Wences Lamas, ‘un paraíso con un bello empate entre vida y muerte’
Pintor, músico, poeta… Humano en busca de su ‘paraíso’ particular. El artista Wences Lamas ha hecho una parada en la galería madrileña Mad is Mad para mostrarnos todos sus fantasmas internos y demonios externos, sus pasiones, su camino hacia cierta dulzura, su universo plástico en el que conviven Goya, Blake y El Bosco, para mostrarnos su alma y sus huesos rotos. Sus monstruos fornicando con personas, sus liturgias y pecados. Un niño grande que vino de un ‘vientre frío’. Sus enredos, su ansiedad transformada en ansia de encontrarse, que quizá es de donde parta todo buen artista.
“Esa es la primera condición del artista verdadero: lo que nos ofrece, primero, le ha salvado a él. El arte verdadero nace de la necesidad y se ofrece por generosidad. Y este es el caso de Wences Lamas, que, como un Adán o una Eva rebelde, al ser expulsado del jardín del Edén, se encontró solo en mitad del vacío. Pero no se dejó vencer por la nada, sino que, ayudado por su genio, puso nombre nuevo a todo lo que encontraba y creo su propio Paraíso. Wences, como un niño terrible que recoge sus muñecos al terminar de jugar, llega a nosotros cargado con imágenes nuevas, con nuevos símbolos, con juegos salvajes, con cuadros llenos de luz y oscuridad en los que todo es intenso y extraño, pero no desconocido, como si nos hablara en un idioma que aprendimos en sueños o, tal vez, en otra vida”.
Es parte de lo que nos cuenta el escritor Manuel Astur sobre Wences Lamas a propósito de la exposición Paraíso.
¿En qué consiste este ‘Paraíso’ tan particular, Wences?
Imagina que bajas descalzo al río. Por el camino pisarás en muchos lugares dolorosos, ortigas y guijarros. Cuando metas tus pies en el agua, la sensación de vida y placer será más intensa por todo el dolor del camino, por las ortigas y los guijarros. Sobre ese alivio he estado pintando, sobre ese paraíso, lleno de luz y de serpientes.
Recorriendo la exposición, descalzos, vemos mucha negrura y mucha violencia, una lucha pasional entre la vida y la muerte… ¿De dónde sale todo esto?
Todas estas imágenes las he pintado en los últimos tres años; ha sido una época de mucho trabajo introspectivo. Si me remonto al origen de esa lucha que hablas, me viene la situación que vivió mi madre en su embarazo. Cuando estaba gestándome, tuvo problemas con su familia y de alguna manera se sintió desterrada. Dicen que la falta de seguridad y apoyo crea un vientre frío para el feto y que ese tipo de niños suelen desarrollar este tipo de luchas internas. Siento que toda esta materia simbólica volcada en la pintura me lleva a un bello empate entre la vida y la muerte.
También veo en esta obra al último Goya, el más oscuro, el de ‘Los desastres de la Guerra’, ‘El Sueño de la Razón produce monstruos’, las pinturas negras. Y a El Bosco y el simbolismo de William Blake. ¿Ese niño de vientre frío se ve reflejado en ellos?
Muchísimo. Semanas antes del primer encierro, tuve la suerte de visitar una exposición muy completa de William Blake en la Tate de Londres. Me pasé todo el recorrido llorando. Me sentí profundamente entendido por lo que él pintó. Había composiciones y temáticas que yo también había visto en mis visiones que estaban allí expuestas sobreviviendo al tiempo. Con Goya ha salido una broma estos días al enseñar los cuadros y ver que mis monstruos se van dulcificando: Ser un Goya al revés. Empezar por lo negro y acabar en los tapices.
¿Siempre has pintado así o responde a algún momento vital determinado?
Aunque creo que siempre han orbitado ciertas preguntas y motivos, mis ultimas exposiciones individuales tenían mucha huida hacia el humor. He utilizado la risa para esconderme y esta vez he querido ver qué pasaba si no me escondía.
Tú has vivido en el centro de Madrid muchos años, pero últimamente en un pueblo de la sierra de Madrid. ¿Han influido entornos tan distintos en tu acercamiento al arte y en tu obra?
Estas imágenes están cimentadas totalmente en Manjirón, el pueblo en el que vivo desde hace siete años. Es un lugar muy aislado si no tienes carnet de coche, hermoso, solitario y salvaje. Todos los colores de esa montaña están en Paraíso. Ha sido el marco perfecto para exploración íntima, ascética y transformadora.
Y tus raíces gallegas, con toda esa carga mágica y ese tratamiento tan particular que hacen del mundo de los muertos, también están muy presentes en tu trabajo, ¿no?
Me vine a Madrid con 13 años, pero nunca he dejado de cocinar freixós. Cuando cruzo los Ancares y abro la ventanilla del coche, la humedad y el olor me devuelven a un estado para el que yo vine a este mundo. Somos también el paisaje, y así como Manjirón elige los colores, creo que en el trazo siempre estará Lugo.
Y veo también una representación de lo femenino frente a lo masculino, ¿quizá algo que sale de lo más profundo de ti?
Me encanta que veas eso por que hay mucha voluntad de integrar una parte más delicada y tierna en un trabajo salvaje y tortuoso, y creo que justo en ese encuentro está lo más rico de mí.
¿Qué hay de tu faceta de músico?
Creo que todo mi arte va desembocando hacia un mismo océano. Hace años sentía las facetas muy disociadas, la música que componía para Reserva Espiritual de Occidente y mis pinturas estaban en universos muy alejados. Pero he trabajado mucho en coagularlo todo.
¿Y del escritor, del poeta?
Laura Arrache, que es una sanadora espiritual mexicana que siento como maestra, me dijo hace poco: “Has sido durante años un volcán y has estado escupiendo a la tierra muchas cosas que ahora empiezas a ordenar”. Así siento la dirección de todo mi trabajo. En 2021 he terminado un largometraje experimental, El Campo; una novela de ciencia ficción familiar, Los miserias. Y estoy trabajando en un misario. Ahora me toca cuidar la parte más difícil para mí, que es encontrar los aliados para que todo eso vea la luz de una forma honrosa.
¿Cómo se encuentra tu ánimo ahora, Wences, en este bloqueo pandémico? ¿Te ha traído algo bueno esta situación, quizá capacidad de concentración? ¿Cómo te planteas este 2022?
Este año vuelvo a Galicia, ¿como serán esos colores?
Estoy triste y estoy alegre. Tengo vértigo y fuerza nueva.
Por fin me entiendo y estoy perdido.
Viejito y bebé.
Vivito y muerto.
A través de esto tan pequeño que soy, todo lo demás.
Exposición ‘Paraíso’, de Wences Lamas. Hasta el 15 de febrero. En la galería Mad is Mad. Pelayo, 48, Madrid.
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