Yayo Herrero: la mujer y la naturaleza hacia “la vida buena”

La antropóloga, ingeniera, profesora y activista Yayo Herrero.

Repensar la vida humana en este planeta para volver a ponerla en el centro, volver a resituar el foco “en lo importante” para salir de esa hegemonía cultural que nos gobierna y cuyo eje se ha desplazado a lo económico, por encima de consideraciones tan básicas como los límites planetarios o el bienestar de la especie. La ecofeminista, escritora, activista y eco-antropóloga Yayo Herrero nos acerca a su pensamiento en su nueva obra, ‘Toma de tierra’ (editorial Caniche), un compendio de reflexiones en los que pone a la mujer y la naturaleza en el centro del discurso hacia “la vida buena”.

“No se puede hablar de vida y naturaleza sin incluir a Gaia como un agente con el que no se puede negociar, aunque en el mundo occidental ha calado la idea de que el ser humano puede vivir emancipado de ella, algo en lo que cree sin fisuras la cultura patriarcal”, señalaba Herrero el día de su presentación en la sala La Maliciosa, en Madrid. “Pero no podemos obviar que en esa vida hay necesidades y que se ha cubierto mayoritariamente por las mujeres, porque la realidad es que nacemos crudos, como unos seres muy dependientes y que volvemos a serlo de nuevo en la vejez, así que no es cierta esa emancipación, ni de los cuerpos, ni de la tierra ni de las personas,  aunque se impone con la violencia”.

En los múltiples artículos y entrevistas que Herrero ha escrito y ofrecido a lo largo de su larga trayectoria, en la que ha sido coordinadora estatal de Ecologistas en Acción, directora de la Fundación FUHEM, dedicada a la educación o, actualmente, miembro del Foro Transiciones, la ecología es entendida como un progreso social que va más allá de la conservación ambiental y se cruza continuamente con la protección de los derechos humanos. No hay espacio para separar lo uno de lo otro.

Brenda Chávez, periodista y miembro del grupo de investigación Carro de Combate, se ha encargado de la edición de esta amplia recopilación de textos de Herrero; reconocía en la presentación que no les resultó nada fácil seleccionar las piezas que conforman Toma de tierra entre el extenso material de una autora que disecciona con precisión el camino por el que nos lleva el actual sistema económico y social. Una senda de la que hay salida, como también nos cuenta, si es que somos capaces de ser conscientes y ver los letreros que nos la indican y donde los cuidados personales toman un protagonismo que han ido perdiendo en la toma de decisiones.

Entre las salidas por las que apuesta está el decrecer en la esfera económica, incluir una renta básica, la redistribución radial de la riqueza y, sobre todo, conseguir una base social fuerte que apoye las transformaciones pendientes, “porque lo más importante es generar una masa social crítica desde abajo hacia arriba; con tener el relato de lo que hay que hacer no es suficiente”.

Herrero, hoy un referente del movimiento ecofeminista tanto a nivel nacional como internacional, recordaba que ya en la Biblia se dice que “el castigo es vivir en la Tierra” y que “el premio es escapar al paraíso”, un pensamiento al que con la modernidad que representan filósofos como Descartes o Bacon se dio un nuevo giro: “Bacon, entre otros, formuló la necesidad de conocer la naturaleza para controlarla y exprimirla hasta sus fundamentos, y ese es el marco sobre el que se construyó el modelo del capitalismo, basado en el argumento de que todo merece la pena ser sacrificado si la economía crece”, apuntaba. Es “el mito de la producción”, la que denomina “nueva religión civil” del “fundamentalismo económico” en la que el ser humano se considera dueño del mundo.

La autora hace hincapié en lo que supone incorporar la mirada ecofeminista, un movimiento que “reconoce la eco-dependencia e interdependencia de todos, que habla de la sostenibilidad de la vida digna y que aporta al ecologismo un objetivo concreto, porque a menudo sus causas son muy abstractas, como cuando se habla de no superar los 1,5 grados más de temperatura media global; la realidad es que ya hay vidas colapsadas, sacrificadas y en una precariedad brutal por la pobreza energética”. “El ecofeminismo”, añadía, “teje alianzas entre las personas más desposeídas y el ecologismo con medidas que no sean de pijo-pogresismo y que hablan de la sostenibilidad de la vida”.

En este sentido, aborda también el controvertido asunto del decrecimiento económico desde una perspectiva de justicia social que considera fundamental: “En lo general, se trata de utilizar menos recursos, que sabemos que son finitos, pero en lo concreto se nos olvida a menudo que ya es el mercado el que administra ese decrecimiento y lo que hace para ello es cortar el suministro de electricidad a las familias pobres porque una cosa es reaccionar frente al mercado y otra es hacerlo con conciencia social, porque todos somos ecodependientes; por ello, el ecofeminismo es ilusionante a la hora de pelear con la realidad que tenemos”.

Yayo Herrero apuesta por trasladar esta corriente a todos los ámbitos posibles, empezando por la educación, pero también en otros que incluyen el urbanismo, en un mundo cada vez menos rural, el arte o la cultura. “Hay que aprovechar nuevas formas de concienciar socialmente que vayan más allá de los datos, utilizando la música, la literatura, compartiendo con gentes y movimientos ciudadanos”, defiende la activista. Todo ello, sin perder de vista lo que ocurre fuera, a miles de kilómetros, en lugares como Centroamérica, donde las resistencias contra el extractivismo de recursos naturales, ya sea tierra, agua o minerales, siguen teniendo fuerza”, como recordaba, con la implicación de nuestras propias empresas.

Aunque no habla de ello en el libro, que ya estaba en marcha cuando comenzó el conflicto, Yayo Herrero no evitó hablar de la guerra en Ucrania. Para ella, la militarización es “otra forma de control de los recursos, porque genera PIB con bombas y armas, una situación especialmente peligrosa en un momento de crisis ecológica”. “Tenemos necesidad de diálogo para desinflar la burbuja fosilista y capitalista en la que estamos, pero debe hacerse sin llevarse por delante las vidas y los derechos humanos”.

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