Yo La Tengo o la honestidad como doctrina

Yo La Tengo durante su actuación en el Tibidabo Festival el pasado viernes.

Yo La Tengo durante su actuación en el Tibidabo Festival el pasado viernes.

Yo La Tengo durante su actuación en el Tibidabo Festival el pasado viernes. FOTO: Gerard Eugeni Mur.

Yo La Tengo, la mítica banda de Hoboken (Nueva Jersey), actuó el pasado viernes en el recién inaugurado Tibidabo Live Festival de Barcelona. Regresaban a España con un repertorio esquivo y huidizo pero de una honestidad aplastante.

POR GERARD EUGENI MUR SOLÉ

El concierto de Yo La Tengo estaba previsto para las diez de la noche, pero dos horas antes nadie daba un duro por que pudiesen tocar en condiciones razonables, incluso que saliesen al escenario. Los precedentes no eran nada alentadores. Los dos primeros grupos que debieron tocar en este nuevo festival boutique o park attack, el Tibidabo Live Festival -impulsado por los creadores del Kutxa Kultur de Donostia-, cancelaron alegando malas condiciones climáticas. Y es que la bruma engullía con avidez el parque de atracciones. No hubiese disonado ver a Robert Englund campando por el recinto después de abandonar su lúgubre Hotel Krüger. El caso es que Barcelona había desaparecido bajo una espesa masa gris y amenazadora; el festival palidecía. Una sola imagen lo resume: las luces doradas de un tiovivo y el imponente templo del Sagrado Corazón entre el color plomizo que lo cubría casi todo. La única señal positiva la dio la llovizna, que cesó, librando a organizadores y público de su impertinente presencia. Fue entonces cuando se pudo empezar a cumplir cautelosamente el cartel. Los tres grupos anteriores a los de Hoboken sí tocaron, pero con un ojo en el cielo y otro en el escaso público, resistente a las inclemencias del tiempo.

Misteriosamente, la bruma reculó y apareció la familia YLT, con su calculado desaliño. Ira, James y Georgia eran sin duda el gancho del festival, que ofrecía un extraño evangelio indie como cartel, entre los que destacaban Mogwai y Belako, pero al día siguiente. Con el ambiente despejado y una refrescante noche por delante, los norteamericanos defendieron su obra con franqueza. Eso es hilvanar un repertorio caprichoso y huidizo. Ellos, que tampoco son un grupo comercial, supieron despachar una oferta que eludía con inteligencia la demanda. Ni tan siquiera sonó Friday, I’m in Love -sí, el tema de The Cure-, el single oficioso de su último disco, Stuff Like that There, de reciente publicación. Aunque ese detalle tiene toda la lógica. Atesoran casi tres décadas de carrera, no se iban a poner ahora a tocar en directo éxitos de otros. Hay material suficiente para evitar los temas ajenos. Tan solo cedieron en dos ocasiones a pequeñas y cuidadas versiones de artistas poco conocidos, como es el caso de la deliciosa My Heart’s Not in It, de Darlene McGrea, y Automatic Doom, de Special Pillow.

De su propio mantel de composiciones, visitaron desordenadamente los últimos 20 años. Desde Painful a Fade. Lo destacable fue que nada sonó como debía. Se autoversionaron hasta lo indecible porque es lo que les apetecía. Nunca dan un concierto igual; y esa es su doctrina, la honestidad, confesar que van por libre. En este terreno, la fiereza guitarrera de Kaplan acaparó prácticamente toda la atención, alargando guitar solos de miedo. Rasgó y se unió a las cuerdas en una deriva esquizoide que parecía que iba a acabar en una fusión con el instrumento. Sonaron punzantes, casi hirientes, Stockholm Syndrome y Autumn Sweater. Entretanto, James McNew era todo él contención e inercia. Pero este cómico contraste entre los dos lo liquidó Georgia Hubley, que pasó de la batería al centro para hacerle sombra a su cónyuge. Y, en efecto, se la hizo con su voz afelpada. Quizá porque las mejores canciones de Yo La Tengo se deben a un combo perfecto: las letras de Kaplan interpretadas por Hubley (The Whole of the Law, Before We Run).

Lo caprichoso del recorrido no se acabó ni con el bis. Pese a que aquí sí que se entregaron al imaginario colectivo lo hicieron con más licencias. Big Day Coming en acústico -Kaplan ya se había marcado sus momentazos-, y como plácido remate final By the Time Its Get Dark. Y es que lo que en realidad oscureció fue el festival, que finiquitaba su primer día de festival sin brillar. No se logró ni el público familiar al que aspiraban ni la intención de combinar las atracciones con los conciertos. Los que se desplazaron al Tibidabo lo hicieron exclusivamente con el interés de disfrutar del grupo. De entrada, el concepto parecía rompedor y atractivo, pero terminó envuelto de un halo terrorífico. El clima, el complicado desplazamiento y el cartel lo enviaron todo al traste. Al final, los únicos que lucieron fueron Yo La Tengo, que consiguieron suavizar la cuesta de septiembre y encubrir el frío que, al terminar, se reveló inesperadamente en la Plaça dels Somnis.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 06 septiembre 2015

    Interesante concierto

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