Relájate y disfruta con Beethoven, los ruiseñores y los cucos

El periodista César-Javier Palacios, pertrechado con sus prismáticos para observar aves.

El periodista ambiental y naturalista César-Javier Palacios (colaborador de ‘El Asombrario’) ha pasado de ser ‘El señor de los bosques’ en La 2 de TVE a alegrarnos el verano con el programa ‘Músicas a vuelapluma’ en Radio Clásica / RNE. Cada sábado por la mañana nos sorprende con las conexiones entre las aves y las más bellas composiciones musicales de la historia. Aquí nos cuenta historias y anécdotas tan sonoras como aladas.

¿Aleteaba dentro de ti esta idea de programa desde hace mucho tiempo? ¿Cómo surge y encuentra forma?

En la cabeza siempre tengo muchos pájaros cantando, muchas músicas que, al escucharlas, instintivamente, me llevan a esos paisajes sonoros que las inspiraron, flautas que suenan a mirlos y zorzales, violas emocionadas cual ruiseñores, violonchelos como zorzales, arpas con gargantas de petirrojo. Era inevitable que la vocación periodística me empujara a contarlo y la pasión por la radio me llevara a los micrófonos de Radio Clásica, mi emisora de cabecera. Pero todo el mérito se lo debo a Jon Bandrés, su actual director, quien no cejó en el empeño de que un programa tan especial debía formar parte de la parrilla de la cadena radiofónica.

Te has pasado de los árboles y los bosques, por los que te conoce mucha gente, a las aves… ¿Qué aportan uno y otro?

La naturaleza siempre es biodiversa, árboles, flores, aves, insectos, rocas. Muchas veces se nos olvida que nosotros mismos somos naturaleza. Siempre he sido naturalista, muy pajarero, pero de mirada amplia hacia todo lo que nos rodea y nos cuenta historias. Las aves me aportan música, color, felicidad. Los árboles y las flores son alegría, mundo pequeño lleno de grandes detalles. Es un todo indivisible, puro campito.

Alguna ave, o especie de ave, que marcara de alguna manera tu niñez.

Los estorninos que criaban en el tejado de enfrente de casa en Burgos y yo vigilaba con pasión con unos prismáticos de teatro, acunado por sus cantos y silbidos, siempre diferentes. Y el cuco que cantaba en el campo y del que mi madre me contaba leyendas inverosímiles, como que era capaz de saber cuántos años me quedaban para casarme con solo preguntarle y contar sus respuestas.

Tu juventud.

El guirre, el buitre sabio de Canarias. Me fui a vivir a Fuerteventura solo porque quería estudiarlo, conocerlo, salvarlo de una extinción que parecía inevitable. Revolví Roma con Santiago, trabajé muchos años con los científicos de la Estación Biológica de Doñana, disfruté muchísimo, sufrí demasiado, descubrimos que eran un taxón diferente, puse en marcha un proyecto europeo que al final ha logrado lo imposible: ya no está amenazado. También me enseñó muchas cosas de la vida, de sus bondades y maldades. Espero poder contarlas en un próximo libro.

Y tu estado actual de adulto.

Cada vez me siento más golondrina, ave viajera, sociable, disfrutona, muy charlatana, delicada. Y, no sé si lo habré logrado, beneficiosa, amiga de mis amigos, fiel a los sitios y a las gentes que me quieren y a las que quiero con locura.

De los programas que ya has hecho (para no destripar los que vendrán), cuéntanos tres anécdotas curiosas de piezas musicales con interés ornitológico.

La historia de Beatrice Harrison, La Dama de los Ruiseñores, es increíble. Convenció a la recién fundada BBC para que en 1924, justo hace ahora un siglo, los técnicos salieran por primera vez de los estudios para montar una unidad móvil en su jardín y transmitir en directo un acontecimiento colosal: un concierto de ella al violonchelo acompañando el canto de un ruiseñor salvaje. Fue un éxito clamoroso que escucharon ensimismados millones de británicos. Y que se repitió cada primavera hasta que el estallido de la II Guerra Mundial acalló sus voces.

Otra. El compositor Chris Hughes tiene una pieza alucinante, Slow Motion Blackbird. Incluye la grabación del canto de un mirlo, que luego un violinista reinterpreta y repite más o menos al unísono, pero cada vez más despacio, más lento, hasta casi volverte loco. Es una música hipnótica.

Y un detalle muy de pajareros. Le chant du rossignol (El canto del ruiseñor) es un poema sinfónico que Ígor Stravinski estrenó en 1920 en el Teatro Nacional de la Ópera de París. Se basa en un cuento de Hans Christian Andersen donde el protagonista principal es un pescador chino. Así que el pájaro de inspiración que suena en esta composición sería el ruiseñor asiático o del Japón (Leiothrix lutea), una especie completamente diferente a la europea (Luscinia megarhynchos). Habitual como pájaro de jaula, existe una pequeña población salvaje procedente de aves escapadas que cría en la sierra de Collserola (Barcelona).

