desde la costa.

Surgieron así, hace 10 años, las campañas de limpieza de fondos marinos. Al principio fueron unos pocos buceadores, luego se sumaron sus familias y amigos a recoger en las playas y ahora, en un fin de semana, se reúnen 2.000 voluntarios y 40 clubes y escuelas de submarinismo de una docena de comunidades autónomas, incluso de tierras del interior.  Es más, también de países como Colombia, Brasil, Perú o Cabo Verde, donde la red ha expandido sus tentáculos.

Lo que encuentran entre la arena, las rocas y en profundidades de hasta 15 metros es dantesco. El recuento de Márquez, tras clasificar los residuos gracias a la app Marnoba, de la Asociación Vertidos Cero, es el retrato de una sociedad, productores y consumidores, que está lejos de la excelencia en cuanto al reciclaje: En las desembocaduras de los ríos reinan las latas de bebidas y botellas de plástico; a un kilómetro de la costa, las masas ingentes de toallitas húmedas que se confunden con las algas; en los puertos deportivos y de pesca, muchas pilas gastadas, latas de aceite o neumáticos viejos, porque “de todo se tira por la borda”, nos dice; en los espigones, marañas de sedales y nasas de pescadores aficionados; y en las playas, miles y miles de colillas. Ahora, también, cada vez más vapers desechables, la nueva moda en nuestros litorales. Y entre lo más inexplicable hallado en los fondos, monopatines, tapas de alcantarillado y hasta señales de tráfico. En lugares hermosos para ver un atardecer desde un barco, botellas de champán y otros vidrios de bebidas.

Con este panorama, Márquez reconoce que le cuesta ser optimista, aunque cree firmemente en lo importante que es divulgar para concienciar: “Es muy positivo, porque hace una década éramos muy pocos y ahora cada vez participa más gente, lo que significa que hay más sensibilidad con el tema de los residuos, pero, por otro lado, también veo que es algo muy ligado a la economía, pues las familias con menos recursos y menos tiempo tienden a comprar más comida procesada que es más barata, y toda viene empaquetada. Mientras todo el mundo, y lo digo a nivel global, no tenga garantizada la comida, el techo y la salud, no va a preocupar el medio ambiente, aunque en Europa es posible que lo consigamos”.

Esa conciencia social en Oceánidas se suma a la ambiental y es visible en el acuerdo al que llegaron hace unos años con la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) : cada dos kilos de basura recogida en sus campañas se computan por comida que se distribuyen entre familias sin recursos. El año pasado consiguieron así 5.300 kilos de alimentos. También han puesto en marcha el proyecto Rederas, una iniciativa por la que grupos de mujeres hacen redes para los buceadores con las que son recuperadas del mar, de forma que pueden seguir teniendo unas condiciones dignas de trabajo, y además dando una nueva vida a un residuo que servirá para pescar plásticos. Un proyecto que comenzó en Bermeo (Vizcaya) y se ha extendido ya a Barbate (Cádiz).

Márquez, que ya está liado con un documental sobre el estado actual de los caballitos de mar, muy afectados por los vertidos, nos explica cómo la preparación de estas campañas de limpieza requiere mucho trabajo, pero también de unos recursos que han ido a más desde que se integraron en el Proyecto Libera, de Ecoembes y SEO/BirdLife. También cuentan con patrocinios de empresas nacionales y locales. “Muchos clubes y escuelas no tienen dinero ni para las cargas de las botellas de oxígeno, tampoco para desplazarse a los puntos que fijamos cada campaña, sobre todo los que tienen que ir desde el interior peninsular. A todos les damos lo mismo. Luego, también hay patrocinadores que nos donan servicios, como Transmediterránea viajes o Iberostar plazas hoteleras”.

Estas campañas de limpieza requieren mucho trabajo, pero también de unos recursos que han ido a más desde que se integraron en el Proyecto Libera, de Ecoembes y SEO/BirdLife.

A estas empresas se unen también instituciones como la Fundación Aula del Mar de Málaga, que colabora, o los miembros de la Organización Juvenil Española, que en algunos puntos de Almería o Alicante, con sus kayaks, ayudan a los buceadores a acercar los desperdicios a la orilla. “Lo que queremos es que aumente la conciencia de lo que hay bajo el agua, lo que no vemos desde la playa, queremos que salga en los medios y se haga visible”.

Las cifras sobre cuánta basura acumula el océano varían según las fuentes. Solo de plásticos, se calculan entre 10 y 15 millones de toneladas al año, a las que hay que sumar metales, sustancias químicas de fertilizantes, combustibles fósiles… El próximo mes de noviembre, en Kenia (Nairobi), por vez primera se discutirá un borrador para un tratado mundial contra la contaminación plástica en los mares. No ha sido fácil consensuar el texto, auspiciado por Naciones Unidas, que es un primer paso para poner límite a los vertidos. Pero aún tardará años en ver la luz y tener impacto.  “Por ello es tan importante educar”, reconoce el presidente de Oceánidas. Nosotros también vamos a colegios a mostrar a los alumnos todo lo que sacamos del mar. Y quedan perplejos. Es importante seguir haciéndolo”.

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