Y ahora elígenos tres temas musicales con aves que especialmente te gusten, para añadirlos a nuestras listas de Spotify.

Apunta estos tres melocotonazos musicales:

Gli Uccelli (Los pájaros), de Ottorino Respighi. Y en concreto el movimiento L’usignuolo, El ruiseñor, basado en una canción popular flamenca, transcrita en el siglo XVII por el virtuoso de la flauta dulce Jacob van Eyck.

Le merle noir (El mirlo común). Es una obra fascinante y evocadora del compositor y ornitólogo francés Olivier Messiaen. Mis amigas del Trío Artemisia lo bordan con su pajarera versión para arpa, viola y flauta.

Bryd one brere, algo así como Pájaro en una zarza. Es una obra anónima medieval, una de las primeras canciones inglesas dedicadas a las aves, pero también al amor prohibido. Habla de un bello pajarito que al estar dentro de una zarza no se puede tocar. Imposible escucharla sin emocionarte.

Alguna sorpresa notoria que hayas encontrado en el tiempo de preparación de este programa, algo que no supieras y te ha sorprendido de manera reseñable.

La música con más alas de toda la historia es sin duda la famosa Pastoral de Beethoven, su Sinfonía nº 6 en fa mayor, opus 68. Me asombró saber que la escribió siendo todavía muy joven, con 37 años, pero que para entonces ya había perdido más de la mitad de la capacidad auditiva, pero no su devoción por el medio rural. Le encantaba pasear por el campo y escuchar el canto de las aves. En 1823, ya completamente sordo, visitó de nuevo el lugar donde se inspiró para componer esta singular sinfonía. Aproximándose a un pequeño río, dijo al amigo que ese día le acompañaba: “Aquí escribí la escena al borde del arroyo, y desde ahí arriba, las codornices, las oropéndolas, los ruiseñores y los cucos lo han compuesto conmigo”. ¿No es maravilloso?

Lo es. Como en septiembre publicas un libro para ‘catar paisajes’; elígenos un paisaje favorito tuyo para escuchar aves.

Zonas húmedas llenas de vida a pesar de los calores como Doñana, el Delta del Ebro o la Albufera de Valencia, pero también pequeñas charcas como las de Atapuerca en Burgos o la laguna del Soto de las Juntas en Madrid. En estos lugares, la variedad de cantos, ruidos raros, gritos y hasta resoplidos parece infinita. Qué algarabía.

Y un paisaje sugerente para escuchar la música de la naturaleza: el viento, las hojas, los ríos, el mar…

Te propongo uno muy de Beethoven. Como es verano, busca un pequeño río o un arroyo saltarín cerca de alguno de estos pueblos de interior felizmente resucitados con el periodo estival. Tírate al suelo para sentir en la piel la aspereza de las hierbas que empiezan a agostarse, su olor intenso, el rumor del agua entremezclándose con el sonido del viento agitando los árboles, el zumbido de los insectos y el canto de oropéndolas, escribanos soteños, pinzones y herrerillos. Relájate y disfruta con este baño de paisaje sin igual. Incluye como bonus extra una pequeña siesta reparadora.

Más allá del tema que nos ha traído aquí: ¿qué música actual te gusta escuchar?

Soy muy ecléctico en mis gustos musicales, pero adoro hasta la idolatría la música barroca, con mi querido Bach en lo más alto del altar. En cuanto a música actual, me encantan los artistas que están reinventando la música tradicional como Rozalén, Rodrigo Cuevas, Fetén Fetén o Tanxugueiras. Y siempre vuelvo a las nuevas voces del flamenco, al Niño de Elche, Lela Soto, Niño Josele, La Macanita o Esther Merino.

Por cierto, Javier Rico nos hace cada año para ‘El Asombrario’ un repaso por los discos de música contemporánea que se publican con algún punto de conexión con las aves.

Javier es todo un referente del periodismo, la educación ambiental y la música. Sus artículos son siempre una auténtica maravilla, pues demuestra que, a pesar de tanta desconexión urbana con la naturaleza, las aves nos siguen inspirando, igual ahora que hace siglos. Son nuestra auténtica banda sonora, la sintonía de la vida.

Lo último… Algún plan de verano que recomendarías a amigos y lectores…

Yo recomendaría escuchar menos superventas enlatados a través de los cascos y abrir los oídos a los sonidos reales de la naturaleza. Salir al campo sin más dispositivos que nuestros sentidos bien despiertos, sentarnos a la sombra de un árbol y dejarse acunar por una sinfonía multicolor que lleva cientos de miles de años haciéndonos felices. Haced la prueba. No existe una música más extraordinaria.

‘Músicas a vuelapluma’ se emite en Radio Clásica dentro de la programación especial de verano, todos los sábados de julio a septiembre, de 13 a 14 horas (12 a 13 horas en Canarias). 

  COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.

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